Es tan dificil de comprender? {Alexander}

Desde pequeña me habia fascinado estar en el bosque. Me sentia muy comoda estando ahi, tenia una sensación de libertad que no obtenia en ningún otro lado, nisiquiera caminando por las calles de la ciudad. Sentir el aire puro y sin contaminación sobre mi piel, me daba una sensación inigualable. El mismo bosque se habia convertido en mi confidente cuando estaba triste y no queria que nadie lo supiera, y en esa situación me encontraba ahora, una vez mas venia a charlar con el.

Desde que Alex habia aparecido en mi vida todo habia sido tan diferente. Ahora me encontraba pensando en él todo el dia y al recordarlo sentia esas "maripositas" en el éstomago, que solo me ponian nerviosa. Era increible como hacia que mi corazón latiera tan rápido solo con estar cerca de mi, y su aroma, ese aroma inconfundible, era el que me hacia viajar sin querer regresar.

Me sentia tan extraña con todas estas sencaciones nuevas, no me gustaba ser dependiente, y al parecer ahora no podia vivir sin saber de él. Subí a mi árbol favorito y me recargué en la rama perfecta, me conecté el ipod y cerré los ojos para relajarme. Tenia que pensar en todo esto que me hacia quererlo conmigo cada dia más y más.

Caminaba de un lado a otro con desespero, el vampiro estaba ansioso, la simple visita de la fémina al hotel le había exasperado. Estaba nervioso pero al mismo tiempo eufórico y lo peor es que no sabía por qué; tenía ganas de ir a romper cuellos pero necesitaba pensar, contenerse para saber qué haría con ella. La Bathory tenía que ser suya si no iba a ser de nadie más pero ¿por qué le había terminado de forma tan abrupta luego de ofrecerle su amor abiertamente? Él no lograba comprender el repentino modo en el cual operaba la fémina, verla marchar de aquella forma lehabía partido el alma, si es que alguna vez tuvo una, y en ese preciso momento donde el silencio se hacía sobre su cuerpo cayó en cuenta que no podía perderla, no quería, la deseaba demasiado para dejar que todo acabara así. Respiró profundo a pesar de no necesitarlo, se puso unos zapatos, una camiseta y salió del hotel como alma que lleva el diablo.

El vampiro siguió su rastro y se encontró en un bosque, guardó completo silencio mientras avanzaba a paso lento, observando cada rincón del bosque hasta que dio con el máximo punto de concentración del olor. Intentó decir algo en su propia defensa, cualquier cosa que justificara el venir pero no tenía nada, nada que no fuera demasiado cursi para salir de sus labios y aquello le parecía patético. La fémina le había encantado, era casi tan hermosa como él, tenía un carácter cuando de enojaba que a Alexander le excitaba pero lo más importante era el olor embriagante de su sangre; todo o nada, habría de desangrarla por completo o dejarla vivir para siempre; y decidió que le embriagaría eternamente.

Estaba sentada escuchando música cuando el viento sopló levemente y trajo consigo el aroma del Alex. Reí levemente pensando que solo lo estaba imaginando -Ya basta Britney, estas loca- dije para mi, pero el aroma llegó a mi de nuevo y me di cuenta de que no estaba imaginando, ahi al pie del árbol estaba Alex. Era inevitable callar a mi corazón, su sola presencia ya lo tenia latiendo como loco, seria difícil contenerme, pero creia en mi y estaba segura que podia hacerlo.

-Que haces aqui? Ahora me espias? oh genial... - dije mientras me quitaba los audifonos y guardaba el ipod en el bolsillo de mi suéter. Me senté de manera que estuviera viendolo de frente, en espera de que dijera algo. Era difícil concentrarme ya que se veia tan guapo ahi, y con el viento moviendole los cabellos obscuros. Cerré los ojos y los volví a abrir mas concentrada -Sigueme diando Alex, es mas divertido así- dije y sonrei, una sonrisa muy típica mia.

-Adelante, Bathory, sigue actuando como si realmente no te importara- dijo aquello en son de burla, completamente seguro de que ella estaba rendida a sus pies.
Alexander se creía -y seguramente era- uno de los solteros más codiciado por las féminas cuando aún vivía en Francia, lugar al que no volvería por razones éticas que a pocos había contado. No había forma de que ella, que en un momento había asegurado amarlo, dejara de lado su propio deseo. Ella intentaba ocultarlo pero el oído afinado de Alexander no perdía de modo alguna la exquisita sinfonía que representaba para él el corazón levemente acelerado de Britney; demasiado lento para ser humano, demasiado rápido para estar tan tranquila como aparentaba, así era como se reconocía a un Halfblood de un humano. Alexander se pasó una mano a través del cabello con intención de peinárselo hacia atrás, tras haberla buscado, su cabello se había vuelto un desastre pero al menos se veía sensualmente salvaje incluso despeinado. ¿Había dicho aquello en verdad? No, no había forma de que aquello pasara y por eso en un rápido movimiento ya Alex estaba en la rama, peligrosamente cerca de la Bathory, en donde un mal movimiento podía acabar en desgracia.
-Nadie es tan importante para merecer mi odio. Sencillamente porque el odio es un sentimiento... y yo no siento absolutamente nada... Y lo sabes, Britney, por eso te alejas de mi- dijo en un murmullo mientras sus dedos recorrían la tersa piel de la fémina, casi con dulzura; y con estas palabras profirió un gruñido, que dejó al descubierto su perfecta dentadura y mortales colmillos..
Y eran esos cambios tan drásticos en Alexander, ese trato tan ligero y dulce en sus manos, contrastando por completo con sus palabras, facciones y naturaleza, lo que le hacía un depredador tan feroz y atemorizante. En parte verdad, en parte mentira, para el pelinegro el odio era un sentimiento que surgía por medio del dolor y en 314 años nadie había sido tan importante para él, o le había infligido el suficiente dolor, para poder tener tal sentimiento. Además ¿cómo podía sentir odio cuando lo único que los demás producían en él era lástima? y nunca estaba de más agregar que para él, sólo eran una bola de seres inferiores jugando a ser Dios.

Hoy no ese no era el caso, ni cuando mostró sus colmillos. Sonreí tierna al verlo así -No me asustas alex, es demasiado tarde para eso sabes?- dije mientras ponia mi mano en su mejilla, muy cerca de sus labios. -Te lo dije una vez y te lo repito, ya conosco como eres en realidad, aunque no me hayas querido mostrar esa parte tuya, ya te conosco. Tu "yo" violento no me asusta, solo me recuerda al Alex tierno que me dejaba subirme a su espalda para que me cargara, o el Alex MI alex, aquekl chico dulce que cuando estabamos solos me daba unos besos que hacian que mi corazón latiera tan fuerte que era imposible detenerlo- le dije viendolo a los ojos. Me di cuenta que estaba cayendo a sus pies de nuevo. Queria evitarlo pero simplemente no podia, bajé mi orgullo y dejé que hiciera conmigo lo que quisiera, al fin de cuentas, si me comia ahi mismo iba a morir feliz, feliz de pensar que al menos sonrió cuando bebia mi sangre.

Sonrió de lado ante las perspicacia de la fémina, de verdad que tenía cojones para provocar a un vampiro de esa forma y eso era precisamente lo que había llamado la atención de Alexander en primera instancia. Aquello que simplemente le había dicho "no la mates", una clase de instinto completamente diferente y morboso que tenía por deseo quedarse a ver que sucedía con la fémina, esperar a ver quién sería el primero en abalanzarse encima de ella. Alexander, acostumbrado a que sus presas siempre corrieran de él, se había sentido atraído inmensamente por el coraje de la Bathory y finalmente, aquella inocencia que le envolvía era lo que había terminado por encantarle. Ella ni siquiera se había tenido que esforzar, él no se estaba dando cuenta y no fue consciente de lo mucho que la deseaba hasta que probó sus labios por primera vez.
-Nunca es demasiado tarde para romperle el cuello a alguien que sabe demasiado- respondió, aún con una voz apenas audible, mientras su mano se movía lentamente por el cuello de Brit, acariciándolo con suma soltura.
Desde luego Alexander jamas hubiera lastimado algo que consideraba suyo, y ella desde luego estaba en esa lista, pero el simplísimo hecho de sentirse con menos poder sobre ella le crispaba los pelos. Él nunca había conocido otra cosa que su conexión con Mae, la adoración a su misma persona y la pasión tan grande que sentía hacia sus placeres. Estaba esforzándose todo lo que podía, quería que aquello fuese real, quería tener a su disposición aquel olor tan exquisito y no iba precisamente bien cuando ella no cooperaba. Tan solo necesitaría una mirada, un pensamiento mórbido y ella estaría a su completo control.. pero había una especie de barrera impuesta por su mente traidora. Pero entonces ambas manos se fijaron a la fémina; una en su cuello dedicando su pulgar a acariciar su carótida y la otra sosteniendo su mejilla y mucho antes de él ser completamente consiente ya sus labios buscaban los ajenos.

Escuché lo que dije y solo pude sonreir, con cierto nivel de diversión. -Ah no? pues adelante, haslo, como ya te dije no te tengo miedo alexcito- le dije y tuve que forzar mis labios a mantenerse juntos para no reir.

Una de las sensaciones que encantaban, era la forma en que podia decir lo que pensaba sin temor, estaba conciente de que Alex no me lastimaria asi que podria cerrar los ojos segura de que él, mi alex, no me haria nada. Su mano se posó en mi cuello, podia sentir la diferencia de tempreaturas, pero ese frio me agradaba. Cerré los ojos disfrutando de su toque, y viviendo al máximo esas sensaciones que me provocaba.

Cuando su otra mano se posó en mi mejilla, el aroma que provenia de su piel, inundó mis pulmones. Sonreí nuevamente sintiendo la adrenalina que surgia del roce de su piel en la mia.

Lo próximo que sentí fue su suave aliento frio sobre mis labios, y acto seguido mis labios estaban unidos a los de él. Roeé su cuello con mis brazos y ya que no pude acercarlo a mi, me acerqué yo. (XDD) Seguí el beso dejando que mis dedos jugaran en su nuca, mientras mis labios, persistentes, seguian sobre los de él. Mordí levemente su labio inferior y me aparté con cuidado con una nueva sonrisa impsoible de borrar. -Extrañaba tus besos sabias?- dije mientras me mordia el labio algo apenada de haberle confesado eso.

Alexander había conseguido la forma de sentarse sobre la rama y así pudo acunar a la chica en sus fornidos brazos; todo aquel tiempo había estado conteniendo su instinto masculino, aquel instinto que le decía "tómala, hazla tuya" y es que quizás para muchos aquello pareciera incluso un acto de pedofilia -tomando en cuenta que él había "muerto" a los 24 años- pero tampoco podía dejarse de lado el hecho de saber que él venía de un tiempo donde aquello era normal. Antaño las chicas como Britney eran casadas incluso desde más jóvenes, cordiales y serviciales para servir a su marido, tener hijos y ser la mujer de la casa para ocuparse de todo lo que su hombre no estaba dispuesto a hacer. Desde luego, esos pensamientos machistas habían cambiado ya en la mente machista del Dupont, más no por eso se dejaban de lado ciertas costumbres. No obstante ya no podía contener ese instinto, él era indiscutiblemente varonil y sus facciones parecían estar ahí para el goce y disfrute de las mujeres; su sencilla pero maquiavélica forma de ser, constituía una personalidad tan excitante e interesante que resultaba imposible ignorarlo, le odiarías o le amarías pero indudablemente sabrías que él existe; todo era una invitación sensual a ser la presa de un depredador más. Y aún en ese momento él no era el depredado sino victimario y víctima de una fuerza demasiado potente para negarse a ella. ¿Amor?
-Sé mía Britney... acabamos con el sufrimiento... no tiene porqué ser así...- masculló, falto de aliento por el esfuerzo que le suponía resistirse a su sangre y con todo no pudo resistirse a sus labios y volvió a besarla con intensidad pero cuidado a la vez.

Su pregunta me sorprendió, pero de buena manera. Sonrei y antes de que pudiera responderle nuestros labios ya estaban unidos, nuevamente. No era un beso cualquiera, era un beso intenso pero podia sentir que me estaba cuidando. Yo no queria medirme, al fin de cuentas no era tan frágil, así que correspondí el beso con la misma intensidad.

Cuando sentí que comenzaba a marearme por falta de aire me aparté con cuidado, mi mano se detuvo en su mejilla, de nuevo cerca de sus labios, y mi pulgar estaba sobre los labio s de el limpiandole el brillo de mi labial. -Nací siendo tuya alexcito- le dije con una sonrisa que nadie podia borrar ya.

Me acomodé entre sus brazos de forma que estuviera mas cerca de él, si eso era posible. Deposité un beso en su mentón y dejé que mi nariz se inundara con su aroma. De nuevo mis labios buscaban los de él, buscando cesar un fuego que ardia en ellos, y solo su frio aliento podia apagar.

Estaba feliz en ese momento, no habia sufrimiento, todos mis actos anteriores ahora parecian una estupidéz, una estupidéz que me habia dejado una enseñanza. Estaba aprendiendo a amar, y estaba feliz de estar aprendiendo al lado de alguien como el chico que ahora me tenia entre sus brazos.

Tomó aire, como si le faltaran fuerzas, bloqueó por completo su instinto animal -aquel que solía apoderarse de él cuando jugaba con la presa-, después de todo era un vampiro y le encantaba acechar, sentir el miedo en los demás; aquello simplemente le regocijaba, no había mejor sensación para él que aquella. El poder, la lujuria y la codicia seguían vigentes en la mente de Alexander sin embargo la chica esta había creado una especie de barrera; una burbuja donde nada era como se suponía; una especie de cajita mágica que permitía a Alexander tener otro tipo de sensaciones, sensaciones nunca antes sentidas. Al principio no entendió lo que pasaba, se odió a si mismo, sintió rabia e incluso repulsión por sí mismo, razón por la cual intentó alejarla por completo; no obstante toda intención de alejarla fue en vano porque al final terminaron siendo unidos, demasiado quizás. El pelinegro decidió que no podía huir de aquello por más tiempo, no sabía como afrontarlo pero eso no le detuvo de hacerlo y aún cuando la relación había tenido sus altos y bajos, ahí seguían.
-Se mi novia Britney- preguntó de forma completamente inconsciente, sin ser capaz de poner orden a sus propios pensamientos, víctima del sedante por naturaleza.
Era la primera vez que aquellas palabras salían de su boca en 314 años y de haber estado un poco más consciente aquel escenario no le hubiera parecido nada romántico para la ocasión, al menos se hubiera esmerado. Cuando se escuchó sus propias palabras, resonando en el cálido ambiente, sintió una oleada de preocupación agolpándose en su pecho ¿Por qué? ¿Estaba realmente preocupado o solo era un juego perverso de su mórbida imaginación? Quién diría que aquella chica tan menuda haría un giro de 180 grados a aquel hombre.

La forma de ser de Alex, tan misteriosa, siempre había sido un atractivo para mí. Me llamaba muchísimo la atención como demostraba ser un hombre frívolo y sin sentimientos, pero que una vez que bajaba esa barrera, era el hombre más tierno del mundo. Esto solo me comprobaba que el dicho de que las apariencias engañan era verdad. Pero no quería a Alex solo por su físico, aunque debía admitir que era muchísimo muy atractivo, sus ojos, su cabello pero sobre todo su aroma, te envolvían y te hacían olvidar hasta como te llamabas. Lo quería por ser solo él, sólo ese chico divertido y cursi que escondía muy en su interior.

Cuando escuché su pregunta sentí que el corazón se me salía del pecho. Cerré los ojos y sonreí feliz por que el me quería tanto como yo a él, si no el no me estuviera preguntando que si quería ser su novia no?

Mis ojos se abrieron y se encontraron con los suyos de nuevo y como era de esperarse su mirada hizo que me sonrojara intensamente. Sentí como el calor se acumulaba en mi rostro haciendo que mis mejillas se tiñeran de un suave rosa. –Sí…sí quiero…– le dije tartamudeando –Si quiero ser tu novia Alex– sentía como el corazón se me salía –agárrame porque me caigo- dije sintiendo como se me aflojaban las piernas por los nervios. Reí apenada o nerviosa, creo que las dos, y me recargué en su pecho para recuperarme de tantas emociones acumuladas en ese momento.

Ante la respuesta de la mestiza Alexander se relajó y sus brazos cubrieron sobreprotectoramente la fragilidad de la fémina, el cuerpo menudo se sentía ligero cual pluma, una sensación que Alexander adoraba. El pelinegro recargó la cabeza contra el tronco del árbol mientras cerraba los ojos, evocando el momento en el que había decidido abrirse por completo a sus más efímeros intereses por aquella chica. Los niños siempre habían significado un pequeño punto débil para él pero claro que Alexander nunca habría hecho nada para salvar a ninguno independientemente de la situación y si bien en algunos veía un ligero bocadillo, simplemente se limitaba a no dañarlos. El pelinegro cual descarado no tenía interés en lo que sucediese a partir del preciso instante en que decidía alejarse de un infante, después de todo no era parte de su responsabilidad. El podía matar, robar, chantajear e incluso violar si así lo deseaba pero el vampiro tenía un código de honor al cual seguir: los niños estaban vetados y las mentiras prohibidas.

Se sentía completamente ido, como si todo lo demás no existiera para él, aquellos momentos en soledad eran los que Alexander más apreciaba. Antes solía gastarlos escribiendo, leyendo, jugando a la play e incluso tocando una bella pieza -cosa que no hacía desde tiempo atrás por desinterés-. Con todo, jamás imaginó que la rubia supondría una clase de detonante para las cualidades que nunca despertaron en él cuando humano. Y además crearían nuevas expectativas de vida, nuevos modos de abordar el ejercicio sexual y los efímeros pero preciados momentos como aquel. Alexander besó sus labios con desmesura, mordiéndole con suavidad, moviendo las manos a través de sus curvas, percibiendo cada movimiento en la sangre de la half. Estaba estaba felíz, confundido, eufórico y además excitado, como si las emociones anteriores no hubieran sido suficientes.
-Quiero hacerte mía- dijo en un murmullo, las palabras se ahogaban contra la piel de la fémina.

Desde tiempos inmemoriales Alexander había sido un amante muy singular para todas las mujeres y jóvenes que se le acercasen, de hecho si no las hubiera matado a todas incluso hubiera sido el amante perfecto; le gustaba proteger lo suyo, cuidarlo y amarlo casi tanto como a él mismo pero aquello terminaba desde el momento mismo en que ellas llegaban al climax... o hasta que él lo hacía. Después de esto no tenía ningún remordimiento en hincarles el diente para alimentarse de ellas mientras confundidas, entre adoloridas y extasiadas, gritaban como si no hubiera un mañana.
-No...- dijo en un tono bajo y prosiguió hablando aunque entrecortado-. Quiero hacerlo.. pero no estoy seguro de... poder controlarme.

Desde luego ese era un lujo que el pelinegro no se podía permitir mientras estuviera con la Bathory puesto que no quería perderla en ningún sentido pero, por otro lado, Alexander deseaba con locura entrar en ella. Un poquito, se dijo, lo suficiente para calmarse las ansias sin necesidad de llegar al punto en que podía romper su frágil cuyo o desgarrar su piel virgen por accidente. Su diestra se movía con maestría sobre el costado de la Bathory mientras con la surda subía para tomarla de la nuca como fuente de apoyo. Entonces el pelinegro se encontraba ya besando el cuello de la chica, extasiándose con su exquisito olor y dando leves mordisquitos con los incisivos. Mordisco suaves, premeditados y cuidadosos, teniendo cuidado de no llegar a cortar su piel con los colmillos.

El viento aullaba entre los árboles, incontables luciernagas comenzaba a desperezarse en sus escondites y salían, salía pero no parecían ir a ningún lado en específico. No, aquella luciernagas revoloteaban con sus lucesillas verdes al rededor de aquel árbol; un árbol que parecía tener un aura mágica. El cielo de un azul oscuro bañado en la luz platina de la dama de blanco confería al lugar la cantidad de luz necesaria para componer el escenario idílico. Ante ojos de cualquiera aquello hubiera conformado el paisaje utópico de la típica película romántica americana. El cielo estrellado parecía haber bajado de repente y conformado un espectáculo predestinado a la pareja. Alexander en pleno apogeo de su excitación, sin haber llegado aún a la erección, pudo atisbar ligeramente el ambiente que se estaba creando al rededor suyo.
-Estaremos juntos, Britney. Cuando llegue el momento y cuando llegue el momento te tomaré como mía pero...-se detuvo en seco, tratando de armonizar las palabras con su respiración mecánica agitada-. Espera, no quieres tener tu primera vez en un árbol. Te puedes astillar una nalga.
Lo de la nalga era cierto pero desde luego no lo decía por eso. Alexander nunca había perdido tiempo antes de tener sexo pero en esta ocasión quería tener recuerdos, lindos recuerdos y saber que tuvo sexo con su novia después de tiempo. Quería marcar la diferencia, una garantía, estar seguro de sus propios delirios porque aún cuando se empeñaba en negarlo sabía muy bien que ella le estaba despertando los sentimientos humanos; los buenos, los que se habían dormido en algún momento entre su niñez y la adolescencia. Alexander cubrió los labios de Britney con un dedo para que guardase silencio y volteo el rostro junto con el de ella para que pudiera observa el show que se había formado a su al rededor. Cada luciernaga parecía flotar al rededor de ellos como pequeñas almas en el mundo de los muertos; le recordó a un anime que comenzó a ver en los 2000, Inuyasha. Sí, le recordaba a las almas que rondaban a la hermosa Kikyo.

Estaba tan entregada a lo que sentia que al principio su rechazo me molestó pero se esfumó cauno me hizo reir por lo de la astilla. Me calmé y logré escuchar como el silencio se apoderaba del bosque y de nosotros. Me perdí en sus ojos que parecian brillar con la luz de la luna solo a unos cuantos centimetros de mi rostro.

Cuando giró mi rostro pude ver el espectaculo del cual me estaba perdiendo, el show que las luciernagas hacian para nosotros. Sonreí y tomé la mano de Alex sintiendome segura a su lado. -Hermoso...- dije en un susurro aún maravillada por el momento.

Me acomodé de nuevo en la rama sentandome de espaldas a él, pra que de esa manera pudiera recargar mi espalda en su pecho. Tomé sus manos e hice que me rodeara con ellas, lo miré y le dediqué una sonrisa tiera, para después dedicarme por completo al show que hacian las luciernagas para nosotros.

Alexander tuvo que contener cada parte de su cuerpo para no hacerla suya allí mismo, incluso tuvo la necesidad de "obligar" al amigo a que se estuviera quieto, por suerte aún no estaba tan duro como para levantarse. El pelinegro se mordió el labio inferior mientras sus brazos se ceñían al cuerpo de la fémina, no se hubiera perdido aquella escena con Britney por nada del mundo, ahora se sentía incluso gratificante el abandonar el sexo por aquella vista tan... idílica. Aquella era el tipo de escenas que había estado atesorando en solitario; muy al contrario de lo que la gente pensaba, Alexander apreciaba los detalles menores. Los detalles reafirmaban con más fortaleza una afirmación, una negación e incluso una duda. Sus dedos se entrelazaron casi automáticamente con los de ella.
-Igual de hermoso que tú- respondió él, un tono de voz nada meloso pero muy sincero-. Recuerdo que siempre me había gustado ver las estrellas, desde humano, podía pasar horas viendo al cielo sin dormir y el resto del día casi parecía un zombie pero valía la pena.
Por otro lado, nunca había presenciado un paisaje hermoso en compañía de alguien mucho más hermosa. Ella se había convertido en la luna y él era el cielo. La luna era alguien que guiaba a los demás en una espesa negrura, iluminaba el cielo dándole un aspecto cálido y lo volvía acogedor. Sin embargo, cuando la luna se escondía y la extensa negrura se apoderaba del cielo, no había quién iluminase en la oscuridad porque nadie estaba dispuesto a perderse en ella. Nadie, excepto la hermosa Dama de Blanco.

Estaba encantada con lo que vivia al lado de mi alex. Su voz me llenaba de paz y tranquilidad, pero mas que nada de amor. Me sentia feliz a su lado, una felicidad que no encontraba en nadie mas. Escuché su comentario y sonreí cuando una idea llegó a mi -Y por que no revivimos esas memorias, Alex?- pregunté curiosa. Giré mi cabeza para poder verlo -Podemos ir al claro que está a unos kilometros mas adentro y vemos las estrellas justo como tu lo hacias cuando eras humano. Pasemos la noche juntos- le dije y leugo me di cuenta que podria tomarse con otra definición, me puse nerviosa y me sonrojé -no me refiero a intimar- me corregí -me refiero a estar juntos y ver las estrellas hasta ver el amanecer- sonreí -Que dices quieres?- pregunté ilusionada. De verdad me hacia ilusión poder disfrutar de algo asi con él. Me hacia sentir mas normal, que no era un moustro como creia.

Alex, no estaba muy seguro de si le gustaba ese diminutivo para su nombre, tampoco de cuándo exactamente habían comenzado a llamarlo así y porqué, pero de algo estaba bien seguro, no le molestaba que ella le llamase así. Terminó de escuchar sus palabras sin siquiera decir nada al respecto en ningún momento, sabía bien a qué se refería y tras meditarlo durante unos segundos que parecieron no acabar nunca se decidió por una muy concreta respuesta. Respuesta que omitió y prefirió ponerla en práctica, nunca había sido hombre de muchas palabras, prefería demostrar todo con acciones pues cuando hablaba no podía evitar ser burlón e incluso grosero. Una sonrisa triste ¿triste? no, melancólica, tampoco; su sonrisa reflejaba añoranza del tiempo en que podía dormir y sus ojos eran de un azul natural, aunque pensándolo detalladamente, no le gustaban las miradas de aquellos nobles. No le gustaba que los rubitos de sociedad le molestaran por el contraste que existía entre el color de sus ojos y el de su cabello. Batió la cabeza, alejando esos pensamientos y antes de que ella pudiera decir algo ya la había afianzado por los hombros y las piernas. Bajó del árbol con la fémina en brazos en un salto, esperaba no haberla sobresaltado demasiado, y se puso de camino al claro. Despidiéndose de la constelación que habían formado las pequeñas luciérnagas tanto en el aire como en el suelo mismo, dando un verdor sobrenatural al tronco del árbol.
-Juntos hasta el amanecer- reafirmó.

Sus acciones me tomaron por sorpresa pero me dieron a entender que estaba de acuerdo con lo que le había propuesto. Sonreí y me sujeté fuerte de su cuello cuando sus manos se apoderaron de mis hombros y piernas. La respuesta que rompió el silencio de sus labios me hizo sonreír mas, me gustaba pasar el tiempo así con el sin tener que preocuparme porque Heather fuera a regañarme. Ella no era mi madre y definitivamente no tenía derecho sobre mí como si lo fuera.

El bosque estaba obscuro, la luz se había desvanecido cuando dejamos atrás a las luciérnagas y su bello espectáculo. Claro estaba que la obscuridad no era impedimento para nuestros ojos, y Alex seguía por el bosque hasta el claro. Aproveche que tenía sus labios cerca y le robé un beso, sonreí y deslicé mi pulgar por sus labios para quitarle el brillo que había dejado en ellos.

Cuando al fin llegamos la luz de la luna le daba a los alrededores un tono entre gris casi blanco y un azul muy pastel, incluso nosotros nos veíamos blancos completamente, el más que yo. Caminé hasta el centro del claro y me recosté en el césped, me hice el cabello a un lado y me concentré en ver las estrellas. Estaba perdida en la inmensidad del cielo, habían sido muy pocas las veces que había hecho esto, podía contarlas con los dedos de mi mano derecha. –Me doy cuenta de por qué te gustaba ver las estrellas– le dije con la voz casi en un susurro muy suave. La vista era hermosísima.

En otras ocasiones, el vampiro se hubiera sentido totalmente homosexual de tener brillo en los labios, le consolaba el saber que estaba allí por obra y acción de una rubia preciosa. Una rubia preciosa con un carácter totalmente bipolar, o eso le había parecido, pues ahora mismo era la típica chica dulce y alegre pero si era en la cama como cuando se ponía de mal humor, entonces él sería un hombre feliz, totalmente feliz. Y no es que ahora mismo no lo fuera, o que antes no lo hubiera sido; sencillamente, su escala de felicidad parecía seguir subiendo conforme pasaban los años. De una manera u otra, él siempre había sido un hijo de puta feliz y ambicioso. Ningún problema era capaz de pasar por encima de su ego.

Se acostó de costado, de modo que su brazo izquierdo quedase afincado al suelo, su mejilla recostada de su palma, y con la diestra se aferraba a la cadera de la rubia. La mirada de Alexander se paseo por el cuerpo de la rubia, detallando cada centímetro de piel, asegurándose de no olvidarlos nunca. El pelinegro no miró el cielo en absoluto, se había perdido completamente en los ojos de su pequeña botella de sangre lujosa de la mejor calidad. Bueno, al principio ella no era más que eso, de lo cual no se le podía culpar. Alexander, el amante de una noche perfecto; Alex, en cambio, un intento de novio que no resultaba para nada exitoso. No tanto como él se había querido proponer. Al fin y al cabo, aunque mona vista de seda, mona se queda.

Notarla nerviosa solamente lograba hacerle sentir mejor, desde luego cualquier mujer que preciase de tener un buen gusto reaccionaría así ante su presencia. Sintió nuevamente los arrebatos de hacerla suya y finalmente desistió, acomodándola entre sus brazos, de modo que ella quedara acurrucada sobre su pecho. Su varonil y perfectamente musculoso pecho, se jactó mientras sonreía internamente al tiempo que acariciaba las hebras doradas del cabello de la fémina. Y entonces escuchó algo que, simplemente, le encantaba. No, desde luego que él no era perfecto y con todo, las palabras de la virgen le hicieron volcarse de placer en su propio ego.

En ocasiones, un sádico morboso podía dejar atrás su personalidad para poder obtener lo que quiere; pero nunca podía alejar se sí la necesidad irreverente de posesionar aquello que desea, aún si para tenerlo debía hacer trampas, robar, matar, violar o actuar como un santo. Él estaba actuando como un santo porque a decir verdad no había forma en que las Báthory, fueran de importancia para Alexander; no, a él solo le importaba el bienestar de ella, de modo que se sentía obligado a protegerlas también. Durante segundos imperceptibles hizo una mueca de asco, como si su hilo de pensamientos le hubiera abrumado del todo, como si la sola idea de verse a sí mismo protegiendo a Heather o a la niña malcriada se le hiciera inaceptable. Con todo, se dijo muy convencido de que el error estaba en ellas y no en él.

Claro que lo soy, mon cherie, se aseguró el ególatra Alexander mientras sonreía para ella. Su cuerpo parecía haber sido tallado por los Dioses, su olor cautivaba a cualquiera y su cabello eran tan sedoso y liso que se resbalaba a los dedos. Esto, claro está, sin contar con su excelencia y precisión a la hora de actuar ante cualquier adversidad; por no mencionar su extrema dedicación a la hora de hacer el amor. Y por un instante, y solamente un instante, pareció quedarse de piedra. Se encontró a sí mismo embelesado por la belleza de la fémina, que no dejaba un momento de cautivarle. Mirándole fijamente a unos ojos verdes que parecían perderse.

Cerré los ojos quedandome acurrucada en sus brazos. Iba a psar la noche con él, y de solo pensarlo en mi rostro dse dibujó una sonrisa. inhalé su aroma, aquel que hacia que mic orazón se volviera loco, que mis piernas temblaran de nervios y que mis labios quisieran posarse sobre los de él y no soltarlos nunca, y dejé que el mismo aroma me cautivara para djearme completamente a sus pies.

Los animales nocturnos comezaron a despertar, a lo lejos se escuchaba el cantar de un grillo y mas a lo lejos el de un búho, sonreí y abrí los ojos para observar su perfil perfecto contra el cielo estrellado. -Podria dibujarte ahora mismo- comenté con una sonrisa. Mis ojso se posaron más allá de su rostro, en las estrellas, y de pronto una estrella fugaz se dejó ver por el inmenso cielo. Cerré mis ojos y pedí un deseo, sabia que se cumpliria, los deseos a las estrellas fugaces jamás fallaban. La noche pasó entre conversaciones cortas, miradas intentas y besos pasionales. Poco a poco las estrellas fueron desapareciendo y la obscuridad del cielo fué iluminada por la luz del sol.

Miré la hora eran las ocho de la mañana, y como respuesta a un leve pesanmiento mi estomago gruño, reí y miré a alex -Mas vale que nos vayamos o te como aqui mismo- me puse de pie después de haberle robado un beso. Sacudí el cesped seco que se me habia pegado y tomé la mano de alex antes de hecharnos a correr por el bosque camino a mi casa. Seguro me esperaba un regaño pro parte de Heather, pero no me importaba no habia hecho nada malo, le habia declarado mi amor al ser más guapo del mundo, el cual ahora era mi novio.