No soporto la soledad [Lorena]

Lo extrañaba. Extrañaba a mi marido.

Llevaba un par de días fuera, alguna misión nueva, algo de lo que debían encargarse rápidamente, pues tanto Aro como sus hermanos salieron con prisas del palacio, acompañados por la mayoría de los miembros de la guardia, obviamente incluidos Jane y Alec.
No soportaba más el encierro en la torre, estaba cansada y bastante aburrida, no soportaba más la ausencia de Aro, parecía una locura, pero el saber que no estaba en casa era bastante pesado para mí; siempre era lo mismo, la desesperación me mataba cada vez que tenían que irse, el no saber que estaba sucediendo me hacía preocupar, sobre todo por la seguridad de mi esposo.

Había estado tocando el piano desde que el sol apareció en el cielo de Volterra, iluminando la ciudad por completo. Ahora eran ya aproximadamente las 3 de la tarde, necesitaba parar, hacer algo distinto, pensar en otras cosas.
Me levanté del banquillo y abrí la puerta de un simple empujón, los guardias me miraron con sorpresa, yo me limité a sonreírles con amabilidad, como respuesta obtuve sus reverencias respetuosas, como siempre.

Caminé con mi elegancia acostumbrada, la espalda recta, mi mirada al frente y mis zapatos de tacón resonando levemente en el suelo conforme avanzaba por el pasillo del castillo. No me detuve hasta llegar a mi destino: El despacho de Aro.
Nadie podía entrar en él, nadie a excepción mía.
El lugar estaba impregnado de su olor, aquel que conocía a la perfección y reconocería en cualquier lugar del mundo. Suspiré y entonces abrí la puerta; una vez dentro cerré la puerta a mis espaldas y caminé hasta su silla en la cual me senté, recargando mi espalda en el respaldo y cerrando los ojos, concentrándome en su aroma.

vestimenta:

Los señores de Volterra se habían marchado para resolver un conflicto de fuerza mayor, llevando consigo a varios de los guardias y dejando otros más para el cuidado de las señoras. Hasta ahora nada sucedía, nada que pudiera alterar el perfecto orden. Frejya Einarsdóttir, ahora conocida como Lorena Cansbell o Lorena Volturi, fue una de las dichosas para un perfecto día en casa. ¡Qué aburrido! Un suspiro escapó de sus labios frágiles como muñeca de porcelana mientras caminaba entre los pasillos y corredores del castillo.

Lorena jugaba aburrida con su DS, no tenía nadie con quién divertirse últimamente. Y entonces recordó. ¡Tenía información importante! Tras captar la esencia de su señora Sulpicia no tuvo ningún inconveniente en seguirlo hasta dar con la puerta del despacho del maestro Aro. Al llegar al despacho de su Lord tocó hasta tres veces la puerta y esperó alguna respuesta del otro lado antes de decir con un tonito bastante infantil y juguetón: -¡Mi señora, mi señora! Tengo información de interés para el maestro. ¡Información sobre híbridos!

A simple vista aquella chiquilla juguetona y mimada no parecía de ningún modo miembro de un clan tan siniestro y maquiavélico como todos lo describían; a pesar de todo su trabajo era tan eficiente que realmente a nadie le importaba como se comportase en el interior del castillo. Era allí donde su personalidad aniñada y dulce florecía, guardando su alterego gélido para los momentos propicios. Y cuando fue capaz de mirarle bien dio un saltito de emoción. ¡Tenía que contarlo! ¡Rápido!