La cabeza de un híbrido [Aro y clan Volturi]

Aro había pasado a buscarme a la torre, me pidió que lo siguiera y eso hice hasta que llegamos al salón de los tronos; una vez ahí, mi esposo abrió la puerta y me invitó a pasar, tan cordial y galante como lo había sido siempre conmigo. Sonreí de medio lado y me dispuse a entrar a la habitación que tan bien conocía. Mis pasos eran firmes y mi caminar tan fino y elegante, con esa gracia que me había caracterizado incluso antes de convertirme en un ser inmortal.

Nos quedamos de pie, uno frente al otro, mirándonos sin disimulo mientras iniciábamos una conversación. Tal vez aquello no era nada del otro mundo, pero para mi significaba todo, pues cada segundo que compartía con Aro permanecía grabado en mi memoria por cada momento de mi eternidad.
Podía pasar miles de horas de ese modo, pero volví a la realidad cuando Jane entró sosteniendo a un pequeño hibrido entre sus manos.

Hice una mueca, sabía lo que estaba a punto de suceder, y a pesar de que era un monstruo, despiadada y vil, había una parte de mi que no podía lastimar a los niños... sabía bien que este no era precisamente un niño normal, y que se trataba de un ser peligroso debido a lo que lograban hacer con la sangre de su especie, mas aun así, seguía sintiendo un hoyo en el pecho con solo imaginar lo que vendría a continuación.

No muchos lo sabía, pues yo no dejaba que se enteraran, pero uno de mis deseos ocultos siempre había sido el convertirme en madre, darle un hijo a Aro (aunque a él esto no le interesara demasiado). Me hacía ilusión esperarlo y cuando llegase el momento saber a quien de los dos se parecería.
Suspiré y miré fijamente al pequeño mientras Jane lo sostenía en el aire y él pataleaba. Era rubio y de ojos azules... del mismo color que los tuve yo cuando fui humana. Agaché la mirada.

- Acaba pronto con ello, Jane - murmuré sin mirarla - No debería sufrir demasiado - intenté sonar despreocupada, aunque seguramente no lo conseguí.