La soledad de la "reina" [Aro]

Me era complicado deducir que día de la semana era, parecía ser Noviembre, tal vez Diciembre debido a lo nublado de las calles de Volterra, pero no estaba segura de ello, incluso me era difícil poder asegurar en que momento del día me encontraba.
Cuando eras un vampiro y la pasabas encerrado en una torre con toda una eternidad por delante y muy poco que hacer los días perdían significado, el tiempo ya no era algo que me preocupara, de hecho yo podía asegurar que desde hacía 2 milenios vivía en el mismo e interminable día, pues al ser incapaz de conciliar el sueño no sentía que el calendario tuviera un efecto en mi, ni en los que me rodeaban.

Me había pasado el tiempo sentada en el banquillo del elegante piano que se encontraba en mi lado de la torre, tocando alguna que otra melodía que había compuesto en mis muchos ratos libres.
No era consciente de cuantas horas me había pasado haciendo lo mismo, pero no me había aburrido, al contrario, me sentía bien se cierta forma, me gustaba hacer música, al menos no me sentía tan sola en aquella torre.

Intentaba distraerme en ello y lo lograba por un rato, pero dentro de poco volvía a sentirme vacía y extrañaba ver a Aro... era extraño, pero a pesar de que "vivíamos" bajo el mismo techo no compartía con él todo el tiempo que me gustaría debido a sus miles de responsabilidades. Me resultaba patético sentir aquella estúpida necesidad de estar con él cuando Aro no mostraba el mismo interés... ¿Pero de qué otra forma podía sentirme? Estaba completamente enamorada de él desde aquél día en el que apareció en mi vida. No podía evitarlo.

Spoiler:

Desde que había vuelto al poder las cosas se habían puesto mas interesantes, los incompetentes rumanos habían dejado que todo se saliera de control, desde los neófitos hasta los híbridos, afortunadamente toda la guardia estaba haciendo bien su trabajo metiendo en cintura a todo el que estuviera incumpliendo las normas. Todo marchaba bien, desde lo del trabajo hasta mi relación con Sulpicia, que aunque fuera poco el tiempo que pasara con ella cuando compartía mi ocupado tiempo intentaba que se sintiera bien, pues a veces la compadecía, se la pasaba el mayor tiempo en el castillo y eso podía llegar a ser muy aburrido.


Este día había dejado que Marcus me supliera, ya que no tenia esposa no había nada mas interesante que pudiera hacer, mientras Caius se la pasaba con Athenadora, quise seguir su ejemplo aunque fuera solo por hoy. Yo nunca me había caracterizado por ser cariñoso, a decir verdad yo no sabia lo que eso significaba, yo era carente de sentimientos, pero lo Sulpicia era la mujer que había nacido para mi, ella me entendía sin decir una sola palabra y aunque a veces la tratara mal e indiferente ella siempre estaba ahí, no sabia si sinceramente o no pero ahí estaba.

Subí las escaleras que me llevaban en dirección a la habitación principal, todos los guardias hacían reverencia a mi paso con firmeza, reí interiormente, me gustaba el poder siempre había saboreado lo que era. Abrí las grandes puertas de la alcoba y la vi, seguía siendo esa humana que había conocida aquella noche, en aquel bosque. Era perfecta.

Mis dedos se movían con rapidez . Cerré los ojos dejándome llevar por el agradable sonido que el leve rocé de mis pálidos dedos provocaban al encontrarse con las blanquecinas teclas del piano.
Estaba concentrada, muy concentrada... pero aún así pude percatarme de aquél aroma que reconocería sin problemas en cualquier lugar del mundo, por remoto que este fuera.
Aro estaba cerca, no sabía a ciencia cierta si se dirigía a donde yo me encontraba, pero en mis adentros rogaba para que así fuera, en realidad deseaba que fuera así.

Dejé de tocar y me puse de pie, frente a la portezuela de la habitación, a unos metros de ella, esperando verlo entrar.
Su aroma se intensificaba a cada paso que daba, incluso estaba lo suficientemente cerca para poder escuchar el ligero y delicado sonido que provocaban sus zapatos al chocar con el suelo al caminar.

Una sonrisa se dibujo en mi rostro y un par de segundos mas tarde lo vi abrir aquella puerta y entrar con tanta gracia y elegancia a la alcoba.
- ¡Querido! - exclamé con evidente alegría de tenerlo frente a mi y me acerqué a él dando unos cuantos pasos - Me alegra tanto verte - dije con total sinceridad y deposité un beso fugaz en sus labios a la par que mis manos acariciaban con suma delicadeza su oscuro cabello.

Era evidente que ella me esperaba, pues estaba ahí parada con una sonrisa en su rostro tan bello, sus ojos grandes color escarlata estaban bien abiertos, eran hermosos aunque a veces si extrañaba aquellos ojos color gris de tenia cuando era humana y todo eso lo había perdido por mi. Ella se acerco rápidamente para depositar un beso fugaz en mis labios, coloque mis manos sobre su cintura y deposite también un beso en sus labios. A veces podría llegar a ser extraño que me comportara dulce con ella, o que reflejara algún indicio de que muy dentro de mi había algo bueno aunque esto fuera mentira, Sulpicia era la única capaz de aconsejarme, tranquilizarme y regañarme porque yo así se lo permitía, aunque no fuera todo el tiempo, el rey, la máxima autoridad seguía siendo yo y eso se lo dejaba en claro siempre a todo el mundo. -A mi también me alegra verte- Sonreí solo un poco que mas que sonrisa sincera parecía como si alguien me forzara a hacerla, la aparte unos centímetros de mi y camine hacia el piano que ella había estado tocando ya minutos antes. -¿Tocabas el piano?- Dije a casi susurro mientras colocaba mis manos sobre las blancas teclas.

Mientras las yemas de mis dedos palpaban las teclas mi mente viajaba a mis recuerdos.
-La mia cantante – murmuró él mientras acariciaba delicadamente el rostro de Sulpicia con la punta de sus dedos.
Sulpicia clavó sus ojos azules en los de él y entonces Aro tomó su mano entre las suyas.
-Te he estado esperando mucho tiempo, Sulpicia querida – susurró en el oído de ella y depositó un dulce beso en su mejilla.
Aquellos recuerdos hacían que me transportara a aquel día, aquel momento en que la había visto por primera vez. Todos siempre se preguntaban cual era mi verdadera cara, que era lo que sentía yo y si eso era posible. Pero incluso mi esposa desconocía lo que yo era en realidad, la mayor parte de mis pensamientos estaban en mi mente, solo para mi, y aunque la mayor parte del tiempo quisiera convencerme de que lo que sentía por Sulpicia era solo costumbre la verdad es que era amor, y no amor como lo tradicional, lo habitual, no, era un amor a lo Aro Volturi.

Una revolución de sensaciones se apoderó de mi cuerpo cuando las manos de mi esposo se posaron en mi cintura a la par que sus labios volvían a unirse a los míos en un beso que me dejó con ganas de mas, pero no pude hacer nada pues pronto me apartó y caminó por la habitación rumbo al piano.

Lo seguí con la mirada mientras lo veía avanzar con tanta elegancia y perfección. No podía evitar sentirme como aquél día, cuando lo vi por vez primera, en mi humanidad, cuando no era ni la mitad de refinada y culta de lo que era ahora. Aquel día había pensado que era imposible tanta perfección, que no podía haber un ser en toda la faz de la tierra que pudiera compararsele a Aro Volturi. Había vivido dos milenios desde aquel entonces y seguía sin conocer a alguien con mas perfección, elegancia y atractivo que mi esposo, y estaba segura de que jamas existiría nadie que se le igualara.

No podía evitar preguntarme que era lo que él había visto en mi... yo no era poseedora de algún don, cuando me conoció era una humana mas, un simple bocadillo que apareció delante de sus ojos.
Seguramente esa duda permanecería dentro mio por el resto de mi eternidad, tal vez jamas llegara a saber que era lo que mi esposo había visto en mi para honrarme con su compañía.

- Así es - respondí mientras caminaba tras de él pero sin aproximarme demasiado. - supongo que pudiste escuchar algo mientras subías ¿Cierto? - comenté, parada a su espalda y de brazos cruzados mientras disfrutaba del aroma que deprendía - ¿Qué tal ha estado tu día, querido? - le pregunté rompiendo la distancia que nos separaba, abrazándolo por la espalda.

Ella hablo y sonreí un poco, hasta su voz podía llegar a ser tan perfecta, tan elegante. Aún que la había escuchado, de mi no había salido ningún comentario acerca de si es que la había escuchado cuando caminaba hasta la alcoba, y así era, la había escuchado, era tan excelente cuando tocaba el piano que si seguía numerando todo lo de ella terminaría mas enamorado de ella que no podía seguir ocultándole a todo el mundo mis sentimientos, no quería que tomaran a mi esposa como una debilidad a la cual podían atacar solo para causarme daño. Sentí como sus brazos me rodeaban y mi sonrisa se amplio aun mas -Mi dia empieza a volverse perfecto *mia moglie-

Aparte sus manos de mi para ponerme de pie y mirarla de frente, retire un mechón de su cabello que estorbaba la perfecta vista de su rostro y coloque mi mano derecha en su mejilla dejando así que mi pulgar pudiera acariciar sus carnosos labios color casi rojo, un color que no precisamente por un labial, simplemente eran de ese color. -*Il tuo profumo canta per me, sei bellissima.- Deposite un beso en su cuello al mismo tiempo que me embriagaba con su aroma. Me retire lentamente y la mire a los ojos de nuevo. -Todo el día de hoy pasaremos juntos, ¿Quieres hacer algo en especial?- Sin duda alguna los últimos cinco minutos había derrochado miel a tal grado que me había empalagado a mi mismo, no podía darme el lujo de seguir siéndolo.

Tenia dos opciones, dejar que este día fuera uno de los mejores de mi esposa siendo el hombre "romántico" que toda mujer quería o simplemente darle un día como si alguien me estuviera obligando a pasar tiempo con ella.

* Esposa mía.
* Tu aroma canta para mi, eres hermosa.

Me sentía como una adolescente ilusionada por primera vez con un amor, y es que Aro había sido siempre el único para mi, estaba segura de que si había llegado a este mundo había sido única y exclusivamente para estar a su lado, no había nada, ni nadie que me hiciera sentir mas viva, incluso cuando no lo estaba.
No me arrepentía de nada, no me importaba haber dejado de ser humana para convertirme en lo que era ahora, ni si quiera me había importado tener que renunciar a ser madre por acceder a la inmortalidad y estar una eternidad con mi marido.

Muchos seres inmortales tenían distintas teorías sobre nosotros, sobre mi relación con Aro...
Algunos aseguraban que si estábamos juntos era por la simple costumbre, algunos pensaban que si estaba a su lado era por puro interés y por materialismo y no podían estar mas equivocados.
Yo estaba enamorada de mi esposo, nunca me había importado que fuera rico y poderoso, bien podía seguir a su lado así no tuviera nada y tuviéramos que escondernos en el sitio mas remoto del mundo... y se lo había demostrado cuando perdimos el poder. Estaba con él en todos los sentidos que se podía estar con alguien.

Lo miré con una sonrisa boba en mi rostro, no podía evitar derretirme ante sus palabras; era verdad que no pasábamos mucho tiempo juntos, pero cuando lo estábamos me gustaba guardar cada segundo en mi memoria y disfrutar de nuestros momentos.
Cerré los ojos, sintiendo sus labios rozar la piel de mi cuello y suspire levemente.
- Caro marito, tu sei l'amore della mia eternità - susurré en voz sumamente baja, pero sabía que Aro podía escucharme perfectamente.

Mis ojos rojos se clavaron en los suyos, no podía borrar la sonrisa de mi rostro, incluso podía asegurar que cada segundo que pasaba ésta se ampliaba mas y mas. Estaba feliz... y me sentía completa, cosa que solo lograba cuando él estaba conmigo.
- Entonces espero que no termine nunca este día - murmuré mientras rozaba su mejilla con la punta de mi nariz. Había tantas cosas para hacer, pero yo solo quería dejar que el tiempo se detuviera y que solo existiéramos él y yo. - Solo quédate conmigo y que lo demás no importe - le pedí hablando dulcemente en su oído - por favor -

Entonces me separé un poco para volver a mirar sus ojos y dedicarle una sonrisa. Lo tomé de la mano y le mostré como era que recordaba la primera vez que lo vi... cuando tenía que estar asustada pero no lo estaba, mas bien estaba prendada de él, de su perfección.

Cerré los ojos en cuanto sentí su mano acariciar mi mejilla. Tenía su aroma grabado en mi memoria, igualmente su tacto y el sonido de su voz; me aferraba por guardar cada detalle de su personalidad en mi mente, no quería olvidar nada y en mis momentos de soledad, cuando mas deprimida y vacía me sentía me recostaba en la cama como una simple mortal, como una adolescente que no puede dormir y entonces comenzaba a reproducir todas mis memorias para mi, todos y cada uno de los momentos que había pasado a su lado... todos eran importantes para mi.

No recordaba mucho sobre mi siendo humana, sólo tenía una imagen de mi misma mirándome al espejo, tenía puesto un vestido azul que resaltaba el color celeste de mis ojos, era bonita, pero nada comparado con la belleza que poseía ahora como inmortal.
Estaba segura de que Aro me recordaba bien en mi humanidad y todos esos recuerdos me hacían preguntarme como era que él se había fijado en mi siendo una simple humana y no en alguna vampiresa de aspecto perfecto y elegante... estaba segura de que antes de mi habían habido muchísimas que intentaran estar a su lado y agradecía infinitamente que ninguna hubiese tenido éxito.

Sonreí con cierto deje de dulzura cuando lo escuché decir aquello, la idea me gustaba y mucho, primeramente porque era una excelente oportunidad para enfocar mi tiempo en otra cosa que no fuera leer, escribir y tocar el piano... cosas que hacía a diario... era una actividad diferente y entretenida, además podía tener a las mujeres de la guardia haciendo cosas que yo ordenara... eso también era emocionante.
Por otro lado, dar una fiesta de aniversario me parecía algo fascinante, celebrar mi relación con Aro frente a los demás me llenaría de orgullo.

- Me parece una excelente idea, querido - murmuré mientras asentía con la cabeza y no dejaba de mirarlo a los ojos un solo momento - prometo no involucrar a Jane en esto, no quiero distraerla de lo que tu le has pedido - besé suavemente su mejilla y volví a dedicarle una sonrisa un tanto boba. - solamente necesitaría que me dijeras a quienes podemos invitar... - dije separándome unos centímetros de él, pero sin dejar de observarlo.

Había entendido el punto, la organización de la fiesta no sería hoy, comenzaría con eso algún otro día, pero al menos por el momento solo quería pasar las horas que quedaban de este día a su lado.
Escuché lo que dijo y lo vi avanzar por la alcoba, abrió las puertas y entonces lo seguí sin perder mi paso elegante... podía escuchar el sonido que emitían mis tacones al golpear el suelo, cosa que me causaba algo de gracia, pues era un sonido muy leve, seguramente inaudible para el limitado oído humano, pero que para mi sonaba bastante claro.
Me coloqué a su lado mientras lo miraba de reojo.
- Será un placer - acepté y mi sonrisa se amplió un poco mas. Pasé las manos por mi cabello en un intento por acomodarlo, aunque seguramente estaba en su lugar sin necesidad de haber hecho aquel movimiento.

Caminé a su lado mientras bajábamos las escaleras sin mucha prisa, nuestros pasos nunca perdieron la elegancia y gracia que nos caracterizaba; podía percatarme de las miradas de sorpresa de algunos de los miembros de la guardia cuando me vieron salir de la alcoba, eso no era algo que sucediera con demasiada frecuencia, solía estar ahí mucho tiempo, sólo era visitada por Corin y Athenadora, en ocasiones por Jane, Alec, Heidi, y mi marido... por lo que para el resto era bastante extraño verme caminar por los pasillos del castillo.
Me sorprendió mucho la pregunta de Aro así que posé mi mirada en su rostro, un tanto confundida.
- Por supuesto que me gustaría - respondí sin pensarlo mucho - ¿Voy a viajar pronto? - le pregunté un tanto dudosa, intentando interpretar correctamente a lo que se refería con su pregunta, pues Aro nunca decía las cosas si no había una intención de por medio.

Una vez afuera tomé el brazo de Aro para caminar apoyada de él mientras la luz de la luna brillaba a su máximo esplendor y las miradas insistentes de los humanos no se hacían esperar.
Aspiré una gran bocanada de aire, sintiendo el olor dulce de la sangre de los humanos que estaban paseando por la plaza de San Marco, sentí un ligero ardor en la garganta, pero nada de consideración, hacía solo un par de días me había alimentado, además, al vivir por tantos cientos de años mi resistencia se había ampliado considerablemente.

Una sonrisa se dibujo en mi rostro mientras observaba cada detalle de la ciudad, hacía bastante que no salía... Volterra era un lugar precioso, era mi hogar y me sentía contenta de poder salir a caminar por sus callejones, y mas aún si compartía esa experiencia con el ser al que mas amaba en el mundo.
Miré a Aro una vez mas y me acerqué a su mejilla para depositar un beso en ella.