So? this is how it all started...[Alexander Dupont]{+18 PRIVADO}

Alexander había sido siempre un depredador innato, disfrutaba de una buena caza o de un buen delivery sexual; por lo general llevaba a sus presas a la oscuridad y estas caían presa de aquel distinguido juego de seducción. Pero otras, con un mejor instinto, decidían correr y esa era la parte más divertida de todas. Alexander advirtió con aquellos ojos, negros como un abismo de oscuridad, como aquella pechugona presa del pánico corría con toda la fuerza que sus piernas le permitían. Era toda una atleta, debía acreditarle, lástima que no duraría mucho para explotar aquel potencial. Y en menos de un parpadeo la chica estuvo de frente con el moreno, ella dobló en una quina y corrió unos ocho metros antes de ver nuevamente al pelinegro. La mujer cayó sobre su culo por la sorpresa y soltó un chirrido lastimero, que se asemejaba aún más al de un animal que a un humano; se contorsionó sobre sí misma e intentó huir a rastras mientras lloraba. Alexander se estaba divirtiendo de lo lindo con aquella prostituta morena cuando sucedió algo inesperado, la mujer sacó de su cartera algo que fulgía en la oscuridad. Ella sabía que él no era un hombre normal, sabía que no le ganaría tampoco pero estaba segura de una cosa: no le daría la satisfacción de matarla. Alexander, que por lo general mantenía un semblante serio y sensual, quedó atónito tras esperar que la mujer le atacara y luego ver cómo se clavaba aquella daga en la boca del estómago. Entonces la sensualidad en su rostro se deformó en unas facciones de cólera ardiente.
—¡Estúpida! —el vampiro pateó con furia el abdomen de la fémina, un crujido como de huesos partiéndose resonaron como tambores en su oído y al estampar contra la pared el cuerpo ya era casi una masa irreconocible que chillaba por el dolor. Finalmente, Alexander rugió encolerizado—. Si tan impaciente estás por el encuentro con la muerte deja que yo mismo haga las presentaciones.
Y entonces se lanzó sobre el cuerpo de su víctima, feroz y letal como un como un ave de rapaz, cuyas alas no eran más que un presagio de mala suerte.


Alexander activó el dispositivo por medio de su iPhone y el hombre estalló, literalmente estalló. Mientras tanto él se aseguraba de recoger tantas pruebas contundentes podía encontrar acerca de aquella aberración de modo que pudiera seguir capturando a aquellos bastardos que rompían con las leyes del mundo vampírico. En realidad era una sola simple y además de lógica ley: no darse a conocer por los humanos. ¡Ah! Cuando pensaba en todo lo que estaba sucediendo le hacía enfurecer pero se sentía a su vez orgulloso de haber elegido a una mujer que no rompería jamás el secreto. Su Britney. Alexander caminó hasta su auto con grandes cajas repletas de sangre híbrida y algunos documentos cuando escuchó unos pasos lejanos, tan livianos que solamente podrían ser los de un vampiro. En cuanto subió al auto las pisadas parecieron amainar por completo. Alexander entrecerró los ojos con suspicacia mientras encendía el auto y al primer ronroneó del viejo Camaro escuchó que las pisadas se reanudaban con prisa. Y hablando de la Reina de Roma allí le estaba llamando.
—Vale, nos vemos luego —respondió aunque su voz sonaba fría y metódica, solía hablar así cuando no podía ser dulce y cariñoso.
Cuánto más mostrabas tus sentimientos, más fácil resultaba encontrar algo con lo qué hacerte daño. Entró al auto y condujo con rapidez, dejando la escena del crimen. Tras una carrera de casi 20 kilómetros a toda la velocidad que su bebé daba aquel vampiro, fotosensible por lo que podía ver, se abalanzó sobre él con intensión de atacarlo. Viró 90º a la izquierda y saltó del auto. Se produjo una explosión pero cuando quiso ver nuevamente el vampiro se había esfumado como si no hubiera estado allí nunca.


Cuando por fin estuvo con su mujer, tras asegurarse que nadie le seguiría, sintió como si todo el estrés del día estuviera a punto de explotar y nada le haría sentir mejor hasta hacerla suya, así que lo hizo. Y cuando terminó sonrió abiertamente, como si hubiera olvidado todos sus problemas, de nuevo estando allí en ése único lugar donde podía actuar como si nada de lo demás importara. Alexander había terminado pero su voluntad para sacar su miembro de ella se había reducido a cero, el pelinegro acarició la espalda suave y delgada de su mujer mientras le miraba como si no hubiera otra cosa existente ni nada que pudiera borrar su sonrisa. La pregunta le tomó desprevenido y comenzó a jugar con sus bucles asimétricos mientras rememoraba sus primeros días en Londres, por la inauguración de uno de los hoteles Dupont.
—Como si fuera ayer —susurró volteándose sobre Britney sin dejar caer todo su peso. No sentía sed en ése preciso instante, de algún modo había logrado entrenarse pero aún aveces necesitaba ser cuidadoso. Intentó sobretodo mantener su hilo de pensamientos lejos de la sangre.

off. No puse flashback, porque sino, no termino de responder nunca.

El pelinegro se perdió en aquel delicioso aroma, no el de su sangre, sino el de su piel el cual le invitaba a las más perversas situaciones. Tan dulce como el frescor del rocío y la luz de sol, tan leve y embriagante a la vez, capaz de hacerle flaquear a todo deseo que alguna vez hubiese tenido de su sangre. Cuando sus labios volvieron a encontrarse sintió como aquella violenta vorágine le envolvía en una nube de sensaciones: deseo, amor, destrucción, lujuria, gula pero sobretodo unas ganas tremendas de poseer su cuerpo nuevamente. No tardó mucho tiempo, a decir verdad, en recibir respuesta a sus plegarias sintiendo cómo ella volvía a mover sus caderas. El pelinegro ronroneó deseoso mientras sentía su miembro volviendo a endurecerse dentro de ella. Alexander deslizaba las manos por sus costados con delicadeza mientras comenzaba a moverse nuevamente dentro de ella con entusiasmo, como si no se hubiera cansado nunca. De hecho el sexo era algo que a él nunca le iba a cansar y menos cuando se trataba de hacer el amor. Y él solamente hacía el amor con Britney Dupont. En realidad, nadie lo hubiera imaginado, pero desde su boda era un hombre completamente fiel; aunque no quisiera admitirlo en voz alta, o sería la burla de la mitad de sus colegas, pues tenía una reputación qué cuidar. Y sin más los labios del vampiro descendieron con suavidad sobre la piel tersa y deliciosa de su amada, los colmillos rasgaron la piel con delicadeza para no hacerle el menor daño. Entonces una parte de Alexander -la bestia- rogó por llevarle a la muerte pero la otra hizo un esfuerzo mayor por mantenerse en control, bajo cualquier aspecto, pues se había preparado duramente para hacer el amor con ella de esta forma tan propia de ellos. De modo que mantendría el control, siempre que lo hacían eran capaz de mantenerlo, después de todo él era un magnate.

--Flashback--
Todo iba de acuerdo al plan. Alice Schneider se había trasladado desde Alemania a Londres siguiendo un cebo falso solamente para encontrarse con la inauguración de un hotel mientras en algún lugar de Berlín su mano derecha y hombre de confianza planeaba todo para uno de los mayores robos del año. Alexander se sonrió autosuficiente, henchido de orgullo mientras levantaba una copa del más fino cristal y brindaba con su compañera de turno. No era que en realidad estuviera interesado en la morena pero se podía decir que tenía un culo más o menos lindo y una sangre lo suficientemente atractiva para que Alexander la llevara a su cama; luego de unas horas de juego en la cama y tanto más decidió que era momento de acabar con su miserable vida así que la mató sin piedad alguna y se deshizo de su cuerpo como si no hubiera sido más que una mota de polvo en su existencia. Soltó un suspiro mientras se acicalaba, qué aburrido estaba, pero no tardó ni un solo segundo en estar listo nuevamente para la acción. Sus pasos le guiaron hasta lo que parecía ser un parque pero incluso a kilómetros de distancia había detectado un olor que….. Oh, ése olor. ¡Ése magnífico olor! Sus músculos se contrajeron y se encorvaron en una posición que hubiera parecido amenazante para cualquiera que le viese si no hubiese sido porque se encontraba en el tejado de una casa, acechando desde las alturas a quien quiera que tuviera aquel delicioso olor. ¡Le iba a matar! Su mente trazó alrededor de veinte mil maneras diferentes de asesinar a quien fuera, hombre o mujer, ya no había tiempo para decidir si era de menester buscar un momento adecuado, desde luego que no. Tenía que ser ahora. Ahora mismo. Y si no lo hacía ahora se volvería loco. Entonces se lanzó furtivo desde el tejado y se encontró por fin en el suelo pero una ventisca arrasó por completo con todo rastro del olor y de nuevo recupero su sentido de la conciencia. ¡Pero qué estaba diciendo! Desde luego que no iba a matar a ése maravilloso ser con tan maravillosa sangre, solamente un idiota lo haría. Alexander se vio en la fuerte necesidad de centrar su atención en algo más y ya después pensaría que hacer con ése olor que quemaba en su garganta como los mil demonios. Entonces escuchó una voz chillona y patética, su mirada descendió y sonrió con malicia mientras le veía como si se tratase de comida. Bien, la chiquilla no era muy grande a decir verdad y no le saciaría, pero según Alexander todo lo que se moviera era comida. La expresión del moreno cambió del sadismo al desconcierto cuando la mocosa le dijo que jugara a la pelota con él, entonces enarcó una ceja.
—¿Y eso cómo se juega, enana? —preguntó el vampiro pero antes de recibir una respuesta ya intentaban llevarse a la niña sin embargo no dio expresión alguna. Su rostro permaneció completamente gélido e inescrutable pero en su cabeza un nuevo plan comenzaba a maquinar. Ella sería suya para siempre, incluso si tenía que obligarla—. Sí, has eso, lo que te dice tu hermana la sangre sucia.
Sonrió descaramente mientras observaba como la chiquilla pugnaba por ir con él a jugar a la pelota -cosa en lo que él no tenía el menor interés-, divirtiéndose de lo lindo con la situación. Sangre sucia, resultaba curioso que la sangre de esa sangre sucia fuera la más apetecible de todas.
--Fin del Flahsback--