Athenadora Volturi {Casting}

Athenadora caminaba por los túneles que llevaban al castillo con una sonrisa de satisfacción. Sus zapatos de tacón no producían ningún sonido al chocar rítmicamente contra el suelo mientras su dueña se deslizaba grácilmente hacia su destino.
Llevaba un vestido rojo sangre, cubierto por una elegante gabardina negra, ambas prendas impecables. Lo único que delataba sus recientes actividades era el brillo carmesí de sus ojos y el rosario de madera negra que llevaba enredado entre los dedos que, hasta hacía unas horas, había pertenecido a un apuesto sacerdote que se acercaba a la edad madura con quien ella había jugado horas antes de terminar con su lamentable vida.

Había salido de cacería, sola, como hacía siempre que tenía humor de divertirse como en los viejos tiempos, un pequeño capricho que Caius le cumplía, pues disfrutaba el placer que a sus esposa le causaban sus retorcidos juegos.

Era una noche fresca y despejada, la luna iluminaba tenuemente incluso el callejón más apartado, dándole a Volterra un aspecto pintoresco.

Lo vió de pie frente a una iglesia, cerrada por la hora, con la cabeza gacha y el rosario entre las manos, rezando ante un elaborado vitral que mostraba al Mesías de los católicos.
Claramente se trataba de un peregrino, y aquella era una oportunidad demasiado perfecta como para desperdiciarse. Nadie lo conocía, nadie lo extrañaría. Nadie notaría que en poco tiempo desaparecería de la faz de la tierra.

Athenadora se acercó, poco a poco lo sedujo, derrumbó sus defensas y lo hechizó con su belleza inhumana y su encanto nato. Hizo que poco a poco olvidara a lo que había entregado su vida, que olvidara su fe, que traicionara cada sagrado juramento en su corazón y se rindiera ante ella.

Aquello era todo lo que Athe deseaba, que aquella insignificante criatura renunciara a todo lo que creía y era por ella. Ni siquiera tomó el placer carnal que el sacerdote le ofrecía, lenta y cruelmente tomó su vida, dándole tiempo para que el desdichado se diera cuenta de que no solo su vida llegaría a su fin, si no que su alma ardería eternamente en el infierno. En su expresión de terror en ese momento Athenadora encontraba el máximo placer que un mortal podía otorgarle...

Un sutil cambio en el aire la sacó de sus pensamientos. Se detuvo en el túnel, aún a unos metros del elevador que la llevaría hasta el vestíbulo principal y sonrió, con aquella mueca encantadora, sensual y macabra que la caracterizaba.

- Jane - la saludó, reconociendo su esencia en el aire y esperando a que la joven guardia se revelara ante ella.

Se dio la vuelta al escuchar la voz de Jane a sus espaldas.
- Fue una velada maravillosa, querida - dijo utilizando el tono casual que acostumbraba usar al referirse a sus salidas de caza, complacida al notar su prácticamente imperceptible sonrisa. La pequeña vampira siempre había sido de su agrado, pues mientras la mayoría de los guardias respetaban los gustos y prácticas de sus amos, los compartieran o no, la gemela de Alec encontraba auténtico placer en ellas.

Ella no poseía ningún don y nunca había realmente lamentado este hecho, pues encontraba todo el poder que necesitaba en su personalidad, físico e ingenio, pero imaginaba que, de poder elegir uno, el don de Jane sería probablemente su primera opción.
- Es una noche realmente hermosa - concordó con un dejo de complicidad. - Espero no haberme perdido nada interesante en mi ausencia - dijo la castaña a pesar de saber que era poco probable, pues las eventualidades no solían tomar desprevenidos a los Volturi, sin embargo, de vez en cuando sucesos menores mantenían entretenida a la familia y la guardia. - Mi esposo está en casa?- preguntó con ligero interés.

El personaje es tuyo. Ya puede completar el proceso con la ficha y los registros.
Bienvenida.

Gracias ^^