A judad papi, a jugad!! [Frederick G. Dupont]

Lucy acababa de cumplir los dos años hacia tan solo una semana y unos días, solo una semana después de ser adoptada por Frederick, y la pequeña estaba en el apogeo de los tres años físicos, donde muerde todo y corre hasta que no puede respirar más. Entonces, se tira al suelo de la sala y se dispone a llenar su mente con cuentos de hadas o románticos clásicos como los de Shakespeare como había hecho la noche anterior luego de que Fred la acostara a dormir. Escabulléndose de su padre, rebuscó debajo dela madera suelta de la sala su ejemplar de Romeo y Julieta y se acurrucó en la cama a leer hasta altas horas de la madrugada, cuando volvió a esconder el libro y se durmió.
En aquellos momentos era pasado el mediodía y Lucy no paraba de dar vueltas por su cuarto, con su peluche de lobo blanco en brazos, aburrida pensando en escapar por la ventana al parque. Asiente para si misma y camina a la ventana, saltando al ver que no llega. Masculla un balbuceo y arma una pila de libros para poder llegar, trepandose a ellos y dando otro saltito. Todo ocurrió muy rápido para ella. La pila tembló y cuando ella volvió a golpear los pies con los libros, estos se derrumbaron haciendola cerrar los ojos fuertemente y dar un gritito.

Del susto que se había dado, la niña estaba llorando en silencio cuando su padre la atrapo acurrucandose en el pecho del vampiro y abrazandose a su camisa con las pequeñas manitos cerradas en torno a ellas. El pecho de su nuevo padre era el mejor lugar en el mundo para estar, siempre cálido para ella y disponible para darle abrazos mientras ella se acobija. Al oír como la regañan, abre los ojos como platos, componiendo un rostro totalmente inocente ante su mirada, estando muy apenada. Su padre la regañaba mucho gracias a que ella era una pequeña muy activa, no le gustaba quedarse en un lugar quieta al menos que esté leyendo y pasaba la mayoría del tiempo en la casa, pero con toneladas de amor para ella. Su mirada era suave, aunque su voz firme y ella adoraba esa mirada. Los ojos de su padre lo eran todo, aunque había veces en que ella se sentía un estorbo. Inocente y pequeña como era, simplemente lo dejaba pasar sin saber que se hacía en esos momentos, quedándose en sus libros o pidiéndole a su Tía que la vaya a buscar por medio de un llamado.

-Perdón papi...Estoy bien..prometo no volver a intentarlo- Habló levemente fluido, aunque con un leve esfuerzo, puesto que había estado practicando con sus tíos mucho y no le gustaba hablar diferente a todos, pronunciando las palabras con pena y arrepentimiento. Al oír su pregunta, asiente con una pequeña y tierna mueca, llenandole de besitos tiernos y babosos el rostro.-Sí, pero estabas trabajando y los tíos también- se encoje de hombros y le sonríe de lado. Los infantes son casi como los perros, necesitando tanta atención como uno si no quieres que armen lío, solo que Lucy lo que menos quería era molestar a su padre, temiendo que la devuelva porque no era la hija que el quería. Lo amaba mucho para eso, ya se había acostumbrado a tener una familia linda, aun cuando no tenía madre...y la verdad tampoco quería una. Solo quería pasar tiempo con su papi, de ella.