De vuelta a la pesadilla(Alexander)

Aquella tarde se había asegurado de que el casting se llevara a cabo con eficiencia, porque todos sabían lo irritable que se volvía Alexander cuando algo salía mal.... y el destino que le esperaba a cualquiera que hiciera su trabajo de forma errónea. Como jefe, Alexander no era violento pero si lo suficientemente intimidante como para alertar al instinto de cualquiera que se acercase a él y cuando daba una orden se debía obedecer al pie de la letra si no querías que tu cabeza terminara como su propio trofeo personal. Porque, literalmente, les cortaba la cabeza sin piedad alguna, a veces incluso los torturaba antes de liberarlos por completo del terrible sufrimiento. Y una sonrisa de medio lado cargada de orgullo se había apoderado de sus labios -carnosos, pétreos, absolutamente perfectos-, cuando las audiciones se habían acabado. Todo estaba en orden, los papeles serían representados por actores estupendos y la música grabada llevaría sus créditos a nombre de Aries C. A. donde por cierto participarían no solamente él mismo sino también su muy apreciada hermana del alma, Helene. Ya nada tenía que hacer en Londres por lo que tomó su avión privado dirección U.S.A ya que en pocas horas tendría una importante reunión de trabajo con una empresa disquera y un cantante emergente, donde él sería su representante. Pasó parte de la noche y la madrugada con sus camaradas dentro de aquel local, escondido en los barrios más bajos de Washington, relajándose gracias a la melodía continua que se reproducía en el interior del bar. Era sin duda un lugar exclusivo para vampiros, la entrada era VIP, las habitaciones insonorizadas, no había cámaras de vigilancia y los tragos... bueno, muy frescos a decir verdad. Al pelinegro le encantaba el local pero le gustaba más aún las competencias con los dardos, donde el blanco era uno de los desafortunados humanos VIP y ganaba el que más gritos causara. Y él solía llevarse la victoria, siempre se llevaba la victoria.


Tras la junta pudo percibir un efluvio que llamó su atención, era el de un vampiro por lo que le siguió hasta un diminuto poblado que le revolvió las tripas de lástima, si hubiera tenido comida humana en el estómago seguramente estaría vomitando. Los humanos, siempre tan autolimitados pero lo que más le sorprendió fue que los famosos Cullen vivieran en aquel pueblecillo tan efímero, había escuchado los rumores pero no había creído eso hasta ahora. Entonces una corriente eléctrica bajó por su espalda al recordar algo acerca de un tratado, una frontera, y se imaginó lo divertido que sería si.... Nah.... Ya el Cullen habría leído su hilo de pensamientos por lo que dejó atrás aquel plan y simplemente se dejó llevar por sus sentidos, ocupando su mente en recuerdos meramente humanos, que le daban una jaqueca terrible tras intentar ver a través de aquella espesa cortina. Y cuando se hubo alejado llegó al supuesto río que separaba el territorio Cullen del Quileute pero su sonrisa se ensancho cuando la chica de espaldas a él le embriago con su olor. La fémina hablaba sola, probresita, aunque no la reconocía del todo sabía que la había visto en algún lado; registró en su memoria y dio con lo que buscaba.
-Me parece que estaba deliciosos, mon cherie- dijo con toda la tranquilidad y el descaro del mundo mientras sonreía arrogante.

Off. El post es una porquería, lo sé, pero ando con crisis de imaginación.

Alexander tomó aire llenando su cabida torácica, henchido de orgullo por lo que la chica estaba señalando. Vamos, que el tenía fama de ser malo pero no tanta... aunque estaba seguro de una cosa, el demonio había matado a menos personas en más de dos mil años de las que él se había llevado en casi doscientos noventa. Oh se veía tan diminuta y frágil desde su altura, como si pudiera aplastarla con solo su dedo, lo cual no era mentira del todo. La chiquilla entrometida dijo algo que le hizo enarcar una ceja inquisitiva, casi divertida, y estuvo a punto de replicar con sus típicos sarcasmos cuando la bolsa de sangre se movió en su dirección. Una mueca del más absoluto desprecio se dibujó en sus fauces cuando la humana enfurecida traspasó su espacio personal. Cualquiera que conviviera con Alexander más de una semana se daba cuenta del repudio que sentía hacia los humanos -y a menos que estuviera de caza, con Alexandersita o trabajando-, jamás tenía contacto con ellos. Para él no eran más que rebaño, seres inferiores sin posibilidad alguna de llegar a su prestancia y categoría. Si hubiera querido, le hubiera tomado 0,2 milésimas de segundo partirle el cuello en ése mismo instante y tirar el cuerpo en el otro lado del río, de modo que causara una disputa entre los Quileutes y los Cullen. En cambio se movió a velocidad sobre humana y en una milésimas de segundo su dedo estaba sobre la frente de la rubia, empujando hacia atrás con fuerza suficiente para hacerla retroceder u obligar a su cabeza a ceder hacia abajo si ponía resistencia alguna.
-La escoria como tú no tiene derecho tocarme- pronunció tajante, sin quitar su mirada de la bolsa de sangre parlante-. Tú, escoria, agradece que me gustes lo suficiente para no matarte aquí y ahora.
Al pelinegro le gustaba la chiquilla aunque era molesto eso de tener enemigos, lo mejor era eliminarlos si estaban dando problemas. Entonces se encontró con un dilema porque verdaderamente sería un desperdicio borrar del mapa aquel bello rostro pero pronto llegó, tras meditar a penas un segundo y medio, a una conclusión: La chica iba a ser suya mientras decidía que hacer con ella. Le miró ahora con superioridad, como si su vida no tuviera ninguna importancia para -lo cual no dejaba de ser cierto- y en cuanto parpadeó las lentillas azules que ocultaban en violeta sus ojos rojos se deshicieron por obra de la ponzoña, descubriendo su alma manchada por la sangre de los inocentes. Fue en ése momento que sus labios se curvaron en una mueca de puro sadismo, llena de la más pura crueldad, mientras las palabras del pelinegro se perdían en la espesura.
-Tu alma me pertenece desde el momento en que tus padres firmaron su sentencia con sangre. No olvides que tengo el poder para matarte y manejar los hilos de tu vida. Decidí dejarte vivir, puedo hacer que mueras en el momento que así lo desee.
Mucho se estaba divirtiendo con aquello aunque para dar suspenso a la situación se esfumó de la vista de la chica tan rápido como había llegado. ¿Pero se había realmente ido de allí? ¡Desde luego que no! Todavía tenía planes que llevar acabo.

#Partida abandonada.