[Abierto | The ghost of you]

La noche acababa de extender su velo sobre los sufrimientos del mundo carcelario.
Es invierno y hace frío. Las lucen se han apagado. La sombra de los barrotes se refleja en los muros encalados de las celdas como si aprisionara la única evasión posible: el sueño.
La oscuridad de la celda encierra una historia, un drama, un dolor, un hombre con su soledad a cuestas que la noche apaciguará o hará todavía más pesada.
Escuchaba en silencio las voces de reclusos murmurando oraciones, conversando entre paredes y otros aún más salidos de la locura se sodomizaban asquerosamente en busca de calmar las necesidades carnales.





¿Podían recordar esas personas en aquel momento que fueron antes?
Sus deseos más vanos, sus sueños de un futuro incluso aquellos juegos de “Quiero ser...” pero, hoy solo se habían vuelto escoria en un mundo decadente y moribundo. Si en verdad existía un Dios, no eran ellos merecedores de su compasión, si existía el infierno…no merecían tampoco el hospedaje en este.

El hambre yacía de nuevo cortando sus pensamientos, su boca experimentaba una resequedad propia de la necesidad. La mirada hacía el frente en cada paso que daba, fino como la seda, silencioso como el viento y tan sutil como los de un felino; acechando a quien caería en sus manos. Las venas parecían agrietarse, encogiéndose, estrechándose en lo secas y vaciadas que estaban, haciéndole sentir algo de dolor  “Así que esto es el hambre” nunca la había experimentado, y aquella prueba estaba causándole un dolor indecible.
Estaba lejos del castillo, lo suficiente para esperar a llegar por algo del líquido vital para sí mismo. Sus pasos se detuvieron y empezaron a regresar, como un ser calmo y apaciguado que guardaba sus demonios para sí mismo, no gustaba de perder el control, eso solo lo haría un vulgar humano, y de humano en el solo quedaba el amor hacía su hermana.

Llegaban a él los sonidos de la televisión anunciando las decadencias del mundo y como un artista más provocaba un escándalo. El cinismo de su existencia los hacía aun más patéticos. Un mirada al norte y en una ventana un estudiante tocaba el violín con ahincó, fallando siempre en el mismo estribillo, pudo haber sentido lastima por él, su falta de sentido le hacía cometer el mismo error, una y otra vez, de inmediato supo que en toda la noche nunca mejoraría.
Todo pensamiento desapareció, cuando el fuerte y aterciopelado aroma familiar atravesó sus fonas nasales.

–Jane –Susurró, dirigiendo la mirada primero al frente, solo pasarla al callejón en su búsqueda. Sus pasos se habían detenido para entonces,  la sentía  muy cerca, estando tan cerca, lo notaba en sus poco voluminosos labios y en las puntas de su pelo, en la yema de sus dedos y si pudiera erizarse eso daría un aviso de cada sensación que su hermana provocaba con su presencia.
Su voz llegó a él provocando que curvara una corta y fina sonrisa. La capucha bajo y dejo ver el perfilado y hermoso rostro de su hermana, creía fervientemente que Jane nunca se daría cuenta de cuando le admiraba.

–Buenas noches  –Fue lo primero que pronunció a su encuentro antes agradecer internamente ante la mención de alimento, por mucho que pudiera desear la muerte de los humanos, seguía dependiendo de su nefasta existencia.

–No los hagamos esperar más entonces  –Ofreció su brazo a ella, buscando tener aquel mínimo contacto, en verdad podía volverse vulnerable a su lado, afectivo. Por eso, lo admiraba, si ella fuera tan débil, no podría amarla tanto.
– Lo hacía pero, no encontré nada interesante.