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Mensaje por Shiraoka Takeshi Miér Dic 09, 2009 1:08 pm

Invierno de 1875

El invierno es crudo. Especialmente cuando de caza se trata. El terreno está mojado y en ocasiones el escapar o maniobrar es un tanto más difícil, pero no imposible. No para mí. El tormentoso invierno para unos, a mí, me daba fuerza. Qué no es la nieve sino agua en diferente presentación.

Esa tarde, la nieve tenía otro color. No el inmaculado blanco, sino un escarlata que teñía de muerte el pequeño poblado. Todos los habitantes habían sido asesinados. Salvo uno que otro que se escondía lo mejor que podía.

El regimiento avanzó entre la sangre y algunos cuerpos desmembrados. "Malditos bárbaros." pensé. Irónico, una parte de mi era eso mismo, una criatura que de vez en cuando se alimentaba de sangre, de animales además de humana. Pero no me consideraba como ellos. Mi parte humana he había detenido de hacer algunas locuras; eso y algunos valores que me habían sido inculcados. Claro que, valores en contra del instinto llevaban las de perder...

Cautelosos por entre las casas destruidas, algunas otras quemándose, ibamos descubriendo más cuerpos o pedazos de los mismos. En esta ocasión iba al frente, pues todos mis demás compañeros eran humanos y sin mucha ventaja sobre una de esas criaturas, si es que se presentaban. Avancé un poco más y un olor despertó mi alerta. Había uno de ellos ahí.

Al pie de una casa maltrecha, una enorme huella permanecía impresa en la sucia nieve y el hedor que hasta hace momento había llegado hasta mí, salía de esa misma choza. Me decidí a entrar y, al momento de poner un pie dentro la madera crujió de manera tétrica, por lo que, si había algo ahí dentro, lo puso en alerta debido a que un estruendo se dejó escuchar de una de las habitaciones. Instintivamente, repasé el borde de mis colmillos con la punta de la lengua y y coloqué una mano encima de la tsuka de una de las katana a mi costado izquierdo.

Una rápida sombra pasó al frente en el momento en que entraba a la deshecha habitación y veloz desenvainé el sable y acorralé a la criatura en una esquina. Para mi sorpresa, era solo una niña, casi entrando en la adolescencia; sin embargo, tal y como el olfato me lo decía, no era humana. Estaba sucia y asustada, su pelo era de un rojizo ligeramente oscuro y sus ojos de un vivo marrón, era extranjera.

Estaba decidido a terminar el asunto ahí mismo, pero para mi pesar la "niña" no demostró agresividad alguna. Al contrario, juntaba ambos brazos en su pecho y sus manos cubrían su boca. Cómo es que había quedado ahí, sin su manada? "Maldita sea, Takeshi! Acaba con esto de una vez." pensé. Levanté el brazo y a su vez la katana, para cortar de un tajo su cabeza. Sus grandes ojos se abrieron en muestra de un inmenso terror y comenzó a sollozar y a derribarse en el suelo.

Fruncí el ceño y la rabia se adueñó de mi; la jalé con fuerza de un brazo y la arrastré hasta ponerla fuertemente contra una pared semi destruida. Tratando de rogar por su vida, se aferraba a mi armadura y balbuceaba cosas que no entendía. La sujeté del cuello firmemente y cuando la hoja del sable estaba a escasos centímetros de traspasarle, alcancé a escuchar que suplicaba en mi idioma y me detuve.

No sé por qué, miento, sí lo sé; en ese instante recordé a quien se supone debía llamar "padre" y recordé también que no quería ser lo que él. Si esta "niña" vivía probablemente se convertiría en las bestias que habían asolado al pueblo, pero al menos tendría la oportunidad de defenderse. Debajo de los sucios cabellos se asomaban el par de ojos de una "niña" y nada más, no de un animal.

Desde el exterior escuché a un teninente llamar por mi. Saliendo de la "casa" en ruinas, el oficial me alcanzó, preguntando si había alguna novedad, a lo que respondí con severo "Está muerta.", mientras me alejaba para tomar mi caballo y regresar al cuartel. Sería sólo hasta años después cuando la "pequeña" de cabellos rojizos se cruzaría de nuevo en mi camino. Un encuentro en el que el destino la alcanzaría.
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Mensaje por Shiraoka Takeshi Vie Dic 11, 2009 5:31 pm

Viernes por la mañana

No siempre he sido una persona de muchos amigos, pero los pocos que tengo, creo que son buenos. Ademàs, ahora estando al lado de la persona que amo, no me faltan del todo. Elizabeth se ha convertido en el centro de mi vida; ella y ese pequeño que viene en camino. Estoy pensando en formalizar las cosas con ella, pero no sè si ella deseè hacerlo. Al contrario de mì, a ella le falta mucho por vivir y no sè si quiera un compromiso de tal naturaleza. Aunque tener un hijo tampoco es cualquier cosa. No importa, por el momento estamos juntos y la amo como nunca pensè que lo harìa.

Por otro lado, me preocupa ese chico, John. No sabe en lo que se mete. Sòlo espero que las cosas no se tornen mal para èl. De cualquie forma, es simpàtico y si tengo la oportunidad de defenderlo lo harè.. o tal vez el ayudarlo a convertirse... No lo sè. Ya veremos como sigue todo.

Por ahora, sòlo pienso en el bienestar de ella y el pequeño. Son lo màs importante para mì. No deseo nada màs, que una oportunidad de ser feliz al lado de la mujer a la que he entregado mi corazòn. Què sentimental estoy! Ni yo me reconozco! Pero, es lo mejor que me ha pasado...

P.D. MATARÈ A ESA VAMPIRA ENSIMOSA!!
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Mensaje por Shiraoka Takeshi Lun Dic 21, 2009 6:58 am

Una noche lluviosa

Si bien es cierto que no duermo como un humano, tambièn es cierto que la mayorìa de las veces necesito algunas horas de sueño. Sin embargo, esta noche es una de esas en que no he podido hacerlo. No hay nada que escribir, es decir, nada referente a trabajo. Es sòlo preocupaciòn. Yo? Preocupado?

Despuès de esa aventura en Seattle, hice a John el favor que me habìa pedido. Darle algo de dinero para regresar a su tierra. Inglaterra. No sè por què, pero cuando me despedì de èl, sabia que no deberìa haberle concedido ese favor. Temo que sea la ultima vez en verle.

Debo confesar que... Normalmente no soy de esta forma. Sentimental o apegado a la gente, aunque creo que en los ùltimos años he cambiado màs de lo que podrìa en un siglo. El chico me simpatiza, es como un hermano pequeño. Es curioso, amistoso con todos, hasta con quienes no deberìa. Y està demàs decir que esas "cualidades", tal vez sean las que le causen màs problemas, conforme su curiosidad ansìa màs en saber la verdad de seres como yo.

Habìa pensado en llegar de sorpresa a Inglaterra. Evy me habìa dado su direcciòn. Tal vez sòlo percatarme de que estaba bien, aunque por otra parte, he llegado a pensar en que sòlo son paranoias mìas. Espero que estè bien y esta sea una navidad tranquila...

P.D. En este instante tengo en las manos un boleto hacia Inglaterra... Deberìa usarlo?
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Mensaje por Shiraoka Takeshi Mar Dic 22, 2009 6:23 am

De madrugada en el hospital, Inglaterra.

Me siento terrible. El verlo ahì, tendido en la cama, me produce una profunda tristeza, angustia, porque sè que el John que conocì no serà el mismo de ahora en adelante.

Supongo que algunas personas se preguntaràn que es lo que me pasa con este humano. Por què tanta simpatìa? Lo atribuyo a que jamàs contè con una familia de verdad. Lo atribuyo a que en mi vida, pocas personas han sido dle todo amigables como lo ha sido èl. A que tal vez nunca tuve hermanos con los cuales compartir los devenires de la vida. A què ni siquiera tuve lo algunos llaman "padre".

No, no me referìa a que lo sintiera de esa forma. En todo caso, yo ocuparìa semejante puesto. Lo que pasaba con el chico era simple simpatìa, amistad. Tal vez suene muy simple, pero cuando se sigue el sendero de una vida tan llena de sangre y atrocidades, aquellas personas que aparecen en tu camino y que llenan tu vida de momentos alegres, de autèntica compañìa se convierten en un alivio para el alma y de vez en cuando, te recuerdan que muy en el fondo hay algo màs que un monstruo que se alimenta de dolor y sufrimiento...

No quisiera verlo sufrir como lo hago ahora. Siempre lo vi tan lleno de entusiasmo y lo que tenìa ante mì era ahora sòlo una insignificante sombra.

Algo viene a mi mente. No sè si hacerlo. Pero temo que si no lo hago, la pròxima vez no vivirà para contarlo.

Què se supone que haga? Seguir siendo un simple espectador o tomar mi papel en el drama?

El tiempo lo dirà...
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Mensaje por Shiraoka Takeshi Vie Dic 25, 2009 6:26 am

En el aviòn de vuelta a Japòn

Serè sincero. Es la primera vez que harè lo que estoy a punto. Nunca pensè que llegarìa el dìa, pero ya està aquì. Volteo a ver a John y està bastante sereno durmiendo en su asiento. Espero que aproveche su ùltima siesta.

No estoy nervioso. Màs bien preocupado por lo que serà èl. Espero poder compartirle mi experiencia, espero que le sea de utilidad. Pero por sobre todo, espero que todo salga bien y que pueda retomar una vida feliz.

En este momento sostiene en su mano la foto de una hermosa dama. Su madre, creo. Deseo que a ella no la olvide, porque serà ese recuerdo lo ùnico que lo ate a su previa existencia y le dè un balance a sus emociones, sin mencionar que evite que llene de odio su corazòn.

Sè de sobra que lo que harà es peligroso, pero es lo que desea y contra sus deseos nadie puede hacer nada al respecto...

Buena suerte.
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Mensaje por Shiraoka Takeshi Sáb Ene 16, 2010 4:14 am

Una semana y un día después del nacimiento de Elena.

Vaya de cosas que han pasado en estos últimos días. Ha sido intenso. Cómo me siento en estos momentos? Feliz y al mismo tiempo, un poco frustrado.

Primero la conversión de John...Afortunadamente todo fue bien, salvo que John aún aprende a controlarse, bueno eso le tomará tal vez algunas décadas, pero es fuerte, estoy orgulloso de él.

El nacimiento de EleMina, como le dice Mizh, ha sido de los momentos más gratificantes de mi existencia. Jamás pensé en la remota posibilidad de tener descendencia, pero ahora es una realidad. Lo que me entristece es la relación la madre de mi pequeña, la mujer que amo por sobre todo. Sé que lo que hice fue una estupidez, pero también puedo estar tranquilo en cuanto a que no lo hice para engañarla, como ella piensa. Qué más dá a estas alturas? De todos modos sigue enojada conmigo y más teniendo a Alice al lado diciendole pestes de mí.

Alice... La Cullen es otro tema. Qué demonios le pasa conmigo? Sé que primero me odió por haber convertido a John, pero.... ahora es una hipócrita si sigue recriminándolo. No quiere aceptarlo, pero es más que obvio que si John siguiera humano, ella jamás hubiera dado oportunidad de acercársele, y eso todos sabemos por qué. En fin, lo que me molestaría más es que John sólo signifique una aventura para ella, después de todo, sé que Alice tiene a "alguien" especial dentro de los Cullen... o qué? Eso ya lo olvidó? Tengo que arreglar eso, bueno al menos mi malsana relación con ella, pues creo que John sería lo suficientemente inteligente para darse cuenta si eso es sólo pasajero... o no?

Ahora, qué haré con Elizabeth? No mucho. En ocasiones pienso en alejarme de ella. Todo ha sido continuas peleas de un tiempo para acá y, sin embargo, la amo. Es la madre de mi hija y es la mujer a quien me he entregado por completo. Más allá de ser una aventura. Confieso que... Cuando me dijo que estaba embarazada, pensé en pedirle algo más... Me pregunto si hubiera aceptado. Creo que no. Ella es mucho más joven que yo. En ocasiones la vi dudar de su maternidad, aunque doy gracias a que ahora que Elena está entre nosotros, la quiera como debe ser, como su madre. Supongo que el tiempo dictará lo que siga. Sólo quisiera estar con ambas, quisiera que Elena tuviera a sus padres juntos, pero me pregunto si eso será posible...

Tiempo... al tiempo...
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Mensaje por Shiraoka Takeshi Jue Ene 28, 2010 5:15 pm

En la residencia al atardecer. Canadà.

Èsta mañana lleguè de un viaje relàmpago a Tokyo. La razòn de dicho viaje era recoger algunas cosas y en parte, despejar la mente de tantos hechos que habìan pasado ùltimamente. Pero nunca se puede huir del destino.

Lo primero en darme la bienvenida fue un sobre. Sì, un sobre. Era una carta que esperaba en vano no recibir. John Connor se leìa en el remitente.

No tenìa que abrirla para saber que era lo que me anunciaba su contenido. Lo sabìa perfecta y dolorosamente. Aùn asì me armè de valor y la abrì. El leerla me devastò tanto como si hubiera perdido a un hermano, pero ahora entendìa su actuar y su falta de esperanza. Nunca persiguiò la venganza del todo. Simplemente no encontraba lugar en el mundo y deseaba buscar la paz que sòlo la muerte le podìa brindar... Lo extrañarè mucho.

Por un momento pensè en quemar la carta, pero ahora serìa lo ùnico que me atarìa a èl, asì que la guardè. Debìa seguir. Hay muchas cosas que deben ser arregladas y muchas otras cumplidas.

Ahora miro la casa con tristeza. Lo que alguna vez fue un intento por formar una familia y seguir una vida plena y tranquila se habìa esfumado en un instante. Guerra, gente que entra en tu corazòn y se va, gente nueva que viene. Què es la vida, si no un costante devenir de afectos, situaciones, problemas y oportunidades.

En ocasiones pienso que los humanos no son tan desafortunados como creemos. Despuès de todo, aunque tambièn viven con dificultades, pienso que han de vivir la vida con mucho màs pasiòn que seres inmortales como nosotros que, en ocasiones, no apreciamos verdaderamente esa vida eterna que tenemos para hacer cosas que en verdad valgan la pena.

Al menos, tengo a alguien que llena mi vida. Mina-chan. Ahora es lo ùnico que me da motivos para sonreìr. Y su madre... Su madre sòlo me provoca nostalgia y añoranza de tiempos mejores que sè nunca volveràn.

Estoy algo màs tranquilo ahora, sabiendo que Mina-chan estarà a salvo. Sòlo me preocupa lo que pase con su madre. Vino una tarde a buscarla, pero ya me habìa encargado de desaparecerla. Si estaba ahora con los Volturi, no me arriesgarìa a que pusiera su vida en peligro, asì que no le dije donde estaba.

Debo confesar que es misma tarde, el enojo que sentìa hacìa ella se quebrantò cuando me preguntò si serìa capaz de matarla si me lo pedìa. "Conocièndome", pensò que dirìa un inmediato sì, pero sòlo yo sabìa que no tendrìa la sangre tan frìa como para acabar con la vida de alguien tan importante para mi pequeña. Pero y si era necesario? Mucho me temo que tendrè que dejar sentimientos fuera del campo de batalla. Como debe ser.

Y si llegò a hacerlo... Sòlo espero que alguien me perdone...
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Mensaje por Shiraoka Takeshi Dom Mar 14, 2010 6:44 am

En el estudio de casa. Media noche.

La vida después de la guerra se compuso bastante. Ahora Mina estaba bien y creciendo aceleradamente, al igual que los pequeños de Mizhy. Y precisamente en mi pequeña y sus primos pienso cuando escribo esto.

Estuve presente cuando Mizhy dio a luz a sus hijos y desde entonces hay algo que no puedo quitarme de la mente. Hay detalles que he visto que me hacen pensar, reflexionar en asuntos no tan triviales respecto a la vida. A qué me refiero?

Pues bien. Me refiero a Johnny. John Báthory, mi sobrino. Había una extraña sensación de familiaridad con él desde que nació. No me explico bien a bien que es. Es tal vez, una corazonada. Al ver sus ojos, juraría el haberlo visto antes.

Pero no sólo es esa familiaridad lo que despierta mi inquietud. Lo he visto jugando con Mina y, debo decir que muchas de sus conductas me recuerdan a alguien... Sí, temo decirlo. Me recuerdan a John Connor. Acaso es posible que...? No, ni siquiera me atrevo a asegurarlo, pero puede ser una gran posibilidad. Qué pasaría si ese pequeño fuera en realidad John Connor reencarnado?

De primera mano, el sólo pensarlo me alegra, porque eso significaría una nueva oportunidad. Ahora nacido de una madre que lo quiere por sobre todo y con fuerza y aptitudes que de humano no poseía. Por otro lado, pienso que tal vez la sombra de su previa existencia pueda seguirlo hasta ésta. Espero que no y pueda tener una verdadera oportunidad de hacer una vida tranquila.

Pero hay algo más... La otra noche hablaba con Elizabeth de algo... bastante curioso. La fascinación de Mina por la sangre de Johnny. No lo pienso ahora en cuestión amorosa, ni mucho menos, pero recuerdo que cuando Mina era apenas bebé también disfrutaba de morder a John Connor. Será sólo una coincidencia? Quien sabe. Muchas de las cosas en esta vida no pasan por mera coincidencia.

Desde el punto de vista de Elizabeth, en el caso de Mina, hay algo más que sed. Beth cree que a Mina le atrae Johnny y que de alguna manera la sangre de él, la llama. Algo parecido a lo que sucede con Beth y yo. Más creo que es algo apresurado afirmar cualquier cosa, pues ambos son pequeños aún, no importando si sus mentes están más avanzadas. Las circunstancias definirán lo que pase. Es sólo cuestión de darnos cuenta. Por si acaso mantendré un ojo sobre ellos y sobretodo en Johnny. Creo que una charla con Mizh no estaría de más... Lo haré, sirve que confirmo algunas cosas...
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Mensaje por Shiraoka Takeshi Dom Mar 21, 2010 11:24 pm

1880 二月 火曜日
Un martes de febrero de 1880


Cinco años habían corrido desde aquel encuentro con la niña. Ningún rastro de ella en este lustro. Sin embargo, los ataques por parte de esa raza de licántropos especialmente salvaje continuaron. Muchos pueblos estaban aterrorizados, sin mencionar las ciudades. Ésto era una constante preocupación para el Emperador y nosotros, dentro de una élite especial del ejército, éramos los encargados de acabar con ésta amenaza.

Empezaba el anochecer. Mal signo para mis compañeros, pues no podían ver de noche y antorchas o lámparas no eran de mucha ayuda en parajes esecialmente oscuros. Para mi no era ningún problema. Podía ver perfectamente. Por lo regular, no viajábamos de noche. El atrevernos a hacerlo era sólo por emergencia o por la estúpida soberbia de quien nos comandara en el momento, pues estas criaturas preferían la noche para trasladarse de un lado a otro, sin mencionar que eran más fuertes, por la presencia de la luna. La estrategia era rastrear, encontrar su guarida y atacarlos de preferencia de día. Esa tarde no la olvidaría.

La tropa escogió un paraje semidespejado, lo único que inquietaba era la próximidad de un bosque que bien podía servir a nuestros enemigos para llegar hasta nosotros sin darnos cuenta rápidamente. Siendo el único no humanos entre la tropa, me sentía obligado a hacer un rondín para asegurar el lugar. Recuerdo que mi comandante insistía en acompañarme, pero le insté a que se quedara con los demás. Y así fue. Únicamente yo me interné en aquel cuerpo arbóreo con la intención de detectar cualquier anomalía que nos pusiera en riesgo.

Es cierto que siendo half no tenía la fuerza para hacer frente a semejantes criaturas, pero aún así era mucho más capaz que si mandaban a uno de mis compañeros. Siendo humanos, era como darles de comer en la boca a estas bestias.

Había una neblina baja, rozando el terreno. Se escurría entre los árboles y daba un aspecto tétrico al lugar; el aire se antojaba frío y un tanto húmedo. Los últimos rayos del sol se ocultaban tras los montes más próximos. Ya no tenía tanto riesgo de que me vieran brillar, literalmente. Aflojé el seguro del casco-máscara que portaba y lo retiré revolviendo mi cabello con la áspera superficie del guante de la armadura. No debía retirarlo, pero la aparente calma y soledad del lugar me habían otrogado la suficiente confianza para hacerlo. Caminé peinando con la mirada cada rincón, cada árbol, inclusive sus alturas. Pronto me di cuenta de que me había internado bastante en el bosque. Ya no escuchaba ruido alguno de mis compañeros. Sin embargo, ahora tenía la extraña sensación de ser vigilado.

Puse mi mano en la tsuka de una de las katanas al percibir un olor ya por demás conocido. Era uno de ellos y se acercaba más y más. Me moví a velocidad entre los árboles y de pronto la ví. Era una chica. Piel pálida, alta, posiblemente llegando a los 1.75 de estatura, de complexión no excesivamente delgada, más bien atlética. Pero lo que más resaltaba era el rojizo de su pelo. Inmediatamente aquel de encuentro de hace cinco años me asaltó la mente. Acaso era ella? Ahora ya no era una niña. Era menor, pero ya no una niña. Estaba quizás en sus 15 años.

Vi como empezó a olfatear el aire y de la nada gruñó a los árboles. Bueno, no de la nada, ella sabía de mi presencia. Mi aroma también era conocido para ella. Seguí moviéndome para confundir mi rastro y ella siguió su camino conmigo, vigilándola de cerca. Me di cuenta de que se acercaba cada vez más a donde mis compañeros estaban y, para mi descontento, entró en fase. La luna estaba en todo su apogeo. Suspiré. Esto no acabaría bien para alguno de los dos.

La vigilaba desde las alturas, se aproximaba a donde la tropa estaba. No la dejaría acercarse. Inyecté mis ojos de sangre y de un salto bajé a donde la loba estaba. Advirtió mi presencia y sin dudarlo, se lanzó hacia mí. Sus músculos mostraban la enorme potencia que poseían, pero como pensaba, la fuerza no era garantía de ganar un combate.

Di una vuelta hacia el frente y abajo, esquivando su embate de frente y desenvainando la katana, corté a todo lo largo de su cuerpo, mientras su cuerpo pasaba por encima de mi cabeza, desde el pecho hasta la parte baja del vientre. Un aullido de dolor se dejó escuchar y podía ver su sangre empezar a derramarse, toda vez que la herida empezaba a sanar, pero no tan rápido como hubiera esperado. Si estaba en lo correcto, esta loba tenía la fuerza pero pareciera que no la instrucción para combate. Acaso estaba sola? Eso no importaba, ahora era una amenaza y debía terminar con ella.

La batalla fue feroz y ella empezaba a desesperarse por no poder atraparme. Esquivaba embates, saliendo del paso de sus enormes garras y agachándome para evitar que sus fauces me arrancaran la cabeza. Pero también aprovechando que de vez en vez dejaba puntos vitales al descubierto, mi katana hacía lo propio. Tomó impulsó y de nuevo corrió hacia mí, estaba usando toda su potencia para sólo llegar y aplastarme de una vez, sin embargo, al acercarse, salí de su trayectoría dejando que todo su peso se fuera contra un árbol detrás mío. El madero, siendo no muy grande, no soportó tanta fuerza y sucumbió en medio de un estrepitoso ruido.

Inmediatamente me subpi a su lomo y levanté el brazo con katana en mano. Por unos segundos dudé acordándome de su pequeño rostro de aquel día. Pero ahora las cosas eran diferentes. Debía ser eliminada. Noté que mis compañeros habían dado cuenta del suceso y se acercaban al lugar. Les advertí con una mano que no lo hicieran y la loba empezaba a levantarse y sin pensarlo deje caer la navaja sobre su nuca.

Una bocanada de sangre salió de su ocico y con violencia sacudió su cuerpo para echarme abajo, cosa que no permití, agarrándome de su pelaje rojizo, ahora húmedo de apariencia más oscuro en algunas partes debido a la sangre que lo tenía. Saqué la katana y la undí una vez más sobre su nuca, provocando que la loba se echara. Ahora su respiración era jadeante, dificultosa. Debía ponerle fin, así que desenvainé la katana gemela y tomando la otra de su nuca, enmarqué su cuello con las navajas y usándolas como si fueran tijeras, acabé con su vida.

Mi rostro, mis manos estaban manchadas en su sangre. Esto era lo que hacía. A esto me dedicaba. No recuerdo bien, pero probablemente, fue el último licántropo al que había matado. Después de eso vendrían cambios. Cambios que me harían ser quien soy ahora. Tal vez, si algún día muero, y sólo como una muy remota probabilidad, me encuntre de nuevo con aquella chica... No sé que escribir... Para entonces, sólo seremos almas y nada más...
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Mensaje por Shiraoka Takeshi Vie Ago 06, 2010 6:27 am

1867 十月
Octubre de 1867


Aún puedo percibir su aroma en el aire. La delicada fragancia del jazmín provoca las más nostálgicas visiones de un pasado que ha quedado relegado a sólo un recuerdo. Esos tiempos no volverían y tampoco pretendía que fuera así, pero por más que te aferres al presente, en el fondo está el remanente de lo que alguna vez fue y la añoranza de lo que pudo haber sido.

Y digo bien. Pudo haber sido. Porque esta historia no tuvo un final feliz. Es más, ni siquiera tuvo un final, no para mí.

A mis dieciocho años, aún no tenía tanta experiencia en cuanto a mundo se refiere. Cierto, ya había pasado por lastimosos episodios de mi existencia y, aunque mucho extrañara lo que alguna vez tuve, eso llamado familia y el haber vivido buenos momentos, aquellos que llaman "felices"; en la vida siempre hay sorpresas o mejor dicho pruebas. Quizá es una manera de saber de que estás hecho o... una oportunidad de echar un vistazo a tus más oscuros sentimientos. Si uno sale bien de eso, te has fortalecido; si no es así  bueno... Es como tener una probada de infierno.

En ese entonces tenía sólo cinco años de estar en el ejército. Los días transcurrían entre duros entrenamientos, misiones y largas jornadas de vigilancia alrededor de las ciudades principales. Muy de vez en cuando teníamos algún espacio en el que pudiéramos despejar la mente y alegrar un poco el semblante. Después de mucho decir y planear, mis compañeros decidieron que esa noche sería para divertirse.

Nos dirigimos al Hanamachi por entre las concurridas calles de Kyoto. Es cierto que en esos años la vida era un poco más tranquila, pero la vida nocturna estaba siempre presente. Si bien, la sociedad era un tanto cerrada o como digo yo, hipócrita en cuanto a la “diversión”, no impedía que las chicas estuvieran a los lados de la acera, imitando a las prestigiadas geiko, para ofrecerte sus “servicios”; ya fuera sólo acompañarte por la noche, entretenerte o algo más. Uno que otro compañero apostó por algunas de estas mujeres, otros nos inclinamos por las verdaderas.

Hombres de negocios, empleados importantes del gobierno y algunos militares de alto rango eran los clientes más comunes de las geiko. También había algunos soldados como nosotros buscando sus habilidades para el entretenimiento.

Nos decidimos por una casa de té, una de las más prestigiadas en aquel entonces. Me sentía extraño entre tanta gente adinerada y de “clase”, pero también curioso pues por fin conocía algo del misterio que encerraba el mundo de esas mujeres bajo el maquillaje.

Pasamos a una sala solitaria, pues éramos varios y nos dijeron que estábamos de suerte pues una reunión que se sostendría en dicha habitación esa noche se había cancelado y las geiko estaban disponibles, en especial una maiko(aprendiz de geiko o geisha) que adquiría fama en esos tiempos. No dije nada pues mis compañeros parecían por demás complacidos por “la suerte”. Fuimos tratados con la cortesía característica que daban a todos los clientes, aunque no tan “mimados” como lo eran los ricos y poderosos. Con tener a la distinguida maiko era más que suficiente.

Dejaron en pequeñas mesas primeramente el té y los vasos necesarios y al poco tiempo aparecieron en escena dos geiko ya experimentadas que nos atendieron de inmediato, llenando los vasos con la ya bien sabida elegancia que las caracterizaba. Pero lo que vendría a continuación sería mucho más agradable. Apareció en escena una tercera geiko que se disponía a tocar el shamisen, nada espectacular, era lo acostumbrado y no por ello menos agradable; lo verdaderamente remarcable era la maiko que hacía acto de aparición, mostrando sus respetos arrodillándose e inclinándose con toda elegancia hacia los presentes, justo como lo habían hecho sus compañeras antes de atendernos.

Cuando los acordes que tocaba su compañera llenaban el recinto, empezaba a entender la fascinación por aquellas mujeres “prohibidas”. Había tal gracia y magia en todo lo que hacían, en como se movían, como vestían sus kimonos, hasta en la simple manera de lanzar una mirada… Quedé prendado de la belleza de aquella joven. No había visto algo más hermoso que ella en mucho tiempo. Era algo nuevo para mi, algo que me provocaba sentirme mejor. En esos momentos no sabía como explicarlo.

Un golpe en seco me sacó de mis pensamientos. Uno de mis compañeros se atrevió a golpearme directamente al rostro mientras yo estaba todavía en aquella casa de té. A él le dolió más que a mi, pues salía sangre de sus nudillos y me alejé un poco de él, teniendo en cuenta que no podría contenerme por mucho de ese aroma. El soldado decidió retirarse para atenderse la herida y yo fui reprendido verbalmente por mi comandante. Me lo merecía, estaba falto de concentración.

El más corpulento de nosotros decidió hacerme frente. Siempre fanfarroneaba que podía contra mí, pero la verdad es que la sonrisa en su rostro decía que sólo aprovechaba mi escasa participación en el entrenamiento para darme una “lección”. Intercambiamos  algunos golpes, mientras  los compañeros alrededor exclamaban entre silbidos y sandeces el apoyo al retador. No quería lastimarlo, siempre me lo advertía mi comandante en jefe, aunque no era excusa para no poder hacerlo sufrir con algunas caídas y llaves de castigo.

Precisamente ejecutaba una de ellas cuando todos percibieron las visitas que atravesaban por el jardín Imperial. La totalidad de mi cuerpo quedó inmóvil al verla de nuevo. Radiante, con ese rostro de sublime belleza que podría hacerme sucumbir de un momento a otro. Y el destino daba la sensación de estar escuchando mis pensamientos, pues en cuestión de segundos el hombre a quien suponía sometido se zafó de mi agarre, tirándome al suelo con su peso.

Lo miré enojado por atreverse a derribarme y entonces mi semblante desapareció al escuchar las risas de la maiko y su acompañante, divertidas por lo que pasaba. Inmediatamente, siguieron su curso hasta el palacio del Emperador. Mi comandante hizo el comentario de que era seguro que el juego de la subasta empezaba.

¿Subasta? Me preguntaba a que se refería y por la mente cruzó aquello que decían sobre como una maiko se convertía en una geiko. Se tomaba como cierto, pero otros decían era sólo un rumor.

Antes de que aquello se confirmara, no deje de buscar ocasiones para verla. Asistía cuanto podía a la casa de té y aunque no siempre pudiera tenerla frente a mí, el saber que se encontraba en el mismo lugar y verla de lejos, llenaba el corazón de esperanzas.

Con el tiempo, daba cuenta de que correspondía las miradas y llegó a aceptar algunos regalos que le hice. No eran precisamente lujos y sin embargo, jamás los regresó. Inclusive llegué a darme cuenta de que nunca dejaba de usar una peineta, regalo mío, llevándola aún más visible cuando era una ocasión especial o cuando sabía se encontraría conmigo.

No sabía que diablos me pasaba. Cada día que pasaba era una jornada llena reprimendas por parte de mi comandante, las cuales hacían menor efecto debido a que la carretilla que la llevaba y traía de su okiya (casa de geiko) al palacio pasaba cercana al lugar donde solíamos entrenar artes marciales.

Pero llegó ese día. En la ciudad no se hablaba de otra cosa. Había una gran pelea por la respetada maiko y yo sólo podía estar con una cara larga de saber que ella sería de otro, otro que quizá no la añoraría como yo lo hacía. Que no la amaría, aunque fuera en “silencio”, como lo hacía, ya que jamás le había confesado lo que sentía por ella.

Para mi fortuna, el Emperador no había entrado en la subasta. Las malas lenguas decían que la esposa principal lo tenía amenazado con tirarlo del poder si entraba en aquella subasta, así que, debió tenerlo por el cuello para rehusarse a hacerlo.

La sorpresa fue que mi comandante si lo había hecho. Estaba dentro y yo, yo tenía una gran furia en el corazón porque me sentía traicionado por él. Por quien consideraba como mi padre.

Mantenía una acalorada discusión con él en su despacho cuando  anunciaron la llegada de una geiko. Algo que no esperaba. Preguntó por mi nombre y no sabía si contestar, sólo miraba a mi comandante contrariado a la par que la geiko nos miraba a uno y otro como adivinando quien de los dos era. Mi señor respondió que yo era la persona que buscaba. Su mirada se posó sobre mí y una suave sonrisa suya me desarmó. Ahora quería tragarme todo aquello que le había dicho hace minutos y reconocer mi error, pero la geiko se limitó a anunciar rápidamente que yo era quien había “ganado” la subasta.

No lo entendía. Jamás había entrado en aquel juego. No tenía posibilidades, pero viendo a “mi padre”, supe lo que pasó.

Esa noche, en unos aposentos que no eran los míos, la tuve por fin sólo para mí. Y no me refiero únicamente a lo que debía pasar, la tuve frente a mí para confesarle por fin lo que en verdad sentía por ella. No importaba que fuera poco probable que esos sentimientos se realizasen, ella lo supo finalmente y yo di cuenta de que sentía lo mismo por mí. Al contrario de lo que ella hubiese pensado, esa noche no significaría la tortura de pasar a ser geiko por medio de un avaro que se jactase de haber sido dueño de su cuerpo. No. Se convertía en geiko por medio del hombre que siempre la veneró desde la oscuridad y que lo único que hacía resplandecer su existencia era el brillo de sus ojos reflejados en los suyos...

Continuará.


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Mensaje por Shiraoka Takeshi Miér Mar 23, 2011 7:32 am

1869 三月
Marzo de 1869


Midori nunca había sido rica. Su familia eran humildes agricultores de arroz al oeste de Kyoto en una pequeña aldea cerca de una montaña llamada Shiraga. Cuando era pequeña, ayudaba a sus padres en las faenas que su fuerza le permitiera para sembrar el arroz que les sacaba adelante. Llevaba una vida sencilla y feliz, a pesar de ciertas carencias. Su padre miraba con desprecio como algunos chiquillos se aprovechaban de otros para robar la comida o robarles cualquier objeto de valor que pudiera comprarla. Solía decirle que era preferible pasar hambre a tener el alma impura y encadenada a las culpas. Que no importaba cuán pobres fueran, lo que siempre tendrían, sería dignidad.

Pero el tiempo se encargó de doblegar los principios. Eso y que su familia creciera. Midori tuvo un hermano, el menor. Su hermano ayudó por un tiempo en el campo a su padre. Sin embargo, tiempo después la enfermedad cegaría la vida del segundo hombre de la casa.

Su padre envejeció y su madre trató de hacer el trabajo que su hijo desempeñaba, pero eventualmente no era lo mismo sin él. Al poco tiempo, su padre las dejaría solas para irse al otro mundo. Su madre estaba desesperada. Ya no quedaba comida y no podría sola con sus tierras y por si fuera poco, un terrateniente le acechaba para que le vendiera sus propiedades. En realidad, no eran del todo negociaciones amistosas. Siempre iba acompañado de sus fieles guardias para amedrentar y un buen día, se encargaron de ponerle punto final. Quemaron la modesta casa en que vivían, pero su madre, renuente a dejar lo que su esposo había dejado, se quedó dentro y murió calcinada.

"Nunca lo olvidaré.", me dijo una noche. Nunca se borraría de su memoria los gritos de dolor de su madre, ardiendo junto con la choza. Tampoco olvidaría la risa de satisfacción del maldito que se adueñaba de todo.

Abrazaba débilmente y sin esperanza su pequeño cuerpo, mientras veía su hogar arder. En una de sus manos, había una carta y una bolsa sucia con algunas monedas, era todo lo que tenía. No se explicaba como habían llegado a ese punto. Cómo de ser buenos y dignos, la vida se ensañaba de esa forma y aquellos que hacían el mal, vagaban por doquier sin arrepentimiento o castigo.

Lo que en ese momento importaba era encontrar donde vivir y sobretodo salir de ahí, donde no quedaba futuro. Tardó varios días y noches en llegar a Kyoto. Se movía en las carretas de los agricultores que se desplazaban a esa ciudad. Decían que ahí, había futuro para todo el que llegara. Sin embargo, la realidad era otra. Si bien era cierto que Kyoto no se parecía en nada a su humilde pueblo y que el lujo y bienestar se veía por doquier. Personas como ella, no tendrían jamás al alcance comodidades como las de los ricos, una casa como el palacio del emperador, un castillo de nobles o al menos la suficiente comida para nutrirse y crecer lo suficientemente fuerte para trabajar. En lugar de ello, pasó al menos un par de semanas con hambre y frío. Buscando un lugar donde resguardarse, que al final terminaba siendo una oscura esquina de callejón al lado de los burdeles de las zonas más bajas y peligrosas de la ciudad.

Era frecuente ver mujeres, ataviadas en kimonos que trataban inútilmente emular la belleza de los auténticos que vestían las Geiko. Y es que esas mujeres sólo ostentaban el título de prostitutas, que se entregaban a cualquier hombre por una buena cantidad. No había mucho de donde escoger, pues de los barrios elegantes, por donde los nobles pasaban, ya varias veces la habían echado. En esos momentos, esa esquina en vecindad con lo más bajo y repugnable era lo único que podía llamar "hogar".

Por las mañanas, salía a buscar algo que comer. Casi siempre trataban de apelar a la generosidad o más bien, lástima de las mujeres más pudientes que se encontraran en la calle. No daba para mucho, pero era algo. No alcanzaba para darse un banquete pero tampoco moría de hambre.

Por las noches, y sólo en ciertas fechas o cuando un evento era anunciado, subía al techo más próximo para ver desde la altura a las auténticas Geiko explayar sus encantos y habilidades en el arte para los muy ricos. A veces sólo escuchaba el shamisen sonar detrás de las paredes shoji de las casas de té. Dentro de esas paredes, el mundo cruel no parecía tener influencia. Las necesidades no existían y mucho menos los recuerdos de un pasado que preferiría borrar de su mente. Sólo un mundo flotante y de ensueño, lleno de elegancia y belleza podría asemejarse a lo que siempre habría querido para ella.

A la mañana siguiente y después de haber presenciado ese mundo con el que soñaba, paseaba por las calles recordando las sutiles danzas que las Geiko realizaban en sus presentaciones. Se había aprendido cada paso, cada sutileza que poco a poco la gente fue conociéndola por bailar en la calle para aquellos que a pesar de tener mejor situación económica que ella, nunca habían disfrutado del arte de esas misteriosas damas. Sólo podían admirarlas al verlas pasar en rumbo a donde se presentarían.

Una tarde, sus pequeños pasos regresaban a su "hogar", cargando entre sus manos algo de comida que, sería la cena de esa noche. Pero algo había diferente. Se sentía observada. Con algo de temor en la mirada, volteaba para ver si no estaba volviéndose loca y nada... Nadie se veía. Siguió caminando y en ese momento si escucho unos pasos. La estaban siguiendo. De inmediato corrió y pasó de largo el lugar donde vivía, con tal de desaparecer de quien la perseguía, pero siendo pequeña, no podía ir muy lejos de un adulto que tenía más alcance que ella.

Se sintió aprisionada por unos brazos que más dañarle parecían querer calmarla. Un susurro insistente le instaba a que callara los gritos que soltaba de puro temor a saber que le harían. Para su sorpresa, el "captor" la dejó caer al suelo y Midori confirmó que no se trataba de un hombre, sino de una mujer. Una mujer ya entrada en años, pero no anciana. Llevaba un kimono oscuro y algo ceñido al cuerpo. La mirada de la extraña sentía que la desnudaba de pies a cabeza. Observaba cada detalle de su figura.

"Espero que bailes mejor de lo que luces..." recuerda que le dijo ella y entonces se dio cuenta de quien era. Ya la había oído antes. En una okiya cercana a la casa de té que solía frecuentar. Esa noche, su vida cambió. Con suerte, ella sería parte de ese mundo con el que había soñado y no se equivocó.

Años después, ya siendo una mujer y Maiko respetada, la conocí cuando yo apenas me ganaba un lugar en el ejército. De inmediato mis compañeros me decían que soñaba, pues mujeres como esa no conocían jamás lo que era el amor, algo que empezaba a sentir por ella de solo verla. Ahora sé que, el amor no le era desconocido, únicamente, no había sido enseñada a demostrarlo. Y aún así, su rostro mostraba la belleza y dulzura más perfectas que hubiera visto en hasta entonces mi corta vida. Quizá sólo era un chico enamoradizo en aquel entonces. Pero ambos sabemos como terminó ese "enamoramiento". Se convirtió en el primer amor de mi vida.

Shizuka se convirtió en Geiko esa noche en que, como "legítimo" ganador de la subasta, se entregó a mi. Recuerdo que lucía temerosa, aún cuando nos hubiéramos visto tantas veces en los jardines del Emperador, aún cuando hubiéramos compartido uno que otro monosílabo al encontrarnos en la calle. Supongo que sólo hacía honor al nombre de Geiko que se le había conferido. Era reservada y silenciosa, pero no menos bella ante mis ojos.

Pero el amor podía con esas barreras y más, porque, cuando confesé lo que sentía por ella, Shizuka desaparecía para mostrarme a Midori. La verdadera mujer que había debajo de la máscara blanca de labios rojos. Siempre fue Midori la que me veía en los jardines durante el entrenamiento, la que se reía de mis tonterías y la que me besaba a escondidas cuando teníamos que despedirnos porque debía estar de regreso en la okiya. No se suponía que tuviera un hombre. Las Geiko no tenían derecho al amor y ella no sería la excepción, pues lo manteníamos en secreto.

Todo se veía claro. Veíamos un futuro juntos. Ella pensó muchas veces en dejar de ser lo que era y sinceramente yo pensé en dejar la milicia para vivir ese sueño con ella de no ser porque... el destino tenía otro designio.

Continuará...


Última edición por Shiraoka Takeshi el Mar Mar 29, 2011 4:41 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Shiraoka Takeshi Mar Mar 29, 2011 8:29 am

1868 十一月
Noviembre de 1868


Llevábamos más de un año de conocernos. Casi un año de que nos habíamos entregado por primera vez. Un año de que le había hecho saber que era todo para mí, por más inalcanzable que fuera.

Por lo regular, coincidíamos cuando visitaba el palacio del Emperador. Era una de sus favoritas, pero la relación no pasaba de ser meramente platónica, como la mayoría de las relaciones que las Geiko tenían con sus admiradores. Sin embargo, yo la miraba de otra manera. Con esa luz que se asoma por las pupilas y te delata irremediablemente.

Nos veíamos fuera de los muros de Palacio y casi siempre en breves paseos, hablando de cosas mundanas y disfrutando de algún jardín. Otras veces asistía a las casas de té donde sabía se presentaría. Al verme, solícita se aprestaba a atenderme casi con exclusividad. Detalle que no siempre veían del todo bien los demás clientes, pero que personalmente disfrutaba, pues la tenía cerca.

En poco tiempo habíamos compartido muchas cosas. Me contó como era que llegó a ser lo que era, sus humildes orígenes y la desgracia que terminó con su familia. Teníamos algunas penas en común. Ambos, siendo pequeños, tuvimos que sobrevivir en un mundo de lo más hostil soportando carencias, pero también ambos supimos como salir adelante a tener un lugar en el mundo, por mucho sacrificio que ello implicase.

Podía decirse que, éramos un libro abierto el uno para el otro. Había sinceridad a cada momento, en cada palabra y en cada gesto. Eso me agradaba y quizá era lo que más feliz me tenía. Esos momentos en su presencia ya eran de los más felices de mi vida. Pero... había algo que me hacía sentir mal.

Midori sabía lo que hacía. Estaba consciente de que debía ausentarme algunas ocasiones por misiones encomendadas. Contaba los días para el regreso y su imagen en mi mente me llevaba a que los viajes fueran menos lastimeros. Era como la musa de mi vida. Sin embargo, hasta ese entonces no había confesado algo. Ese algo no me hacía sentir bien, pues si en verdad había un sentimiento entre nosotros, lo mejor era que supiera todo de mi.

Pero... Cómo lo tomaría?

Quizá por un loco al principio, pero si le enseñase mi verdadera naturaleza lo creería. Muchas veces me había debatido contra mi mismo en si decírselo o no. Pero ese día me decidí.

Quedamos en vernos a la salida de una casa de té. Yo caminaba ansioso de un lado a otro, moviendo las riendas de mi caballo, cuando la miré salir. Le saludé tan cortés como siempre y en lo primero que se fijó era en mi caballo. Nunca lo había llevado conmigo en cualquiera de nuestras citas. Pero era una ocasión especial, así que le pedí me acompañara lejos de la ciudad. En un principio se negó, pues debía regresar a la Okiya, pero le insistí cordialmente, argumentando que era algo de suma importancia sobre mi.

Aceptó a regañadientes y me acompañó a las afueras de la ciudad. La notaba nerviosa, algo tensa. Acaso pensaba lo peor de mi? Y eso que aún no le decía la verdad. Llegamos a un claro, cerca de un río y con bastante vegetación a los alrededores. No sabía por donde empezar, pero le conté mi historia. Como había llegado a lo que era y como era que me había hecho fama de cazador... pues yo también lo era.

Su primera reacción fue una encantadora pero desalentadora risita. Inclusive se cubría medio rostro con el abanico para reírse con desfachatez. Pero no era una broma y para que me creyerá tuve que mostrarle mis colmillos y unos encendidos ojos rojos que clamaban sangre. Esa otra transformación, preferí no decir mucho de ello, pues en realidad no sabía casí.

El resultado no fue bueno. Intentó huir de mi y yo obviamente la alcancé y le pedí no tuviera miedo de mi. Nada malo le pasaría. También, le dije que mis sentimientos eran verdaderos hacia ella. No había oscuras intenciones. Al parecer trató de entenderlo y le acompañe de vuelta.

Después de eso, me evitaba. Al menos, una semana. No quizo saber nada, hasta que ella volvió a mi.

Continuará...
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