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Mensaje por Dione Croxneir Sáb Jul 10, 2021 12:11 pm

ENTRADA 1

Nueva York, 2015

Despertar, de repente sólo escucho sonidos a la distancia, el repiqueteo de una fuga de agua a lo lejos, sirenas de policía y siento que mi rostro está impactado contra el concreto. No entiendo como sé estas cosas, si mi cabeza se siente completamente ajena a este mundo. Es como si apenas ahora estuviera presente aquí, en este plano y yo no tuviera la menor idea de lo que está sucediendo hasta hace poco. Blanco, sólo puedo ver en color blanco, hasta que por una razón incomprensible empiezo a abrir los ojos y veo que estoy en medio de un callejón, rodeada de basura y con un penetrante aroma a sucio, a amoniaco, a porquería; en resumen.

Mi visión se dirige a todas partes asustada, completamente perdida y desubicada, donde apenas percibo que les pasó a mis dedos, y un fuerte dolor me invade, me traspasa mis extremidades y me hace intentar proferir un grito sin éxito. Parece como si el aire se hubiera olvidado de fluir a mis pulmones por ese tiempo y apenas recordara que es necesario para que yo siga con vida. Veo mi propia sangre alrededor, o lo que parece sangre y me toco el rostro. Está frío y con un golpe...terriblemente doloroso. Al parecer alguien o algo me había golpeado o tal vez había caído de algo, y como resultado estaba ahí. Intenté ponerme de pie, sintiendo con las yemas de mi mano sana, por que la otra no podía ni apoyarla, el suelo. Fue una sensación extraña, como si no lo hubiera tocado nunca.

De nada sirvió ese esfuerzo, pues me mareé con tal fuerza que estuve a nada de vomitar. Se me acerca una mujer que mi cerebro me indica que es una policía a averiguar si estoy bien y yo le miró fijamente.

-Buenas noches señorita, ¿se encuentra usted bien?-  me pregunta con amabilidad, evidentemente preocupada. Tiene el cabello castaño atado en una coleta, un cuerpo ligeramente corpulento y una piel pálida, con ojos de color azul, rostro redondo y mejillas muy sonrojadas.

-S...si...- contesto a tenue voz, pues al escucharme no logro reconocer esa voz como mía, pero asumo que es por el tono ahogado que tiene. Llama en su comunicador, para solicitar ayuda y me dice que tiene que saber como me llamo.

Hasta ese momento, no había pensado que tenía nombre o que tenía un propósito o que estaba ocupando un espacio. Busqué en los recovecos de mi memoria y cabeza adolorida esa información esencial y lo recordé. Al menos lo primero que me vino a la luz.
-Me llamó Morrigan...Morrigan Elliot- ella tomó nota y llegó otra colega suya, que tenía la piel olivácea, cabello negro, al igual que sus ojos y era más delgada que ella. Entre las dos, lograron ponerme de pie, a pesar de que yo era más alta que ambas, lo hicieron con cierta destreza. Me llevaron a la ambulancia, dado que alguien al parecer había reportado mi estado y pidió ayuda.

Tenía la ropa cubierta de tierra y estaba húmeda, me ayudaron a recostarme en la camilla del vehículo para ir al parecer al hospital más cercano. Eso me dijeron antes de que volviera a perder la conciencia y despertara en urgencias...



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Mensaje por Dione Croxneir Sáb Jul 24, 2021 9:40 pm

ENTRADA 2

París, 1892

Veo un baile de máscaras desde lo más alto del salón. En realidad apenas comienzan los primeros vistazos a la modernidad del fin de siglo. Algunos podemos permitirnos tener las primeras lámparas eléctricas en el salón, que en ocasiones solemos adaptar con algunas velas, dada nuestra desconfianza en las novedades, pero debo confesar que me gustan las bombillas, pues alumbran más y se desgastan menos que la cera.

En realidad estoy bastante aburrida de esto, me encantan los bailes y demostrar el poderío que tanto trabajo me había costado conseguir, que me había exigido tanto sacrificio, además de que mis manos no sólo estuvieran manchadas, si no completamente bañadas o fluyendo de sangre. Había perdido la cuenta de cuantos cuellos había cortado, de cuantas familias había aniquilado, de cuantas cosas había hecho para adquirir el poder que ahora se me hacía tan tedioso como frustrante. Cuando anhelaba poder, sabía que lo conseguiría, pero jamás se me ocurrió pensar que sucedería en el momento que lo tuviera.

A lo lejos, veo a mi hija adoptiva. En una de mis matanzas, encontré a la chica muriéndose de hambre en una calle de París. Realmente estuve a punto de dejarla a su suerte, pero la compasión o la pena, me hicieron convertirla a alguien como yo. Quise enseñarle muchas cosas, quizás como remedio de mi aburrimiento, pero en lo único que estaba interesada era en lazos, vestidos y ser la más bonita del salón. Estaba completamente hueca de la cabeza, sin embargo era lo más cercano que tenía a una familia. No era extraño que continuamente recibiera propuestas para casarla o unirla con un vampiro de otro clan, pues era aún entre los nuestros, una criatura de belleza singular; pero yo no estaba absolutamente interesada en verla siendo propiedad de un hombre o de un clan.

Si era mi sangre y era mi maldición, era mi propiedad hasta el fin de sus días. En este momento festejábamos su cumpleaños. No me refiero a su patético cumpleaños mortal, me refiero a su cumpleaños como renacida. Atrás había quedado ese 14 de julio donde tras la toma de aquella prisión, se desataría un cruel momento que cambiaría el curso de los imperios y reinos europeos. Fue cuando la encontré, una sucia campesina, pidiendo pan, ajena a todo lo que sucedía a su alrededor. Ella sólo quería comer y llevar algo de comer a su casa. Bueno, nunca volvió a su casa y tampoco creo que la echaran de menos. En ese momento, una muerte significaba una boca menos que alimentar. A menudo quisiera preguntarle si extraña a su gente, pero nunca ha mencionado absolutamente nada, generalmente está ocupada haciendo bordados, gastando mi dinero o consiguiendo nuevas maneras de gastar de forma absurda la inmortalidad que le obsequié.

No le estoy poniendo un límite por ahora, realmente lo que hace para mí no tiene importancia. Me sirve para ciertas cosas y punto. A veces me hubiera gustado que no fuera una cabeza hueca, que realmente fuera una chica brillante, digna de mi atención, de mis conversaciones y compañía, pero...así no sería tan sencilla de manipular como lo es actualmente. Para ella, yo soy el centro absoluto de sus ideas, de sus creencias y todo lo que yo hago es correcto, sensato y exacto. Es un magnífico peón. Y planeaba usarla como tal.

Y ahora mismo, está en el centro del salón, riendo como una estúpida insulsa, mientras tres chicos se pelean por quién bailará con ella primero. A mi derecha, está mi joven en apariencia mayordomo, que no duda en dirigirse a mí para recordarme que una de las brujas Bradbury pidió reunirse  conmigo a la brevedad.  Eso era más urgente.

Entré a la biblioteca, y ahí estaba vestida de manera sobria en color negro, de un cabello rubio casi blanco, con unos ojos color azul intenso, y facciones finas. Aunque era sumamente hermosa, Agnes Bradbury era una bruja sumamente temida por su gran manejo de la magia negra y su capacidad de hacer cosas que sus colegas no podían. Hojeaba un libro que tenía en el escritorio de ébano, que era iluminado por la luz de una chimenea enorme que era el centro del estudio.

-Gracias Héctor, puedes dejarnos – él salió, mientras la bruja caminaba con arrogancia por el salón. Realmente las brujas no eran criaturas que me despertaran el deseo de confiar en ellas, pero eran más fáciles de comprar que mi propia especie.

–Buenas noches, Madame Croxneir – su tono era burlón y osado, como siempre que nos habíamos visto. No le di importancia, pues en esta ocasión; quién necesitaba el favor era yo y no al revés.

– Buenas noches, Miss Bradbury– me senté en uno de los sillones de respaldo alto y terciopelo añil que tenía en aquel salón. La chimenea daba la luz que necesitábamos y yo no iba a insistir en iluminar más la habitación. Me causaba bastante irritación. – ¿Ya tiene una respuesta a lo que le pedí?

– Temo que será más complicado de lo que habíamos acordado, Madame Croxneir, mucho más complicado.

– ¿A qué le llamamos “mucho más complicado”, querida? – [/b]eso no me gustó nada. Cuando el hechizo era complicado, significaba que venía un gran precio atrás, cuando era muy complicado...bueno, exalten esa cifra al doble.

–  Es momento de ser realistas, Madame Croxenir, la magia que usted pide es imposible. No puedo hacerlo si usted no está dispuesta a dar...más que su oferta inicial. Necesito una parte suya – su expresión era clara, a pesar tenuemente iluminada por el fuego de la chimenea. Los azules ojos de la bruja inglesa, me vieron fijamente y yo no tardé en comprender a qué se refería. Quería un tanto de mi sangre.

– Definitivamente no es negociable, usted conocía muy bien la naturaleza de mis deseos, Bradbury – respondí indignada, y debo confesar que también tuve el fuerte deseo de romperle el cuello a la bruja. Mi sangre le daría el control sobre mí a Bradbury y yo jamás iba a permitir que eso ocurriera, así que iba a tener que hallar una forma mejor de realizar mi trabajo.

– Cómo guste, Madame Croxneir, pero el trabajo, podría no quedar tan bien como usted desea.

– Tenemos un arreglo, Bradbury. Aceptó en su momento, y ahora no me agrada que dicho arreglo resulte con nuevas condiciones – aunque mi tono era tranquilo, mis ánimos eran agresivos. Odiaba ese sentimiento de las brujas de sacar ventaja de su magia. Si no fuera tan indispensable, si no estuviera siendo perseguida o si Bishop no fuera una de mis mejores aliadas...no deseaba realmente pensarlo. No me agradaba en lo más mínimo el rumbo que estaba sugiriendo la bruja.

– Calma Madame Croxneir, no tengo intenciones de tomar ventaja...simplemente es necesaria para que su encargo, surta un mejor efecto. Si no hay una parte de usted comprometida, es posible que el hechizo se desvanezca con el tiempo...pero sabía que podría negarse, pero me temo que si se opone, no me quedará otra que hacerlo con las condiciones que tengo.

– Tendrás que buscar alguna manera, Bradbury. No voy a darle parte o absolutamente nada de mi sangre– puse mis manos sobre mis muslos y observé el fuego. – Para eso he invertido una cantidad considerable para asegurar un excelente servicio de su parte. No me haga sentirme arrepentida de confiar en sus habilidades.

– Como usted guste, Madame Croxneir – se inclinó suavemente y justo estaba dispuesta a irse cuando se escuchó un potente estallido en el salón. Nos habían encontrado y no podíamos escapar. Al menos que…


Nueva York, 2015

Me desperté completamente sobresaltada, con el corazón saltándome en el pecho. Me froté el rostro con las manos, y vi que estaba en mi cama, en aquel minúsculo departamento en Nueva York, que le había comprado a Simone y a su esposo, Jonathan Cobb. Estaba respirando con rapidez y me dolía el cuerpo demasiado.

Busqué mi celular, y vi que eran las tres de la mañana. Tenía algunos correos relacionados con las palabras de mi editora nueva, Edith. Mi primer manuscrito del libro que quería publicar, no le había gustado en lo absoluto. Demasiado enredoso, en sus palabras más amables. Sin sentido, sin objetivo, carente de una buena línea argumental. Gruñí de mala gana, ahí estaba un documento con sus correcciones e ideas, las cuales eran bastantes; como me di cuenta cuando abrí el archivo que me había enviado.

El sueño había sido demasiado vívido, tanto que me había despertado sudando, con una fuerte sensación de derrota y temor. No sé quien era, podía distinguir algunos detalles, pero era demasiado fantástico como para asimilarlo. Cuando leches se había visto que existieran vampiros, brujas o criaturas así. Creo que mi mente estaba demasiado llena de terror por el libro que escribía. Me prometí no volver a hacer trabajo antes de dormir para evitar sueños de esa clase. No quería trabajar en los comentarios de Edith Bradbury  después de todo este alboroto. Me sentía como si hubiera corrido un maratón larguísimo, así que decidí ignorarla, e ir por un té tranquilizante para volver a cerrar los ojos y dormir. Al menos era domingo, hubiera odiado que me despertara en días de trabajo. No tenía que ir al diario y escuchar a Conrad con sus locuras. Nueva York no dormía para nada, podía ver a algunos autos pasando o personas trabajando, listas para abrir sus negocios, incluso nuestras notas probablemente estaban a punto de ser entregadas en los diferentes puntos de venta.

Me tomé el té y me fui a descansar. Realmente era necesario hacerlo, con mis huesos dolidos y cuerpo agotado.




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Mensaje por Dione Croxneir Lun Ago 16, 2021 4:13 pm


ENTRADA 3

Berlín, 1725

La sangre corría gloriosa sobre mi mano, mientras sin dificultad había arrancado el corazón del humano y había roto su parrilla costal sin problemas. En cuanto fue completamente separado de su cuerpo, la muerte había sido instantánea, la vida había abandonado sus ojos, dándole un aspecto hueco, oscuro y lúgubre.

Así, terminaba con uno de los informantes de ellos. No fue sencillo hallarlo, sabía esconderse demasiado bien y tenía el apoyo suficiente para comprar espías, o incluso a otros de la misma especia que la mía, pero nadie podía esconderse eternamente sin dejar un poco a su suerte. Fue el más difícil de hallar de los traidores, recordaba cuando era un jovencito con aspecto insignificante, de piel pálida, amarillenta, cabello castaño opaco, con las huellas de la adolescencia manifestándose en su cuerpo, que llegó al hogar de los, a mí hogar a trabajar en las cocinas y como mandadero.

Ya tenía todo un plan bien armado, él sería quién se infiltraría en la fortaleza y les mostraría a los otros las entradas para exterminar a toda la familia. Durante años espero pacientemente hasta conocer los profundos rincones, los pasadizos y había crecido para convertirse en un hombre miedoso, ansioso, mezquino; pero muy escurridizo. Los Von Bamberger, que eran mis antepasados,  pensaron que su lealtad y su avaricia, le hacían ser el informante de todo lo que hacían mal sus criados y los cotilleos que se corrían donde sus oídos no podían llegar, pero su arrogancia, fue su perdición. Nunca pensaron que podían ser traicionados por un hombre de esas características. No era ajena su personalidad codiciosa a mi padre, pero siempre pensó que el dinero que le daba por esos informes, bastaba para tenerlo a su disposición, por otro lado, yo desde hace tiempo había pensado que eso no era suficiente.

En muchas ocasiones, traté de advertirle a mi madre o a mi padre de su conducta, pero pensaron que mi juventud me hacía ver cosas que no eran. Mi padre era un hombre inteligente, mas su dependencia a creer que todo se podía comprar o vender, hicieron que nuestra noble casa desapareciera.

Yo, morí en ese día con ellos. Bueno, realmente yo me erigí otra persona, una que bastara para que el resto de Europa temblara y dejara de relacionarme con mi casa caída en desgracia, capaz de darme la fama de una talentosa peste. No había logrado jamás tener el poder que tenían los italianos o los rumanos, pero tampoco estaba tan mal. Me había aliado con otros alemanes, los Schwarz y así podía poco a poco sostenerme. Klaus Schwarz era un hombre ambicioso, que había conseguido la vida eterna hacía siglos para él, para su esposa y su hijo, que comenzaba a hacerse de una poderosa fortuna comprando y vendiendo armas para todos los ejércitos europeos, de manera que era un hombre poderoso pero que prefería permanecer en las sombras, usando a humanos para tales propósitos.

Con ellos, y mi don de mando…pude conseguir las herramientas necesarias para hallar a este hombre. Y así por fin, terminar una pieza más de la labor que me llevaba consumiendo desde que había matado a mi creador. Vengarme.

– Impresionante. No le ha dejado absolutamente nada de posibilidad – a mi lado estaba Agnes Bradbury, una de las brujas más poderosas que había conocido en mi andanza. Con su ayuda, y con el dinero que Schwarz había invertido en ella, fue una cuestión de días para dar con su escondite.

– Fui clemente, primero le quite la capacidad de gritar – dije, mientras señalaba la lengua que había arrancado de su boca, de la cual fracture la mandíbula para hacerlo.

– Dirá más bien, Fräu que fue clemente con nosotras. Ese hombre no paraba de gritar en cuanto la vio, aunque supongo que tiene un buen motivo para hacerlo. Acababa de matar a todos sus protectores delante de sus ojos – la bruja caminó con elegancia a través de los cadáveres de los hombres que estaban cubiertos de armaduras, armados con madera, estacas, ajo y otras cosas inútiles para detenerla. Algunos llevaban armas de fuego, pero con la vampiresa eso no había servido de gran cosa. – Tendremos que desaparecer nuestro rastro, esto podría llamar demasiado la atención.

– Por favor Madame Bradbury, ¿tendría la consideración de desaparecer mi huella de aquí? –  pedí amablemente, mientras veía como la bruja comenzaba a hacer su trabajo. Lo más sencillo era incendiarlo todo para borrar cualquiera de nuestras huellas. Cumpliendo mi propósito, sólo bastaba irnos y quedarnos en una de las propiedades de los Schwarz, que me la habían ofrecido después de lo que sabían vendría yo a hacer.

Una vez fuera de la propiedad, y alejadas de ella; Agnes Bradbury hizo que un incendio consumiera todo en ella. Nos internamos en la oscuridad, habíamos dejado el carruaje a las afueras de aquel pueblo, y nos montamos en ellos para irnos. Yo no hubiera tenido problemas en ir al sitio a pie, pero ella se opuso a ser llevada por mí, así que tuve que alquilar un coche. El criado estaba esperándonos, para no levantar sospechas, finalmente dos mujeres viajando solas, sin nadie que las acompañara, no era algo muy usual. Mis vestidos estaban llenos de sangre, pero Agnes me había dado su capa para cubrirla, además que la oscuridad nos ayudaba a permanecer ocultas a su visión. En cuanto le alcanzamos y subimos a la diligencia, nos llevó lo más rápido posible a la posada en donde pasaríamos la noche. Agnes me dijo que era necesario deshacerse de la ropa, o habría preguntas; así que quedamos que ella y el criado hablarían con el posadero y yo me quedaría en el carruaje.

A veces, cuando veía el paisaje, la luna alumbrándolo con su luz plateada y a Agnes dormida me acordaba de lo mucho que extrañaba poder perderme en los velos de la noche, dejando a mi cabeza volar a la imaginación y consuelo del dios Morfeo, pero desde que había sido convertida en un inmortal, ese placer me estaba velado, junto con el de salir al sol sin amuleto o protección alguna. Me perdí en mis pensamientos, recordando todo lo que me habían arrancado y eso hizo que los sucesos de la noche, me dieran una satisfacción mayor…



Nueva York, 2015


Estaba de mal humor. Conrad había sido particularmente ridículo por un caso que de menos era escalofriante: habían encontrado a un hombre sin lengua y muerto en las aguas del río. Apenas comenzaba a derretirse el hielo del invierno y salían sorpresas de ese tipo. Como la única escritora de la nota roja del New York Herald que no había tomado vacaciones, era obvio que yo tenía que estar ahí para cubrir ese hallazgo. Tenía la nariz y el trasero congelados por el frío que, a pesar que ya era menor que el mes anterior, seguía curtiendo mis huesos.

Armada con mi libreta y acompañada por uno de los fotógrafos del diario, bajamos a ver a las orillas del puente para hablar con el policía encargado de la operación. Al llegar, ya estaban otros periodistas, cuyas oficinas estaban más cercanas a las nuestras, había peritos, forenses, y mucha cinta amarilla. Me identifiqué como del diario y me dejaron pasar, donde el sujeto ya se hallaba cubierto con una manta blanca, y se veía su mano. El fotógrafo me preguntó si podría tomarla, pero yo le dije que no vendíamos prensa amarillista, que sólo íbamos a preguntar detalles y que sabían al respecto los policías.

Me acerqué a Carmen González, una de las nuevas jefas de los médicos forenses del departamento de policía más cercano, amiga mía por parte de su esposa y le sonreí al ver como su equipo ya trabajaba de manera eficiente en recolectar todo lo que pudieran.

– Hola Morrigan, linda… ¿cómo estás? – me saludó de buen humor pese a la gran cantidad de trabajo que tenían. Antes de llegar, yo había comprado un café para ella, ya que sabía que estaría aquí.

– A punto de darte un caso, hoy casi mato a Conrad…de nuevo – le sonreí, y le entregué el moka que había traído. Ella me dio las gracias y siguió trabajando, mientras clasificaban todo lo que había, pero el estado del cuerpo no era el mejor. El agua helada había ayudado a que ahora no fuera una peste, pero tendrían que llevarlo pronto o esa situación iba a cambiar.

– Mi querida Rita dice que está insoportable desde que lo nombraron jefe de editores del New York, pero que a ella le encanta bajarle los humos. Lo bueno de ser editora ejecutiva, ¿verdad? –[/b ] me sonrío con expresión soñadora y enamorada, mientras yo asentía. Rita Musquiz era peor que Conrad, de tal manera que tenía un apodo que por respeto a nuestra amistad no podía decir, pero que me daba mucha risa por la verdad que contenía.

– ¿Y qué tenemos, jefa González? – le dije con adulación, pues hacía un mes la habían nombrado jefa de los forenses de su departamento. Un nombramiento más que merecido en nuestra opinión.

– No puedo dejarte tomar fotos del cadáver chico, no lo intentes – le dijo al fotógrafo que había traído conmigo y éste, se alejó; bastante rojo de haber sido descubierto –Mo, necesitas un mejor fotógrafo que ése y menos morboso, pero si puedo decirte algunas cosas. Lo encontraron los de un ferry, estaban picando hielo para poder mover su barco y de repente lo vieron. Al parecer trabajaba como halcón o como soplón para uno de los grupos delictivos de aquí, y a los contrarios no les pareció. Le cortaron la lengua y le enuclearon los ojos y le dieron un tiro antes de lanzarlo al río. No le pusieron nada para que el cadáver se hundiera o quedara en las profundidades, al parecer querían dejar muy en visto su amenaza, pero la nevada y el congelamiento del río impidió su descomposición de manera adecuada, así que…de todas maneras lo vamos a llevar y vamos a intentar averiguar quién es en nuestra base.

– Oh…ya veo… – grabé todo lo que ella me dijo, pensando de alguna manera que no era de extrañar; finalmente a pocos les suelen gustar los “soplones”.


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Mensaje por Dione Croxneir Lun Oct 04, 2021 11:39 am

ENTRADA 4

Hong Kong, 2017

Me debatía seriamente entre besar a Edith Bradbury o matarla de una manera brusca. Todavía no estaba del todo segura al respecto de cual de los impulsos era más fuerte. Yo creo que el de matarla a veces ganaba sobre mi agradecimiento, por la cantidad de trabajo que implicaba. Había conseguido que me invitaran a una feria del libro aquí, en esta ciudad tan lejana. Yo había estado como turista el primer día, pero desde entonces no había tenido más que las noches para tomar un respiro. Por supuesto que no esperaba venir de vacaciones, pero nunca pensé que ella me hubiera llenado la agenda, sin siquiera consultármelo.

Sé que para muchos es un sueño que la escritura de sus libros los lleven a un sitio lejano, pero también tengo que decir que es demasiado trabajo. Me dolía la mano de todo lo que tenía que escribir, y estaba segura que después de esta jornada iba a necesitar una espalda nueva.

Al menos la ciudad no dormía y yo necesitaba estirar las piernas. Tomé mi bolso con pasaporte, dinero y teléfono, para salir a dar una vuelta, no pensaba ir muy lejos; pues Edith me mataría si no me encontraba, pese a mis mensajes donde siempre le avisaba que iba a hacer. En reiteradas ocasiones es peor que una niñera, y hemos peleado mucho por su tendencia a controlar todo, incluyéndome a mí. Y reconocía que era una excelente editora, pero...a veces  su actitud era demasiado agobiante para mí.

Salí del hotel, y me recibió el barullo de la ciudad, pese a ser de noche. Todos se movían con prisa, la ciudad respiraba una vibra muy interesante, incluso para mí que venía de una ciudad tan grande como Nueva York. Compre algo de comer por ahí, en un palito, me pareció con mi pésima manera de comunicarme, que era de camarones; pero no estaba del todo segura. Descarté otras comidas, por que no era tan valiente para comprarlas, así que me fui a lo más seguro. Eran deliciosos, y estaba comiendo con gusto, cuando sentí un jalón muy doloroso y rápido. Por un momento pensé que me habían arrancado el brazo, y podía crecer como se desarrollaba la inflamación. Mi grito fue ahogado por una mano que me tapo la boca.

– Al fin te encuentro, Croxneir –  escuché la voz de alguien, mientras yo me moría de miedo. No tenía idea de qué hablaba, pero estaba segura que me había confundido con alguien más. Me aventó contra la pared y pude escuchar como se rompía una de mis costillas. El dolor fue demasiado fuerte, pero el barullo de las calles, hizo que nadie me escuchara.- Anda, estoy aquí para que me mates, como mataste a mi hermana- su inglés era decente, pero se notaba un fuerte acento alemán, así que estaba segura que me había seguido desde nuestra escala.

- ¿Qué?- el dolor de la costilla y brazo roto me hicieron hablar con una voz aguada, e intentando respirar. - Yo nunca he matado a nadie, no sé ni quién eres...

- Puedes fingir todo lo que quieras, eso no va a detener que por fin, te mate. Te he buscado por años, y ahora al fin te encontré – delante de mi estaba un hombre con un aspecto sumamente atractivo, de nariz recta, de ojos oscuros y de cabello castaño, que se veía sumamente aterrador. Vestía elegantemente en color gris, pero en su expresión de cejas rectas y negras, se veía una gran ira. Una devastadora y muy amenazante ira.

Me di cuenta que cualquier cosa que hiciera no le iba a persuadir de no hacer lo que quería, así que busque escapar. Debo decir que fallé de manera estrepitosa.


Múnich, Alemania. 1959.

Con maestría, arranqué la cabeza del cuello de su dueña para echar su cuerpo al fuego y quemarla. Había sido una cacería bastante fructífera y así estaba terminando con esa ofensa. Realmente a ella no le había hecho nada, ni le debía nada, sin embargo; habían pedido terminar con la vida de aquella half-blood para evitar que fuera una amenaza a los intereses de su patrocinador.  Immanuel Schwarz  había dicho que ella era una chica que simplemente no podía existir. Era un peligro para su gran linaje y ahora, ella había cumplido con su parte.

¿Quién era? No lo sabía, ni me interesaba. Yo sólo buscaba la paga y ahora la tendría. Junto a mí, apareció otro de los míos, con expresión divertida. Precio adicional era que tenía un gran desprecio por aquellos que eran una mezcla de especies. Ya era bastante complicado tener las especies claras, como para que algunos se les ocurriera hacer una serie de abominaciones que no tenían sitio o lugar en este mundo. Esa había sido una de las razones por las que había aceptado este trabajo.

-No entiendo por que nos mandaron a dos, si con uno de nosotros bastaba para deshacerse de un half, no es como que sean más difíciles de matar – respondió con aburrimiento, mientras veíamos las llamas arder. Teníamos que guardar las cenizas para garantizar que habíamos cumplido con nuestra parte del trabajo, así como la cabeza. Esa ya la quemaría Schwarz.

-Para que estés al pendiente de que nadie nos haya visto – le gruñí, mientras veía como las llamas crecían y procuraba mantener el fuego a raya para evitar que se extendiera demasiado. El aroma era pesado, aunque no era tan dulce como el de otros vampiros al arder. Se cubrió el rostro con la solapa del abrigo negro, mientras acomodaba su largo cabello negro para que le diera espacio.

– Nadie nos ha visto, no seas paranoica – el vampiro era terriblemente confiado y eso no le gustaba a Croxneir. Esperaba que no tardara mucho en consumirse, pero no era tan optimista. Esas cosas tomaban al menos unas horas.

Terminamos poco antes del amanecer, afortunadamente traía mi amuleto protector conmigo, pero no me  agradaba la perspectiva de que los primeros rayos del sol me tomaran por sorpresa. Con las manos, tomé lo que pude de las cenizas del cuerpo, y pensé en el vientre de la half. Estaba embarazada. No era tonta, y recordó como había intentado apelar a mi piedad, a mi clemencia y a mis sentimientos de mujer para que no la matara, y entonces supe los motivos detrás de ese asesinato. El hijo no nato de Immanuel Schwarz estaba en esa muchacha. Eso lo ponía en peligro como un vampiro de linaje puro, a él y a su hijo Dante.

A veces los hombres me daban demasiado asco, pero si yo la había matado, tampoco me hacía mejor que ellos, o incluso me hacía peor. No pretendía serlo, después de todo; necesitaba de esa paga para seguir fortaleciéndome. Desde mi caída, pocas manos se habían tendido a ayudarme, excepto la del alemán que me usaba como su matona personal; pero lo que realmente yo deseaba era independizarme y poder huir. Con ayuda de los Schwarz había logrado establecerme en la Alemania Occidental, aún después de haberme involucrado con el partido nazi, sin embargo, sabía que esa “ayuda” dependía de lo eficiente que fuera para cumplir con los mandados de Immanuel.

- Vayámonos de aquí, antes de que el sol salga completamente – dije, subiendo al elegante Volkswagen negro de mi propiedad, para ir en dirección a la “humilde” morada de los Schwarz, mi refugio temporal.

Al llegar, me encontré a Herr Haider, el chofer y hombre de confianza del hijo de Immanuel, Dante. Estaba limpiando el auto, vestido con un elegante traje de color beige, pues Ingrid Goldschmidt, la esposa de Dante estaba a punto de salir, y necesitaba hacerlo de día para no llamar la atención. Con un seco saludo, nos mostramos respeto, y yo seguí por la parte de la cochera hasta el estudio de Immanuel. Ahí estaba, completamente ajeno al asesinato que había llevado a cabo en su nombre, con una elegante bata de seda azul marino, el cabello rubio peinado sin un solo cabello fuera de lugar y sus ojos azul hielo, viendo a la vampiresa. El estudio era elegante, con muebles de caoba, en especial el escritorio de Immanuel, que era una pieza de gran valor, con incrustaciones de mármol, donde el vampiro tenía unos documentos perfectamente ordenados.  Una basta colección de libros estaba a su espalda, de todos los tipos y temas, además de grandes ventanales que  estaban cubiertos con cortinas de color azul marino, que en ese momento se encontraban cerradas. Amanecía y ellos no debían ver la luz del sol de ninguna manera, pues era incómoda, pese a sus protecciones.

– ¿Está hecho, Fraü Croxneir? – preguntó, sin siquiera levantar la vista de su trabajo. A veces me irritaba esa actitud suya, tan arrogante y desdeñosa, pero ahora que estaba a su disposición, mantuve la calma y con una postura rígida, me quedé detrás del escritorio. Aquí yo era quién estaba en desventaja.

– Así es, Herr Schwarz – dije, sin comentar nada más; sin embargo un atisbo de curiosidad o de un deseo morboso de perturbar a Immanuel me hizo preguntar . – ¿Quién era?

– Una buena para nada. Si eso es todo Croxneir, tu paga está ahí. Eficiente como siempre, te estoy muy agradecido – señaló un pequeño maletín de cuero claro, donde estaba segura que la cantidad acordada estaba completa.

– Gracias, Herr Schwarz. Buenos días.

Hong Kong, 2017

– ¿Ni siquiera recuerdas a quién matas?  Eres despreciable – una patada en su abdomen bastó para dejarla doblada del dolor. Estaba segura que iba a morir, pero de repente vio a Edith en el principio del callejón, y tenía las manos en llamas. No entendía nada, pero el dolor en su cuerpo le hizo desmayarse antes de preguntar algo. – Mi nombre es Mathis Becker y tú mataste a mi hermana, por orden de Immanuel Schwarz. Lo sé todo, te llevo buscando desde hace diez años. Mi hermana era  Adelaide Becker, y tú la mataste.

Cuando despertó, estaba en su habitación; con el cuerpo cubierto de sudor frío y Edith sentada en su cama, viendo a los ventanales. Cantaba una canción suave, y tenía el cabello pelirrojo suelto, mientras se cubría con una manta. Sus ojos azules, le vieron fijamente.

– Pensé que no ibas a despertar, Dione Croxneir – le dijo seriamente y ella buscó de manera estúpida a quién se refería. Hasta que recordó que el sujeto que me había llamado de esa forma.

– ¿Qué ocurrió, Edith? – se tomó el costado, adolorida; apenas se pudo levantar hasta la pared, y eso la hizo respirar con dificultad. – ¿Cómo llegamos aquí? ¿Quién era ese hombre?[/color][/b]

– Ese hombre era un half, Dione. Tuve que matarlo – dijo la joven editora de mala gana, mientras se frotaba el puente de la nariz. – Por eso te dije que no salieras sola o que me avisaras, pero obedecer nunca ha sido su fuerte, Madame Croxneir.

– Deja de decirme así, que no tengo ni la menor idea de quién es esa señora –  se sentía como una niña regañada, pero dados los sucesos, debía reconocer que ella tenía un punto en ponerse de esa manera, así que trató de suavizar el tono, hasta que su cabeza le llamó la atención respecto a dos cosas que ella había mencionado – Espera...¿cómo que un half? ¡¿Mataste a un hombre?! ¡¿Te volviste loca?! – gritó, pero de inmediato me tuve que contener por que el dolor le impedía reaccionar de manera violenta.

– Era él o usted, Madame – se encogió de hombros y se cubrió con su manta. – Ahora debe reposar, que tengo que sanar su débil cuerpo humano.[/color][/b]

– Entonces tendrías que haberme llevado al hospital, tendríamos que haber denunciado a ese loco en la policía, ¡no venir aquí justo después de que lo asesinaras! – necesitaba aire, y necesitaba pensar que podían hacer. Seguro comprenderían que Edith lo había matado en defensa propia, que estaba tratando de salvar mi vida, o bien podrían decir que no sabían nada de él, que ella se había caído de las escaleras o algo. Su cabeza iba a mil por hora.

– No sea ridícula, esto no tiene nada que ver con los hospitales humanos. Ahora, si me permite...voy a curarla – sus manos eran brillantes, y al pasarlas por su abdomen y brazo, quedaron como si no hubiera pasado nada, el dolor y la inflamación habían desaparecido rápidamente, mientras ella la veía con los ojos verdes completamente desorbitados y atónitos. Su expresión era un poema, pero Edith Bradbury no tenía la menor intención de que eso cambiara.

– ¡No puede ser! ¡¿Qué cuernos está pasando aquí, Edith?! – estaba fuera de sí, pero la bruja la contuvo en la cama con fuerza. Siendo una humana, no había sido difícil, basto con ponerse sobre ella y mantenerla contra el colchón. La mujer la veía atónita, nunca había sido tan dura con ella; al menos no físicamente, como editora era harina de otro costal.

– No es momento de que sepa, todavía no, así que va a olvidar esto y mañana nos veremos para seguir con nuestro itinerario – dicho esto, todo se volvió oscuridad.
Dione Croxneir
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