There's always a solution to your problems. (Althea)

Era el comienzo de un nuevo dia, desperté al lado de mi esposa feliz de que después de tantos problemas por fin pudieramos estar juntos. Besé su frente con cuidado de no despertarla, era muy temprano y ella aun no tenia que irse a la escuela. -Te amo- le susurré y me puse de pie para empezar el dia.

Salí de la casa con mi termo de café el maletín y mi saco en mano, el chofer ya me estaba esperando con la puerta del auto abierta asi que solo entré y esperé a que me llevara a la clinica. Al llegar Penélope, mi asistente personal, ya me estaba esperando con mensages de la junta de directivos, tenia reunion en la tarde con ellos. Suspiré y entré a mi consultorio, dejé las cosas y me preparé para recibir a mi primera paciente.

Becky, una niña de 7 años, que habia sido violada por su padrastro era una de mis pacientes favoritas. Quien la viera jamás hubiera pensado el gran trauma que la pequeña padecia, era muy alegre pero tan pronto se acercaba cualquier hombre esta se alteraba y era dificil calmarla. Me habia costado mucho trabajo hacer que perdiera su miedo, al menos conmi presencia y poco a poco fue abriendose en mis consultas. Hasta el dia de hoy llevabamos un gran avace tan solo le faltarian unas 4 o 5 sesiones más para terminar su tratamiento.

Cuando se fué Penélope me avisó que tenia un espacio libre, asi que me dediqué a hacer papeleo que tenia atrasado, eso si no se presentaba alguna paciente de improviso.

Revisé papel tras papel, cuantas y más cuentas, una factura que me había salido carísima aún cuando había almorzado en un restaurante mucho más barato que el mismo hotel, estaba pensando en mudarme. Bufé derrumbándome entre pilas abarrotadas de papeles sin importancia, en segundos los hice añicos y los eché a la papelera de la habitación. Me puse en pie echándome el cabello hacia atrás con desesperación, si no hubiera sido por Britney que me había prestado dinero, ya me hubieran echado. Y esta cuestión del psicólogo, el Dr. Lilmans me había dicho que se trasladaría por motivos personales, de modo que me dejó la dirección de un compañero de trabajo, un hombre de bastante confianza.

Llegué a la clínica que me habían indicado y tardé unos segundos en poder sentirme cómoda entrando allí. La ayuda psicológica inmediata reducía en 70% el daño psicológico pero yo no la había recibido y el shock había causado el efecto inverso. Mi propia mente había creado una especie de barrera; pretendiendo que nada había pasado durante muchos años. Todos mis recuerdos despertaron cuando capté el rastro de Alexander.

Me abracé a los folios que traía en brazos mientras hablaba con una señorita de nombre Penélope, me mordí el labio inferior con frustración mientras ella comunicaba con su jefe, participándole que una nueva chica de apellido Dalaras había venido a nombre del Doctor Lillmans. Luego de unos minutos me dejo pasar al consultorio y sin percatarme de nada fuera de lo normal dejé mi historial clínico en su escritorio. Entonces me llevé la sorpresa.

Penélope me avisó de un caso que mi amigo Lilmans me habia pasado. Le dije que hiciera pasar al paciente y una vez que entró a mi oficina levanté la vista y vi a la chica que me daba su expediente.

Su color de cabello me tomó por sorpresa pero nada fuera de lo común. Me puse de pie y la miré -Soy Frederic Roux, tu nuevo Psicologo- le ofrecí mi mano, seguro para lograr que ella no tuviese miedo y accediera fácilmente para compenzar con el tratamiento.

Tomé el expediente y lo acomodé en lo mas alto del bulto de papeles que tenia, lo revisaria, estudiaria el caso antes de poder tratarla.Pero por hora era importante crear un lazo de confianza, para que no se le fuera dificil abrirse y contar todo lo que le pasó.

Aquello estaba volviéndome loca, no literalmente, pero si me frustraba bastante que mi jefe se sentara conmigo a comer. No sé si es que quería coquetearme o simplemente le gustaba que comiera como una nigua, una clase de fetiche o algo por el estilo. Al principio, las atenciones habían sido realmente geniales pero luego se volvieron molestas, hasta el punto de rayar en lo incómodo. Y claro que una no podía ir por ahí diciendo "soy un jodido vampiro, no quiero comer esto. ¡Ni siquiera como! ¡Bebo!". Realmente era un alivio poder hablar de esto con alguien que entendiera lo que era ser un vampiro... Suspiré y sonreí con amabilidad, recordando lo que mi padre, Kevin Dalaras, siempre había dicho: Las lágrimas no arman mujeres, su sonrisa es su mejor arma. Le estreché mi mano aún cuando mi cuerpo se estremeciera ligeramente cada vez que me encontraba en contacto con algún hombre. Entonces me senté y crucé una pierna sobre otra al tiempo que me estiraba un poco la tela del los pantalones por mera ansiedad.
-Althea Kirsten Dalaras- me presenté como siempre lo hacía, sin omitir mi segundo nombre porque a papá le gustaba llamarme por ese-. Encantada de conocerlo, Dr. Frederic.
Y la consulta transcurrió con normalidad, aunque yo no estaba del todo convencida de qué era normalidad.

#Partida abandonada.