Pax Deorum [Sulpicia Volturi ]

Las siluetas de las  estructuras empedradas de la ciudad destacaban en medio de la noche  gracias a  los rojos  faroles  que brillaban con el resplandor naranja que producían las velas  encendidas dentro de ellos . Navidad , particular época para los humanos,  a unos parecía no importarles nada mientras  otros parecían morir aplastados bajo el peso de sus problemas, sin embargo  el ambiente festivo nunca cambiaba y  la deslumbrante  pero efímera belleza que durante apenas treinta días  las luces y los adornos le daban a los muros de la ciudad eran algo que no dejaría de gustarle al antiguo vampiro .

Las costumbres variaban con el paso de los siglos pero el  'sentimiento'  era mismo, y solamente durante esa época podría tal vez sentir compasión por las desdichadas criaturas mortales que alejados del castillo Volturi , encendían velas de colores dando inicio a la navidad.
Aro Volturi dejo sobre el muro del mirador de la torre en la que se encontraba  la elegante copa de cristal finamente tallado en la que bebía un poco de sangre  y camino de nuevo al interior del castillo.

-Renata...- el nombre de su guardaespaldas personal salió de sus labios sin apenas moverlos  y en menos de un segundo  la ágil vampiresa que le protegía en todo momento  estaba frente el - puedes retirarte por ahora, iré a hacerle una visita a mi esposa...que nadie nos interrumpa- a pesar de la aparente suavidad de sus voz , la orden era clara ,directa  y  prometía un severo castigo  de no ser  cumplida,  vio asentir a Renata y desaparecer al instante, y en cuanto se encontró  solo  emprendió camino a la siguiente torre  con pasos elegantes que no producían eco o sonido alguno.

Sulpicia Volturi , una mujer cuya belleza parecía haber sido otorgada por el mismo dios aunque  este en realidad  despreciara a su condenada y oscura especie.  La Reina, como era conocida su esposa, le había acompañado los últimos tres mil años  y le ayudaba cada día a soportar la interminable existencia que suponía la inmortalidad. Su habitación y la de su cuñada  Athenodora era  la última de la segunda torre del castillo,  siempre custodiada por implacables guardias  y acompañadas por Corín.  Algunas veces llegaba a sentirse mal por mantener a su adorada esposa prisionera , pero la seguridad de su reina  tenía un lugar mucho más alto en su lista de  importancia.

Subió las escaleras y con una señal de su mano indico a los guardias que abrieran la puerta y luego se retiraran , estando adentro hizo el mismo gesto  a Corin indicándole llevara a Athenodora con Caius y le dejara a solas con su esposa.

-Sulpicia Querida... - le saludo formando en su rostro una sonrisa.

La habitación se encontraba en completa quietud, la calma reinaba en aquella torre... a mis espaldas podía escuchar los murmullos débiles y quedos de Athenodora y Corin, quienes parecían bastante entretenidas con su conversación; yo por mi parte, me encontraba mirando la luna que se vislumbraba desde la pequeña ventana de la torre.
Los vidrios estaban empañados, lo que me hacía suponer que el clima en Volterra debía ser bastante frío, aunque claro, yo no podía sentirlo debido a mi condición de inmortal; aunque no pudiera sentirlo, yo sabía bien lo cruda que podía ser aquella sensación, recordaba mi corta vida como humana, recordaba como odiaba aquellas noches frías, sobre todo porque era tan pobre que no tenía con que cubrirme de las inclemencias del clima, ahora que era una inmortal tenía todo de sobra, pero no lo necesitaba, era toda una paradoja.

Estaba parada y sin moverme, concentrada en mis recuerdos y en mis pensamientos. Estaba triste, aquellas fechas siempre me causaban una melancolía casi inexplicable.
Cerré los ojos un par de segundos, recordando como había sido siempre mi vida mortal, siempre había estado sola, las navidades siempre habían sido oscuras y tristes para mi.

Pude haber gastado la noche concentrada en aquellos vagos recuerdos si no hubiera sido porque un dulce efluvio me volvió a la realidad.
Pestañee en un par de ocasiones y me cercioré de que aquel aroma era real y no producto de mis imaginaciones.
Aquel aroma que yo podría reconocer en cualquier parte del mundo, en cualquier situación, en cualquier momento, se hacía mas y mas fuerte conforme los segundos pasaban.
Sonreí de medio lado y me giré a la espera de encontrarme con él cruzando la portezuela de madera.
Athenodora y Corin parecían no percatarse de su presencia, pero yo no tenía duda de que él estaba cerca, de que venía a verme.

No pude evitar sonreír emocionada cuando por fin se presentó ante mi. Sin percatarme de en que momento, Athenodora y Corin habían desaparecido de la habitación y la puerta se había cerrado a la espalda de mi esposo.

- Aro - murmuré con evidente alegría y di un par de pasos a donde él se encontraba - que alegría que estés por aquí - mis ojos se clavaron en los suyos y entonces toda la melancolía que había sentido momentos antes había desaparecido, al menos por ese momento.

Cuando él estaba conmigo todo lo demás parecía desvanecerse, no importaba nada mas, parecía una chiquilla, pero que mas daba, yo lo amaba, lo había amado desde el primer instante.
Los días en aquella torre eran horribles y lentos, pero todo valía la pena cuando él estaba cerca, daba todo por esos momentos incluso aunque tuviera que permanecer cautiva en mi propio hogar.

La familia Volturi siempre estaba en busca de nuevos miembros   que se elegían por sus excepcionales dones  , y por supuesto Corin no había sido la excepción a esto, la razón por la que  la Joven Vampira  permanecía en la guardia radicaba en su capacidad  de lograr que cualquiera que desee se sienta feliz   con su situación actual.  su principal función era acompañar a  las señoras del castillo Sulpicia y Athenodora  y usar su don en ellas para menguar así la presión de ser prisioneras en su propio castillo ,  función que al parecer no era llevada a cabo correctamente pues en el momento en el que Aro Volturi estiro su nívea mano cubierta parcialmente por la larga manga de su elegante camisa para acariciar sutilmente la tersa mejilla de su esposa, imágenes melancólicas y llenas de  nostalgia  llegaron a su mente desde la de ella. Recuerdos de su vida humana tan vividos que incluso el mismo  podía sentir el  viento helado que Sulpicia recreaba en su mente.

Los brazos del Vampiro rodearon la menuda figura de su esposa  en un abrazo suave que buscaba  protegerla de sus propios pensamientos y al mismo tiempo  pedirle perdón por ser el mismo el causante de  la tristeza de su adorada reina.

- Si pudiera hacer algo que al igual que la vida, te diera la  Felicidad eterna lo haría sin pensarlo -las palabras sonaron como un suave susurro a pesar de haberlas dicho lo suficientemente alto .


 Muy en el fondo de esa faceta de el mismo que solo su esposa conocía, Aro Volturi sufría por no poder llenar a su esposa como el desearía, porque a pesar de  ataviarla con regalos, joyas y costosos vestidos, sabía perfectamente que  eso  no suplía ni por asomo la libertad su reina  que  diferencia de su cuñada , no era  una mujer frívola y endurecida con el tiempo , si no que al contrario conservaba la sencillez  de la que se había enamorado cuando aún era una humana.

El contacto de la piel de su mano sobre mi mejilla me indicó que ahora él estaba enterado de lo que pasaba por mi mente en esos instantes, su expresión facial cambió levemente, otro seguramente no lo hubiera notado, pero yo lo conocía mejor que cualquiera, era evidente para mi que lo que había llegado a su mente por medio de la mía no era agradable tampoco para él.
Sentí sus brazos sobre mis hombros y cerré los ojos durante unos segundos, disfrutando del contacto, de su cercanía, del roce de su piel contra la mía, entonces escuché su suave voz.

Me giré para mirarlo fijamente a los ojos. Mi mirada se encontró con la suya y mis ojos rojos intentaron tranquilizarlo, no era mi intención hacerlo sentir mal.
- No hay nada que me haga mas feliz que tu presencia, así que tenerte a mi lado ya me ha dado la felicidad eterna - susurré suavemente muy cerca de su oído, luego me separé y deposité un pequeño beso en su mejilla.

Por supuesto que aquello era cierto, y aunque yo sabía que él tenía millones de ocupaciones, lo extrañaba y necesitaba de su cercanía, aunque evitaba decírselo constantemente, no quería parecer una chiquilla caprichosa que solo quería hacer su voluntad.
Siempre había sido consciente de lo que significaba ser su mujer, y así lo había aceptado, pues estaba completamente convencida de que Aro valía todo eso y mucho mas.

Le dediqué una sonrisa y volví a fijar mis ojos en los suyos mientras tomaba su mano y entrelazaba mis dedos con los suyos.
- ¿Vas a quedarte conmigo unas horas, verdad? - le pregunté con la esperanza de escuchar un si como respuesta.

Las palabras de su esposa parecían atravesar  el aire danzando con su voz melodiosa , suave pero elegante al mismo tiempo, mientras la escuchaba  la mano blanquecina del vampiro paso a acariciar delicadamente con los nudillos el  negro cabello de su reina siguiendo el camino pronunciado por una grácil onda que se formaba en él, su pecho se hincho un poco de orgullo ante la seguridad con la que ella hablaba.  Sencillamente no podía pensar en una mujer mejor  que Sulpicia  para compartir su eternidad y sin duda era ella quien ocupaba el puesto de su más grande tesoro, era un sentimiento complejo pues a pesar de reprocharse a sí mismo por haberle arrebatado la vida humana también lo consideraba por mucho su mejor elección .

Afuera pequeños globos  impulsados por aire caliente despegaban desde el centro de la ciudad donde se llevaba a cabo el acto principal de inicio  de navidad , se dejaban ver, rojos, amarillos y anaranjados ascendiendo por el cielo y decorándolo y dándole un aspecto mágico a la imagen que lograba apreciarse desde la ventana ambientando perfectamente el momento para los dos seres inmortales  que permanecían en la habitación.

Aro volturi rodeo la cintura de su esposa con la mano que le quedaba libre aprovechando para conservar la cercanía luego del  beso que ella le diera en la mejilla , la otra mano se deslizo entre su cabello ébano hasta acomodarse en la  delgada y frágil nunca de Sulpicia y así atraer más su rostro al de él , ante sus palabras  su cabeza negó de forma imperceptible para un humano pero perfectamente clara para un vampiro.

-No... -  pronuncio apenas antes de dejar  sobre sus labios rojos un beso suave casi rozando con la ternura de la que él consideraba carecer.

No importaba el tiempo que pasara, los labios de su esposa siempre le resultaban cálidos y con un gusto dulce que nada tenía que ver con el brillo labial que llevara .Los dedos en su nuca trazaron un par de círculos  antes de  terminar el beso y separarse apenas para volver a mirarla a los ojos.

- he venido por ti, esta noche te llevare conmigo fuera de esta torre, aun siendo  una fiesta humana ,  la belleza de la ciudad  en estas fechas es algo digno de que lo aprecies... -  La mano de en su nuca se movió de nuevo y esta vez tomo entre ella la de su esposa adornada con un precioso anillo de matrimonio de su dedo.

A veces aun me parecía bastante sorprendente que a pesar de tener poco más de 3 mil años como inmortal, Aro tuviera la habilidad de hacerme sentir como una chiquilla humana cada vez que estaba cerca, cada vez que me miraba o me acariciaba de esa forma tan dulce.
A pesar del tiempo, aquella mezcla de nerviosismo con alegría y esa sensación tan extraña en la boca del estómago cada vez que él me tocaba parecían no haber cambiado en lo absoluto. Era injusto, pues gracias a su don él podía saber cómo me hacía sentir, mas sin embargo yo me preguntaba si él también se sentía así cuando estaba conmigo.

Su respuesta me hizo volver a la realidad ¿Había dicho que no?, iba a comenzar a reclamar un tanto molesta cuando sus labios se posaron sobre los míos y entonces me hizo callar de la mejor manera que hubiera podido.
De nuevo me desconecté del mundo, ahora no estaba consciente de nada mas que de su presencia en aquella torre, conmigo. Cerré los ojos al instante y sentí como una de sus manos se posaba en mi nuca, atrayéndome más hacía su rostro, mientras la otra permanecía posada en mi cintura. Correspondí a su beso con la misma ternura con la que él lo hacía, deleitándome con el suave roce de sus labios; nunca me cansaría de ello.
Cuando el beso terminó estuve a punto de hablar, pero él fue más veloz por lo que me le quedé mirando, escuchando atentamente lo que me decía sin poder evitar sonreír de esa forma tonta y torpe en la que lo hacía cuando Aro estaba conmigo.

-¿Es una cita? – pregunté con un tono un tanto divertido. Estaba contenta, feliz de poder salir con él como hacía tanto tiempo no lo hacíamos, pero sobre todo, estaba feliz de que hubiera pensado en mí al enterarse de lo que sucedía en la plaza. – Porque si es así, entonces tal vez deba ir a arreglar mi cabello un poco - me encogí de hombros y entonces llevé ambas manos a mi cabello, tratando de peinarlo.

Entonces Aro tomó mi mano, exactamente aquella en la que siempre llevaba el anillo que él me había dado cuando hicimos nuestros votos, no quise desaprovechar la oportunidad y a sabiendas de que ahora que me tenía de la mano cualquier pensamiento que yo tuviera podía llegar a su mente como si de una película se tratase, comencé a transmitirle mis recuerdos de la primera noche en la que lo vi.
Era mi cumpleaños 26, había querido comprar un pan aquella mañana, mas no tenía los recursos para hacerlo por lo que me había resignado. Pasé aquel día ayudando a las ancianas a cargar sus bolsas llenas de fruta y llevarlas desde el mercado hasta sus casas, y cuando la noche llegó, volví a aquella casona abandonada que había hecho mi hogar. Aro estaba ahí, parado al final del callejón y cuando estaba a punto de abrir la portezuela, él se acercó, se paró frente a mí y mis ojos azules se encontraron con su mirada roja, entonces extendió su mano hacía mí y me entregó una pieza de pan después de desearme un feliz cumpleaños.
Aquello era algo que nunca iba a olvidar por más años que viviera, y quería que lo viera tal cual yo lo recordaba.