Nuevas Promesas [Keira Wolf - Lenna Lyd]

Ya había terminado el colegio hace un mes más o menos y a pesar de que todos habían salido de vacaciones, decidieron hacer un paseo de curso a un parque botánico de la ciudad. Todos habían dado una pausa a sus viajes menos yo que me había quedado en mi poca exitosa búsqueda de trabajo. La verdad era que el paseo no me llamaba mucho la atención, pero ya que no le había dado el lujo a mis compañeros hombres durante toda la época escolar y que había conocido a uno hace algunos meses que me interesaba, por lo que decidí darles esa oportunidad aquel día. Después de todo, era la primera vez que los vería con el alivió de saber que al termino del periodo de vacaciones tal vez no volvería a verlos.

Entre todos se preguntaban por su futuro sus planes, etc... Por suerte mis amigas sabían que mi situación era algo incómoda, pero los hombres con los que apenas hablaban no dudaban un solo segundo en hacerme esas preguntas, la verdad que hacían que me arrepintiese de haber ido, pero lo menos que podía hacer era sonreír y hacer como que disfrutaba el paseo. También era la primera vez que salíamos de la escuela todos juntos sin profesores cerca, lo que hacía que el comportamiento de los chicos fuesen un poco más atrevido. Y claro, no faltaban las bromas de mal gusto. No podía ser quisquillosa del todo, después de todo volver a quienes formaron parte de mi pasado me hacían olvidar un poco del presente que ahora estaba enfrentando.

Hace poco había conocido a una chica que era como Connan, las circunstancias de nuestro encuentro eran algo, poco usual por lo que prefiero no hacer memoria al respecto. La verdad no se porque se me había venido a la cabeza entonces, probablemente se debía al hecho de que mis compañeras ahora más que nunca me parecían de lo más normales, algo que agradecía profundamente.

Un compañero me hizo una broma de mal gusto, me ofreció un vaso con bebida, pero a penas bebí un sorbo de este y me asquee como pocas veces lo había hecho. Si había algo que no soportaba era un ebrio y mucho menos que intentaran embriagarme, pero al ver que todos reían por mi expresión no pude evitar sonreír y hacerme de cuentas que no había pasado nada. Era algo inofensivo después de todo lo que ya había visto. Compartí con ellos un rato bastante agradable, formando parte y siendo victima de otras bromas, pero luego de unas dos horas más o menos me disculpe con el grupo diciendo que necesitaba dar un paseo a solas por el parque y que no tardaría mucho. Se me quedaron mirando y por su puesto, más de algún oportunista quiso aprovechar la oportunidad, pero me negué cordialmente. Necesitaba meditar muchas cosas aún, así que partí sin compañía alguna.

Tras caminar unos cuantos minutos encontré un claro, algo alejado del resto de la gente, por no mencionar que era día laboral y no había muchos turistas. Decidí sentarme con la espalda apoyada al tronco más grande que encontré en aquel claro y dejando escapar otro suspiro me quede ahí sentada. Tratando de asimilar todas las cosas nuevas que había aprendido en el último mes y tragándome las ganas de contarles a mis compañeras, pues hasta donde sabía todas eran humanas y yo se supone que no debía saber nada de eso.

Pasaron los segundos y me quede embalsamada en mis pensamiento. Luego el atardecer llegó sin previo aviso cuando mis compañeros llegaron a buscarme diciendo que iban a ir a un bar al centro. Hablé con mis compañeras diciendo que no me interesaba mucho ir y ellas entendieron, después de todo conocían a mi tío. Así que volví a quedarme ahí sola, indiferente al peligro que podía rodearme...

No sabía porque, hace mucho que no hacía esto, pero comencé a pensar en mis padres. Más que nada en mi madre, una pena tremenda me invadió entonces, deseé por unos segundos que ella estuviese ahí conmigo para poder hablarle de todo lo que me estaba pasando. Mis compañeras habían sido buenas conmigo al preocuparse por mi, pero no era lo mismo. Ellas tenían a sus madres y yo había crecido sin ninguna figura paternal, solo un tío que con suerte me preguntaba a donde iba ir. A veces tenía que decirle, pero él ni se preocupaba. Solté una lágrima... Ninguna foto, ninguna imagen, solo la historia de que habían muerto y no tenía ningún otro familiar al que acudir.

Me limpie el rostro y en eso alguien llegó nuevamente al lugar que había elegido como escondite. La misma mujer que había conocido hace unos pocos días, Keira. No supe bien porque la ayude ese día, supongo que odiaba la perversión de los hombres, la verdad prefería no pensar mucho en ello. Levante la mirada y le sonreí al verla sentada frente a mi, aunque sus palabras me desconcertaron un poco.

– Keira, ¿cómo estas? ¿Qué sucede? – Le pregunté tratando de sonar alegre, aunque con cierto deje de nostalgia que no pude ocultar debido al pensamiento reciente de una madre y un padre que nunca tuve la oportunidad de conocer.

No sabía muy bien cual era su afán por sacarme de ese lugar, la verdad era que estaba muy cómoda ahí. Me que mirándola mientras esperaba su respuesta. La verdad era que no sabía mucho de los suyos, Connan no era de los que hablaban mucho de si mismo, tampoco sabía si Keira también, pero me sentía a gusto con ella. Normalmente la gente nueva en mi vida era algo incomoda y no solía confiar mucho en ella, pero sucedía algo distinto en este caso.

Me alegré al saber que estaba bien, pero lo que dijo luego debía admitir que me desconcertó bastante. No entendía bien el por qué, pero los nuevos seres que estaba conociendo siempre hablaban como si intentasen ocultar algo. Hablaban con mucho misterio que debía admitir me molestaba un poco siendo que yo tenía poco y nada que ocultar. Sin embargo, confiaba en Keira. No podía comprender la forma en que me estaba pagando el favor, era como si mi mente estuviese cerrada y la de ella abierta a un nivel bastante superior. Me dejo un tanto intrigada a la vez que asustada... No supe como responder, a pesar de que tenía el veredicto a su pregunta en la punta de mi lengua.

Había sido sacada de lugar completamente y como si fuese poco la noche ya había llegado. Fue increíble como pasó de rápido el día. Sin embargo, había algo prometiendo que esa no iba a ser la única sorpresa de esa fecha. Y claro, la siguiente sorpresa llegó segundos después con unos gritos que se escucharon a lo lejos. Gritos de espanto, similares a los que usan para las películas de terror. Mi piel se erizó, ni si quiera podía imaginarme lo que estaba pasando, pero de una cosa estaba segura; de haber presenciado el acto habría sido la cosa más desagradable que habría visto en mi joven vida.

Y tras unos segundos de haber escuchado los gritos la voz de Keira volvió a sacarme de lugar, aunque esta vez el peligro lo sentía cerca y mi reacción fue una inmediata respuesta. Me levante, rápido. Algo sorprendida por mi reacción puesto que solía ser algo torpe cuando me movía tan a prisa.

– ¿Qué fue eso? ¿Qué sucede, Keira? – Pregunté con cierto deje de susto en mi voz refiriéndome a los gritos que había escuchado. No quería ni pensar en lo que estaba sucediendo ni tampoco divagar la razón por la cual Keira parecía tan entusiasta. Si había algo ahí que temer, no quería saberlo. - ¿A dónde quieres llevarme? – Terminé dando fin a mi cuestionario, del cual seguramente podía esperar respuestas cuando estas se presentaran frente a mis ojos. Empero, apreciaría mucho más una respuesta de Keira como anticipación. No me gustaban las sorpresas y después de esos gritos definitivamente no quería más.

Y como o había esperado, ninguna respuesta me fue entregada por Keira, así que resignada y algo temerosa le seguí sus pasos entre medio de los árboles. Por unos segundos espere no ver a ninguno de mis compañeros muertos por el ataque de un vampiro, aunque las posibilidades eran pocas puesto que se habían marchado hace un rato. Trate de no divagar y la loba otra vez me ayudo a sacarme de lugar. Una ballesta... Era la primera vez que veía una fuera de una pantalla y tan cerca mío. Tragué saliva en cuando ella me la pasó. Al principio lo dude mucho puesto que jamás había tomado un arma en mi vida, ni si quiera la pistola que sabía mi tío tenía guardada bajo su cama puesto que el mismo me lo había dicho estando borracho, recalcando que solo debía tomarla en caso de emergencia.

Tome el arma sin decir una palabra, era algo pesada y costaba un poco mantenerla en el aíre, pero vamos, no era tan debilucha como me veía. Suspire y luego mis ojos se quedaron como plato al ver con que frialdad Keira se hacía un tajo con una daga y comenzaba a bañar las flechas. Dios, solo deseaba que no me hiciera usar esa arma. No quería volverme una asesina, jamás le había disparado a algo, ni si quiera a un blanco inerte. Si algo le agradecía a mi tío era que por más borracho que fuese siempre me dijo que las armas eran malas y no quería que presenciara el daño que hacen tan cerca. Probablemente si estuviese ahí me quitaría el arma y se mostraría como el padre que nunca fue para mi.

Con una mano recibí las 4 flechas, notando entonces el peso real del arma al no poder sujetarla bien con una mano. Trate de hacerme la fuerte al levantarla para no quedar como una débil frente a ella mientras me ayudaba a colocar una flecha. Cuando me dijo que si pasaba algo un escalofrío recorrió mi espalda casi haciendo que baje la ballesta de nuevo. Entonces me explicó como funcionaba y memorice cada movimiento de ella al colocar la flecha.

“Solo si era necesario...” – Espero que no lo sea – Dije algo temerosa por recibir un reproche de la loba, pero a pesar de que intentaba mostrarme una guerrera en el fondo solo era una niña asustada que jamás en su vida se había imaginado portando un arma y ahí estaba con ballesta en mano y cuatro flechas casi listas a la espera de ser colocadas en su arma.

Y seguimos caminando hasta que entre medio de los arboles pude presenciar la horrorosa escena de un compañero de curso que mejor me caía con un vampiro clavándole los colmillos. A unos metros de la escena escuché de nuevo unos gritos, era el de una de mis compañeras. ¿Qué demonios hacían ahí? Entonces mi ceño se frunció, el maldito había atacado a uno de mis amigos y la impotencia comenzó a correr por mi cuerpo desde mis píes hasta mis manos, momento en el cual recordé que tenía el arma.

El pobre ya estaba muerto, aunque no lo sabía y el vampiro comenzaba a levantarse con sangre derramándose por sus labios. Debía hacer algo o el vampiro atacaría a mi compañera... Lo maldije para mi misma mientras sentía una furia que no había sentido antes. – Keira, hay que hacer algo – Le dije molesta por la situación mientras le apuntaba con mi arma y veía como el vampiro comenzaba a prestarnos atención dispuestos a atacarnos.

No recordaba de donde ni de quien, pero alguna vez escuché que las personas reaccionaban de maneras que rompían con cualquier estándar acorde a su patrón de comportamiento cotidiano frente a situaciones extraordinarias... No soportaba la injusticia ni mucho menos ver como el fuerte se aprovechaba del débil. Quizás esa impotencia que pocas veces había sentido, a pesar de estar presa por el pánico me estaban haciendo reaccionar de una forma tan “salvaje” en comparación a como solía actuar. Y eso era suficiente como para no dejar de apuntar al vampiro, aunque el arma me pesara y mis brazos se cansaran fácilmente.

Apunte el arma hacía abajo al escuchar nuevamente hablar a Keira. Sus ordenes habían sido claras, aunque por más asustada que estaba y por más que mi interior gritaba que saliera de ahí no podía hacerlo. La criatura se había metido con mis amigos y había matado a uno así que debía quedarme ahí. Sabía que Keira podía defenderse por ser loba y por como actuó hace unos momentos, pero tampoco me pareció justo dejar que ella se encargara de todo.

Todo paso muy rápido luego de que Keira hablase. Sacada de lugar trate de ver hacía donde se habían ido y pude ver al vampiro sobre la loba de espaldas al suelo. Me mordí los labios y volví a apuntarle mientras me debatía entre las posibilidades de un buen tiro o uno fallido que le llegase a Keira. No tenía un buen angulo para alguien que nunca había presionado el gatillo si quiera de un arma de juguete. – Maldito – Dije por lo bajo mientras sentía que la rabia y la impotencia comprimían mi pecho. Todo lo que estaba sucediendo era muy nuevo para mi, mi cerebro funcionaba casi el 200% más rápido o al menos eso era lo que yo creía y sin embargo mi cuerpo se mantenía casi inmóvil.

Tras unos segundos de apuntar bien al vampiro sujete el arma con fuerza, deje de respirar por instinto mientras cerraba los ojos y rezaba a todos los dioses que conocía que el disparo fuese certero. Mi dedo se movió como apuntando a la nada para luego encorvarse y presionar el gatillo sin dudarlo más. No fue definitivamente como lo mostraban en las películas, pero estaba segura que de haber sido una escena, habría sido en cámara lenta.