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Sombra roja [Gabriel Lanfort]
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Twilight Moon :: Europa :: Rusia
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Sombra roja [Gabriel Lanfort]
El invierno se palpaba en cada poro de su piel, podía percibir el aire gélido debajo de sus labios, de su esencia, en cada centímetro de su cuerpo.
Pero, le gustaba esa sensación. Era un recordatorio de que estaba viva.
La gruesa capa de piel se extendía a lo largo de su persona, al igual que la estola de piel de oso color chocolate, cubría sus delicados pero bien situados hombros. No necesitaba toda esa ropa, su cuerpo hervía, su sangre corría hirviente, ardiente bajo la piel tostada por el sol y ligeramente maltratada por el frío, pero era la usanza del Clan de Asesinos del Norte. La piel, en la región de Siberia era una forma de vestir, de expresarse, de infundir el miedo. Al menos, los clanes asesinos así se habían forjado.
Podía percibir el aroma del hombre que iba a matar. Casi podía sentir el pulso que corría en su cuello, saborearlo, era uno de los suyos. Sin dudarlo, la piel que llevaba era de otro animal, no era de los asesinos del Norte, aunque era un hecho su pertenencia a un clan de asesinos. Estaba solo. Era el momento de terminar con el mito de Flare. La persona a la cuál había contratado para descubrir su rostro, había muerto. Antes de hacerlo, llego a ella muy malherida, en pro de darle la información que nadie más había conocido. Conocer el rostro del hombre y saber que estaba solo siempre en esos bosques.
Sabía que era aficionado a dejar la capital y entrar en la frontera siberiana.
Era turno de asesinar al principal opositor del Clan del Norte, su existencia se terminaría en esos momentos. Por un instante, percibió todo lo que rodeaba, incluso las ramas que accidentalmente tocaban la suave piel de su vestuario.
Era más alto que ella, su cuerpo exhibía esa seguridad de quien está en su entorno, lo conoce, controla y manda por completo. Pero ella también tenía esa ventaja. Pese a que no había nacido en ese mundo de hielo y sangre, si no en la lejana Amsterdam, podía decirse que se adaptó a esa tierra tan bien como si hubiera nacido de ella, al punto de entender los secretos que escondía en su follaje perenne, su superficie dura de hielo y tierra, aprendiendo a andar en silencio sin ser descubierta.
Flare tendría una muerte honorable. Sería exterminado por el Ángel Rojo. No era un honor para cualquiera. Levantó el arco con velocidad, pudiendo percibir el corte del metal en el aire, apoyó su cuerpo en los músculos de sus piernas, respiro tenuemente, aspirando el aroma de la nieve , de la piel y del bosque, lanzando la primera flecha. La flecha viajaba a toda velocidad, su muerte era un hecho seguro.
Pero, le gustaba esa sensación. Era un recordatorio de que estaba viva.
La gruesa capa de piel se extendía a lo largo de su persona, al igual que la estola de piel de oso color chocolate, cubría sus delicados pero bien situados hombros. No necesitaba toda esa ropa, su cuerpo hervía, su sangre corría hirviente, ardiente bajo la piel tostada por el sol y ligeramente maltratada por el frío, pero era la usanza del Clan de Asesinos del Norte. La piel, en la región de Siberia era una forma de vestir, de expresarse, de infundir el miedo. Al menos, los clanes asesinos así se habían forjado.
Podía percibir el aroma del hombre que iba a matar. Casi podía sentir el pulso que corría en su cuello, saborearlo, era uno de los suyos. Sin dudarlo, la piel que llevaba era de otro animal, no era de los asesinos del Norte, aunque era un hecho su pertenencia a un clan de asesinos. Estaba solo. Era el momento de terminar con el mito de Flare. La persona a la cuál había contratado para descubrir su rostro, había muerto. Antes de hacerlo, llego a ella muy malherida, en pro de darle la información que nadie más había conocido. Conocer el rostro del hombre y saber que estaba solo siempre en esos bosques.
Sabía que era aficionado a dejar la capital y entrar en la frontera siberiana.
Era turno de asesinar al principal opositor del Clan del Norte, su existencia se terminaría en esos momentos. Por un instante, percibió todo lo que rodeaba, incluso las ramas que accidentalmente tocaban la suave piel de su vestuario.
Era más alto que ella, su cuerpo exhibía esa seguridad de quien está en su entorno, lo conoce, controla y manda por completo. Pero ella también tenía esa ventaja. Pese a que no había nacido en ese mundo de hielo y sangre, si no en la lejana Amsterdam, podía decirse que se adaptó a esa tierra tan bien como si hubiera nacido de ella, al punto de entender los secretos que escondía en su follaje perenne, su superficie dura de hielo y tierra, aprendiendo a andar en silencio sin ser descubierta.
Flare tendría una muerte honorable. Sería exterminado por el Ángel Rojo. No era un honor para cualquiera. Levantó el arco con velocidad, pudiendo percibir el corte del metal en el aire, apoyó su cuerpo en los músculos de sus piernas, respiro tenuemente, aspirando el aroma de la nieve , de la piel y del bosque, lanzando la primera flecha. La flecha viajaba a toda velocidad, su muerte era un hecho seguro.
Scarlett M. Crane- Mensajes : 17
Localización : En cualquier lado.
Re: Sombra roja [Gabriel Lanfort]
El frio aire invernal, recorria cada centimetro de su piel descubrierta, revolviendo sus cabellos negros cuando una brisa llegaba, manchando de nieve su barba negra, casi al ras pero aun percibible sobre su rostro.
Amaba el frio. Un recordatorio de lo facil que puede matarte la naturaleza.
Una fina revistura de piel cubria su cuerpo, una tradicion por decirlo asi de su clan. No necesitaba usarla, pero los ancianos mantenian que por su rango, debia llevarla, como señal de su poder. Un leve suspiro volo de sus labios, creando una leve nube de vapor helado, mientras acomodaba la piel de tigre blanco sobre sus hombros, el unico que la portaba en todo su clan.
Recordaba que los ancianos le habian dicho que no dejara su hogar, que habia asesinos buscando su cabeza pero no habia conocido a nadie que no pudiera doblegar por su cuenta. Incluso los informantes habian escapado con apenas un suspiro de vida en sus cuerpos, tratando de brindarle informacion a sus amos, antes de morir por culpa de las heridas.
Esa era la razon por la cual no detuvo sus viajes en solitario por los bosques, disfrutaba de la naturaleza y preferia viajar sin nadie, asi se evitaba cualquier tipo de interrupcion. Los bosques representaban para el un nuevo mundo, un lugar donde podia ser libre, sin reglas de ninguna clase, un lugar que conocia como la palma de su mano, que nada se escapaba de sus sentidos.
Gracias a ellos logro anticipar lo que pasaria. Su aroma se habia filtrado cuando la rafaga revolvio su cabello, una lycan como el. Sin saber sus intenciones se detuvo simulando desconocer su existencia pero gracias a su agudo oido capto el sonido inconfundible de una flecha. Rapido como debia serlo Flare, desenvaino una katana que siempre llevaba con el y giro partiendo la flecha en dos momentos antes de que esta acabara con su vida.
Bajo su arma y miro donde suponia estaba la asesina.
-Sal, se que estas ahi....
Amaba el frio. Un recordatorio de lo facil que puede matarte la naturaleza.
Una fina revistura de piel cubria su cuerpo, una tradicion por decirlo asi de su clan. No necesitaba usarla, pero los ancianos mantenian que por su rango, debia llevarla, como señal de su poder. Un leve suspiro volo de sus labios, creando una leve nube de vapor helado, mientras acomodaba la piel de tigre blanco sobre sus hombros, el unico que la portaba en todo su clan.
Recordaba que los ancianos le habian dicho que no dejara su hogar, que habia asesinos buscando su cabeza pero no habia conocido a nadie que no pudiera doblegar por su cuenta. Incluso los informantes habian escapado con apenas un suspiro de vida en sus cuerpos, tratando de brindarle informacion a sus amos, antes de morir por culpa de las heridas.
Esa era la razon por la cual no detuvo sus viajes en solitario por los bosques, disfrutaba de la naturaleza y preferia viajar sin nadie, asi se evitaba cualquier tipo de interrupcion. Los bosques representaban para el un nuevo mundo, un lugar donde podia ser libre, sin reglas de ninguna clase, un lugar que conocia como la palma de su mano, que nada se escapaba de sus sentidos.
Gracias a ellos logro anticipar lo que pasaria. Su aroma se habia filtrado cuando la rafaga revolvio su cabello, una lycan como el. Sin saber sus intenciones se detuvo simulando desconocer su existencia pero gracias a su agudo oido capto el sonido inconfundible de una flecha. Rapido como debia serlo Flare, desenvaino una katana que siempre llevaba con el y giro partiendo la flecha en dos momentos antes de que esta acabara con su vida.
Bajo su arma y miro donde suponia estaba la asesina.
-Sal, se que estas ahi....
Gabriel Lanfort- Mensajes : 10
Re: Sombra roja [Gabriel Lanfort]
Miro de forma respetuosa como había partido la flecha en dos. Fue un corte perfecto, un tajo en su mitad, con una de las armas usadas en las tierras orientales que hacía poco habían comenzado a descubrir los países europeos. Se irguió, manteniendo el arco firme bajo su mano enguantada con piel negra y salió de la oscuridad de los bosques.
Siempre enfrentar al enemigo de frente, si vas a matar a un hombre tienes que verle a los ojos en el momento en que le quitas la vida. Era la regla de cualquiera que se hiciera llamar un asesino del Clan del Norte, era su modo de vivir y una concepción. Al igual que, si era derrotada por ese hombre, moriría viéndole a los ojos, sin agachar la cabeza, como signo de su dignidad de asesino.
Su mano no se separo en ningún instante del elegante y ligero arco que sostenía, la espada estaba afilada y envainada, para ir en su cintura.
Las botas apenas dejaban tenues marcas en la nieve, la cuál era tan blanca, que le hizo preguntarse lo bella que se vería cuando el escarlata de la sangre le cubriera. Sería un espectáculo solemne, tan propio de esa tierra de sangre y de hielo. Se acerco, mirando al hombre que era más alto y fornido que ella, con el gesto serio y manteniendo el arco a su lado.
-Debo decirte, que esa flecha no era para matarte...si lo hubiera sido...hubiera tenido éxito- miraba al hombre sin expresión alguna en el rostro. Eran dos figuras cubiertas con pieles, en medio del bosque, dos asesinos que demostraban su poderío, honor y dignidad cara a cara, bajo la nieve que caía tenuemente en su ropa, en sus caras, en su cabello, y las humedecía.
Se apoyo por un instante en el arco, la piel de oso resbaló ligeramente sobre sus hombros, extendiéndose sobre su cuerpo. Era una clase de elegancia diferente, pero era propia de ella. Siempre lo sería. Incluso en esos momentos, que podría enfrentar su muerte.
Siempre enfrentar al enemigo de frente, si vas a matar a un hombre tienes que verle a los ojos en el momento en que le quitas la vida. Era la regla de cualquiera que se hiciera llamar un asesino del Clan del Norte, era su modo de vivir y una concepción. Al igual que, si era derrotada por ese hombre, moriría viéndole a los ojos, sin agachar la cabeza, como signo de su dignidad de asesino.
Su mano no se separo en ningún instante del elegante y ligero arco que sostenía, la espada estaba afilada y envainada, para ir en su cintura.
Las botas apenas dejaban tenues marcas en la nieve, la cuál era tan blanca, que le hizo preguntarse lo bella que se vería cuando el escarlata de la sangre le cubriera. Sería un espectáculo solemne, tan propio de esa tierra de sangre y de hielo. Se acerco, mirando al hombre que era más alto y fornido que ella, con el gesto serio y manteniendo el arco a su lado.
-Debo decirte, que esa flecha no era para matarte...si lo hubiera sido...hubiera tenido éxito- miraba al hombre sin expresión alguna en el rostro. Eran dos figuras cubiertas con pieles, en medio del bosque, dos asesinos que demostraban su poderío, honor y dignidad cara a cara, bajo la nieve que caía tenuemente en su ropa, en sus caras, en su cabello, y las humedecía.
Se apoyo por un instante en el arco, la piel de oso resbaló ligeramente sobre sus hombros, extendiéndose sobre su cuerpo. Era una clase de elegancia diferente, pero era propia de ella. Siempre lo sería. Incluso en esos momentos, que podría enfrentar su muerte.
-Soy el Ángel rojo...y Flare, he venido a matarlo-. no lo dijo de forma desafiante, ni con odio, ni con el impulso de una tontería. En su voz era evidente que sonaba como un hecho inminente, algo escrito y dictado por ese capricho llamado destino.
Flare iba a morir, iba a ser ejecutado. Era su deber. Ante todas las cosas.
Scarlett M. Crane- Mensajes : 17
Localización : En cualquier lado.
Re: Sombra roja [Gabriel Lanfort]
Miedo, angustia, incertidumbre. Sentimientos que todo ser tenia cuando veia el rostro de la muerte, pero el no. Con cada siglo que pasaba, se volvia mas frio y ajeno a esa clase de cosas. No conocia la piedad, la simpatia o el amor. Cada accion que realizaba, esta calculada hasta el detalle mas minimo. Consideraba cualquier variante, por mas imposible que fuera ya que de esa manera podia controlar el ambiente de sus cacerias y jamas ser sorprendido por nada.
Su expresion no cambio a pesar de ver a su asesina. Una mujer hermosa sin dudarlo, tal como lo eran las feminas de los clanes. El arco en su hombro le decia que era una asesina rapida. Esas armas solo eran usadas por los mas habiles, capaces de acabar con una vida en segundos. El por otro lado habia adoptado el uso de espadas y katanas. No eran tan sigilosas como las flechas pero permitian ver a tu presa agonizar hasta la muerte.
-Lo tengo presente, cualquiera con algo de habilidad hubiera sido capaz de evitarla -su tono no era arrogante, solo establecia el echo de que ese ataque habia sido una presentacion. Ambos vestian de la misma manera, un traje de piel para intimidar a sus oponentes.
Hasta el momento habia cumplido el protocol asesino. Usaba la piel que lo marcaba como lider de su clan, pero ahora que veia a su verdugo, sintio que no era necesario. Tomo el borde de la piel con sus manos, retirandola hasta que toco la nieve. Cubierto con nada mas que una camisa negra sin mangas, se preparo. Esas pieles representaban algo mas que su rango y fuerza. Era un lastre en las peleas. Sin ella sus movimientos eran mas fluidos, mas rapidos y certeros.
-Se quien eres...y no sera fecil hacerlo -tomo su katana nuevamente pero esta vez con una postura diferente. Su cuerpo adopto la misma postura de los samurais, esperando con los ojos cerrados el movimiento de su asesina. No necesitaba verla, sus ojos podian ser engañados pero los demas sentidos no.
Su expresion no cambio a pesar de ver a su asesina. Una mujer hermosa sin dudarlo, tal como lo eran las feminas de los clanes. El arco en su hombro le decia que era una asesina rapida. Esas armas solo eran usadas por los mas habiles, capaces de acabar con una vida en segundos. El por otro lado habia adoptado el uso de espadas y katanas. No eran tan sigilosas como las flechas pero permitian ver a tu presa agonizar hasta la muerte.
-Lo tengo presente, cualquiera con algo de habilidad hubiera sido capaz de evitarla -su tono no era arrogante, solo establecia el echo de que ese ataque habia sido una presentacion. Ambos vestian de la misma manera, un traje de piel para intimidar a sus oponentes.
Hasta el momento habia cumplido el protocol asesino. Usaba la piel que lo marcaba como lider de su clan, pero ahora que veia a su verdugo, sintio que no era necesario. Tomo el borde de la piel con sus manos, retirandola hasta que toco la nieve. Cubierto con nada mas que una camisa negra sin mangas, se preparo. Esas pieles representaban algo mas que su rango y fuerza. Era un lastre en las peleas. Sin ella sus movimientos eran mas fluidos, mas rapidos y certeros.
-Se quien eres...y no sera fecil hacerlo -tomo su katana nuevamente pero esta vez con una postura diferente. Su cuerpo adopto la misma postura de los samurais, esperando con los ojos cerrados el movimiento de su asesina. No necesitaba verla, sus ojos podian ser engañados pero los demas sentidos no.
Gabriel Lanfort- Mensajes : 10
Re: Sombra roja [Gabriel Lanfort]
Bien, no era necesario dar más explicaciones. Incluso en los momentos de más vulnerabilidad, si eres duro debes mantenerte duro. Esa al menos fue una de las primeras reglas, las cuáles fue obligada a aprender con sangre o hasta que pudiera entenderlas. Esa fidelidad a las normas, le había llevado a ser una asesina de élite.
Podía sentir la nieve que caía, cada copo, el suelo frío y duro. El aire era gélido, podía congelar a cualquiera. Al ver como la capa de piel caía en el suelo, sabía que la pelea iba a empezar. Con sinceridad, pese a la afirmación de muchos de sus colegas, los cuáles amaban el correr de la sangre al matar, o verla correr roja y fresca por la blancura de la nieve, pero ella amaba mucho más la emoción de la cacería, la pelea de la víctima por su vida.
No le tenía miedo, pues estaba segura que era mejor que él. No era la mujer que era por ser peor a sus enemigos. Incluso, habiendo tenido enemigos más fuertes, eran escasos los que compartían su sentido de supervivencia.
Aunque, la fama del hombre que tenía enfrente de ella, le decía que podría ser que no terminaría viva.
Morir, la muerte, el fin de su existencia...no le importaban en absoluto. La derrota o su muerte, sólo significaría que él era mejor que ella y que merecía morir. Dejó la capa de piel en el suelo también, en señal de empezar ese combate y vio las katanas. No podía creer que los guerreros occidentales hubieran adoptado esa tendencia a usar armas orientales.
Reconocía la letalidad y la belleza de la katana, era un arma como no había igual, pero sinceramente prefería la espada sarracena. Sin embargo, mantenía de momento fuera su arco, listo para atacar. Sólo llevaba puesta la blusa blanca y el corsé que siempre le acompañaban.
-No esperaba que me fuera sencillo-puso el arco en alto y disparó la primera flecha que iba a ser certera.-Casi estaba esperando que no lo fuera.
Podía sentir la nieve que caía, cada copo, el suelo frío y duro. El aire era gélido, podía congelar a cualquiera. Al ver como la capa de piel caía en el suelo, sabía que la pelea iba a empezar. Con sinceridad, pese a la afirmación de muchos de sus colegas, los cuáles amaban el correr de la sangre al matar, o verla correr roja y fresca por la blancura de la nieve, pero ella amaba mucho más la emoción de la cacería, la pelea de la víctima por su vida.
No le tenía miedo, pues estaba segura que era mejor que él. No era la mujer que era por ser peor a sus enemigos. Incluso, habiendo tenido enemigos más fuertes, eran escasos los que compartían su sentido de supervivencia.
Aunque, la fama del hombre que tenía enfrente de ella, le decía que podría ser que no terminaría viva.
Morir, la muerte, el fin de su existencia...no le importaban en absoluto. La derrota o su muerte, sólo significaría que él era mejor que ella y que merecía morir. Dejó la capa de piel en el suelo también, en señal de empezar ese combate y vio las katanas. No podía creer que los guerreros occidentales hubieran adoptado esa tendencia a usar armas orientales.
Reconocía la letalidad y la belleza de la katana, era un arma como no había igual, pero sinceramente prefería la espada sarracena. Sin embargo, mantenía de momento fuera su arco, listo para atacar. Sólo llevaba puesta la blusa blanca y el corsé que siempre le acompañaban.
-No esperaba que me fuera sencillo-puso el arco en alto y disparó la primera flecha que iba a ser certera.-Casi estaba esperando que no lo fuera.
Scarlett M. Crane- Mensajes : 17
Localización : En cualquier lado.
Re: Sombra roja [Gabriel Lanfort]
La muerte siempre habia rondado su vida, desde que tomo liderazgo de su clan de asesinos muchos rivales buscaban tomar su cabeza como un trofeo para sus lideres. Muchos hombres y mujeres lo habian enfrentado durante decadas, algunos mediocres y otros dignos de ser recordados. Durante años entreno en el oriente perfeccionandose como un arma viviente, llevando su cuerpo a los limites que su especie le marcaba. Con el conocimiento de toda tecnica existente volvio a Rusia, retomando su liderazgo cuando la persona que dejo en su lugar, fue asesinado por un clan junto a gran parte de su gente. Durante un año dirigio una caceria hasta exitingir todo vestigio de quien mato a sus hermanos. Bañado en la sangre de sus enemigos volvio una vez mas, buscado mas que nunca por asesinos de elite pero ninguno habia sido como el. Ninguno tenia esa presencia que solo los verdaderos guerreros liberaban al momento de pelear, ninguno habia sido como esa mujer.
Sin moverse percibia todo su entorno. El sonido de la nieve golpeando su capa en el suelo. Los animales corriendo entre los arboles a su espalda y luego, el sonido de un proyectil mortal hacia su cuerpo. Su reaccion fue rapida, evitando el golpe mortal al recibir la flecha en su hombro derecho. La sangre empezo a correr pero no era una herida para ser considerada por lo cual tomo la flecha y la arranco de su cuerpo, dejando que la herida sanara por su cuenta.
-Eres rapida...muy rapida....-murmuro abriendo los ojos, observando a la mujer con una calma muy inquietante.
Debia usar su velocidad si queria tener una oportunidad de vencerla. El arco no era mas rapido que sus katanas pero la posibilidad de multiples ataques a distancia le daban ventaja sobre el. Sabiendo que parte de la mortalidad dependia de la vision del tirador, hundio sus armas en la nieve, girando a gran velocidad logrando formar un tifon de nieve que lo volvio invicible a vista y olfato. Usando esa proteccion temporal, realizo una tecnica samuria, moviendose a gran velocidad mientras el lado sin filo de su arma se dirigia hacia el hombro de la mujer.
Sin moverse percibia todo su entorno. El sonido de la nieve golpeando su capa en el suelo. Los animales corriendo entre los arboles a su espalda y luego, el sonido de un proyectil mortal hacia su cuerpo. Su reaccion fue rapida, evitando el golpe mortal al recibir la flecha en su hombro derecho. La sangre empezo a correr pero no era una herida para ser considerada por lo cual tomo la flecha y la arranco de su cuerpo, dejando que la herida sanara por su cuenta.
-Eres rapida...muy rapida....-murmuro abriendo los ojos, observando a la mujer con una calma muy inquietante.
Debia usar su velocidad si queria tener una oportunidad de vencerla. El arco no era mas rapido que sus katanas pero la posibilidad de multiples ataques a distancia le daban ventaja sobre el. Sabiendo que parte de la mortalidad dependia de la vision del tirador, hundio sus armas en la nieve, girando a gran velocidad logrando formar un tifon de nieve que lo volvio invicible a vista y olfato. Usando esa proteccion temporal, realizo una tecnica samuria, moviendose a gran velocidad mientras el lado sin filo de su arma se dirigia hacia el hombro de la mujer.
Gabriel Lanfort- Mensajes : 10
Re: Sombra roja [Gabriel Lanfort]
Alta, de pie, erguida para vivir o para morir. Su código de vida, su razón de ser. Su cuerpo se erguía en medio de aquel panorama invernal a todo lo que le daba su estatura, con la mirada adusta y concentrada, llevando el arco a su espalda con rapidez, para sacar de la vaina que llevaba en la cadera, la espada sarracena que le había permitido el honor de derramar sangre de sus enemigos bajo su filoso yugo.
Estaba hecha con la técnica propia de los metales de Damasco, y se sostenía firme, imponente en la gran fuerza de sus manos. Las armas japonesas eran hojas filosas, pero la espada sarracena no tenía nada que pedirle. La vida en las arenas ardientes, bajo el duro sol de las tierras de Oriente Medio le daba a su piel, levemente tostada, también toda su fuerza e intensidad. La sed de sangre y la furia de los desiertos estaban latentes en cada poro de su cuerpo, permitiéndole aceptar la muerte, la pelea y los deseos que ésta despertaba a su bravío deseo guerrero.
Su respiración era acompasada, la furia en su cuerpo era maestralmente escondida en el espíritu lobuno.
-No vengo a matarte como los cobardes…eso sólo fue un recordatorio-la espada se erguía en alto. -No mereces ser matado a distancia, si no que el cuerpo de tu enemigo te haga correr la sangre--se preparó para el choque del acero. Era acero contra acero, lobo contra lobo, guerrero contra guerrero. La pelea tendría un fin obvio, uno de los dos no vería de nuevo con sus ojos la luz del día, alguno sentiría la sangre del otro recorrer su filo y hacerlo más fuerte. ¿Quién? No tenía la menor idea, pero se aseguraría de que ese resultado fuera a su favor. No esperaba compasión y por supuesto, no iba a dársela.
Estaba hecha con la técnica propia de los metales de Damasco, y se sostenía firme, imponente en la gran fuerza de sus manos. Las armas japonesas eran hojas filosas, pero la espada sarracena no tenía nada que pedirle. La vida en las arenas ardientes, bajo el duro sol de las tierras de Oriente Medio le daba a su piel, levemente tostada, también toda su fuerza e intensidad. La sed de sangre y la furia de los desiertos estaban latentes en cada poro de su cuerpo, permitiéndole aceptar la muerte, la pelea y los deseos que ésta despertaba a su bravío deseo guerrero.
Su respiración era acompasada, la furia en su cuerpo era maestralmente escondida en el espíritu lobuno.
-No vengo a matarte como los cobardes…eso sólo fue un recordatorio-la espada se erguía en alto. -No mereces ser matado a distancia, si no que el cuerpo de tu enemigo te haga correr la sangre--se preparó para el choque del acero. Era acero contra acero, lobo contra lobo, guerrero contra guerrero. La pelea tendría un fin obvio, uno de los dos no vería de nuevo con sus ojos la luz del día, alguno sentiría la sangre del otro recorrer su filo y hacerlo más fuerte. ¿Quién? No tenía la menor idea, pero se aseguraría de que ese resultado fuera a su favor. No esperaba compasión y por supuesto, no iba a dársela.
Scarlett M. Crane- Mensajes : 17
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