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Sans toi je ne peux pas vivre {Fic: Sin ti no puedo vivir} (Cap 6 fecha de la última actualización: 24/nov)
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Alexandra Dupont Baker
Alysson E. Jointer
Shana Nanther
Britney Dupont
Helene Harada
Caely E. Montesco
Alexander Dupont
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Twilight Moon :: Off Rol :: Galeria :: Fan Fiction
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Sans toi je ne peux pas vivre {Fic: Sin ti no puedo vivir} (Cap 6 fecha de la última actualización: 24/nov)
El amor es el símbolo de la eternidad, elimina todo sentido del tiempo, destruye todo recuerdo del principio y anula todo el temor de un final.L'amour est le symbole de l'éternité, élimine tout sens du temps, détruit toute mémoire du principe et annule toute la crainte d'une fin.
Esta es la historia de joven con sueños e ilusiones desgarradas, con un corazón herido que hallaba el amor necesario en los senos fraternales de la inconsciencia y en delirios de grandeza. Un joven que desde la más tierna infancia tenía todo cuanto pedía, dormía en sábanas de seda y lino, recibía la mejor educación de la época junto a su pequeña hermana, nunca la faltó nada o eso quería creer; sin embargo siempre hubo algo en él que defraudaba a sus mayores, a su padre, a su madre, a sus tíos. Quizás era su espíritu rebelde, su miedo por los espacios cerrados o su encanto magnético lo que le volvía potencialmente peligroso para la fama de Mickael, su padre. En su infancia siempre procuraba perfeccionar sus técnicas en todos los aspectos, siempre buscando la aceptación, siempre buscando el cariño que creía merecer; es su búsqueda aprendió a tocar el piano, la equitación, el esgrima, la literatura, el latín, el griego, el arte de manipular y la caza. No obstante todos sus intentos resultaron fallidos desde el momento en que, por defender a su hermana, desautorizó a su padre, y fue aquello lo que en principio le costó muchas torturas. Siempre había sido mujeriego, egoísta con su felicidad y arrogante con ciertos personajes... pero jamás había deseado el mal a nadie hasta ese momento... jamás había querido que aquello sucediera de tal modo. Y ahora que todo había acabado, que ni siquiera pretendía volver a recordar su vida como humano, no era capaz de recordar el más mínimo atisbo de humanidad: solamente era capaz de sentir por ella y por sí mismo pero en el proceso, también la había olvidado a ella, cegado por el deseo de sangre.
Dime con quién andas y te diré quién eres.Dis moi qui tu hantes, je te dirai qui tu es.
Las semanas corrieron rápidamente, uno de tantos días Alexander quedó con Fujiwara para beber algo de alcohol y divertirse con las chicas del la ciudad -cosa que Mickael De Point le tenía prohibido, al ser un joven de alcurnia no debía dejarse ver ebrio o coqueteando con jóvenes solteras- sin embargo le tendieron una trampa y fue encontrado por su padre con las manos en la masa. Aquella tarde, lo último que vio fue a Fujiwara, sonriendo tras las espaldas de su padre, sonriendo como un grandísimo hijo de puta; como si disfrutara de ver cómo los criados se llevaban a Alexander a rastras al interior de una carroza que le transportaría a la mansión y, tras esto, al calabozo de la misma. El moreno se arrellanó entre los cojines de seda, sabiendo que aún si lograba escapar tendría que volver o lo que es peor, le buscarían, el castigo sería mucho peor pero en aquel momento nada importaba. Él odiaba a Fujiwara, odiaba a los asiáticos y siempre los odiaría en adelante.
Antes de darse cuenta ya le obligaban a bajar de la carroza -¡Suéltame, negro inmundo!- exclamó, apartándose bruscamente-. Puedo ir solo. Unas grandes puertas de madera con relieves de acerco se abrieron ante él, le condujeron por los amplios pasillos de aquella mansión y cuando finalmente llegó, las escaleras le parecieron demasiado cortas. En el piso inferior se encontraba el Negro Kahir, llamado así por obvias razones, esperando para que el señorito De Pointe fuera llevado allí. Alexander tembló, tembló de miedo, de cólera, de rabia y de odio, les odiaba a todos, menos a Mae y a su señora madre. Pero a Mae la amaba y a su madre no, porque no podía amar a un ser que amase incondicionalmente a un hombre que maltrataba a sus hijos y que, además, les humillaba. Entonces le empujaron hasta llegar a una especie de sala de tortura, una mazmorra donde le desnudaban el torso y le ataban de manos y pies, guindándolo a una viga para que El Negro Kahir le azotara con el látigo.
Última edición por Alexander Dupont el Dom Nov 24, 2013 8:34 pm, editado 5 veces
Alexander Dupont- †Sweet Bastard†
- Mensajes : 803
Re: Sans toi je ne peux pas vivre {Fic: Sin ti no puedo vivir} (Cap 6 fecha de la última actualización: 24/nov)
Hermoso!! no hay mejores palabras para describirlo!! me encanta!!
Caely E. Montesco- Mensajes : 128
Re: Sans toi je ne peux pas vivre {Fic: Sin ti no puedo vivir} (Cap 6 fecha de la última actualización: 24/nov)
Like!
Me ha gustado!! Para cuándo el siguiente? :3
Me ha gustado!! Para cuándo el siguiente? :3
Helene Harada- Mensajes : 1216
Localización : Tokyo, Japan
Re: Sans toi je ne peux pas vivre {Fic: Sin ti no puedo vivir} (Cap 6 fecha de la última actualización: 24/nov)
¡Dentro de poco pero me gustaría que me comenten otros también !
Alexander Dupont- †Sweet Bastard†
- Mensajes : 803
Re: Sans toi je ne peux pas vivre {Fic: Sin ti no puedo vivir} (Cap 6 fecha de la última actualización: 24/nov)
No me gusta leer que maltratan a mi marido T_T se me encoje el corazon.
Ciela!!! omg lo ame :3 queremos mas!!
Ciela!!! omg lo ame :3 queremos mas!!
Britney Dupont- Mensajes : 350
Re: Sans toi je ne peux pas vivre {Fic: Sin ti no puedo vivir} (Cap 6 fecha de la última actualización: 24/nov)
Tenía yo sin ti mi corazón dormido, pensaba que jamás podría despertar y al escuchar tu voz, corriendo desperté y ha vuelto a mí el amor más fuerte aún que ayer.Depuis longtemps mon cœur, Etait à la retraite, Et ne pensait jamais devoir se réveiller, mais au son de ta voix j'ai relevé la tête et l'amour m'a repris avant que d'y penser.
Lo próximo en descubrir fue que estaba en su habitación y antes de darse cuenta, ya estaba del todo consciente. Percibió aquel típico olor a aloevera y un significativo ardor en la espalda, no había muerto desangrado o por alguna infección, Mae le había llevado un médico y él iba a estar bien. O eso era lo que a él le encantaba repetirse a sí mismo, que él iba a estar bien. Ella le había propuesto huir en ya varias ocasiones pero su temperamento, su orgullo y su ego, eran más grandes que su sentido de la razón. Él no iba a huir, él no iba a ser un cobarde: él no iba a dejar que aquel hombre ganara. Mientras estuviera vivo, viviría para molestar su existencia, para dejarle en ridículo sin importar cuantos azotes le costara. Intentó sentarse sin embargo las manos gélidas de su madre, tan ya conocidas, le detuvieron por lo que sencillamente se reclinó sobre las almohadas mas no le vio o hablo en todo lo que llevaba de aquel día; estaba sintiéndose demasiado indignado, demasiado traicionado. Se aferró a las sábanas a puño cerrado, con lo que a él le parecía ser todas sus fuerzas ¿pero qué tan fuerte puede estar un hombre que acababa de recibir ciento veinte azotes en la espalda? Contempló las grandes lámparas con arreglos en oro y cristal, como si esperara a que ella se fuese de allí para él poder sentirse a gusto. Entonces ella se retiró al comprender que su hijo no se iba a dignar a hablarle y ella estaba demasiado avergonzaba para pronunciar palabra, Alexander agradeció aquello pues nada le hubiera parecido más hipócrita que escuchar disculpas o lamentos. Aquellas formalidades siempre le habían parecido tan innecesarias.
Una hora más tarde entró Mae en su habitación con una jarra de metal llena de agua, unos vendajes, unos pañuelos y unas infusiones. Alexander entendió de inmediato sus intenciones y comenzó a desabrochar los botones de la camisa, tras lo cual se dio la vuelta sobre sí mismo para que ella pudiera maniobrar. Tomó aire, como si fuera su última bocanada de oxígeno, y apretó las nalgas en cuanto sintió el primer espasmo de dolor más no se atrevió a quejarse en ningún momento.
-Huyamos, Alexander- comentó ella, de forma tentativa.
-Ni lo pienses.
-No mereces esto.
-No merece ganar- respondió con aquella típica sequedad.
-Está ganando.
-Ganará en cuanto me...- sintió nuevos espasmos de dolor y un escalofrío que le obligó a apretar la mandíbula pero luego continúo, tanto más entrecortado-. subleve ante él.
Mae suspiró pesadamente, como si se tratara de un niño pequeño al que hay que educar para que no toque el fuego con el que se está quemando pero es demasiado terco y seguirá haciéndolo hasta el cansancio. Tras unos segundos Alexander no dijo nada pero disfrutó de la silente compañía, era como estar solo sin necesidad de estarlo y aquello le agradaba, lo suficiente como para no cambiarlo por escuchar o decir algunas tonterías que estaban de más. Un criado llamó a la puerta justamente en el momento que Mae terminó con el cambio de vendaje y se aproximó a esta para atender, sin embargo una expresión de enojo se dibujó en sus facciones.
-No desea verle, señor Fujiwara, márchese- dijo con firmeza pero en voz baja con intención de que Alexander no la escuchase, ahora mismo no debía alterarse de ningún modo por lo que Mae cerró la puerta en la cara del asiático, colocando el pasador, y volvió con Alexander, que ya se encontraba en la posición inicial. El pelinegro hizo acopio de sus fuerzas para alcanzar una copa llena de agua que había sobre la cómoda pero la fémina ya se había adelantado y ahora se disponía a sentarse con él nuevamente. Esta vez Alexander se recargó en su regazo, como un niño pequeño que busca protección en los senos maternales y aquella suavidad le parecía la más tierna de todas, la más idílica. ¡Le amaba! Solamente Dios sabía cuánto la amaba, cuánto la había amado siempre y cuánto le deseaba, no iba a dejar nunca que nadie le separara de ella porque ella era magnífica.
-Fujiwara se va la semana que viene, Alexander... Y padre dará una fiesta de despedida para él, al parecer los negocios han prosperado magníficamente. Confío en que no harás nada estúpido- dijo ella, de un momento a otro, mientras acariciaba la cabellera del moreno, que no perdía tiempo en acariciar sus muslos.
-¡Basta! No quiero saber de él, cuando llegué el momento lo sabre y hasta entonces no tengo intención ninguna de verle. No hables, no digas nada... sólo ámame.
-Ya te amo.
Y sin más que decir, ambos se abrazaron a los brazos candentes de la pasión.
Última edición por Alexander Dupont el Jue Nov 22, 2012 9:06 pm, editado 1 vez
Alexander Dupont- †Sweet Bastard†
- Mensajes : 803
Re: Sans toi je ne peux pas vivre {Fic: Sin ti no puedo vivir} (Cap 6 fecha de la última actualización: 24/nov)
Sigue si no quieres que te coma owo
Shana Nanther- Mensajes : 245
Localización : Donde menos lo esperes.
Re: Sans toi je ne peux pas vivre {Fic: Sin ti no puedo vivir} (Cap 6 fecha de la última actualización: 24/nov)
O_O sigue sigue quiero mas! ( sin albur e.e) XD
Britney Dupont- Mensajes : 350
Re: Sans toi je ne peux pas vivre {Fic: Sin ti no puedo vivir} (Cap 6 fecha de la última actualización: 24/nov)
¡Gracias por los comentarios! espero pronto estar posteando un nuevo capítulo.
Alexander Dupont- †Sweet Bastard†
- Mensajes : 803
Re: Sans toi je ne peux pas vivre {Fic: Sin ti no puedo vivir} (Cap 6 fecha de la última actualización: 24/nov)
A ver si nos entendemos, subes o te pateo ¬¬
Alysson E. Jointer- Mensajes : 64
Re: Sans toi je ne peux pas vivre {Fic: Sin ti no puedo vivir} (Cap 6 fecha de la última actualización: 24/nov)
Todos saben que las historias son imaginarias. Sabemos que no son verdaderas, inclusive cuando nos dicen verdades más importantes que las que podemos encontrar a nuestro alrededor.Chacun sait que les histoires sont imaginaires. Nous savons qu’elles ne sont pas vraies même quand elles nous disent des vérités plus importantes que celles que nous pouvons trouver ailleurs.
El domingo por la mañana Marcela Harley encomendó a su hijo la labor de organizar el salón de eventos durante el cual se daría la fiesta de reconocimiento y despedida. Genial, más atención para su asiático favorito, resopló frustrado causando que un mecho de su lacio cabello saltase hacia atrás . El salón resplandecía en losas de mármol blanco, crema y hueso, no existían ventanales ya que los arcos redondos de las grandes puertas únicamente conducían a otras instancias y a pequeños balcones. La luz resplandecía brillante sobre el suelo, cegando ligeramente a Alexander que coordinaba los movimientos de los criados para que limpiaran y dispusieran todo en su lugar. Otros tantos, se aseguraban de lustrar estatuas, limpiar espejos y guindar las velas que hicieran falta para las inmensas lámparas. Todo hubiera estado en orden, de no ser porque en ése preciso instante un criado nuevo, con unos 7 años de edad, había tropezado con otro que a su vez tumbó a Alexander. El pelinegro lanzó una sarta de insultos hacia ambos criados; el niño salió corriendo mientras sollozaba, el más grande se disculpaba reiteradamente hacia su amo inútilmente… Su cólera estallo cuando escuchó a su madre, Marcela, entrar en la instancia junto al asiático al que él había jurado la guerra. De un momento a otro se volvió, e inesperadamente ,le asestó un puñetazo, dejándolo en el suelo por la inconsciencia. Alexander abandonó la sala como alma que lleva el diablo hacia el salón principal, tirando con rabia un par de jarrones costosísimos al suelo.
Cuando llegó a su destino Mae se encontraba practicando al piano sin siquiera haber notado la presencia de su hermano hasta que de súbito éste cerró la tapa del piano, ahogando el sonido melódico de las teclas con un estridente chirrido. La pelirroja dio un respingo y le miró como quien no quiere enterarse de la cosa, le hizo una seña a su hermano para que se sentara a su lado en el banquillo y esperó impaciente. Éste se sentó a su lado con expresión consternada, sus piernas se movían en un golpeteo incesante de arriba abajo, si hubiera sido un vampiro en aquel entonces, con seguridad su talón hubiera perforado el suelo de mármol. Dudo en hablar pero finalmente lo hizo tras soltar un prologando suspiro.
-Necesito que me escondas, al menos hasta que comience la fiesta. Estoy ansioso por ver como ése… se va de una vez por todas….
-¿Qué sucedió?-preguntó la chica mirándole ahora con el ceño ligeramente fruncido.
-Lo golpeé- dijo él, como si fuera cosa de cada día.
-¡Oh!... Ahora mismo encontraré dónde- soltó una especie de suspiro y puso manos a la obra.
Esa misma tarde Mickael De Pointe estaba hecho una furia, si con su mirada hubiera podido matar ala gente habría ya absorbido miles de almas con las cuales poder divertirse mientras intentaba localizar a Alexander. ¿Dónde estaba aquel bribón? No tenía idea de dónde podría estar tras registrar todos los rincones de la casa, pero aquel inútil se iba a arrepentir tarde o temprano, como que su nombre era Mickael; si tan solo Fujiwara decidiera romper el contrato con la navería de los De Pointe…. Entonces un golpeteo se escuchó tras la puerta, el pelinegro recupero la cordura y observó a Fujiwara en compañía del negro de los azotes. Entonces una macabra idea pasó por su cabeza, sonrió malicioso observando al negro y le hizo un gesto para que pasara dentro con ellos.
-Fujiwara-san, entienda usted las hormonas revolucionadas de mi… hijo. Le pido mil disculpas, en compensación me encargaré de propinar un castigo severo a ése muchacho revoltoso. Aprenderá de una vez por todas quién manda bajo este techo. Él mismo- señaló al negro-, se asegurará de que así sea.
La plática continuó sin interrupciones, por lo que El Negro Kahir permaneció parado al lado de ambos señores a la espera de nuevas instrucciones. Cuando el asiático se hubo ido, tras hacer las pases con Dupont, Mickael desenfundo una daga con mango de acerco y una afilada punta. La tendió en dirección al hombre que abrió los ojos con desmesura como si temiese lo peor.
-Acaba con Alexander, es tu vida o la de él- le miró titubear y frunció el ceño-. ¿O es que tu también eres un inútil?
-No…no, mi amo. Yo… yo haré lo que usted ordene- entonces Kahir tomó la daga.
Entrada la noche Alexander salió de su escondrijo ya alistado para la gran despedida, su sonrisa triunfal no podía por menos expresar lo que sus palabras no. Estaba irradiante de felicidad, excitado por saber que su casa volvería a ser suya tras aquel suplicio y si no fuera por haber estado tan hilarante le hubiera molestado la cantidad de personas que había allí, mirándole fijamente como si se tratara de un fenómeno. Los adultos eran tan fisgones que le molestaba sobremanera rodearse de ellos, las jovencitas de su edad en cambio no parecían molestarse en absoluto por el contraste entre sus ojos, claros como un arroyo de nieve derretida, y su cabello negro azabache. No pasó mucho tiempo, en realidad no más de tres horas, desde que comenzara la fiesta cuando su padre se paró a mitad de la escalera que daba al piso superior y llamó la atención de los invitados golpeando una copa con una cucharilla. De ése modo propuso un brindis para celebrar las buenas noticias que suponía la partida de Fujiwara a Japón para el progreso de la escomía del Ducado. Los Dupont y sus allegados alzaron sus copas al unísono pero las cosas no pudieron ponerse más tensas cuando Mickael comenzó a hablar de Alexander.
-¡Ah! Mis queridos invitados, éste chiquillo miserable que responde al nombre Alexander no es más que un engendro mal nacido pero a pesar de todo he de compadecerme de él. El chico no sabe lo que hace, perdónenle, mis señores, si alguna vez os hace quedar mal como a mi...- la perorata continuó pero Alexander se había marchado ya.
Sentía una extraña presión en el pecho y los sentimientos de rabia, dolor e impotencia se agolparon punzantes como miles de agujas bajo sus parpados, sintió el escozor aumentar a cada vuelta que daban aquellas palabras por su mente. Miserable, compadecerse…. ¡Ja! Como si ése ser repugnante fuese capaz siquiera de sentir un atisbo de clemencia por alguien que no fuera él mismo. Una especie de gruñido salió de sus labios mientras su puño fuertemente cerrado delataba la adrenalina desatada. Necesitaba hacer algo, lo que fuera con tal de cobrarle aquello pero no podía dejarle ganar tan fácilmente. No iba a permitir que siguiera pisando su orgullo. Sintió cómo unos brazos cálidos le envolvían, cuidadosos de no abrir nuevamente las heridas de su espalda, no se volteó en ningún momento pero susurró algo inteligible.
-No digas nada- se adelantó a murmura Mae. Él la ciñó de la cintura llevándola al fondo de la oscura habitación, iluminada a penas por unas cuántas velas. Ella estaba allí, era su escape y justo lo que estaba necesitando en ése momento-. Alexand….
No había terminado si quiera de pronunciar su nombre cuando ya se encontraba atrapada por sus labios, hizo un ligero amago por tomar el control de la situación pero fue en vano, él le había ganado ya el terreno.
Pasadas las 3:00am el barco de Fujiwara había partido, la bruma se había apoderado por completo de las calles y dificultaba la visión; sin embargo Alexander siempre contra viento y marea con tal de obtener los resultados que más quería se había colado al puerto . Lo que no sabía el pelinegro era que El Negro Kahir le estaba siguiendo desde el preciso instante en que había salido del salón de baile. Esperando al momento oportuno para llevar a cabo su plan. Alexander observó absorto la estela del barco y sintió como si un gran peso sobre sus hombros se hubiera por fin disipado. Kahir se aproximaba a él con sigilo, preparado para apuñalarlo en cualquier momento. Entonces levanto la empuñadura en alto, dispuesto a dar la estocada que acabaría por fin con el mísero Alexander, y entonces ¡vio su reflejo! Casi automáticamente se volvió contra Kahir y logró apresarle la mano con la zurda mientras el filo de la daga pendía apenas a centímetros de su pecho. El negro intentó asestar un puñetazo en la cara de Alexander pero éste reaccionó con mayor rapidez y lo paró en seco, cerrando su diestra en torno al puño ajeno. De repente, fue como si una luz se hubiera encendido en el cuerpo del futuro duque; la adrenalina volvió a apoderarse de su cuerpo como si de un torbellino de fuerza se tratase. Lo que antes podía llamarse miedo se había perdido en la vorágine que ahora se apoderaba de él, subiendo impetuosa por su cuerpo, expandiéndose fría y letal. En ése momento nada más importaba, era su vida o la de él. Kahir forcejeó en un intento por liberarse de agarre; el impulso y las fuerzas en repulsión causaron que su afilada hoja se deslizara fácilmente sobre la piel del blanco, causando un profundo corte en su antebrazo. La daga saltó por el aire y de deslizó por el suelo hasta hundirse en el agua. Esto sin embargo no detuvo a ninguno de los dos; Alexander, que propinó un rodillazo en la boca del estómago a su asesino y salió disparado hacia la ciudad, y Kahir que no dejaba de seguirle el paso tras recuperarse del golpe. De Pointe dobló por un callejón a la izquierda, corriendo por las desoladas calles de Paris, reconociendo aquella en especial que conocía bastante bien; o será mejor decir que las prostitutas del burdel de Madame Claudette le conocían bastante bien. Logró alcanzar una botella tirada en el suelo y se escondió tras la pared de la esquina, aguardando…. Cuando Kahir se asomó le propinó un buen golpe en la nuca, con tal fuerza que la botella se partió bajo su mano. ¿Estaba inconsciente? No estaba del todo seguro pero no se iba a quedar de brazos cruzados mientras lo comprobaba. Se zumbó sobre él, con intención de empotrarlo contra el suelo, y en un arranque de furia golpeó incansablemente su rostro. Descargando toda la furia contenida por años.
Alexander paró cuando la respiración de Kahir se detuvo definitivamente. Entonces la adrenalina se disipó y sintió un dolor punzante, miró su brazo atónito. ¿En qué momento se había cortado? No lograba recordarlo. La sangre se había derramado con rapidez imperceptible gracias a la adrenalina. Hizo un último acopio de sus fuerzas y caminó tambaleante hacia el local. Finalmente sus ojos cerraron y su cuerpo cayó como peso muerto sobre la puerta del burdel..
Alexander Dupont- †Sweet Bastard†
- Mensajes : 803
Re: Sans toi je ne peux pas vivre {Fic: Sin ti no puedo vivir} (Cap 6 fecha de la última actualización: 24/nov)
Ok, definitivamente soy fan! increible la manera en que envuelves a los lectores. Sigue :3 quiero más *-*
P.d. te amo ciela! eres la mejor :3
P.d. te amo ciela! eres la mejor :3
Britney Dupont- Mensajes : 350
Re: Sans toi je ne peux pas vivre {Fic: Sin ti no puedo vivir} (Cap 6 fecha de la última actualización: 24/nov)
pues que puedo decir yo? sinceramente me encanta muero cada vez que subes algo nuevo es como si se tratara de un libro en el que quiero leer mas y mas. Es exactamente como me imaginaba todo eres genial.
Alexandra Dupont Baker- Mensajes : 234
Alexander Dupont- †Sweet Bastard†
- Mensajes : 803
Re: Sans toi je ne peux pas vivre {Fic: Sin ti no puedo vivir} (Cap 6 fecha de la última actualización: 24/nov)
esta muy bueno...
explica bastante la personalidad de don sexy- atormentado e irresistiblemente problematico que resulta alexito
me hace apreciarlo mas n.n
sigue o te muerdo!!!!!!!!!!
explica bastante la personalidad de don sexy- atormentado e irresistiblemente problematico que resulta alexito
me hace apreciarlo mas n.n
sigue o te muerdo!!!!!!!!!!
Zafrina- Mensajes : 332
Localización : en la selva
Re: Sans toi je ne peux pas vivre {Fic: Sin ti no puedo vivir} (Cap 6 fecha de la última actualización: 24/nov)
Yo sabía que Dios no estaba allí. Era un hombre en un trono en el cielo, así que era fácil de olvidar.Je savais que Dieu n'était pas là. C'était un homme sur un trône dans le ciel, donc il était facile d'oublier.
Cuando sus ojos se abrieron no fue capaz de reconocer el lugar donde estaba, no obstante aquellas manos gélidas y suaves que maniobraban en torno a su brazo le hicieron sonreír. De repente no había dolor ni preocupación alguna, no había nada que pudiera hacerle sentir infeliz en ése momento; era como si el mismísimo ángel de la guarda fuera quien le acunase en sus brazos. Allí estaba Rossette, una de las prostitutas más jóvenes en la casa de Madame Claudette -o la más vieja para el caso- y su única amiga. Aquella era la única mujer atractiva, joven y soltera con la que no se había acostado en todo el ducado y la verdad es que ni siquiera el mismo Alexander sabía porqué. A decir verdad se sentía atraída por ella gracias a una sencilla y quizás morbosa razón: Si había alguien en el mundo que se preciara de sentirse más desgraciado que Alexander, entonces esa sería Rossette. El joven De Pointe nunca había tenido que preguntar pero había una extraña desilusión en la mirada de la castaña que a Alexander le encantaba y ambos lo sabían; después de todo siempre había sido grato para él conocer a alguien que viviera con un tormento mayor al suyo pero a ella esto no parecía molestarle en absoluto.
-Todo va a estar, mi lord- Alexander escuchó hablar a Rossette aunque el sonido parecía lejano y distante. Estaba aturdido, verdaderamente aturdido. Soltó un balbuceo pero al parecer no fue lo suficientemente claro ni siquiera para sí mismo-. Lo vi todo desde la ventana pero tuve miedo de interferir...
Su voz sonaba arrepentida como si todo lo que había pasado hubiera sido su culpa pero lo más sorprende de todo, al menos para Alexander, era que no hubiese salido corriendo hasta ahora. Ella no parecía asustada en absoluto de estar cuidándolo y él no entendía porqué. Él era un asesino, había matado al hombre que ejecutaba sus castigos, lo había matado y lo había disfrutado. Lo que Alexander no sabía era que Rossette también era una asesina y una de las peores. Había nacido un siglo atrás al noreste de Rusia bajo el nombre de Roselynne Invanova, teniendo una vida plena y feliz hasta que a la edad de 17 años sobrevivió por desgracia a la mordida de un hijo de la luna. Tras destrozar su aldea por completo descubrió en lo que se había convertido, desde entonces huía de su pasado pero no parecía no aprender y terminaba matando a todos en cada luna llena. El dolor había embargado su corazón hacía tiempo atrás y pronto debía alejarse del ducado si no quería matar a su amigo. ¿Podría Rossette haber ayudado a Alexander antes de que saliera herido? Por supuesto que sí pero ¿y si la bestia se apoderaba de ella? ¿Y si le hacía más daño a Alexander del que había hecho ya su agresor? La bestia en su interior bramaba y gruñía demandando sangre pero ella no estaba dispuesta a dársela. No la de sus amigos, al menos.
-¿Quién era? Si es que puedo saberlo, Monsieur De Pointe- preguntó, aquel deje de inocencia que adornaba todos sus comentarios volvían frenético a Alexander pero estaba demasiado hundido en aquel sopor para responder con algunas de sus ocurrencia.
-Un esclavo sin importancia…- dijo en un murmullo. La espalda le dolía más que nunca pero su orgullo le impedía quejarse del dolor por lo tanto se limitó a corregir su posición.
-Resulta curioso que un esclavo sin importancia atacase sin ningún motivo a su amo- dijo. Su voz era tan suave que nadie podría tomarse un comentario suyo a mal, al contrario era una petición. Rossette quería que Alexander se abriera con ella y ella estaba dispuesta a escucharlo, lo supo cuanto se sentó a su lado de la cama atreviéndose a tomar su mano. Alexander la miró a los ojos por casi un minuto, unos ojos de un color gris inigualable como la nieve de arroyo derretida y por fin habló. Era la primera vez que hablaba de su impotencia, su odio o su dolor, era la primera vez que abrazaba a alguien que era Mae. La primera vez después de mucho tiempo que se sentía débil por hablar de esto que tanto le carcomía, como si hacerlo fuera un pecado inexpugnable.
Alexander pasó el resto de la mañana descansando en el burdel y había pagado a Madame Claudette por las horas que Rossette había permanecido con él. Volvió a casa en la noche para la hora de la cena pero llevó consigo un premio, envuelto en un saco de cuero. Al mover el gran portón de entrada todos le vieron como si estuvieran sorprendidos de verle de vuelta y él los miró a todos con cara de pocos amigos sin embargo el ambiente se sentía diferente… como si ellos supieran algo que Alexander no. La nodriza de Alexander salió de la habitación del pelinegro, descendió las escaleras y cruzó uno de los pasillos que daban al comedor pero se desvió en dirección al hall de entrada. La mujer llevaba en sus manos una gran caja llena con algunas pertenencias de Alexander -como si quisiera deshacerse de estas- pero al verlo cruzar el pasillo en dirección al comedor su cara se empapó de lágrimas por el júbilo. El pelinegro no entendía la razón de su llanto hasta que se asomó para revisar el contenido. Entonces Alexander lo comprendió todo. No necesitó nada más para saberlo. Sonrió a su nana lo mejor que pudo y besó su frente para que se tranquilizara pero no dijo más y continuó su camino. Su nana no era una negra lo que le permitía aquel trato cariñoso, era una mujer blanca que por desgracia había sido vendida como esclava por ser mestiza y lo mejor del caso: no tenía más que 28 años.
Cuando el moreno interrumpió la cena todo pareció detenerse, incluso el balanceo irregular de algunas llamas se detuvo. Marcela tragó el vino de su copa pero no se atrevió a bajarla y Mae se quedó inmóvil con un tenedor metido en la boca, como si esperara alguna especie de cataclismo. Los ojos de Alexander no parecieron mostrar ninguna emoción pero la pelirroja sabía que algo se estaba cociendo en la cabeza de su hermano. Su padre permaneció sereno hasta que Alexander arrojó algo sobre la mesa y su hermana se estremeció por lo que iba a suceder incluso antes de que sucediera. La bolsa de cuero rodó sobre la superficie caoba derribando copas del más fino cristal, cubiertos y algunos depósitos con salsas y aderezos para la comida. Las cabuyas que amarraban la bolsa de cuero se deshicieron prácticamente al instante y a centímetros de Mickael se descubría una masa amorfa apenas reconocible por los moretones, la sangre y la esencia a muerte. ¡Era la cabeza de Kahir! Para ése momento ya Mickael había comenzado a temblar y sus puños se cerraron con fuerza mientras su rostro pasaba del rojo al morado a falta del oxígeno. ¡Le iba a dar un infarto! Marcela se puso en pie y corrió a socorrerle con la ayuda de un par de esclavos, el hombre pugnó por ponerse en pie e hizo un gesto con el dedo señalando a su hijo.
-¡A él, inútiles! ¡A ÉL!- chilló el duque pero nadie se atrevió a acercarse a Alexander, todos temían.
Por primera vez sintió el respeto de sus esclavos cuando ninguno le puso la mano encima, en realidad temerosos por perder la vida volviéndose en contra de uno de sus patrones. Mickael gruñó viéndolos, desafiante. Los ojos del cabecilla De Pointe se habían salido de sus cuencas, su cara permanecía roja y un sudor frío impregnaba su rostro.
-Si no están dispuestos a castigarle, serán castigados ustedes- y por alguna extraña razón, incluso entonces se negaron a atacarle. El mayor notó la indisposición general de todos los esclavos presentes y les miraba desesperados-. ¿Es lo que quieren? Pues castigos tendrán, todos.
Y sin que nadie lo esperase se sacó la corre del pantalón y caminó hacia Alexander, sus ojos mostraban ira pero entonces cambió su rumbo y sonrió con malicia. Cogió a Mae del cabello y tiró de este hasta derribar a la fémina de la silla haciéndole caer al suelo; ella chillo al unísono con su madre, que comenzaba a llorar en silencio. Mickael estampó la correa contra la espalda de Mae una sola vez sin embargo no pudo hacerla una segunda porque Alexander retenía su mano con una fuerza que ni él mismo recordaba poseer. El joven pelinegro miró a Mae con pena, disculpándose por lo que su padre a había hecho y luego miró a Mickael a los ojos, que permanecía colérico. La mirada de Alexander era aún más desafiante que nunca pero ya no tenía miedo a nadie, ya no tenía miedo a nada que no fuera perder a Mae. Entonces susurró.
-Si vuelves a hacerle daño a Mae le diré a todos que tienes un hijo asesino. Mancharé tu apellido sin ningún remordimiento, maldeciré tu ascendencia y tu descendencia. Llenaré tu vida de verdadera vergüenza y serás recordado como un cobarde, que prefiere mandar a matar a su hijo que enfrentarse en un duelo a muerte con él porque sabe que va a perder, y como un traidor a la corona ¿o crees que no conozco tus tretas contra el rey?- miró a su padre que parecía a atónito por primera vez en muchos años y parecía demasiado aturdido para responder. Entonces Alexander seleccionó un par de esclavos y habló con una fuerte determinación-. De ahora en adelante tú me atarás y tú me azotarás pero me bajarán para llevarme a mi habitación y solamente mi hermana podrá ir a visitarme después. ¿Queda entendido?
Los esclavos dieron a entender que habían entendido, uno de estos le preguntó al patrón cuántas veces el señorito debía ser azotado pero el hombre -aún en shock- no respondió y dejó el comedor. Alexander respiró hondo, con fuerza, y se sintió menos tenso que nunca. Rossette había tenido razón, ahora que él se había encargado de Kahir podía enfrentar a su padre sin ningún problema. Entonces delegó a un par de sirvientas que se deshicieran de la cabeza y limpiaran el desastre. Luego se dirigió a Mae para confirmar que estuviera bien. Ya había dormido demasiado en la mañana, tampoco tenía hambre… así que fue a los establos para poder dar una cabalgata nocturna con su fiel compañera, una yegua pinta llamada Denfehlath.
Alexander Dupont- †Sweet Bastard†
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Re: Sans toi je ne peux pas vivre {Fic: Sin ti no puedo vivir} (Cap 6 fecha de la última actualización: 24/nov)
buen fic.
de todas formas no me gusta como se porta alex, pero esta bien hecho el fic
de todas formas no me gusta como se porta alex, pero esta bien hecho el fic
Matthew Baker- Mensajes : 333
Localización : En los brazos de Heather ;)
Re: Sans toi je ne peux pas vivre {Fic: Sin ti no puedo vivir} (Cap 6 fecha de la última actualización: 24/nov)
Pura envidia, Alexito es genial en todos los sentidos
Invitado- Invitado
Re: Sans toi je ne peux pas vivre {Fic: Sin ti no puedo vivir} (Cap 6 fecha de la última actualización: 24/nov)
ME ENCANTOOO *_* Alexander fue como que ALA MIERDA TODO! y se volvio cool.
Valerie Poxleitner- Mensajes : 26
Re: Sans toi je ne peux pas vivre {Fic: Sin ti no puedo vivir} (Cap 6 fecha de la última actualización: 24/nov)
Solo una palabra: Excelente :3
Britney Dupont- Mensajes : 350
Re: Sans toi je ne peux pas vivre {Fic: Sin ti no puedo vivir} (Cap 6 fecha de la última actualización: 24/nov)
Amenazas, sangre, azotes ... oye netho solo falta sexo sado , xD me encantooo
Neal Caffrey- Mensajes : 305
Re: Sans toi je ne peux pas vivre {Fic: Sin ti no puedo vivir} (Cap 6 fecha de la última actualización: 24/nov)
Azar es una palabra vacía de sentido, nada puede existir sin causa.Le hasard est un mot vide de sens, rien ne peut exister sans une cause.
Teniendo ya sus 18 años y en plena vigencia para representar su cargo, las cosas no parecían haber cambiado demasiado. Las torturas seguían siendo recurrentes excepto porque más allá del ser humillado ya no había dolor que hiciera sacudir a Alexander. Nunca más. Y fue por entonces que el moreno decidió hacer algo interesante de su vida uniéndose, pues, al servicio militar de Francia. Siendo él duque tenía los suficientes aliados para contrarrestar a sus enemigos y desde que Kahir se halló muerto su padre se había encargado de hacer fraude de todo aquello cuanto se hallase en la escena del crimen. De este modo Alexander y el honor de los De Pointe salieron ilesos, una vez más, antes de que cualquier tipo de chisme se corriera entres las sombrías calles parisinas. Por otro lado, había otras cosas que tampoco parecían cambiar. Alexander y Mae no parecían encontrar ningún fruto en el amor. ¿Sería alguno de ellos estéril? No había forma de saberlo pero a decir verdad, y muy secretamente, a Alexander le conmovía la idea de tener hijos... siempre que fueran hembras tan hermosas como Mae, claro. Mae seguía igual de enamorada de Alexander y él le correspondía a gusto pero esto desde luego no garantizaba fidelidad. De hecho ninguna mujer había sido capaz de domar al brío semental de Alexander, ninguna hasta aquel otoño cuando la prima Salomé Harley llegó, con su esposo Claude Garnier y su hija Berenice, a la gran propiedad De Pointe.
Berenice era una joven adorable de dieciséis años, cuya hermosura causaba deleite a cualquiera que se atreviera a verle a los ojos. Su cabello color ébano caía en sedosas cascadas sobre la piel desnuda de sus hombros y cubría con ellos su corpiño azul pastel; sus mirada de divinidad profunda era albergada en claros ojos avellanado, como si los topacios se hubieran fundido en la cuenca de sus ojos para darle aquel matiz magnífico. ¡Y de buenas fuentes, que era casta como la flor más pura de un rosal y jamás se había casado! ¡Berenice era magnífica! Así de hermosa la había visto él por primera vez. Ella no solamente estaba cargada de una ternura infinita sino una bondad abrazadora. Desde el momento en que llegó a París hizo una enorme diferencia. Nadie podría negar jamás una sonrisa a la belleza de Burdeos, pero de todas formas ¿quién en su sano juicio no habría amado a Berenice? No había mujer durante aquel otoño y el año consiguiente que llamara más la atención del pelinegro que la de su prima tan querida.
Alexander levantándose de la cama aquella mañana, habiendo trascurrido ya cinco meses desde que la prima Salomé se mudase con ellos tras ser exiliados de sus tierras, se asomó por la ventana. En el campo adyacente estaban su aya, su hermana y Berenice -pues él en su juicio jamás habría de llamarla prima- recogiendo las flores. La joven miró en torno y pudo conseguir un par precioso de ojos tan azules como el cielo que la miraban con fijeza, entonces ella desvió su mirada con la misma rapidez que sus mejillas se encendían en rojo. Una sonrisa triunfal de apoderó de Alexander aquel día que no se borró sino hasta mucho después, cuando su padre decidió humillarle frente a Berenice abofeteándolo por no traer suficientes faisanes tras la cacería. Aquella noche, más que ahogarse en frustración, se ahogó en odio del más puro. Aunque a la mañana siguiente le consoló saber que ella no estaba en absoluto avergonzada de él, sino que sentía más bien pena hacía su señor padre por recurrir a tan injusto trato. Berenice y Alexander quedaron aquella tarde para ir a pasear en las orillas del lago tras el almuerzo, de tal modo lo hicieron y al llegar al punto de encuentro Alexander ofreció su caballo para que ella montase. ¡Ah, dulce Berenice, cuya piel resultaba cremosa de un pálido exquisito; cuyo rostro de marfil parecía obra de la inspiración divina! El moreno recordó con disfrute la sensación que daba su mano gélida contra la propia, la calidez de Berenice parecía extenderse con dulzura sobre Alexander, envolviéndolo en un paraíso inigualable.
-Quisiera llevarle flores a mi lord por las mañanas, si así lo permite....- dijo con una voz suave mientras llevando dos manos a su cabellera para sacar de ella una preciosa azucena con fin de mostrársela-. Como estas, mi lord.
Alexander contuvo las manos de Berenice entre las suyas mientras observaba absorto. No fue la belleza de la flor lo que más le conmocionó sino el regocijo delirante de su corazón, pensando que tendría cerca de sí aunque fuere una mínima parte de su querida.
-Las flores que más gustes podrás llevar a mi habitación cuanto así lo desees, en tanto no entres los viernes, sábados ni domingos, pues hago de ella mi escondite personal.
Mickael se había cansado buscando nuevos métodos de tortura hasta que al final decidió que azotaría a su hijo cada fin de semana hiciere o no alguna cosa la cual valiera la pena reprochar. Alexander deseaba con su alma que ella no supiese nada -pues conociendo ya lo débil que había sido su corazón en la niñez no deseaba perturbarla- pero deseaba aún más poder disfrutar del aroma de Berenice en sus brazos. Tomando la flor de sus temblorosas manos de porcelana la envolvió entre él y su brazo diestro mientras acomodaba nuevamente en su cabello el arreglo floral. Y como si sus plegarias hubieran sido escuchadas, el caballo se removió nervioso y ella perdió el equilibrio a pesar de no ir siquiera a trote. Los brazos de Alexander la sujetaron con firmeza para evitarle un mal golpe y se adoró por sus exquisitos reflejos. Soltó un suspiro de felicidad mientras le abrazaba pero luego volvió a la realidad y se acomodó con Berenice en la silla de Fehl, usando como pretexto el que ella no volviese a caer. Su cintura era estrecha, suave pero firme, mucho más deliciosa de lo que él hubiera adivinado.
Un día de invierno como cualquier otro Alexander volvió de sus típicas cacerías aunque no había tenido mucha suerte en su empresa, pasó de largo entre las habitaciones contiguas y subió a su alcoba. Se quedó atónito de ver que su cuarto, a pesar de estar tan pulcro como los días anteriores, estaba incompleto. Desde hacía un mes Berenice llevaba flores al cuarto del moreno todos los días excepto los indicados por el mismo Alexander pero aquel era un lunes por la mañana y las azucenas del jueves se encontraban marchitas ya. Supo que algo iba mal por lo que bajó corriendo las escaleras, abriendo toda puerta cerrada que encontrase y entonces los vio a todos cerrados en un círculo alrededor de la cama. Temió lo peor y cuando se acercó, confirmó sus sospechas. Berenice estaba siendo ayudada por Mae y Marcela Harley para recostarse en su cama, Salomé sollozaba, Mickael daba órdenes a los esclavos para que bajaran la fiebre de Berenice y la asistieran en todo. Faltaba Claude, que justamente salía del baño, con el rostro furioso e irascible. Mickael había dando una orden a su hijo pero éste no la escuchó porque se encontraba ya a todo galope en dirección a la ciudad, buscando a alguien que pudiese curar a su Berenice.
Fehl cruzó una legua sin dificultad pero una tormenta había comenzado a azolar la región, la lluvia torrencial cayó estridente sobre el río que pronto creció. La yegua asustada, oliendo el peligro inminente que suponían las aguas intento virar pero un fuerte tirón de la rienda le encarriló nuevamente. El corcel se zumbó al agua que llegaba a las rodillas de Alexander y de un nuevo salto, tras dos metros recorridos, alcanzó la orilla de la cual hubiera resbalado de no ser por sus fuertes cascos. Tan fuertes como el latir incesante del corazón de Alexander quien ahora ahogado por el frío y los temblores gritaba con fuerza a la yegua mientras golpeaba con sus espuelas. Cuando llegó por fin a la ciudad arrastró consigo a un experto nuevamente hacia la mansión donde el sanador pudo estabilizar a Berenice aunque seguía un poco enferma y las yerbas curativas no eran del todo una gran utilidad, Alexander lo sabía. ¡Oh, su dulce Berenice! ¿Por qué había ella caído presa de infecciones siendo él quien azotado todos los fines de semana se exponía con tanta frecuencia a las infección? "¿Por qué ella y no yo, mi buen señor? ¿Por qué aquella de la sonrisa más dulce y los sueños más coloridos, y no éste desgraciado?" preguntó el moreno a quien fuera que estuviese en el cielo, mirándole, más no recibió respuesta. Y con las manos, en vista de que volvía el curandero, se enjugó las lágrimas.
-Se pondrá bien la señorita- dijo él, asegurando vendría al día siguiente para asegurarse de que estuviera recuperada de su fiebre.
Entonces las piernas de Alexander cedieron a la baja de Adrenalina y su cuerpo comenzó a tiritar en incontrolables espasmos. La piel se había vuelto tan gélida como pálida y sus dientes comenzaron a castañear. Bendita fuera el poder de su adrenalina, dándole la fuerza necesaria para tener consciencia hasta saber que su Berenice se encontraría estable para el alba. Ahora se aproximaba una figura a él, deslumbrado con la llama rojiza incluso sintió aquel calor tan familiar antes de desvanecer en una fría penumbra.
Berenice era una joven adorable de dieciséis años, cuya hermosura causaba deleite a cualquiera que se atreviera a verle a los ojos. Su cabello color ébano caía en sedosas cascadas sobre la piel desnuda de sus hombros y cubría con ellos su corpiño azul pastel; sus mirada de divinidad profunda era albergada en claros ojos avellanado, como si los topacios se hubieran fundido en la cuenca de sus ojos para darle aquel matiz magnífico. ¡Y de buenas fuentes, que era casta como la flor más pura de un rosal y jamás se había casado! ¡Berenice era magnífica! Así de hermosa la había visto él por primera vez. Ella no solamente estaba cargada de una ternura infinita sino una bondad abrazadora. Desde el momento en que llegó a París hizo una enorme diferencia. Nadie podría negar jamás una sonrisa a la belleza de Burdeos, pero de todas formas ¿quién en su sano juicio no habría amado a Berenice? No había mujer durante aquel otoño y el año consiguiente que llamara más la atención del pelinegro que la de su prima tan querida.
Alexander levantándose de la cama aquella mañana, habiendo trascurrido ya cinco meses desde que la prima Salomé se mudase con ellos tras ser exiliados de sus tierras, se asomó por la ventana. En el campo adyacente estaban su aya, su hermana y Berenice -pues él en su juicio jamás habría de llamarla prima- recogiendo las flores. La joven miró en torno y pudo conseguir un par precioso de ojos tan azules como el cielo que la miraban con fijeza, entonces ella desvió su mirada con la misma rapidez que sus mejillas se encendían en rojo. Una sonrisa triunfal de apoderó de Alexander aquel día que no se borró sino hasta mucho después, cuando su padre decidió humillarle frente a Berenice abofeteándolo por no traer suficientes faisanes tras la cacería. Aquella noche, más que ahogarse en frustración, se ahogó en odio del más puro. Aunque a la mañana siguiente le consoló saber que ella no estaba en absoluto avergonzada de él, sino que sentía más bien pena hacía su señor padre por recurrir a tan injusto trato. Berenice y Alexander quedaron aquella tarde para ir a pasear en las orillas del lago tras el almuerzo, de tal modo lo hicieron y al llegar al punto de encuentro Alexander ofreció su caballo para que ella montase. ¡Ah, dulce Berenice, cuya piel resultaba cremosa de un pálido exquisito; cuyo rostro de marfil parecía obra de la inspiración divina! El moreno recordó con disfrute la sensación que daba su mano gélida contra la propia, la calidez de Berenice parecía extenderse con dulzura sobre Alexander, envolviéndolo en un paraíso inigualable.
-Quisiera llevarle flores a mi lord por las mañanas, si así lo permite....- dijo con una voz suave mientras llevando dos manos a su cabellera para sacar de ella una preciosa azucena con fin de mostrársela-. Como estas, mi lord.
Alexander contuvo las manos de Berenice entre las suyas mientras observaba absorto. No fue la belleza de la flor lo que más le conmocionó sino el regocijo delirante de su corazón, pensando que tendría cerca de sí aunque fuere una mínima parte de su querida.
-Las flores que más gustes podrás llevar a mi habitación cuanto así lo desees, en tanto no entres los viernes, sábados ni domingos, pues hago de ella mi escondite personal.
Mickael se había cansado buscando nuevos métodos de tortura hasta que al final decidió que azotaría a su hijo cada fin de semana hiciere o no alguna cosa la cual valiera la pena reprochar. Alexander deseaba con su alma que ella no supiese nada -pues conociendo ya lo débil que había sido su corazón en la niñez no deseaba perturbarla- pero deseaba aún más poder disfrutar del aroma de Berenice en sus brazos. Tomando la flor de sus temblorosas manos de porcelana la envolvió entre él y su brazo diestro mientras acomodaba nuevamente en su cabello el arreglo floral. Y como si sus plegarias hubieran sido escuchadas, el caballo se removió nervioso y ella perdió el equilibrio a pesar de no ir siquiera a trote. Los brazos de Alexander la sujetaron con firmeza para evitarle un mal golpe y se adoró por sus exquisitos reflejos. Soltó un suspiro de felicidad mientras le abrazaba pero luego volvió a la realidad y se acomodó con Berenice en la silla de Fehl, usando como pretexto el que ella no volviese a caer. Su cintura era estrecha, suave pero firme, mucho más deliciosa de lo que él hubiera adivinado.
Un día de invierno como cualquier otro Alexander volvió de sus típicas cacerías aunque no había tenido mucha suerte en su empresa, pasó de largo entre las habitaciones contiguas y subió a su alcoba. Se quedó atónito de ver que su cuarto, a pesar de estar tan pulcro como los días anteriores, estaba incompleto. Desde hacía un mes Berenice llevaba flores al cuarto del moreno todos los días excepto los indicados por el mismo Alexander pero aquel era un lunes por la mañana y las azucenas del jueves se encontraban marchitas ya. Supo que algo iba mal por lo que bajó corriendo las escaleras, abriendo toda puerta cerrada que encontrase y entonces los vio a todos cerrados en un círculo alrededor de la cama. Temió lo peor y cuando se acercó, confirmó sus sospechas. Berenice estaba siendo ayudada por Mae y Marcela Harley para recostarse en su cama, Salomé sollozaba, Mickael daba órdenes a los esclavos para que bajaran la fiebre de Berenice y la asistieran en todo. Faltaba Claude, que justamente salía del baño, con el rostro furioso e irascible. Mickael había dando una orden a su hijo pero éste no la escuchó porque se encontraba ya a todo galope en dirección a la ciudad, buscando a alguien que pudiese curar a su Berenice.
Fehl cruzó una legua sin dificultad pero una tormenta había comenzado a azolar la región, la lluvia torrencial cayó estridente sobre el río que pronto creció. La yegua asustada, oliendo el peligro inminente que suponían las aguas intento virar pero un fuerte tirón de la rienda le encarriló nuevamente. El corcel se zumbó al agua que llegaba a las rodillas de Alexander y de un nuevo salto, tras dos metros recorridos, alcanzó la orilla de la cual hubiera resbalado de no ser por sus fuertes cascos. Tan fuertes como el latir incesante del corazón de Alexander quien ahora ahogado por el frío y los temblores gritaba con fuerza a la yegua mientras golpeaba con sus espuelas. Cuando llegó por fin a la ciudad arrastró consigo a un experto nuevamente hacia la mansión donde el sanador pudo estabilizar a Berenice aunque seguía un poco enferma y las yerbas curativas no eran del todo una gran utilidad, Alexander lo sabía. ¡Oh, su dulce Berenice! ¿Por qué había ella caído presa de infecciones siendo él quien azotado todos los fines de semana se exponía con tanta frecuencia a las infección? "¿Por qué ella y no yo, mi buen señor? ¿Por qué aquella de la sonrisa más dulce y los sueños más coloridos, y no éste desgraciado?" preguntó el moreno a quien fuera que estuviese en el cielo, mirándole, más no recibió respuesta. Y con las manos, en vista de que volvía el curandero, se enjugó las lágrimas.
-Se pondrá bien la señorita- dijo él, asegurando vendría al día siguiente para asegurarse de que estuviera recuperada de su fiebre.
Entonces las piernas de Alexander cedieron a la baja de Adrenalina y su cuerpo comenzó a tiritar en incontrolables espasmos. La piel se había vuelto tan gélida como pálida y sus dientes comenzaron a castañear. Bendita fuera el poder de su adrenalina, dándole la fuerza necesaria para tener consciencia hasta saber que su Berenice se encontraría estable para el alba. Ahora se aproximaba una figura a él, deslumbrado con la llama rojiza incluso sintió aquel calor tan familiar antes de desvanecer en una fría penumbra.
Última edición por Alexander Dupont el Dom Nov 24, 2013 9:53 am, editado 1 vez
Alexander Dupont- †Sweet Bastard†
- Mensajes : 803
Re: Sans toi je ne peux pas vivre {Fic: Sin ti no puedo vivir} (Cap 6 fecha de la última actualización: 24/nov)
muuuy bueno :3 en verdad eres increible en esto
Caely E. Montesco- Mensajes : 128
Re: Sans toi je ne peux pas vivre {Fic: Sin ti no puedo vivir} (Cap 6 fecha de la última actualización: 24/nov)
Jajaja gracias Caely :3
Alexander Dupont- †Sweet Bastard†
- Mensajes : 803
Re: Sans toi je ne peux pas vivre {Fic: Sin ti no puedo vivir} (Cap 6 fecha de la última actualización: 24/nov)
LOOOOOOOOOOOOVE IT!
Britney Dupont- Mensajes : 350
Página 1 de 2. • 1, 2
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