Under the cold of the desert and the dark sky, I found a new sister -Nala-

-Bueno, Thomas, creo que es el final...-Susurró triste a su compañero de trabajo, el barman del Rincón Del Placer y mejor amigo desde que se mudó a Londres, mientras este la abrazaba cariñosamente de la cadera, apricionandola contra su pecho.-Vamos, no me estoy yendo de Londres, no te librarás de esta gatita tan facil-Sonrió suavemente, golpeando su hombro de forma juguetona con el puño cerrado.

Luego de cuatro años de una excelente y dedicado baile en el antro, luego de los últimos acontecimientos, había decidido dejar la noche y sus comodidades. Ser bailarina exótica había comenzado como un acto de rebeldía y búsqueda de atención característico en la adolescente revoltosa que dejaba la casa de papá, por más que parecía ser su propia casa ya que él no estaba nunca, pero ahora no tenía sentido. Es decir, ¿Ante quien se revelaba?¿De quien era la atención que inconscientemente buscaba? Antes era su padre, como toda niña, y la necesidad de cerrarle la boca a su madre, o quizás eso decía ella mientras en realidad buscaba parecerse a su madre para que esta le aceptara. Pero ese ultimo tiempo no era realmente por eso, sino por el amor al baile que el bar y los espectadores le generaban, lo que a su vez era molesto. Estaban los descarados, que intentaban tocarla en cuanto ella estaba distraía y siempre debía llamar a seguridad para no partirles la mandíbula, y la incomodidad y molestia muda de su novio al respecto. Es lógico, y ella no quería arruinar la primera relación en su vida, el único ser que le emanaba paz cuando la abrazaba o la miraba con esos bellos ojos tiernos, el único que la hacía sentir bien consigo misma, que le hacía conocer el amor momento a momento.

En resumen, había decidido renunciar y ahora se encontraba en Mexico por un par de días por un pedido de su padre que tan amorosamente-nótese el sarcasmo- le había enviado a buscar. Sin chistar, puesto que siempre terminaba haciendo lo que el deseaba, aceptó hospedándose en la cabaña que su padre tenia en mitad del desierto, algo ilógico pero cómodo para entrar y salir en su forma lobuna.

El paquete debía ser recogido cerca de una excavación arqueológica y aun tenía cerca de dos horas para que el muchacho que le traía el paquete llegara por lo que decidió armar una bolsa con un simple vestido y demás simples prendas, saliendo de la casa y transformándose en la hermosa loba blanca. Se ató la bolsa al cuello y comenzó a trotar por el desierto.

Cerró los ojos, dejando la briza acariciar su suave y blanco pelaje, estremeciéndose y siendo libre, liberal y salvaje. Sus patas golpeaban contra la caliente arena del desierto, enterrando sus garras en la misma e impulsándose para seguir adelante, buscando su libertad. Si había algo que la pequeña loba disfrutaba era la sensación del viento contra su pelaje, la adrenalina aflorando su piel al correr en cuatro patas, los constantes estallidos de calor en su cuerpo que la potenciaban a correr más y más rápido guiándose por sus sentidos. Un aullido de placer escapó de su garganta, abriéndose paso por sus fauces mientras elevaba la cabeza al cielo y aumentaba la velocidad, gimiendo de placer.

Correr, correr siempre había sido algo relajante y desestresante. "Cuando corres, no eres juzgada, no hay nadie a su alrededor. Solo eres tu, tus pies golpeando el suelo para impulsarse con rapidez y los espasmos de adrenalina por dejar todo atrás, por ser libre... " Aquella sensación solo era comparable con la de un ave al volar en libertad, le dijeron una vez, o con la del una serie de orgasmos, pero Nala aseguraba lo contrario y que aquella sensación era imposible de superar por algún sentimiento humano o inmortal.

Abrió los ojos y se quejó, la hora se aproximaba y ella debía aun entrar en la excavación para buscar el paquete de su padre. Claro que el problema seria encontrar un lugar donde vestirse sin sentirse repleta de arena por todo lugar posible. Asqueroso, pensó y con la agilidad de un gato montés, se escondió en una mina que parecía totalmente despoblada. Bajó tranquilamente, oyendo solo el sonido de sus almohadillas golpear la arena y serpientes escondidas en las profundidades de aquel material, esperando la noche para salir a cazar. Encontró un lugar perfecto, frío y húmedo, y volvió a su forma humana, poniéndose unas converce negras junto a una falda de jean y una remera de los Guns n' Roses negra. Miró su celular y sonrió, aun tenia tiempo para recorrer aquella mina.

Caminó entre los pasajes, encantada por la adrenalina de una aventura aun sabiendo que no podría encontrar mucho, hasta captar un aroma. Parpadea desconcertada y sigue caminando hasta ver a un muchacho de espaldas y sonreír algo infantil, pero siempre con una sensualidad natural. Sin un solo ruido, sigilosa como un felino acechando su presa, corrió a el y se subió a la espalda del moreno, llenando de besos su mejilla.

-Molestoso mayor!-Pronunció feliz de no estar lejos de todo, encontrarse con un amigo, un hermano lobo que la entendía y estaba para ella la mayoría del tiempo.

Sonríe divertida ante sus palabras y se baja, comenzando a mirar su atuendo. Alza una ceja, notando su estilo de ropa tan usual a comparación como su típica ropa de pirata que a ella le parecía tan genial. -¿Te pegó el estilo Indiana Jones o estás jugando con Keira porque le excita verte como Harrison Ford?- Lo molesta, haciendo una mirada totalmente picara y moviendo las cejas insinuante. Nala, con quien no es su amigo, puede ser la mujer más asida y frígida, pero con sus amigos su confianza es inmensa. Sabe que puede decir y hacer casi cualquier cosa y ellos reirán con ella.

Miró a su alrededor, notando los huesos y montones de piedras. Al ver un pequeño brillo en la pared, sonríe y saca una navaja de adamantino comenzando a clavarla en la roca haciendo un circulo al rededor de la piedra. Al sacar un zafiro sonríe ante la pequeña piedra de cuatro centímetros. Se acerca de vuelta a Drake y le muestra.
-Mi gema favorita....no sabía que iba a encontrarla en esta mina-sonríe contenta.

Arrugó la nariz al oír su respuesta, mirándolo de arriba a bajo y negando como asqueada.-¡¿Por qué me torturas tan cruelmente con la imagen mental?!- Dramatiza, bromeando. En realidad el muchacho tenía un cuerpo de adonis, casi hecho por la diosa Afrodita misma. La primera vez que le había visto en aquel prado, completamente desnudo, tuvo que forzar su control para que la baba no se deslice de lleno por la comisura de sus labios más aun porque en aquellos tiempos Nala andaba ya comenzando algo con el que actualmente era su novio y fiel enamorado. Pero, en estos tiempos, no era capaz de verle con deseo o como algo más que su hermanito de otro vientre lobuno. Si, reconocía que Drake no era feo ni mucho menos pero tampoco lo deseaba o le miraba como un hombre....era su hermano simplemente.

Lo sintió revolver su cabello, despeinandola más de lo que ya estaba, e hizo un morrito, inflando los mofletes como niña pequeña -No me despeines, pulgoso-"ordena", sacandole la lengua en su interior muy divertida.-Claro, vamos-Comienza a caminar jugando con la navaja.

-Pues, nada...Mi padre me ha pedido que venga a por algo y como se me hacia muy temprano aun salí a correr...acabando aquí con mi super y sexy sentido de la aventura aventurera. Comencé a bajar y la nariz me empezó a apestar. Ahí supe que era hora de molestar- Ríe.

Lejos de notar como Drake se alejaba, comenzó a caminar lentamente y con sumo cuidado por el lugar admirando el ambiente con asombro. ¿Cómo algo tan hermoso podía estar tan oculto de la civilización? ¿De los ojos del arte? Siendo ella misma una artista no podía entenderlo, aquella gruta era simplemente el lugar más bello que había visto incluso en sueños. Sacó la navaja de adamantino, dejando ver el filo de la misma por si algo salía de entre los arbustos a atacarle o había algún loco que cuidaba el lugar y quería atacarla. No es como si no pudiera defenderse de cualquier simple humano, pero en verdad jamás estaba de más tener un objeto punzante a mano y aquella navaja la había acompañado desde que era apenas una niña de siete años cuando, aquel guarda-espaldas que había sido su mejor amigo, se la obsequió antes de morir protegiéndola de una serie de balas.

El cesped era aplacado por la suela de sus zapatillas de tela negra al tiempo que avanzaba, observando con admiración la antigüedad de los grandes arboles erguidos en un especie de bosque. Los animales correteaban nerviosos por la presencia de los lobos y ella lo sentía, lo oía...Podía olfatear el miedo a lo desconocido que tanto le hacia sonreír. Se notaba que habían pasado cientos de años desde que un ser como ellos o semejante había estado por el lugar puesto que la naturaleza del habitad estaba intacta y perfectamente equilibrada con los animales que vivían apacibles en aquel curioso lugar. ¿Era posible la existencia de un ecosistema a miles de pies debajo de la superficie de la tierra? Así parecía. Se internó más en el bosque hasta que notó una formación inusual en el muro de la gruta, acercándose y deslizando su suave mano por la superficie.

Huecos por allí, huecos por allá. Los presiona con suavidad y la pared se abre dejando ver una pequeña cueva con un cofre de aspecto antiguo. Parpadea y se acerca a el, olfateando en busca de trampas o algo semejante, hasta que lo toma y lo examina notando que la tapa es floja. Al abrirlo, una hermosa rosa de rubí del tamaño de su mano se encontraba brillando junto a un relicario de oro puro. -Increible-, susurra con asombro, observando la pintura en una tela que estaba bajo la rosa.

Caminó fuera del lugar de vuelta al lago, desconcertada, hasta sentarse en la orilla y quedarse observando el retrato de una muchacha de tez trigueña y cabello castaño con unos profundos ojos esmeralda. El retrato estaba ambientado cerca de unos quinientos o seiscientos años atrás, pintado con suma delicadeza en un especie de pañuelo de tela blanca algo opaca por el paso del tiempo.

Miró atrás un momento, pensando en su hermano, antes de regresar la vista a la cabaña antigua que permanecía intacta frente a ella. Sus muros eran de roble,con forjaduras de hierro fundido en ciertas partes haciéndola ver mas firme. Se acercó a ella, acariciando con leve cautela la puerta suave y liza al tacto que se abrió con solo sentir la presencia de la muchacha, entrando y buscando algo con que hacer luz. Un aroma rancio llegó a su nariz, haciendo que se estremeciera y olfateara mas profundo en busca de trampas o alguna cosa de ese estilo que solían estar ocultas para los fisgones indeseados. Avanzó hasta la mitad de la sala, logrando ver algo gracias a la luz que venia de la gruta, tomando su encendedor del bolsillo trasero y prendiendo una antigua antorcha de hierro que ahí reposaba.

La habitación se iluminó un poco más dejando a la loba angustiada y maravillada al mismo tiempo. ¿Qué era aquel lugar? No tenia idea alguna, solo la fascinaba aun con la estela oscura que podía sentirse merodear. Desvió la mirada de la vista general, comenzando a ver mas detalladamente el lugar mientras se acercaba con la antorcha a las paredes y recorría la habitación. Algunos muebles básicos y antiguos de piedra recubierta con lana de oveja y cuero estaban distribuidos por el lugar, junto a algunos cuencos de metal y.... ¿Eso era un juguete? Parpadeó y se acercó a la pequeña varilla con una bola de metal al final, tomándola con suma delicadeza y sintiendo el suave aroma dulce e inocente que este había conservado, embriagándose. Volvió a dejar el objeto en su lugar con un leve pinchazo en el pecho, un dolor profundo sin origen aparente, y siguió recorriendo el lugar.

Notó un cuadro en la pared, de tela como la pintura anteriormente encontrada, y se acercó con la luz del fuego para investigar. De un momento a otro, un jadeo escapa de sus labios y se tambalea hacia atrás, cayendo sobre una piedra floja, abrumada. Era Nala, Nala en una pintura de mas de setecientos años. ¿Qué demonios pasaba en ese lugar? Se levantó y se acercó una vez mas, momentos después oyó un silbido y una flecha le perforó el abdomen, incrustándose en el y haciéndola soltar un quejido cuando otra sale disparada a su costado izquierdo junto a una que se clava en la pantorrilla.

-Joder!!-Se queja adolorida, comenzando a escupir sangre por la flecha en el abdomen, al recibir la ultima flecha y lanzando un gemido levemente lastimero cuando se sienta en el suelo.