Sometimes, shits happens, even if we don.... ¡Fuck it!. {Heather Bathory&B(?)}

Era un día soleado, extremadamente soleado, en Berlin; las aves cantaban y los transeúntes parecían todos de muy buen humor, hoy era un día festivo en Berlín. Y esto -como era de esperarse- molestaba a Alexander, o más que molestarle, le irritaba profunda e irrevocablemente. Hubiera preferido unas mil veces ser fotosensible a saber que no se quemaría y permanecer en aquel calvario, sentirse encerrado en aquella pequeña habitación en la cual hubiera sudado si pudiera.

De súbito resonó en los pasillos el sonido que hace un cristal al quebrarse y a su vez el feroz gruñido de una bestia enloquecida se apoderaba de la paranoia de la inquilina del cuarto contiguo; y segundos más tarde el botones se acercaba a tocar la puerta, a revisar que "Mister Dupont" se encontrase en su entera comodidad, después de todo él era el invitado de honor de una importante junta. Él y otros más re reunirían de noche en el salón de fiestas, el cual se inauguraría esa misma noche, el pelinegro sin embargo no estaba en absoluto complacido; el servicio era pésimo, el menú una porquería, le habían prohibido fumar y las cortinas no cubrían demasiado del sol. Alexander abrió la puerta pero al ver que el botones era rubio, y estando él tan colérico como en aquel día, no dudo un segundo en arrastrarlo dentro. Solía jugar con su presa, devorarla de forma sensual y hacerla sufrir con lentitud; amaba verles suplicar por piedad, oler su miedo, que se estremecieran y lloraran como los seres inferiores que eran; sin embargo, aquel día no había tiempo qué perder. Aquel blancucho de cabellos de oro no le llamaba demasiado la atención para tomarse el tiempo deseado en acabar con él, pero seguro se divertiría, siempre se divertía.

Media hora después ya sus ojos de un intenso rojo, se fue a dar una ducha, sabiéndose lleno de sangre por todos lados. Tardó allí adentro una hora más puesto que se le había encajado la sangre del mozo en las uñas y no quería dar de qué hablar en la cena, eso no está a la altura de tu prestancia y categoría, se aseguró mientras se enjuagaba el cabello por última vez y salía de la ducha. Se paró frente al espejo estando más calmado, observando su cuerpo por entero, sintiéndose como el magnate que aseguraba ser y suspiró mientras, hinchado de orgullo, se recodaba lo maravilloso que era ser él.
-Te amo, eres tan gallardo, masculino, excitante y sensual, me gustaría hacerte el amor a cada segundo- dijo con grandilocuencia para luego pasar a una expresión un poco más cínica y propia de él-. Cautivarlos con tu magnificencia.

Habiamos recibido la invitación para la ignauración del salón de fiestas de un famoso hotel en Berlín. Mamá tenia otro compromiso importante así que nos mandó a Heather y a mi en su representación. Ese dia habiamos hecho las maletas temprano y tras tomar el vuelo hacia Berlín, llegamos al dichoso hotel. No se veia nada mal, era muy bonito, lo único que no me gustaba era que habia demasiada gente.

Cuando bajamos del auto el chofer bajó las maletas y las llevó adentro -Que te parece el lugar Heather?- le pregunté curiosa. Todos se nos quedaban viendo >.
Entramos al hotel y Heather se fue a hacer los registros en la recepción, yo me quedé viendo un mural que tenian ahi. Era bastante interesante pude ver muchos rostros conocidos, la mayoria eran ancestros. Escuché que mi hermana me habló y me fui con ella hasta la suite que tenian reservada para nosotras. -Wow- dije al ver todo -casi tan bonita como mi habitación- le comenté y rei divertida. Me dejé caer en la cama, agotada por el viaje -Tomaré una pequeña sieste...-no acabé la oración cuando ya me habia quedado dormida.

Estaba dormida profundamente, teniendo el sueño mas bonito cuando sentí que me tocarón, abrí los ojos asustada y de un brinco me levanté -Que!? que pasa!?- pregunté asustada viendo a todos lados y al no ver nada fuera de lo común me tranquilicé. -Me asustaste ¬¬- dije y le aventé una almoada. Reí y la vi en la bata de baño -Ya va a ser hora?- pregunté agotada de nuevo, no queria ir, por que tenia que hacer el trabajo de mi mama? negué con la cabeza y tomé mi necesser y me fuí al baño.

-Heather? puedes sacar mi vestido por favor? se va a arrugar y luego lo vas a tener que planchar- le dije desde el baño y luego reí imaginando la cara que habia puesto xD. Me desvestí y entré en la regadera, tomando mi tiempo para relajarme.

Cuando salí me puse una toalla en el cabello, me puse la ropa interior y después la bata de baño. Salí y vi a heather maquillandose. -Me vas a ayudar a mi?- le pregunté mientras me acercaba a ella. Debi admitir que aveces era divertido tener una hermana como heather, siempre tan atenta y amable a ayudarme cuando lo necesitara.

Después de arreglarse y verse coqueto frente al espejo salió del cuarto con una sonrisita descarada dibujada en su rostro, la noche daba comienzo en buen pie y sus humores se habían restablecido con aquel bocadillo tan apetitoso. Ahora se dirigía al vestíbulo dónde recibiría a unos socios pero en cuanto bajó las escaleras -porque odiaba los ascensores- pudo percibir un olor que se le hizo del conocido. Vaya que no esperaba que ellas estuvieran en la capital de Alemania, seguramente invitadas para éste evento de inauguración, al parecer después de todo eran una familia influyente. ¿Habría asistido la pequeña Barney al evento? Eso era algo que él, en definitiva, debía averiguar antes de ir a la reunión que estaba destinada para aquella noche; desde luego no quería que las Bathory se fueran antes de él poder desocuparse.

Estando justo en frente de la puerta dónde se centraba el olor pegó el oído contra la madera mientras enfocaba los sentidos hacia el interior de aquella habitación. Durante algún tiempo creyó escuchar el sonido del agua correr, alguien se estaba bañando y tras esto escuchó la lo voz e la cría. Esa vocecilla molesta que no salía nunca de su mente desde que la escuchase por primera vez y por eso mismo a Alexander le molestaba, no estaba acostumbrado a ello pero no podía negar que el caracter de la Bathory le había atraido mucho, por no decir el encanto que suponía su sangre. Su sangre, rojita, deliciosa y preciada, la sangre de la Bathory cantaba para Alexander. Tocó y esperando que alguien abriera la puerta colocó su mejor sonrisa burlona, no venía mal algo de diversión antes del trabajo.

Mientras ella terminaba de maquillarse yo preparé las cosas para comenzar a peinarme. Retiré la toalla de mi cabello al tiempo que escuché que tocaban en la puerta -Quien será?- le pregunté a Heather pero no supo decirme. Me acerqué a la puerta y la abrí, pero me quedé helada al verlo ahi parado Que estaba habciendo el aqui? ¬¬. Mi corazón se aceleró pero logré controlarme y regreso a su ritmo normal -Heather te buscan en la puerta- comenté mientras me daba media vuelta y regresaba al tocador.

No queria voltear a verlo, asi que ocupé mi vista y manos en cepillarme el cabello. No voltearia a verlo, no se lo merecia.

Una sonrisa de autosuficiencia y satisfacción se dibujo sobre las facciones etéreas, perfectas de Alexander cuando su Bathory favorita le había abierto la puerta; las facciones de una belleza tan pura y misteriosa a la vez que a cualquier le hubiera parecido inhumana. Aunque esa belleza siempre le había pertenecido y aún así, de un día a otro, resultaron ser las de un vampiro. A penas vio la oportunidad puso un pie entre el umbral y la madera de la puerta, cerciorando así que no pudieran cerrársela en la cara -al menos no sin un esfuerzo-. La pregunta de Heather, así tenía entendido que se llamaba, le hizo regocijarse, estremecerse de placer mientras el cinismo iba en auge.
-¿Qué más podría traerme por aquí? Sino el deseo inconfundible de molestar a mis niñas favoritas- respondió con tal naturalidad como si fuera la cosa más normal en el mundo-. He de imaginar, que estando aquí son importantes, un empresario siempre cuida sus relaciones. ¿No les parece? De modo que, les propongo una tregua, sólo por hoy.
La mirada de Alexander ya había localizado la menuda cabellera amarilla de Britney por encima del hombro de Heather, aunque no le veía directamente sino su reflejo en el espejo. El pelinegro esperaba una buena reacción de parte de las Bathory, acaba de caer en cuenta que todos los socios iban con su pareja y que él sería el único soltero. Aburrido.

Entrecerró los ojos a la espera de Heather que parecía meditabunda o quizás desconcertada con aquello de la tregua pero la cuestión era ¿qué clase de problemas podían dar las Bathory a Alexander para que dijera aquello? Después de todo, ellas no eran en absoluto peligrosas y con suma dificultad harían algo malo, ellas eran las buenas, ¿Cierto? Los ojos del vampiro volaron hacia Britney una vez más, con un leve fulgor violáceo debido a que se acababa de alimentar, parecían utópicos y a las vez misteriosos; tal como los de Elizabeth Taylor. Aquello, desde luego, le volvía un anzuelo para mujeres jóvenes en busca de machos Alfa, por otro lado, cuando sus ojos se oscurecían por la sed se iban aclarando al punto de verse de un cristalino natural. Podían odiarlo o podía amarlo pero Alexander simplemente no pasaba desapercibido y en su juventud no había mujer que no quisiera entregarse a esos azul naturales y esos cabello de un negro ébano que le envolvían en una combinación irresistible.
-Tengo una reunión con unos socios hoy, seguro a Barney no le importa si la llevo como Dama de Compañía- echó la cabeza hacia atrás levemente mientras miraba a través del espejo el escote del vestido de la Bathory, en su mirada había un deje de perversión.
No obstante, toda aquella pantallería no era más que una cortina, una cortina para encubrir sus verdaderos deseos. El quería tener a la Bathory, no, decir aquello incluso quedaba vago ante la magnitud de sus ambiciones pero al mismo tenía aquella certeza de que correría peligro si estaban mucho tiempo solos en un mismo lugar. Cerró los ojos durante segundos y se sintió embriagado por el olor circundante, el olor de un cuello fresco y un vena que bombea constantemente, apretó la mandíbula intentando contraer los colmillos, esos que no sólo salía cuando sentía sed sino también estando excitado; bien fuera sexualmente o de algún otro tipo, como la adrenalina que se apoderaba de él en batalla. Aunque claro, Alexander nunca fue demasiado violento, era más de ignorar completamente o eliminar de una vez por todas.

Una vez que Heather acomodó el zipper de mi vestido me dirigí al tocador, evitando de toda manera el ignorarlo. Me senté y comencé a aplicar la base, para adelantar un poco mientras Heather terminaba de charlar con ése ser tan...él. Escuché su petición y me costó muchisimo trabajo no ir a abofetearlo, yo no era dama de compañia ni mucho menos un adorno que llevar a una cita. Cretino, que te crees eh? que estaré a tu dispocisión? Pff, ya quisieras pensé mientras seguia con la base del maquillaje.

Escuché la repsuesta de Heather a su comentario y no pude evitar sonreir divertida mientras me imaginaba su rostro. Después el leve sonido de la puerta al cerrarse me hizo voltear, la miré aun con mi sonrisa -Eres increible hermana, ruda pero delicada, y sobre todo discreta. Toda una Bathory- comenté mientras debaja que ella terminara mi maquillaje -Recuerda, no exageres ¬¬ quiero que esté lo mas antural posible- le dije con una sonrisa. Cerré mis ojos y esperé a que ella terminara, confiaba en ella asi que sabia que aunque el look fuera sensillo y natural, me iba a ver hermosísima.

Alexander retiró el pié sin discutir mientras retrocedía un paso para y sonría tan burlón como siempre. Él estaba dispuesto a ver hasta cuando llegaba aquella careta de mujer con carácter porque lo cierto era que, muy en su interior, creía que Heather sería un pastelito asustadizo. Y quizás así lo fuera pero a él le encantaría simplemente comprobarlo por sí mismo, no hoy ni mañana ni la noche siguiente pero en algún momento. Su voz se escuchó nuevamente en los pasillos, esta vez en una risa seca y bajó al vestíbulo escaleras abajo con movimientos agraciados; tras los años, aquella grácil sutileza de antaño se había mantenido intacta a través de los años, o sería mejor decir que incluso se había vuelto más experta.

Alexander se reunió con sus socios, todos de traje y muy elegantes peinados. En ese momento el pelinegro sintió destacar, brillaba por la ausencia de una mujer y desde luego, siempre había odiado aquel dicho ¿Cómo era? Ah, sí. Detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer. Mentira. Él nunca había necesitado de una mujer, y nunca la necesitaría, para sentirse realizado; no al menos mientras todas las mujeres que él había llegado a conocer fueran incompetentes o demasiado inferiores para su gusto. Después de un cordial saludo entre todos los miembros se dirigieron en manada hacia el salón donde se llevaría a cabo un discurso, una cena y un baile de cierre. Luego, todos podrían volver a sus patéticas vidas y Alexander volvería al hotel, al suyo propio en Inglaterra; aún no era tiempo de volver a casa.



Nada más precioso que aquel salón, excepto quizás él mismo, se aseguró erguido de orgullo como un gallo de salvia que intenta atraer a las hembras con su pecho emitiendo un gruñido, algo así como un cortejo. Para su suerte, ninguno de los empresarios lograron realmente aquel pequeño detalle pues estaban más simpatizados viendo los adornos y charlando de cualquier cosa en voz baja. Cuando todos estaban ya en el recinto una cabellera amarilla llamó la atención de Alexander que no fue capaz de ver otra cosa que no fuera ella mientras que el dueño del hotel agradecía a los patrocinadores.
-Quisiera otorgar mi más grande gratitud a los hombres que hicieron de éste proyecto idílico una estructura tangible; Jeffrey McKanzie, Nikki Donovan...- el hombre siguió diciendo nombres mientras algunos miraban a la tarima y otros estaban frente al mesón de los pasapalos pero ninguno hacía el más mínimo ruido-. Por último, a nuestros más generoso contribuidores, Mae y Alexander Dupont.
Tardó casi un minuto en reaccionar pero cuando se puso en pie y sonrió levemente, agradecido del reconocimiento, casi se había visto encantador. Un hombre guapo, sensual y simpático, con una mirada profunda que deleitaba hasta el alma más fría en una tormenta de invierno. Ese era el Alexander que llevaba a centenares de mujeres a la cama... para que luego murieran en sus brazos.

Cuando heather terminó de maquillarme me heché un vistazo al espejo, habia quedado perfecta. -Vamos- le dije mientras me colocaba los pendientes sencillos que me habia regalado mamá, no olvidé rociarme un poco de perfume antes de tomar mi bolso y salir con heather del cuarto del hotel. Bajamos hasta la recepción en donde nos encontramos con algunos conocidos de mi hermana, dos de ellos nos escoltaron a nuestra mesa, del brazo como todos unos caballeros, tomamos asiento y luego escuchamos al que parecia ser el dueño del hotel, hablar agradeciendo a todos y cada uno de los patrocinadores del lugar.

Me sorprendió que mencionaran a Alexander, levanté la vista de la mesa y no tardé en encontrarlo, estaba justo del lado opuestoa nuestra mesa, del otro lado de la pista de baile. Estaba mirandome y después de un minuto se puso de pie para agradecer el reconocimiento con una sonrisa muy de él, no me quedó mas opción que aplaudir con serenidad y desviar la mirada a otro lugar, no queria verlo.

Cuando el dueño del hotel terminó los discursos, anunció que servirian la cena. Heather aprovechó ese momento para presentarme a más gente conocida, al parecer socios de mamá hombres que no parecian ser muy viejos. Sonreí amable cuando me presentaban a cada uno, memorizé sus nombres y rostros por si me tocaba ir a otra reuniones como esta poder reconocerlos. De las puertas laterales salieron los meseros cargados de charolas con los platillos de la cena. Se acercaron de mesa en mesa distribuyendo los platillos que traian sobre sus hombros. Durante la cena, charlaba con el hijo de uno de los socios, era unos años mayor que yó, al parecer de la edad de mi hermana. Me contaba como el siempre acompañaba a su padre y que en un tiempo no muy lejano el iba a ser el dueño de sus empresas. La verdad no me impresionaba pero debia saber sonreir ante platicas aburridas como las de él.

Si no hubiera sido porque el pelinegro se había ocupado en saludar a imporantes hombres de sociedad hubiera visto que Britney le miraba sorprendida, por corto tiempo, pero le miró. Con seguridad se habría llenado de placer sabiendo que la chica que tanto se jactaba de odiarle podía sus ojos sobre su esbelto cuerpo, imposible de ignorar desde luego. Y cuando Alexander intentó buscar con su mirada una vez más a la rubia, ella se encontraba hablando con un humano insignificante, que quizás para ella no lo fuera tanto. El vampiro aguzó el oído pretendiendo escuchar a sus compañeros de trabajo pero en realidad solamente le interesaba aquella conversación ajena; agradecido por sus dotes vampíricas ya que le daban aún más magnificencia a su sola existencia. El pendejo con el que hablaba Barney no podía ser más patético, se reía como bobalicón y hablaba de cosas completamente sin importancia para las mujeres que me acompañaban. Novatos, simples y puros novatos.

Durante la cena Alexander no pudo sacar su vista de la chica y cuando no la veía a ella era estrictamente para atender a sus socios. En cuanto a la cena, nada del otro mundo, corderos y perniles aunque personalmente aquello le sabía a excremento, aquella era una de las dos únicas desventajas que traía el ser vampiro. Con todo, la sangre era el más puro éxtasis del que nunca ningún humano podría conocer, mientras que para ellos tenía un sabor metálico para los vampiros era algo completamente diferente. Cuando Alexander culminó su plato alguien le ofreció un poco más y él declinó educadamente. La siguiente media hora todo el mundo la usó para reposar la cena, hablar, bebes o seguir comiendo en la mesa de pasa palos; en ese sentido, Alexander no destacó, se limitó a hablar y dar tequila, eludiendo por completo a las Báthory. Entonces comenzó a sonar la música, algo bastante formal y nada "loco", el pelinegro decidió que entraría en escena por lo que invitó a Heather a bailar ¿por qué a ella? Ni siquiera él lo sabía.

Después de la cena hubo un tiempo para reposar la comida, el chico seguia hablandome y yo le respondia por cortesia. El baile comenzó y el primero en ponerse de pie fue Alex, no me sorprnedió, sabia que lo iba a hacer, asi como también sabia que sacaria a mi hermana y no por darme celos, si no por que cuando habiamos estado en la habiatación del hotel intentó conmigo y como no lo consiguió ahora lo intentaria con mi hermana. Reí divertida cuando lo vi acercarse, más no le presté mucha atención. Estaba observando hacia otro lado y no me di cuenta si mi hermana aceptó ir a bailar con él.

El chico con el que platicaba se sonrojó al ver lo que hizo Alex, y después me miró a mi como animandose a sacarme a bailar -Ni lo pienses- lo amenazé y me dediqué a darle un sorbo a mi bebida.

La pieza terminó y un tipo como de unos 30 y tantos se acercó a sacarme a bailar, no queria pero sentia todas las miradas en mi y solo por la presión tuve que aceptar. El chico rió y me dijo algo de que la siguiente canción le tocaba a el. Negué con la cabeza riendo y fui al centro de la pista con el señor. olia mucho a licor, era desagradable tener que respirar su aroma, contuve un gesto de asco y solo rogué por que la canción terminara pronto.

Una sonrisa encantadora se apoderó de los labios del pelinegro, que actuaba muy bien estando en público para ocultar su verdadera personalidad, mientras asentía agradecido por el honor que la Báthory le condecía al aceptar el bailar esa pieza. Tras comenzar a bailar, Alexander no dejó su fachada de príncipe azul mientras sostenía el cuerpo de Heather con una delicadeza que ni siquiera él mismo hubiera podido imaginar de no ser porque, bueno, él siendo él, se conocía demasiado. No contestó al instante sino que negó levemente con la cabeza, prensando los labios para no reír, sabiendo que había causado justamente el efecto que quería sobre la pequeña rubia.
-Heather querida, si para mi es un honor tener esta oportunidad- respondió con suavidad y no con su típica prepotencia aunque muy en su interior ambos sabían que aquellas palabras no eran más que otra de sus burlas.
Y entonces, las cosas no se pudieron ir más en picada, porque aquello se hubiera convertido en una matanza. Alexander era superior a los demás y él era consciente de ello, por esa razón nunca fue demasiado busca pleitos, su modus operandi era demasiado básico, tan sencillo como matar o morir, y él siempre mataba; eliminaba sus problemas con eficacia, sin muchas advertencias o trabas de por medio, a menos que su fin no fuera matar sino conquistar. Ahora mismo solamente tenía una cosa en mente y por el cambio en su rostro, aparentemente más serio de lo normal, algo no iba como él habría previsto. Y cuando las cosas no marchaban como a él le hubieran gustado, comenzaba el problema verdadero. El vampiro egoísta y territorial miró a la chica que danzaba con un viejo verde, porque debía serlo para tener que invitarla a ella a bailar habiendo tantas mujeres atractivas de su edad en aquel salón. Celos, un bramido gutural se contuvo en su garganta, muy bajo para ser escuchado por el oído humano pero fácilmente audible para las mestizas. Por primera vez, Heather y Alexander parecían coincidir en algo.

El primer minuto de la canción fue normal, pero conforme pasaban los segundos el señor puso una cara como si lo estuviera gozando. Habia gente a nuestros alrededores, y al parecer el creyó que nadie veria y bajó su mano a mi trasero. Sentí lo que hizo y lo miré con ojos grandes, me aparté de el y cuando iba a abofetarlo el chico de hacia un rato ya se habia acercado. -Contrólate Britney, no hagas una escena- me dijo y lo miré molesta, pero el tenia razón solo llamaria la atención y eso era lo que menos queria. El chico le pidió al señor que se retirara y me dejara empaz, que no queria hacer una escena y de verse forzado lo haria. El señor se fue y me quedé sola con el chico. Se giró y tomó mi mano colocando la otra en mi espalda para seguir bailando y que nadie notara el pequeño argumento. -Gracias- le dije alividada por lo que habia hecho y continué la pieza con él. Terminó pronto pero la otra comenzó, me pidió bailar esa pieza y acepté en agradecimiento.

Nos moviamos por la pista y entre la gente, la verdad me estaba divirtiendo, este chico sabia bailar, reí por lo que me contaba y me sonrojé cuando comentó sobre mis ojos -no sabes lo que dices- le dije apenada y continué la pieza con él.

-Heather, me subestimas- contesta divertido, haciendo alusión a tener mejores a esas. Entonces Alexander sintió una perturbación en el flujo de sangre, un corazón que latía frenéticamente como si la persona estuviera angustiada. Alexander fijó su mirada en el viejo verde y casi pudo imaginarse a sí mismo saltando sobre su yugular en ese preciso momento. Siguió bailando mecánicamente y ahora no miraba a Britney en absoluto sino que seguía con la mirada al hombre pervertido de antes. Entonces Heather habló y él no entendió más que un hasta pronto, entonces detuvo en seco justo a tiempo para que Heather bailara con el otro joven. Durante un segundo el pelinegro miró a Britney, asegurándose de que estuviera bien y al otro segundo ya no estaba. Dejó que el humano insignificante se hiciera cargo mientras él decidía qué hacer con el humano cobarde e inescrupuloso, Alexander se aproximó hasta él y le dijo, en voz baja.
-Usted, Mr. McKenzie, es un ser muy desagradable e irrespetuoso. Debería saber que eso no se le hace a una dama- Alexander sonrió de medio lado casi burlón y sin decir nada más se dio media vuelta, caminando hasta la mesa con los pasapalos y sirviéndose tequila aunque manteniendo su cercanía al morboso. Ahora, Mr. McKanzie, usted saldrá por el pasillo derecho, subirá al tercer piso, abrirá la ventana con cuidado y se arrojará al suelo. Asegúrese de no ser visto. Alexander bebió el tequila, al mismo tiempo que se unía a un grupo de gente para hablar de temas banales y tener su coartada, asegurándose de que nadie -y nadie era Britney- estuviera en el lugar equivocado. Y unos 3 minutos más tarde escuchó, gracias a sus buenos sentidos, un golpe seco, como de un cuerpo impactar contra el suelo. Y el efluvio se la sangre llegó a sus narices, sonrió, hinchado de orgullo y sonriendo victoriosamente.

Ser una half tenia sus ventajas, entre ellas un buen oido y un olfato perfecto. La pienza acababa de terminar cuando un golpe seco se escuchó, no podia saber que era pero momentos después cuando el aroma de sangre humana llegó amis naices me paralizé. La quemazón no tardo en hacerse presente, estaba ahi como si alguien hubiese insertado un medazo de metal al rojo vivo por mi garganta y no lo pudieran sacar. El chico me preguntó que si estaba bien, pues habia notado mi repentino paralisis, su pregunta me trajo de vuelta y solo asentí con un ligero movimiento de cabeza. Tomó mi mano y pasamos a sentarnos, seguia preocupada por saber que era lo que habia pasado, busqué entre la gente a mi hermana y vi que ella estaba bien, después busqué a Alex y me sentí mejor de verlo a salvo pero después me arrepentí por que él estaba mirandome. Me sonrojé y retiré la vista de él, necesitaba algo para calmar un poco el ardor asi que tome un vaso con agua y bebí un poco, inutilmente ya que el agua no lograria saciar la sed.

Una idea cruzó por mi cabeza, tomé mi bolso y me disculpe con el chico, el aire fresco me ayudaria a concentrarme para poder regresar ala fiesta, asi que salí del salón a la pequeña terraza (?) y respiré profundamente, pude notar el olor leve a sangre en el aire, pero al parecer proveenia del otro lado del edificio, no me preocupé mas y deje que el aire fresco calmara mis ancias de clavarle mis colmillos a cualquier persona inocente que estuviera por ahi.

El pelinegro las vio salir a una de las terrazas, suponiendo que ya habrían notado el olor a sangre, mientras sonreía a una camarera que le ofrecía una copa de vino. El moreno aceptó aunque solamente para hacer evidente, una vez más, que él se encontraba allí en todo momento. Se distrajo, sin embargo, viendo como el rojo tinto teñía cada centímetro de cristal cual sangre sobre la piel, seca y pegajosa. Hizo una mueca de asco, no le gustaba para nada la sangre seca incluso pensar en ello le hacía estremecer de repudio pero eso no le detuvo a la hora de beber el vino. Caminó nuevamente hacia aquella misma mesonera y le entregó la copa vacía para acto seguido seguir a las Báthory que charlaban acerca de marcharse.
-Quizás yo deba hacer lo mismo, señoritas- comentó de un momento a otro, mirando fijamente a la pequeña Báthory, como si para ellas fuera un dato de gran interés-. Lo han notado, supongo. Entonces será de menester que nos marchemos ya, a menos claro que queramos quedarnos a disfrutar de la tentación y una segura intervención policial. Parte del protocolo, como sabrán.
Sonrió divertidamente, sin dejar de pensar que aquella mirada iracunda de la pequeña le encantaba, le fascinaba, le maravillaba como ninguna otra. ¿Por qué? No tenía la más mínima idea de porqué pero ella iba a ser suya, a como diera lugar sería suya, no había forma en que sucediera de otra manera. El destino le había presentado una oportunidad maravillosa, fantástica a decir verdad, y él desde luego no iba a desaprovecharlo. Tarde o temprano la fémina caería, siempre caían y es que resultaba completamente imposible resistirse a sus encantos, su estilo, su sex appeal y su capacidad inquebrantable para escuchar a Justin Bieber. Y entonces una corriente de aire pegó de lleno en su rostro, trayendo consigo el delicioso aroma que le embriaga y enloquecía como ningún otro en 313 años de su magnánima existencia.
-Mon chanteur....- susurró mientras cerraba los ojos e inflaba su pecho al respirar profundo, disfrutando de aquella magnífica fragancia. Entonces sus ojos se abrieron de súbito y sin más se dio la vuelta, comenzando a caminar lejos de allí-. Au revoir, moidmoiselle.

#Partida finalizada.