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¡Ojos, mirad por última vez! ¡Brazos, dad vuestro último abrazo! Y labios, puertas del aliento, ¡sellad con un beso un trato perpetuo con la ávida Muerte! (Alexander)
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Twilight Moon :: Europa :: Inglaterra :: Londres
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¡Ojos, mirad por última vez! ¡Brazos, dad vuestro último abrazo! Y labios, puertas del aliento, ¡sellad con un beso un trato perpetuo con la ávida Muerte! (Alexander)
En alguna ocasión la rubia había leído un par de libros en relación a la muerte, nada fuera de lo normal simplemente ideas de diferentes escritores. A pesar de que su trabajo consistía pasar el tiempo averiguando las causas de la muerte de las personas nunca se había detenido a pensar que podía morir en cualquier momento, no se lo reprochaba, después de todo miles de personas como ella nunca imaginaban cuando es que llegaría su muerte. Alrededor del mundo miles de vidas se iban extinguiendo, algunas con personas que sufrieran, otras solas en las calles, desde tener un accidente, ser asesinadas e incluso descubrir que tenían una enfermedad terminal… Después de todo la muerte es sólo un síntoma de que hubo vida, según Mario Benedetti.
{…}
Todo parecía ser ajeno a la dimensión donde ella se encontraba, todo era borroso y ningún ruido era detectado por su oído, tropezó un par de veces pero fue capaz de aferrarse a la pared, sintió como el aire había dejado de pasar a sus pulmones, ambas manos se soltaron de la pared para ser llevadas a su cuello intentando articular el mínimo ruido para pedir auxilio, su cuerpo caía al suelo como si se tratara de una muñeca arrojada. –¿Está bien? Señorita ¿Me escucha?- Todo era claro, ella por fin escuchaba los clásicos ruidos de un hospital e incluso el frio suelo que hacia contacto con la poca piel que llevaba al descubierto. –Voy a morir- Fue lo primero que pudo decir después de haber sido diagnosticada. Según los dos doctores que había visitado le quedaban tres semanas de vida, lo suficiente para despedirse de su familia ¿Acaso eran idiotas? Seguramente eso se lo decían todo el tiempo a sus pacientes. Por el pensamiento de la rubia pasaban mil cosas, ahora no podría tener una familia, una mascota llamada tobby, dejaría a todas las personas que amaba ¿Cómo es que se lo iba a decir a su madre? Tendría que hablar con los fuertes primero “seguro que eso sería lo más conveniente” pensó rápidamente.
Al pasar 48 horas la noticia ya había sido procesada y aceptada por la chica, era normal que al vivir con vampiros jamás se detuviera a pensar en alguna muerte. Ahora había aceptado su condición, no quería morir pero estaba resignada, estaba confundida acerca de que era lo mejor para su familia pero solo tenía algo en claro lo que consideraba mejor para ella, no quería convertirse en un vampiro. Mucho antes de que decidiera ir a estudiar había tenido la oportunidad de hablar con su padre Alexander acerca de la decisión de ser convertida, se había negado aunque muchas personas a su alrededor le indicaran que posiblemente sería lo mejor al vivir rodeada de vampiros, ella seguía negándose a esa vida aun y cuando estaba tan cerca de la muerte.
-Buzón de voz, puede dejar un mensaje después del tono…bip.-
-Papá… estem… dirás que soy muy sentimental pero te extraño, quisiera verte. Si aceptas mi invitación estaré en la cafetería de siempre… eso es todo, te amo- Termino la llamada y se limpio ambas mejillas que ahora estaban mojadas por sus lagrimas. El lugar de la reunión era pensado especialmente con estrategia para que al darle la noticia de su muerte su padre no se lanzara directo a su cuello con la intención de convertirla.
El momento había llegado, ella estaba sentada en una mesa que se encontraba en la terraza de la cafetería y había pedido un té verde para los nervios, ahora solo faltaba esperar que llegara su padre.
Al pasar 48 horas la noticia ya había sido procesada y aceptada por la chica, era normal que al vivir con vampiros jamás se detuviera a pensar en alguna muerte. Ahora había aceptado su condición, no quería morir pero estaba resignada, estaba confundida acerca de que era lo mejor para su familia pero solo tenía algo en claro lo que consideraba mejor para ella, no quería convertirse en un vampiro. Mucho antes de que decidiera ir a estudiar había tenido la oportunidad de hablar con su padre Alexander acerca de la decisión de ser convertida, se había negado aunque muchas personas a su alrededor le indicaran que posiblemente sería lo mejor al vivir rodeada de vampiros, ella seguía negándose a esa vida aun y cuando estaba tan cerca de la muerte.
-Buzón de voz, puede dejar un mensaje después del tono…bip.-
-Papá… estem… dirás que soy muy sentimental pero te extraño, quisiera verte. Si aceptas mi invitación estaré en la cafetería de siempre… eso es todo, te amo- Termino la llamada y se limpio ambas mejillas que ahora estaban mojadas por sus lagrimas. El lugar de la reunión era pensado especialmente con estrategia para que al darle la noticia de su muerte su padre no se lanzara directo a su cuello con la intención de convertirla.
El momento había llegado, ella estaba sentada en una mesa que se encontraba en la terraza de la cafetería y había pedido un té verde para los nervios, ahora solo faltaba esperar que llegara su padre.
Alexandra Dupont Baker- Mensajes : 234
Re: ¡Ojos, mirad por última vez! ¡Brazos, dad vuestro último abrazo! Y labios, puertas del aliento, ¡sellad con un beso un trato perpetuo con la ávida Muerte! (Alexander)
¿Qué era la muerte? Nada más que un sueño irreal para los que viven del cálido elixir de la inmortalidad. ¿Se podía culpar a sí mismo o a Mae por ello? A decir verdad no, él no era el culpable de la maldición a la que le habían condenado de por vida aunque la verdadera pregunta estaba allí, latente y apuntando a una verdad poco convincente ¿realmente disfrutaba de ello? ¿realmente en ningún momento se había arrepentido de tomar esa decisión? ¿No? La vida como humano había sido sucia, miserable y vergonzosa; la muerte se había ceñido sobre él hacía tanto tiempo, tantos años.... pero la muerte le había dado todo. Le había dado poder, riqueza, juventud e inmortalidad. La muerte se había convertido en su aliada y en su amante, la encontrabas todos los días: la encontraba en el pulso agonizante de la prostituta colmillera que se entregaba por un par de punzadas en sus zonas sensibles, la encontraba en los gritos agónicos de algún miserable. La encontraba para volver de vuelta a la vida en cada orgasmo que daba y recibía. No, él no se arrepentía de nada, jamás. Ni siquiera en aquellos momentos más duros, en los que creyó que llegaría a perder todo; había vivido al máximo y eso era lo único importante. Lo que no imaginó nunca era que la muerte, y especialmente la de un ser querido, llegara tan pronto. Durante siglos asesinó a tantas personas de formas tan inimaginables que ni siquiera en su mórbida imaginación terminaba de acostumbrarse a la idea. Pero el no acostumbrarse solamente hacía que cada muerte fuera más creativa y excitante. Pero ahora nada había que hacer al respecto, nada que él pudiera manejar a su antojo para acelerar o ralentizar. Necesitaría echar rienda suelta a sus planes muy pronto, en cuanto supiera la noticia.
Alexander se encontraba en la oficina, firmando contratos con disqueras y autorizando entrevistas cuando Alexandra lo llamó. Había estado más temprano en una importante reunión con su amada esposa donde había puesto el silenciador al móvil y olvidó quitárselo. Nada extraño considerando su memoria pragmática. A la hora del descanso salió de su trance, se puso en pie con una resma entera de contratos y autorizaciones mientras tomaba la puerta la izquierda que conectaba con la secretaría. Cuando entró ella estaba saliendo ya por la puerta principal pero la detuvo unos segundos, suficientes para dejar instrucciones.
-Inno, envía esto a sus pertinentes remitentes en cuanto vuelvas, llama a Chernikova y avísame si hay algún inconveniente con ella. No ha estado asistiendo a las grabaciones.
Innocence asintió y Alexander salió por la puerta principal con ella, abrazándola de la cintura. A pesar de ser la hija a la que más veía no podría decirse que pasaban tiempo de calidad en absoluto por lo que aquellos pequeños momentos en los que podía abrazarla o besarle eran muy preciados para él. Estaba orgulloso de su pequeño monstruo y aquello en lo que se había convertido, era como una pequeña mini él pero más sexy. Al despedirse en las dobles puertas del Aries C. A. emprendió su marcha al punto de encuentro.
Llegó a su destino tras revisar su móvil. Supo inmediatamente que algo pasaba pues incluso durante el mensaje había sido capaz de sentir unas notas más agudas que otras como si estuviera conteniendo el llanto o la emoción. Sin embargo la paranoia de Alexander le llevó a pensar lo peor, algo malo estaba pasando y él quería saber de que se trataba. Cuando se sentó su semblante estaba ausente, su instinto animal pedía ayuda a gritos pues sabía que algo no estaba como tenía que estar. No estaba seguro de si era un ligero cambio en su olor, las hormonas que la rubia expedía o el color rojizo de sus ojos.
-¿Has estado drogándote?- preguntó de la nada sin ninguna antelación, sin siquiera saludar o darle un beso en la mejilla como haría cualquier otro día-. ¿Qué va mal, pequeña?
Alexander se encontraba en la oficina, firmando contratos con disqueras y autorizando entrevistas cuando Alexandra lo llamó. Había estado más temprano en una importante reunión con su amada esposa donde había puesto el silenciador al móvil y olvidó quitárselo. Nada extraño considerando su memoria pragmática. A la hora del descanso salió de su trance, se puso en pie con una resma entera de contratos y autorizaciones mientras tomaba la puerta la izquierda que conectaba con la secretaría. Cuando entró ella estaba saliendo ya por la puerta principal pero la detuvo unos segundos, suficientes para dejar instrucciones.
-Inno, envía esto a sus pertinentes remitentes en cuanto vuelvas, llama a Chernikova y avísame si hay algún inconveniente con ella. No ha estado asistiendo a las grabaciones.
Innocence asintió y Alexander salió por la puerta principal con ella, abrazándola de la cintura. A pesar de ser la hija a la que más veía no podría decirse que pasaban tiempo de calidad en absoluto por lo que aquellos pequeños momentos en los que podía abrazarla o besarle eran muy preciados para él. Estaba orgulloso de su pequeño monstruo y aquello en lo que se había convertido, era como una pequeña mini él pero más sexy. Al despedirse en las dobles puertas del Aries C. A. emprendió su marcha al punto de encuentro.
Llegó a su destino tras revisar su móvil. Supo inmediatamente que algo pasaba pues incluso durante el mensaje había sido capaz de sentir unas notas más agudas que otras como si estuviera conteniendo el llanto o la emoción. Sin embargo la paranoia de Alexander le llevó a pensar lo peor, algo malo estaba pasando y él quería saber de que se trataba. Cuando se sentó su semblante estaba ausente, su instinto animal pedía ayuda a gritos pues sabía que algo no estaba como tenía que estar. No estaba seguro de si era un ligero cambio en su olor, las hormonas que la rubia expedía o el color rojizo de sus ojos.
-¿Has estado drogándote?- preguntó de la nada sin ninguna antelación, sin siquiera saludar o darle un beso en la mejilla como haría cualquier otro día-. ¿Qué va mal, pequeña?
Alexander Dupont- †Sweet Bastard†
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Re: ¡Ojos, mirad por última vez! ¡Brazos, dad vuestro último abrazo! Y labios, puertas del aliento, ¡sellad con un beso un trato perpetuo con la ávida Muerte! (Alexander)
Su mirada se quedo perdida, no sabía que pensar, ni que decir… no sabía si su padre se enojaría, si sonreiría, si diría alguna cosa de las que acostumbraba a decir para restarle importancia a algo. Estaba aterrada y no se creía lo suficiente fuerte para enfrentarse con su padre ella sola, ¿Qué diablos había pensado al citarlo sin la ayuda de su madre?. Nadie podía culparla de ser un gatito indefenso que era incapaz de defenderse sola, Heather la había convertido en una inútil para eso. Se puso de pie de golpe como si pensara abandonar el lugar corriendo a la máxima velocidad que sus piernas podían permitírselo. En su giro para emprender su huida se encontró con su padre que se acercaba a ella, disimuladamente se sentó de nuevo esperando que él no hubiese notado que ella estaba a punto de dejarlo plantado. Mordió su mejilla interiormente y maldijo un poco por atreverse a darle la noticia primero a su padre. –Eh, no, no me drogo.- Cada parte de su cuerpo estaba nervioso que sentía que las palabras salían todas al mismo tiempo impidiendo así hablar claramente. Tomo un poco de aire como si sus pulmones no pudieran retener el oxigeno e intento tranquilizarse para poder explicarle a su padre el motivo por el cual le había llamado. –Pasa que…- Puso amabas manos en sus mejillas y las froto un poco como si intentara con eso facilitar la búsqueda de las palabras con las que le diría a su padre que estaba a punto de morir ¿pero acaso había las palabras adecuadas para decirle a un padre que su hija morirá? Estaba segura que no existían así que tenía que recurrir a lo clásico. Antes que la rubia pudiera hablar y dar una explicación la mesera llego para tomar la orden de su padre, pero estaba tan sumergida en sus pensamientos que ignoro lo que él pidió o dijo para que la mesera se alejara, solo logro identificar que ella se alejaba así que decidió proseguir. –Hace un par de meses he tenido unos dolores de cabeza que he confundido con cansancio por la universidad, después creí que se trataba de alguna migraña o incluso presión por mi nuevo trabajo.- tomo una servilleta y la empezaba a doblar mientras hablaba, estaba nerviosa y no podía ver a su padre a los ojos, prefería distraerse con algo para que sus nervios no terminaran por traicionarla. –Decidí acudir al médico porque el medicamento no me estaba funcionando, el me sometió a unos estudios que arrojaron un diagnostico y no me lo creí… acudí a otro médico y llego al mismo diagnostico.- Remojo sus labios y por primera vez decidió que lo mejor era que lo viera a los ojos –Es un tumor maligno en un área del cerebro en la que no se puede acceder, no hay operación, cura o tratamiento que retarde su crecimiento, no hay cosa que retarde mi muerte.- Estaba ahí viendo a su padre a los ojos, por primera vez no sentía miedo, se sentía tranquila y sabia que no había cosa peor que pudiera pasar. Una lagrima a una velocidad rápida cayo de su ojo izquierdo por su mejilla, pero nada más, ya había llorado lo suficiente… ahora se había quedado sin lagrimas.
Alexandra Dupont Baker- Mensajes : 234
Re: ¡Ojos, mirad por última vez! ¡Brazos, dad vuestro último abrazo! Y labios, puertas del aliento, ¡sellad con un beso un trato perpetuo con la ávida Muerte! (Alexander)
Las pulsaciones constantes y disonantes del corazón ajeno comenzaban a convertirse en un tamborileo molesto, Alexander tomó una honda respiración al tiempo que llevaba una mano a su rostro contraído por la tensión, comenzó acariciar su tabique como si aquello compensara su ansiedad. Cerrando los ojos dejó que la tensión abandonara su cuerpo pétreo, mientras descartaba las drogas confirmó la teoría del llanto. No se necesitaba ser un genio para saber lo que aquellas palabras, dichas en labios de una humana no tan miserable la cuál era digna de recibir los dones oscuros, significaba. Alexander permaneció en un silencio sepulcral mientras sus hombros se relajaban a pesar de la noticia, un dedo se deslizó por su labio. Cualquiera hubiera dicho que estaba sopesando la información, que estaba en Shock, o que incluso ni siquiera había caído en cuenta de la gravedad en la noticia. Sin embargo, el que lo conocía, salía que estaba planeando. ¿Y que planeaba? Pues muy sencillo, aquel tiempo durante el cual pasaría una romántica velada con su hija, convirtiéndola en un vampiro.
Alexander se puso en pie, dejando sus cosas a un lado, acercó a la rubia mientras sus ojos amorosos y paternales se posaban sobre los de ella. Un movimiento bastó para tomarla suavemente del mentón y levantar su rostro inmaculado.
-Esto, cariño, es una promesa del cambio- musitó, y en menos de un segundo estaba dando un casto beso a los labios de su hija. Un beso que le conduciría a la muerte inmortal-. Papá no dejará que te vayas….
Alexander dejó que su dedo pulgar se deslizara por la mejilla ajena para secar aquella lágrima solitaria, el moreno no iba a perder a su bebé, desde luego que no. Y si Alexandra creía que su padre iba a rendirse tan fácilmente como ella, quizás debía replantearse el llamarlo papá, ya que la cabecilla de los Dupont jamás se rendía. Su sonrisa se ensanchó cálidamente ahora abrazando el menudo y cálido cuerpo a pesar de su reacción. ¿Qué podía hacer un padre en su situación? ¿Dejarla morir? ¿Así sin siquiera luchar porque sobreponerse a la muerte? No, claro que no. Pobre Alexander ¿qué sería de él si perdía a uno de sus queridos hijos? Aquello no era más que una excusa perfecta para convertirla en una princesa de la oscuridad.
Alexander miró en torno a él, evaluando las posibilidades y antes de que alguien o la misma Alexandra pudieran notarlo, ya estaba corriendo con la chica en brazos, a rápida velocidad humana mientras las personas se sorprendían al ver la escena. Dobló hacia un callejón con Alexandra en brazos y, cuando supo que nadie era capaz de verlo, dio una zancada que cubrió unos 40 metros en dirección vertical. Soltó una grave carcajada antes de caer suavemente sobre sus pies en la azotea del edificio y echarse a correr a una velocidad sobre humana.
Alexander se puso en pie, dejando sus cosas a un lado, acercó a la rubia mientras sus ojos amorosos y paternales se posaban sobre los de ella. Un movimiento bastó para tomarla suavemente del mentón y levantar su rostro inmaculado.
-Esto, cariño, es una promesa del cambio- musitó, y en menos de un segundo estaba dando un casto beso a los labios de su hija. Un beso que le conduciría a la muerte inmortal-. Papá no dejará que te vayas….
Alexander dejó que su dedo pulgar se deslizara por la mejilla ajena para secar aquella lágrima solitaria, el moreno no iba a perder a su bebé, desde luego que no. Y si Alexandra creía que su padre iba a rendirse tan fácilmente como ella, quizás debía replantearse el llamarlo papá, ya que la cabecilla de los Dupont jamás se rendía. Su sonrisa se ensanchó cálidamente ahora abrazando el menudo y cálido cuerpo a pesar de su reacción. ¿Qué podía hacer un padre en su situación? ¿Dejarla morir? ¿Así sin siquiera luchar porque sobreponerse a la muerte? No, claro que no. Pobre Alexander ¿qué sería de él si perdía a uno de sus queridos hijos? Aquello no era más que una excusa perfecta para convertirla en una princesa de la oscuridad.
Alexander miró en torno a él, evaluando las posibilidades y antes de que alguien o la misma Alexandra pudieran notarlo, ya estaba corriendo con la chica en brazos, a rápida velocidad humana mientras las personas se sorprendían al ver la escena. Dobló hacia un callejón con Alexandra en brazos y, cuando supo que nadie era capaz de verlo, dio una zancada que cubrió unos 40 metros en dirección vertical. Soltó una grave carcajada antes de caer suavemente sobre sus pies en la azotea del edificio y echarse a correr a una velocidad sobre humana.
Alexander Dupont- †Sweet Bastard†
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Re: ¡Ojos, mirad por última vez! ¡Brazos, dad vuestro último abrazo! Y labios, puertas del aliento, ¡sellad con un beso un trato perpetuo con la ávida Muerte! (Alexander)
Desde que había sido diagnosticada había empezado a sentir las nauseas, los dolores de cabeza eran más frecuentes y de mayor intensidad, ahora no podía sostener el bisturí sin que su mano temblara como cual paciente con Parkinson así que había tenido que pedir sus vacaciones antes de tiempo. La rubia estaba pasando por el infierno y tenía que hacerlo sola, no estaba dispuesta a que su madre sufriera y temía a la reacción de su padre, no era un momento fácil para ella pero aun así estaba dispuesta a seguir actuando frente a sus seres queridos.
El tiempo se detuvo justo cuando ella había terminado de darle la noticia a su padre, no sabía la forma en que él iba a reaccionar solo esperaba que no le arrancara la cabeza de todo los presentes. Habían pasado unos segundo que para ella habían sido minutos, su padre parecía estar en shock solo que ella estaba segura que él jamás estaba en ese estado, nada lo sorprendía. El contacto de Alexander la hizo estremecerse, su mano carecía de temperatura, era casi como estar siendo tocada por un cadáver pero de una forma más atractiva y pasional. Cerro sus ojos un momento, como si intentara descansar la vista, aspiro aquel aroma que conocía a la perfección, era una combinación de cuero con tabaco y menta, exquisito y atrayente. Los labios de su padre rozaron los de ella con un beso fugaz, no había entendido lo que él había querido decir pero su segundo comentario la hizo caer en cuenta de lo que estaba queriendo decir. Sus ojos se abrieron con brusquedad y dedicaron una mirada de terror, no quería que su padre la transformara, no quería vivir eternamente, no quería beber sangre humana ni mucho menos matar a alguien. Un simple parpadeo provoco que no se diera cuenta de lo que estaba pasando, pero su padre la había tomado en brazos y se alejaba del lugar. –Pa…pa…-Susurro mientras apretaba los ojos. -¿A dónde vamos?.- Abrazaba por el cuello a su padre aun y cuando sabia que él no la soltaría por ningún motivo.
El tiempo se detuvo justo cuando ella había terminado de darle la noticia a su padre, no sabía la forma en que él iba a reaccionar solo esperaba que no le arrancara la cabeza de todo los presentes. Habían pasado unos segundo que para ella habían sido minutos, su padre parecía estar en shock solo que ella estaba segura que él jamás estaba en ese estado, nada lo sorprendía. El contacto de Alexander la hizo estremecerse, su mano carecía de temperatura, era casi como estar siendo tocada por un cadáver pero de una forma más atractiva y pasional. Cerro sus ojos un momento, como si intentara descansar la vista, aspiro aquel aroma que conocía a la perfección, era una combinación de cuero con tabaco y menta, exquisito y atrayente. Los labios de su padre rozaron los de ella con un beso fugaz, no había entendido lo que él había querido decir pero su segundo comentario la hizo caer en cuenta de lo que estaba queriendo decir. Sus ojos se abrieron con brusquedad y dedicaron una mirada de terror, no quería que su padre la transformara, no quería vivir eternamente, no quería beber sangre humana ni mucho menos matar a alguien. Un simple parpadeo provoco que no se diera cuenta de lo que estaba pasando, pero su padre la había tomado en brazos y se alejaba del lugar. –Pa…pa…-Susurro mientras apretaba los ojos. -¿A dónde vamos?.- Abrazaba por el cuello a su padre aun y cuando sabia que él no la soltaría por ningún motivo.
Alexandra Dupont Baker- Mensajes : 234
Re: ¡Ojos, mirad por última vez! ¡Brazos, dad vuestro último abrazo! Y labios, puertas del aliento, ¡sellad con un beso un trato perpetuo con la ávida Muerte! (Alexander)
Alexander se sentía regocijado ante la perfecta y muy placentera noticia. Como buen padre había reaccionado al respecto de la manera en que él lo había considerado mejor: algunos hubieran llorado, otros habrían aparentado fortaleza para luego derrumbarse pero él. Nah, él no era de esos padres que se ponían a chillar, él actuaba de forma inmediata y sin miramientos. Mickael había sido un padre horrible pero le había enseñado a erguirse sin la ayuda de nadie, nunca había necesitado de otras personas para seguir adelante e incluso ahora ante las debilidades del amor él no se dejaría arrastrar por nada ni nadie. Él había crecido con la única misión de ser un pilar, fuerte e indestructible, para demostrarle a su padre que él valía y ahora Mickael ardía seguramente en el infierno. ¿Qué diría su madre su lo viera? Pero su madre no importaba, ahora su labor era la de complacer a Lilith. ¿Y quién era él sin la madre de todos los vampiros? Nada, polvo sería; habría muerto atormentado por la muerte de su Berenice. Y ahora la muerte era su amiga. Nada prolongaría de nuevo lo inevitable.
-¡A la guarida, serás recibida por Lilith y por todos nosotros, sus hijos!
Recorrió dos kilómetros a velocidad vampírica y antes de que ella pudiera siquiera darse cuenta que se habían movido estaba allí, entrando por la ventana abierta a la suite VIP donde había convertido a esa otra mujer cuyo nombre ya no recordaba. En esta ocasión no perdió en tiempo, no había nada que lo detuviera, lanzó a Alexandra sobre la cama y se tiro sobre ella con las facciones crispadas por la sed y encajó sus colmillos fuertemente en aquel cuello. La drenaría hasta que su corazón estuviera a punto de acallarse y cuando ocurriera tal cosa se mordería la muñeca para que bebiera de su sangre en un rito inmortal.
-¡A la guarida, serás recibida por Lilith y por todos nosotros, sus hijos!
Recorrió dos kilómetros a velocidad vampírica y antes de que ella pudiera siquiera darse cuenta que se habían movido estaba allí, entrando por la ventana abierta a la suite VIP donde había convertido a esa otra mujer cuyo nombre ya no recordaba. En esta ocasión no perdió en tiempo, no había nada que lo detuviera, lanzó a Alexandra sobre la cama y se tiro sobre ella con las facciones crispadas por la sed y encajó sus colmillos fuertemente en aquel cuello. La drenaría hasta que su corazón estuviera a punto de acallarse y cuando ocurriera tal cosa se mordería la muñeca para que bebiera de su sangre en un rito inmortal.
Alexander Dupont- †Sweet Bastard†
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Re: ¡Ojos, mirad por última vez! ¡Brazos, dad vuestro último abrazo! Y labios, puertas del aliento, ¡sellad con un beso un trato perpetuo con la ávida Muerte! (Alexander)
Había pasado su vida rodeada de vampiros y aun cuando se había enterado de lo que era su familia jamás había tenido miedo como lo estaba teniendo en los últimos minutos de su vida. Quería hablar, quería gritar, pero por más que lo intentaba no lograba ni balbucear, en un movimiento rápido dejo de estar en los brazos de su padre y ahora caía entre las suaves sabanas de una cama, intento apoyar el peso de su cuerpo sobre sus codos pero antes de lograrlo su padre en un movimiento ágil estaba sobre ella, su rostro se había transformado, era como ver el rostro de un monstruo, un monstruo que era su padre y que había prometido nunca lastimarla. En un microsegundo cientos y millones de receptores al dolor se concentraron en el cuello de la rubia, un grito profundo describió un poco de lo que estaba sintiendo, sus ojos se abrían a su máxima capacidad y se dilataban. Tenía terror, no era capaz de concebir lo que estaba ocurriendo, solo quería escapar, se retorcía e intentaba zafarse de aquella fuerza sobre humana, pero conforme pasaban los segundos su cuerpo se sentía cada vez más pesado, se sentía débil, sus ojos se cerraban lentamente y por más que ella quisiera abrirlos no era capaz de lograrlo. Los latidos de su corazón disminuían al igual que su frecuencia respiratoria, su padre la estaba matando más rápido que el tumor pero más lento de lo que ella hubiera preferido. Sus ojos se cerraron por completo, no había vuelta atrás, su padre no tenía tiempo ya para arrepentirse.
La vida de la rubia se estaba desvaneciendo, su cuerpo estaba perdiendo temperatura rápidamente y ella estaba completamente inconsciente. Todo lo que estaba pasando había influido directamente para que el cerebro de la chica la confundiera al introducirla en una alucinación.
Todo estaba oscuro, su vista era defectuosa, solo podía reconocer la neblina y unas tantas figuras religiosas, sabía donde se encontraba: un cementerio. A la distancia estaba Sasha su hermana muerta, ella se encontraba sentada sobre una lapida y la veía con una sonrisa de burla. -¿Qué hacemos aquí?- Sasha amplio aun mas su sonrisa, como si disfrutara la situación. –Estas muriendo- Alexa se alejo unos pasos de su hermana como si deseara desaparecer de ese lugar y como si eso fuese suficiente para que lo que la otra decía fuera mentira. –Sé lo que piensas y no, no miento. Esa persona en la cual confiabas ciegamente te está matando y no hay nada que puedas hacer al respecto.- Dio un salto y camino hacia ella. Alexandra retrocedió al ver que ella se acercaba, dos pasos bastaron para que su cuerpo chocara con una gran lapida de mármol, se giro muy asustada dándose cuenta de que su nombre estaba en aquella lapida, era su lapida…
La vida de la rubia se estaba desvaneciendo, su cuerpo estaba perdiendo temperatura rápidamente y ella estaba completamente inconsciente. Todo lo que estaba pasando había influido directamente para que el cerebro de la chica la confundiera al introducirla en una alucinación.
Todo estaba oscuro, su vista era defectuosa, solo podía reconocer la neblina y unas tantas figuras religiosas, sabía donde se encontraba: un cementerio. A la distancia estaba Sasha su hermana muerta, ella se encontraba sentada sobre una lapida y la veía con una sonrisa de burla. -¿Qué hacemos aquí?- Sasha amplio aun mas su sonrisa, como si disfrutara la situación. –Estas muriendo- Alexa se alejo unos pasos de su hermana como si deseara desaparecer de ese lugar y como si eso fuese suficiente para que lo que la otra decía fuera mentira. –Sé lo que piensas y no, no miento. Esa persona en la cual confiabas ciegamente te está matando y no hay nada que puedas hacer al respecto.- Dio un salto y camino hacia ella. Alexandra retrocedió al ver que ella se acercaba, dos pasos bastaron para que su cuerpo chocara con una gran lapida de mármol, se giro muy asustada dándose cuenta de que su nombre estaba en aquella lapida, era su lapida…
Alexandra Dupont Baker- Mensajes : 234
Re: ¡Ojos, mirad por última vez! ¡Brazos, dad vuestro último abrazo! Y labios, puertas del aliento, ¡sellad con un beso un trato perpetuo con la ávida Muerte! (Alexander)
Alexander se detuvo un segundo al escuchar su grito, él la acuno paternal mente y luego su mente indujo placer sobre la consciencia de Alexandra: de ése modo la agonía sería amena, desprovista de cualquier dolor innecesario. Ella estaba inquieta lo que acumulaba la sangre como un puñal, corriendo frenética a sus fauces sin saber que la calma era la respuesta para la vida que se esfumaba de su cuerpo. El pulso se redujo a un golpeteo lento y casi mudo, solo entonces se detuvo. Alexander mordió su muñeca y la aplastó chorreante contra los labios semi abiertos de la rubia, la miró con determinación inclinando su cabeza para que el elixir inmortal fluyera a través de sus venas en la inconsciencia.
Las horas pasaban casi con pesadez. A la mañana siguiente Alexander estaba sediento pero no se fue de la habitación. Comenzaba a sentirse impaciente. Él sabía que todo iba bien, podía sentir su sangre hacer prodigios en la piel cremosa e inmaculada de la fémina, endureciéndola y blanqueándola con el tinte de los hijos de Lilith. Desde hacía horas sentía como su pulso a pesar de haber disminuido aún se escuchaba por debajo de lo que los humanos llamaban silencio. Ella no estaba muerta y pronto despertaría.
Sentía la plena excitación de la muerte corriendo como un cálido efluvio a través de sus venas hasta convergir en su entrepierna. Alexander estaba excitado… no sexualmente excitado sino homicidamente excitado, era natural en el que la efervescencia natural de un cuerpo entrando en fase le llevara a tales niveles de placer. Nunca antes había presenciado un nacimiento, si te acercaba aunque fuera un poco podías sentirlo vibrando como un motor, ronroneando ante la expectativa de presenciar cada ápice de la transformación. Sería dolorosa, se sentiría morir abrazada por la llamas, con suerte su compulsión le ahorraría el llanto, pero valdría la pena cuando todo el dolor terminaría. Él le enseñaría todo lo necesario para ser un vampiro; su dulce progenie. ¡Ah, no podía aguardar para verla despertar!
Las horas requeridas transcurrieron, habían pasado unos tres o cuatro días desde la última vez que ambos vieron la luz del sol. Para entonces había tratado con un comerciante del mundo espiritual y se había asegurado de tener un amuleto protector para su hija. Se sentó a su lado en la cama, acariciando su brazo.
Sabía que él podía oírla y sentirla del mismo modo que él había escuchado los movimientos ansiosos de Mae durante su transformación. Para esas alturas ya habría aprendido a reconocer sus pasos pausados, sigilosos pero firmes y determinados... Alexander deslizó el anillo a través de su dedo, estaba seguro de ya haberle dado un amuleto pero nunca estaba de más tener otro, sólo por si las cosas se ponían feas. Sentía nervios… estaba seguro de que una nueva Alexandra tan fuerte como él sería un reto de controlar, sobretodo a la hora de alimentarla pero no por nada era un vampiro con una reputación bien ganada.
El mayor trajo la pequeña mano a sus labios, ahora no sentían como una llama sino tibios. Ella notaría también, ya su piel no sería gélida a su tacto ni dura como una roca, ahora eran iguales. La besó suavemente, acariciando la piel con su mejilla y entonces el corazón de Alexandra por fin se detuvo. Alexander se volvió hacia ella, con los ojos de un padre que ve nacer a su hijo por primera vez, quería abrazarla y apretarla fuertemente para darle la bienvenida pero ahora ella descubriría su fuerza descontrolada. Ella entendería por fin porque ellos no pestañeaban o respiraban con naturalidad.
-Sólo estás desorientada, todo va estar bien- la consoló, esperando que la luz de la bombilla brillando en 8 colores no la deslumbrara. Las primeras veces acostumbrándose a la luz siempre eran dolorosas.
Las horas pasaban casi con pesadez. A la mañana siguiente Alexander estaba sediento pero no se fue de la habitación. Comenzaba a sentirse impaciente. Él sabía que todo iba bien, podía sentir su sangre hacer prodigios en la piel cremosa e inmaculada de la fémina, endureciéndola y blanqueándola con el tinte de los hijos de Lilith. Desde hacía horas sentía como su pulso a pesar de haber disminuido aún se escuchaba por debajo de lo que los humanos llamaban silencio. Ella no estaba muerta y pronto despertaría.
Sentía la plena excitación de la muerte corriendo como un cálido efluvio a través de sus venas hasta convergir en su entrepierna. Alexander estaba excitado… no sexualmente excitado sino homicidamente excitado, era natural en el que la efervescencia natural de un cuerpo entrando en fase le llevara a tales niveles de placer. Nunca antes había presenciado un nacimiento, si te acercaba aunque fuera un poco podías sentirlo vibrando como un motor, ronroneando ante la expectativa de presenciar cada ápice de la transformación. Sería dolorosa, se sentiría morir abrazada por la llamas, con suerte su compulsión le ahorraría el llanto, pero valdría la pena cuando todo el dolor terminaría. Él le enseñaría todo lo necesario para ser un vampiro; su dulce progenie. ¡Ah, no podía aguardar para verla despertar!
Las horas requeridas transcurrieron, habían pasado unos tres o cuatro días desde la última vez que ambos vieron la luz del sol. Para entonces había tratado con un comerciante del mundo espiritual y se había asegurado de tener un amuleto protector para su hija. Se sentó a su lado en la cama, acariciando su brazo.
Sabía que él podía oírla y sentirla del mismo modo que él había escuchado los movimientos ansiosos de Mae durante su transformación. Para esas alturas ya habría aprendido a reconocer sus pasos pausados, sigilosos pero firmes y determinados... Alexander deslizó el anillo a través de su dedo, estaba seguro de ya haberle dado un amuleto pero nunca estaba de más tener otro, sólo por si las cosas se ponían feas. Sentía nervios… estaba seguro de que una nueva Alexandra tan fuerte como él sería un reto de controlar, sobretodo a la hora de alimentarla pero no por nada era un vampiro con una reputación bien ganada.
El mayor trajo la pequeña mano a sus labios, ahora no sentían como una llama sino tibios. Ella notaría también, ya su piel no sería gélida a su tacto ni dura como una roca, ahora eran iguales. La besó suavemente, acariciando la piel con su mejilla y entonces el corazón de Alexandra por fin se detuvo. Alexander se volvió hacia ella, con los ojos de un padre que ve nacer a su hijo por primera vez, quería abrazarla y apretarla fuertemente para darle la bienvenida pero ahora ella descubriría su fuerza descontrolada. Ella entendería por fin porque ellos no pestañeaban o respiraban con naturalidad.
-Sólo estás desorientada, todo va estar bien- la consoló, esperando que la luz de la bombilla brillando en 8 colores no la deslumbrara. Las primeras veces acostumbrándose a la luz siempre eran dolorosas.
- anillo:
Alexander Dupont- †Sweet Bastard†
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Re: ¡Ojos, mirad por última vez! ¡Brazos, dad vuestro último abrazo! Y labios, puertas del aliento, ¡sellad con un beso un trato perpetuo con la ávida Muerte! (Alexander)
El dolor empezó a ceder y fue una idea estúpida de que todo había terminado…
Sus fríos y pálidos labios sentían el sabor proveniente de la sangre de su padre, por dentro se retorcía, se negaba a vivir eternamente, se negaba a convertirse en algo a lo que le temía, pero por fuera era como un cuerpo sin vida, un peso muerto, solo había una fría tranquilidad. El dolor se multiplico, algo estaba pasando en ella y ya no podía detenerse, recorría cada parte de su cuerpo y la destruía lentamente, era como si le estuvieran arrancando la piel, sentía como algo la quemaba desde adentro buscando la salida, era el infierno y lo estaba pasando en vida.
La rubia yacía en un lugar oscuro apartada de todo lo que pudiera haber a su alrededor, abrazaba sus rodillas y lloraba aterrada por lo que estaba ocurriendo, su cuerpo no dejaba de cambiar y odiaba el dolor que la estaba consumiendo puesto que era más fuerte a cualquier dolor que había sentido jamás. –Alexandra- Canturreo una voz dulce pero a la vez siniestra. –Sabes que nunca escaparas de tu hermanita- volvió a canturrear y antes de que algo mas sucediera estaba sentada al lado de Alexandra –Sh… no llores mas mi dulce hermana, pronto el dolor cederá y es ahí cuando todo disfrutaras.- La rubia seguía llorando sin parar, era como si le estuvieran quebrando los huesos uno por uno. Separo sus manos de sus rodillas y las observo un momento, estas no dejaban de temblar –Duele, duele mucho. Haz que pare por favor- Volvió la mirada a su hermana y ésta sonrió de una manera tan siniestra como merecedora a participar en alguna película de terror.
Los días habían pasado y ella seguía ahí, tumbada en la cama sin hacer algún tipo de movimiento o señal de “vida”, pero de pronto su corazón se detuvo. Escuchó a la perfección lo que su padre le dijo, incluso escuchaba como si éste se lo hubiera gritado. Abrió los ojos y al sencillo intento de pararse rápidamente se estrello contra la pared como si no tuviera control de su cuerpo aunque si era asi, se cubría los ojos ya que parecía como si sus parpados fueran transparentes, paso sus manos a sus encías y las toco –Me… duelen…- dijo con trabajo ya que tenia aun sus dedos dentro de su boca –Duelen mucho!- Gruño y esto hizo que saliera una voz ronca. Ahora su prioridad no era acusar u odiar a su padre, su prioridad era seguir “viva” al final del día. Volteo hacia la ventana e inmediatamente entrecerró los ojos, parecía como si la luz del sol quisiera quemarle los ojos.
Sus fríos y pálidos labios sentían el sabor proveniente de la sangre de su padre, por dentro se retorcía, se negaba a vivir eternamente, se negaba a convertirse en algo a lo que le temía, pero por fuera era como un cuerpo sin vida, un peso muerto, solo había una fría tranquilidad. El dolor se multiplico, algo estaba pasando en ella y ya no podía detenerse, recorría cada parte de su cuerpo y la destruía lentamente, era como si le estuvieran arrancando la piel, sentía como algo la quemaba desde adentro buscando la salida, era el infierno y lo estaba pasando en vida.
La rubia yacía en un lugar oscuro apartada de todo lo que pudiera haber a su alrededor, abrazaba sus rodillas y lloraba aterrada por lo que estaba ocurriendo, su cuerpo no dejaba de cambiar y odiaba el dolor que la estaba consumiendo puesto que era más fuerte a cualquier dolor que había sentido jamás. –Alexandra- Canturreo una voz dulce pero a la vez siniestra. –Sabes que nunca escaparas de tu hermanita- volvió a canturrear y antes de que algo mas sucediera estaba sentada al lado de Alexandra –Sh… no llores mas mi dulce hermana, pronto el dolor cederá y es ahí cuando todo disfrutaras.- La rubia seguía llorando sin parar, era como si le estuvieran quebrando los huesos uno por uno. Separo sus manos de sus rodillas y las observo un momento, estas no dejaban de temblar –Duele, duele mucho. Haz que pare por favor- Volvió la mirada a su hermana y ésta sonrió de una manera tan siniestra como merecedora a participar en alguna película de terror.
Los días habían pasado y ella seguía ahí, tumbada en la cama sin hacer algún tipo de movimiento o señal de “vida”, pero de pronto su corazón se detuvo. Escuchó a la perfección lo que su padre le dijo, incluso escuchaba como si éste se lo hubiera gritado. Abrió los ojos y al sencillo intento de pararse rápidamente se estrello contra la pared como si no tuviera control de su cuerpo aunque si era asi, se cubría los ojos ya que parecía como si sus parpados fueran transparentes, paso sus manos a sus encías y las toco –Me… duelen…- dijo con trabajo ya que tenia aun sus dedos dentro de su boca –Duelen mucho!- Gruño y esto hizo que saliera una voz ronca. Ahora su prioridad no era acusar u odiar a su padre, su prioridad era seguir “viva” al final del día. Volteo hacia la ventana e inmediatamente entrecerró los ojos, parecía como si la luz del sol quisiera quemarle los ojos.
Alexandra Dupont Baker- Mensajes : 234
Re: ¡Ojos, mirad por última vez! ¡Brazos, dad vuestro último abrazo! Y labios, puertas del aliento, ¡sellad con un beso un trato perpetuo con la ávida Muerte! (Alexander)
-Mi pequeño y torpe bebé- murmuró con ternura, casi como si fuera un secreto.
Alexander la vio intentar ponerse en pie y salir disparada de desde la cama hasta la pared lateral de la suit, fue una suerte que no se estrellera contra el sofá a unos pocos metros de ella. Estarían a medio crepúsculo pero la luz de la ventana frontal pareció cegarla como si fuera el medio día. El moreno se mordió la lengua evitando una risa cargada de ternura paternal, sabía que ella iba a odiarlo pero un día no muy lejano le agradecería por entregarle los dones de Lilith. No todos los días donaba una cantidad generosa de sangre a cualquier humano miserable. Se acuclilló a su lado y la observó, había cambiado, sus rizos se habían vuelto de un riso más brillante y sus ojos de un azul mucho más profundo, exquisito, brillante. Sacó la mano de su boca cuidadosamente para que no se cortara con sus propios y nuevos afilados dientes, los cuales eran una amenaza incluso para ellos mismos. Tomó su cara entre las manos, mirándola fijamente con una dulzura paternal que nunca antes había sentido hacia Alexandra ahora que no era una humana miserable. Sonrió pensando que ella viviría, que no tendría que verla morir y eso le hizo sentir en paz, incluso si ella intentaba matarlo.
-Iremos a comer en un momento, primero necesito que aprendas a moverte- comenzó él, poniéndose en pie y atrayéndola suavemente-. Hazlo lentamente así no te estrellaras contra nada, recuerda respirar acompasadamente y pestañear a cada minuto.
Le miró expectante, ella se veía aún distraída mirando las musarañas, intentando evitar la luz o simplemente disfrutando de las sensaciones magnificadas; como los hilos de su ropa sobre la piel, la melena negra de cabellos sedosos, la mirada invernal con esquirlas brillantes de diamante en los ojos de su padre o las cicatrices que le caracterizaban. Ahora que ella era un vampiro lo vería mucho más guapo pero desde luego mucho más marcado pero no eran marcas cualesquiera. Eran marcas de batallas, de un hombre que ha sufrido muchos enfrentamientos y sobrevivido. Si prestaba atención, incluso podía encontrar es collar de piel estirada y replegada en torno a su cuello, porque vamos, siempre había un vulturi que intentaba matarte arrancándote la cabeza.
Alexander se dio la vuelta hacia el armario ya que ella estaba impregnada de sangre ya seca. Tomó un vestido y se lo arrojó, sabía que con sus nuevos reflejos lo atraparía incluso si ni siquiera fuese a consciencia.
-Ponte eso, no queremos que nadie se asuste ¿verdad? Porque el miedo podría...- Alexander sonrió con un deje de sadismo mientras encontraba la palabra adecuada-. Enloquecernos.
Alexander la vio intentar ponerse en pie y salir disparada de desde la cama hasta la pared lateral de la suit, fue una suerte que no se estrellera contra el sofá a unos pocos metros de ella. Estarían a medio crepúsculo pero la luz de la ventana frontal pareció cegarla como si fuera el medio día. El moreno se mordió la lengua evitando una risa cargada de ternura paternal, sabía que ella iba a odiarlo pero un día no muy lejano le agradecería por entregarle los dones de Lilith. No todos los días donaba una cantidad generosa de sangre a cualquier humano miserable. Se acuclilló a su lado y la observó, había cambiado, sus rizos se habían vuelto de un riso más brillante y sus ojos de un azul mucho más profundo, exquisito, brillante. Sacó la mano de su boca cuidadosamente para que no se cortara con sus propios y nuevos afilados dientes, los cuales eran una amenaza incluso para ellos mismos. Tomó su cara entre las manos, mirándola fijamente con una dulzura paternal que nunca antes había sentido hacia Alexandra ahora que no era una humana miserable. Sonrió pensando que ella viviría, que no tendría que verla morir y eso le hizo sentir en paz, incluso si ella intentaba matarlo.
-Iremos a comer en un momento, primero necesito que aprendas a moverte- comenzó él, poniéndose en pie y atrayéndola suavemente-. Hazlo lentamente así no te estrellaras contra nada, recuerda respirar acompasadamente y pestañear a cada minuto.
Le miró expectante, ella se veía aún distraída mirando las musarañas, intentando evitar la luz o simplemente disfrutando de las sensaciones magnificadas; como los hilos de su ropa sobre la piel, la melena negra de cabellos sedosos, la mirada invernal con esquirlas brillantes de diamante en los ojos de su padre o las cicatrices que le caracterizaban. Ahora que ella era un vampiro lo vería mucho más guapo pero desde luego mucho más marcado pero no eran marcas cualesquiera. Eran marcas de batallas, de un hombre que ha sufrido muchos enfrentamientos y sobrevivido. Si prestaba atención, incluso podía encontrar es collar de piel estirada y replegada en torno a su cuello, porque vamos, siempre había un vulturi que intentaba matarte arrancándote la cabeza.
Alexander se dio la vuelta hacia el armario ya que ella estaba impregnada de sangre ya seca. Tomó un vestido y se lo arrojó, sabía que con sus nuevos reflejos lo atraparía incluso si ni siquiera fuese a consciencia.
-Ponte eso, no queremos que nadie se asuste ¿verdad? Porque el miedo podría...- Alexander sonrió con un deje de sadismo mientras encontraba la palabra adecuada-. Enloquecernos.
Alexander Dupont- †Sweet Bastard†
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Re: ¡Ojos, mirad por última vez! ¡Brazos, dad vuestro último abrazo! Y labios, puertas del aliento, ¡sellad con un beso un trato perpetuo con la ávida Muerte! (Alexander)
La rubia estaba feliz, tenía miedo, estaba furiosa y quería arrancarle la cabeza al primero que se pusiera enfrente, odiaba la sensación de inseguridad que abundaba su cuerpo pero no había nada que pudiera hacer contra ello. Escuchó que su padre hablaba pero había más cosas que invadían su pensamiento así que no pudo descifrar lo que él había articulado, con ayuda pudo ponerse de pie y dar unos pasos con cautela, como si se tratara de un niño pequeño. ¿Respirar acompasadamente? ¿Pestañear? La rubia no pensaba nada de eso importante, ella solo pensaba en probar un poco más de la sangre de su padre y la razón no era su sabor delicioso, la razón era que su cuerpo exigía el líquido que anhela todo vampiro: sangre.
Las ruedas de un carrito de servicio, el corcho de una botella de vino estreñandose en una pared, un corazón acelerado, la regadera de una habitación, la discusión de una pareja, los autos que transitaban a varios pisos de bajo… el quejido de una chica que se había cortado con unos cristales del suelo. Podía escucharlo todo absolutamente, miraba a todas partes con aquella mirada de animal asustado, eran demasiadas sensaciones magnificadas que no podía controlar. Su padre le arrojo un vestido y antes de que su mente pudiera procesar lo que pasaba ya lo había atrapado, ladeo la cabeza sorprendida por eso y deslizo suavemente sus dedos por el vestido, cada nervio podía sentir a la perfección la suave tela. La voz de su padre una vez la saco de ese trance hipnotizante. “¿Ponerme el vestido? ¿Para qué?” solo lo pensó, no hubo tiempo de hablar, su padre le estaba dando las respuestas a sus preguntas. Camino hasta el baño y cerró la puerta, el lava manos estaba de un color blanco impecable como cual hotel de cinco estrellas, se quedo unos minutos observándose en el espejo, era tan hermosa como cualquier estrella de televisión pero se sentía sucia. Tomo una pequeña toalla blanca y la mojo apenas un poco para limpiarse la sangre seca que tenía en su cuello, no había herida alguna pues al convertirse en vampiro cualquier herida sanaba rápido, intento evitar llorar desconsoladamente pero no funciono, empezó a llorar aunque ninguna lágrima salió de sus ojos sabia que lo que ella estaba haciendo se conocía comúnmente como llorar.
Después de diez minutos estaba lista, estaba limpia, tenía su vestido puesto y sus rizos parecían de salón de belleza, hasta su rostro parecía gozar de maquillaje. Se lavo insistentemente las manos, como si toda el agua que salía no fuera suficiente para limpiar la mugre que ya no tenía. Tomó cuidadosamente la toalla con sangre y la puso en el contenedor de basura, fue ahí cuando se dio cuenta de lo que le ocurriría cada vez que oliera sangre, sus pupilas se dilataron y sus ojos cambiaron más de lo que podía imaginar posible, no podía seguir viéndose así, impacto sus manos sobre el espejo con la fuerza que aun no controlaba, lo que hizo que el espejo se hiciera añicos y los pedazos salieran volando a todas direcciones.
Las ruedas de un carrito de servicio, el corcho de una botella de vino estreñandose en una pared, un corazón acelerado, la regadera de una habitación, la discusión de una pareja, los autos que transitaban a varios pisos de bajo… el quejido de una chica que se había cortado con unos cristales del suelo. Podía escucharlo todo absolutamente, miraba a todas partes con aquella mirada de animal asustado, eran demasiadas sensaciones magnificadas que no podía controlar. Su padre le arrojo un vestido y antes de que su mente pudiera procesar lo que pasaba ya lo había atrapado, ladeo la cabeza sorprendida por eso y deslizo suavemente sus dedos por el vestido, cada nervio podía sentir a la perfección la suave tela. La voz de su padre una vez la saco de ese trance hipnotizante. “¿Ponerme el vestido? ¿Para qué?” solo lo pensó, no hubo tiempo de hablar, su padre le estaba dando las respuestas a sus preguntas. Camino hasta el baño y cerró la puerta, el lava manos estaba de un color blanco impecable como cual hotel de cinco estrellas, se quedo unos minutos observándose en el espejo, era tan hermosa como cualquier estrella de televisión pero se sentía sucia. Tomo una pequeña toalla blanca y la mojo apenas un poco para limpiarse la sangre seca que tenía en su cuello, no había herida alguna pues al convertirse en vampiro cualquier herida sanaba rápido, intento evitar llorar desconsoladamente pero no funciono, empezó a llorar aunque ninguna lágrima salió de sus ojos sabia que lo que ella estaba haciendo se conocía comúnmente como llorar.
Después de diez minutos estaba lista, estaba limpia, tenía su vestido puesto y sus rizos parecían de salón de belleza, hasta su rostro parecía gozar de maquillaje. Se lavo insistentemente las manos, como si toda el agua que salía no fuera suficiente para limpiar la mugre que ya no tenía. Tomó cuidadosamente la toalla con sangre y la puso en el contenedor de basura, fue ahí cuando se dio cuenta de lo que le ocurriría cada vez que oliera sangre, sus pupilas se dilataron y sus ojos cambiaron más de lo que podía imaginar posible, no podía seguir viéndose así, impacto sus manos sobre el espejo con la fuerza que aun no controlaba, lo que hizo que el espejo se hiciera añicos y los pedazos salieran volando a todas direcciones.
Alexandra Dupont Baker- Mensajes : 234
Re: ¡Ojos, mirad por última vez! ¡Brazos, dad vuestro último abrazo! Y labios, puertas del aliento, ¡sellad con un beso un trato perpetuo con la ávida Muerte! (Alexander)
Sabía que su hija estaba enfrentándose por primeras a sensaciones magnificadas y en descontrol pero para eso estaba él allí, para guiarla a través del camino indicado. Ahora sus recuerdos humanos, o al menos sus imágenes mentales almacenadas en sus recuerdos humanos se verían borrosas y quizás por ése motivo se sentiría especialmente confundida. Desde luego los recuerdos humanos, recordados con sentidos humanos, siempre serían inferiores a los recuerdos de un vampiro. Un vampiro jamás olvidaba nunca. A menos que fueras Alexander, Alexander tenía una memoria especialmente pragmática y selectiva, desechando toda la información que le era de poca utilidad o interés. Era así como se había librado de mucha cantidad de información innecesaria por la que cualquier vampiro relacionado a tales temas le hubiera cortado la cabeza.
Él la contempló, resultaba gracioso como su graciosa y frágil hija humana-no-tan-miserable se había convertido en una vampiresa torpe que ahora poseía la fuerza suficiente para acabas con cualquier individuo de calidad inferior sin tener que pestañear siquiera. Suspiró, tendría un camino largo que recorrer sabiendo que su hija probablemente lo odiaría en los próximos dos siglos y que sólo entonces por fin entendería entonces todo lo que ellos habían sacrificado al criarla siendo tan sólo una humana. Sin embargo él no tenía prisa alguna ahora que ella estaba a salvó, tendría toda la eternidad para conseguir su perdón. Y si no era capaz de hacerlo por sí mismo siempre podía recorrer a lo primitivo. Nada que una pequeña orden no fuera capaz de obrar.
El vampiro esperó por ella tanto como le fue necesario y entró al baño escuchando los cristales rotos. Entró al cuarto de baño y la tomó por los hombros, atrayéndola a su cuerpo para reconfortarla. Sabía muy bien lo que ella estaba pasando excepto porque él había estado confundido por su transformación pero feliz en el fondo de su ser. Alexander acarició puntos clave del rostro de su hija, logrando así contraer los colmillos por medio de la relajación del músculo. Lo cual también causó el desvanecimiento de la sangre que se acumulaba en su rostro. Se quedó en silencio contemplándola entre sus brazos. Ella se veía tan frágil.
-Ahora, ven conmigo hija de la noche. Iremos a cazar mi pequeña- susurró suavemente.
Él la contempló, resultaba gracioso como su graciosa y frágil hija humana-no-tan-miserable se había convertido en una vampiresa torpe que ahora poseía la fuerza suficiente para acabas con cualquier individuo de calidad inferior sin tener que pestañear siquiera. Suspiró, tendría un camino largo que recorrer sabiendo que su hija probablemente lo odiaría en los próximos dos siglos y que sólo entonces por fin entendería entonces todo lo que ellos habían sacrificado al criarla siendo tan sólo una humana. Sin embargo él no tenía prisa alguna ahora que ella estaba a salvó, tendría toda la eternidad para conseguir su perdón. Y si no era capaz de hacerlo por sí mismo siempre podía recorrer a lo primitivo. Nada que una pequeña orden no fuera capaz de obrar.
El vampiro esperó por ella tanto como le fue necesario y entró al baño escuchando los cristales rotos. Entró al cuarto de baño y la tomó por los hombros, atrayéndola a su cuerpo para reconfortarla. Sabía muy bien lo que ella estaba pasando excepto porque él había estado confundido por su transformación pero feliz en el fondo de su ser. Alexander acarició puntos clave del rostro de su hija, logrando así contraer los colmillos por medio de la relajación del músculo. Lo cual también causó el desvanecimiento de la sangre que se acumulaba en su rostro. Se quedó en silencio contemplándola entre sus brazos. Ella se veía tan frágil.
-Ahora, ven conmigo hija de la noche. Iremos a cazar mi pequeña- susurró suavemente.
Alexander Dupont- †Sweet Bastard†
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