Visita Inesperada[sulpicia, Chelsea, Volturis si se animan]

Había sacado un tiempo libre, y como había prometido a la reina, le iba a visitar hoy y a distraerla un rato, entendía que sus ganas de salir de la torre eran inmensas ante la monotonía de su vida, encerrada entre esas paredes revestidas de lujo y a veces colmadas por el amor de su esposo, pero no todo era lujo y amor. A veces, el encierro puede volverse claustrofobia para incluso vampiros, y ni el don de otros vampiros es tan grande como para evitar resquicios de ese sentimiento de soledad.

Subí por las escaleras, con paso firme y evitando mucho ruido, no miraba mucho a los Volturis que vigilaban la zona y se giraban a mirarme, extrañados de mi presencia allí, cuando la mía era estar abajo. Entre en el pasillo que me encaminaba a mi destino, allí tope con Chelsea, una de la guardia.Buenos días Chelsea. vengo a ver a su alteza Sulpicia, Voy a hacerle compañía.Si quieres únete, seguro que la compañía no es mal recibida.- Le comente sonriendole y amablemente, me daba pena Sulpicia, para que no sintiera tanta ansiedad de encierro Corin, usaba su don. Pero hoy debíamos darle un descanso a ambas, y usar el método mas sano de la buena compañía. Pase y entre en la habitación con Sulpicia.-Mi señora, le prometí que pasaría a hacerle compañía, espero no pillarla en mal momento.- Salude con una inclinación y reverencia a la esposa de Aro, luego mire a Chelsea. Preguntándome si se uniría. -Alteza, ¿Como se encuentra hoy? Le propuse a Chelsea unirse a nosotras, para acompañarla hoy. Espero no le molestemos.- comente a la bella morena, llamada Sulpicia.

Me miraba al espejo, pasando el cepillo con mango de oro puro por mi cabello negro y largo una y otra vez, observando el rojo carmesí de mis ojos y como mi pálido rostro lucía bello incluso sin necesidad de llevar maquillaje. Cualquier mujer estaría orgullosa de ello, pero yo me había acostumbrado a aquello hacía muchos siglos atrás, incluso en ocasiones ansiaba notar un cambio en mi apariencia por mas mínimo que fuera, mas eso nunca ocurría...
La ropa que llevaba puesta lucía impecable, y aunque no siempre tuviera la oportunidad de pasearme por el castillo daba igual, todos los días me vestía como una reina debía hacerlo, tratando de lucir a la altura de mi muy amado esposo.

Spoiler:

Sentía el aroma de Chelsea tras la portezuela de madera que me mantenía dentro de la torre, también podía sentir un suave efluvio aproximarse cada vez mas a donde me encontraba.
Sonreí de medio lado al percatarme de que el dulce aroma que se unía al de Chelsea pertenecía a Liana... seguramente ella había cumplido su promesa y venía a visitarme, lo que hizo que dejara de mirar mi silueta en el espejo, di unos cuantos pasos hasta situarme frente a la portezuela, esperando que fuera abierta y encontrarme con los bellos rostros de ambas.

Pocos segundos después se presentaron ante mi. Les dediqué una sonrisa amistosa y junté ambas manos llena de jubilo por la visita.
Escuché a Liana primero, no interrumpí; después fue Chelsea la que tomó la palabra con ese tono amable y cordial que la caracterizaba.
Negué con la cabeza suavemente y les hice una seña con la mano para que entraran y se pusieran cómodas.

- No hay nada que perdonar, querida Chelsea - murmuré pausada y suavemente - He pedido a Liana que pase a visitarme cuando desee, y sabes que también eres siempre bienvenida - sonreí alegremente, mirándolas a ambas. - Además, me encanta recibir visitas - comenté con evidente alegría.

- Me complace tenerlas aquí, ahora, les suplico se pongan cómodas - señalé con la mirada una pequeña sala que funcionaba como recibidor en aquella torre llena de lujos en donde permanecía la mayor parte del tiempo con Athenadora.
Tres sofás de piel y una pequeña mesa de caoba en el centro yacían a la espera de las dos visitantes de aquella mañana.

Sulpicia, con dulzura y educación, nos invito a sentarnos. Yo no estaba acostumbrada a sentarme y la  verdad no podía sentarme sin parecer rara.-Gracias, mi señora.- Agradecí la invitación y me sente en uno de los sillones frente a ella. Me acomode de mala forma, esa forma que quedaba antinatural. Espalda recta, rígida para lo que era la forma humana de hombros caídos,con las piernas juntas y los pies cruzados por la parte de los tobillos, ladeadas hacia un lado. Mis manos las junte y coloque sobre mi regazo. Ante todo, para mi aquello no era ni cómodo ni incomodo, puesto que la inmortalidad, nos hacia perder la parte de cansarse o no, como estar cómodo de pie o sentado. Podría estar durante siglos de pie en un pedestal, sin moverme ni pestañear, sin quedarme dormida, sin perder el equilibrio, como estatuas.

Sentada sin expresión mucha en mi cara, miraba a su alteza sin saber que hablar con ella, apenas la conocía. Esto era distinto a hablar con un guardia, pues con ellos solías tener mas roce, y hacías mas forma de saber de que tratar. Con Sulpicia apenas habia tenido roce, pero eso no le quitaba que fuera una mujer, educada y demás, al revés, era una gran anfitriona como Aro cuando recibía visitas. -Parece un lugar encantador este- Comente sobre la habitación, sin apenas mirar la sala. Ya habia observado antes el habitáculo, cuando me disponía a entrar. Ya sea por mi posición de guardia o por la de que era así, solía ser muy de observar los lugares. Encontraba necesario el saber todo del lugar al que iba a ir, o entraba, yo era así al menos. Cuando llegaba a un lugar observaba cada milímetro antes de meterme en él, para así en caso de que algo pasara tener el lugar memorizado y desenvolverme en él como si hubiera vivido allí durante años. La diferencia entre percatarse de que el polvo hacia referencia a que algo se habia movido o no, hacia poco, hacia que tu misión resultara o no.

Esta sala, en que ahora me encontraba estaba decorada con elegancia , lujo y todo lo que para un humano lo haría como una habitación de reyes, a diferencia claro esta de que el resto del castillo su decoración fuera mas sobria y de cosas justas...