Going back to my roots [Neal Caffrey]

La noche del 7 de los últimos cuatro meses había tenido unos sueños inusuales y recurrentes, básicamente todos habían sido iguales pero nunca parecían llegar a su fin. Siempre eran interrumpidos por razones que aún me eran desconocidas. Soñaba con aquella noche de invierno cuando la figura negra de la ventana me observaba con algo parecido a la fascinación y yo no podía entender a qué se debía tal. De hecho yo no podía entender nada de lo que sucedía entonces, no tendría más de 5 años pero sabía qué sentía. Sentía miedo, un miedo incalculable, quería llorar, gritar... pero ninguno de mis intentos había sido útil porque la voz no quería salir de mi garganta. Lo recordaba con precisión: un hombre alto, vestido de negro, con ojos rojos, cabello que se confundía con la oscuridad y largos colmillos que relucían. A mi edad fue un shock incapaz de superar hasta varios años después cuando mi abuela decidió visitarme, ella sabía lo que pasaba conmigo y me ayudó, hasta entonces apenas hablaba: tenía miedo de que nadie creyera en mis palabras, pero la abuela Sweeney lo hizo. No obstante, el sueño tomaba un curso distinto en cada ocasión. El último 7 estaba en una pradera, las flores impregnaban de dulce esencia el aire, un precioso joven de ojos azules me veía con fijeza y su rostro se acercaba con lentitud. Yo exhalaba un suspiro, entreabriendo mis labios y preparada para recibir los suyos... entonces el suelo se abría por debajo de mi arrastrándome con fuerza como si la vida se me fuera arrebatada. Sentía garganta arder con fuerza y segundos más tarde un tropel de cucarachas, moscas e insectos se abrían paso a través de mi cuerpo hasta llegar al exterior.

—¿Bonnie?—. Llamó la abuela Sweeney mientras yo, perdida en mis cabilaciones, dejaba que la leche derramarse fuera del tazón. Los aritos de colores de mi cereal flotaban sobre el camper de la cocina hasta ahí donde el líquido llegara.
—¡Lo siento! ¡lo siento! Ahora mismo lo limpio—. Rápidamente terminé de servirme (porque la comida era más importante que la limpieza) y aparté el plato, limpiándolo por debajo para dejarlo en la mesa, a salvo de toda leche derramada.
—Estás muy distraída últimamente, Bonnie. ¿Hay algo que quieras contarme?— hablaba con una voz sutil pero claramente no admitía discusión.
—He tenido sueños extraños últimamente...—. Miré a mi abuela, que no parecía sorprendida en absoluto por la revelación, en cambio asintió sabiamente como si estuviera enterada ya de la situación.
—Entiendo, entiendo. Siempre puedes preguntarle al abuelo Keiran. Recuerdo como si fuera ayer aquel verano de 1947 cuando....
La abuela Sweeney comenzó a contarme por enésima vez acerca de los sueños premonitorios de mi tío abuelo Sweeney. Un recuerdo de su adolescencia que realmente no había sido muy relevante para el largo linaje de hechiceras en nuestra comunidad. Había sucedido hacía cerca de 65 años atrás pero ella lo contaba al pie de la letra en cada ocasión, comenzaba a creer que realmente lo recordaba como si hubiera sido ayer. El pensamiento me hizo sonreír mientras negaba con mi cabeza. Los Sweeney no tenían remedio.
—De todos, querida, creo que deberías ir a dar una vuelta.
—Dalo por hecho, abuela.
A decir verdad adoraba a la abuela Sweeney, era una persona verdaderamente especial para mi, me había enseñado todo lo que hasta ahora sabía de los seres paranormales que habitaban el mundo pero una vez comenzaba a rememorar el pasado no se callaba nunca. Podía comenzar a hablar, pasar dos horas sin siquiera parar a beber agua (podrías incluso irte a media plática) y ella no lo notaría. Desde luego cualquier cosa era mejor que quedarse con la abuela escuchando antiguos cuentos acerca de nuestros antepasados.

Antes de salir de casa me vestí con unas botas de cuero blanca, unos jeans a la cadera y una camisa de algodón con cuello en V que realzaba mi ya notorio pero decente busto. Me miré coqueta al espejo y me guiñé un ojo, mamá siempre decía que era muy niña para la forma en que vestía y actuaba pero yo no podía negar mi lado Smith así como tampoco mi herencia Sweeney. Tratar de negar mi lado lolita era casi tan imposible como negar mis raíces como medium o pronta hechicera, en algún punto no importaba cuánto me esforzara por ignorarlo, era algo con lo que no podía vivir. La conexión divina con el suelo que piso y el agua que bebo eran sencillamente tan necesarias para mi como respirar, sin esa conexión yo no era nada ni nadie. Pero ahora yo era alguien que mientras caminaba por la calle la gente no podía evitar mirar. No solamente para admirar mi belleza sino para posar su mirada sobre el pequeño pero notorio tatuaje en mi pecho, a nivel del esternón. Simbolizaba mi equilibrio y mi unión al plano espiritual, simbolizaba todo lo que había sido importante para mi desde que tenía 8 años.

Al cruzar la calle caminé por una acerca techada, mirando tiendas, aunque presentía que algo oscuro se acercaba. En realidad, algo oscuro siempre se presentaba.

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