Lets check out the place (Bonnie) (+18)

Siempre había buscado un motivo de ser, una razón que le anclara a la vida para seguir adelante cuando nada parecía tener sentido. Katherine, aquella mujer a la que llamaba madre, recordaba perfectamente el 7 de septiembre, día de su cumpleaños cuando una llamada bastó para destrozarla. Tú no eres mi hija, había dicho, mi hija no se la chupa al demonio ni hace rituales satánicos. No, Bonnie no lo hacía, pero Katherine odiaba la magia más que nada en el mundo y ahora despreciaba a su única hija. Christian por otro lado, Christian era humano, tenía una vida humana.... y ahora sin Halldora para estropear los planes de Bonnie, podría llegar a romper la maldición. No obstante, la bruja encontró una pequeña ancla.... pequeña pero potente: Raven. Raven, Robert y Christian, su hermano, eran los únicos que le quedaban. Su única familia. Y ahora estaba allí, mirando una mansión enorme luego de haber vivido al rededor de 15 años en el barrio más pobre del pueblo más pobre al sur de Dublin. Se sentía pequeña en aquel enorme lugar, miraba todo con sus enormes e infantiles ojos azules en cuyo interior se escondía un alma que ya no le pertenecería a sí misma.

Abrazada al hombre que amaba sonrió educadamente al vendedor y luego miró hacia arriba para encontrar la mirada de su señor, aquel a quien se había entregado en todo sentido. Su vientre se contrajo ante aquella mirada carnal, mordió su labio inferior para hacerle saber que estaba completamente de acuerdo con su idea y nuevamente miró al vendedor que no se había percatado de la intensa comunicación no verbal. Se quedó quieta en su lugar mientras observaba a Robert noquear al individuo, ni siquiera se inmutó, y su mirada siguió el cuerpo del vendedor. La bruja miró nuevamente hacia el vampiro, la intensidad en los ojos del mayor la hizo suspirar; enamorada, entregada, salvaje, suya. Llevó una mano a su melena como hebras de oro rosado y arrastró hacia abajo la coleta que lo sostenía, dejándola caer al suelo junto a su bolso. Siempre, mientras lo hacía, prefería llevar el cabello suelto. Esta vez no sería una excepción.

La melena cayó sobre sus hombros en suaves bucles rojizos y, con la gracia de una ninfa del bosque o un hada de fuego, deslizó la cremallera de su vestido hacia abajo, dejando que cayera suavemente a través de su cuerpo.

La belleza era característica en ella, desde los 14 años que había iniciado su vida sexual consentida muchachos mucho mayores a ella se habían sentido atraídos por la exquisita lolita. Y es que a pesar de su tamaño, su edad y su expresión infantil; su cuerpo curvilíneo y actitud seductora no daban abasto ni tregua para las miradas masculinas. Entonces jamás se habría imaginado que luego de tantos años huyendo de acosadores sexuales completamente indeseados se encontraría al hombre  del cuál sería capaz de enamorarse. Y ahora estaba allí, desvistiéndose para un hombre que tan sólo aparentaba unos años más que ella pero que le superaba en muchos siglos. Ella sabía, desde un principio, que Robert no le amaría y ahora estando a su lado sabiendo su nombre, conociendo aquella confianza, se sentía... bien. Se sentía como si de algún modo, en un extraño plano y en algún extraño nivel de cariño, fuera suyo. Ella se sentía, de algún enfermizo modo, especial.

Lo deseaba, lo deseaba ahí mismo en ése lugar, sobre el suelo, en la cama, en el jacuzzi; dónde nunca le había importando menos como ahora, sin embargo él no salto sobre su cuerpo sino que por el contrario se dirigió al jacuzzi. Un ligero gemido como de protesta quiso salir a través de sus labios pero se contuvo y caminó detrás de él, admirando sus redondas nalgas.
-No podría negarme...- murmuró con su usual dulzura, sin borrar la sonrisa de su cara.
Estar con Courtney y Harleen era divertido, excitante y se sentía bastante bien liberarse del tedio heterosexual con una u otra aventura lésbica que ya le venía haciendo falta desde hacía algún tiempo... pero nada podía compararse a una experiencia con él en solitario, cuando lo tenía para ella sola. Sonrió complacida ante la privacidad y deslizó una larga pero esbelta pierna dentro del agua. Sonrió como nunca antes, jamás había estado en un jacuzzi y mucho menos llegó a imaginarse que haría el amor en uno. Se relajó en el interior como cualquier persona lo haría.
-Mmmmm.... -se estiró sobre si misma y tendió sus brazos hacia él, esperando a que viniera por ella mientras sus piernas se abrían sutilmente bajo el agua.

Bonnie dibujó un pequeño puchero con sus labios y en esta ocasión no pudo evitar que un ligero quejido subiera por su garganta. Ella quería besarlo, lamerlo, amarlo pero sobretodo quería recibirlo dentro de ella, en su vientre. La bruja deslizó sus manos sobre la cálida y pétrea piel del vampiro, a la cuál se había acostumbrado tiempo atrás.

Acarició sus caderas delgadas pero prominentes al mismo tiempo que sus labios deseosos envolvían el miembro de su amado Noback. Su boca suave y apretada parecía siempre amoldarse perfectamente al tamaño del vampiro. Las manos de Bonnie se apretaron fuertemente contra sus nalgas, atrayéndolo más hacia ella mientras sus boca abarcaba varios centímetros de su miembro duro. Una mano traviesa recorrió su piel hacia su escroto, jugando con él suavemente, acariciándolo.

La energía que parecía danzar entre ellos, fluyendo en retroalimentación, comenzaba a hacer de las suyas en el cuerpo de Bonnie y provocaban ligeras pulsaciones en las puntas de sus dedos. Gimió brevemente y cerros sus ojos mientras succionaba un poco, lentamente sacándolo de su boca para volver a meterlo. Deseaba tragar todo su semen, sentir aquel espeso y caliente fluido llenar cada centímetro de su boca mientras el deseo palpitaba en el fondo de su ser.  Saboreaba su extensión, lentamente, a un ritmo muy pausado, miró hacia arriba mientras sus ojos brillaban con perversa lujuria.

Bonnie parecía reticente a aumentar su velocidad, una sonrisa juguetona se dibujo en las comisuras de sus labios. Una dulce y devota tortura, desvelando sus deseos de ser sometida a una velocidad mayor.    

Podía sentir su deliciosa carne crecer en su boca, sintiendo la cálida piel por su don y la dureza de sus venas. La bruja sonrió complacida ante su propio trabajo cuando le palmeó en un gesto que indicaba que todo marchaba bien. Cada caricia era como una descarga de sensaciones que se concentraban en sus pezones, terminando en una sucesiva humedad en su entrepierna. Humedad que desde luego hubiera sido muy notoria si no estuviera ahora mismo con poco menos de medio cuerpo bajo agua.

El agua a su alrededor estaba tibia pero en comparación a la sangre caliente corriendo a través de sus venas no era nada en absoluto. Su cuerpo era como una llama herviente a la piel usualmente gélida de los vampiros, no estaba segura de si su temperatura era percibida de la misma forma en que ella lo hacía; pero de hacerlo debería estarse quemando.

Bonnie casi había olvidado que estaba en el agua cuando su cabeza comenzó a moverse violentamente tras dar una honda respiración. Sus gemidos fueron en aumento mientras se iba quedando sin aire comenzando a mover su cabeza al mismo ritmo que le marcaban, escuchando el grotesco sonido de la succión reverberar en la habitación. La bruja luchó contra las arcadas mientras sus labios abrazaban la densa carne y sus lengua se movía contra la piel del vampiro.

Se sintió desesperada cuando el aire comenzó a ser urgentemente necesitado en su cuerpo y sus pulmones ardieron como llamas mientras aprovechaba cada cabeceo para luchar buscando una bocanada liberadora de aire. Soltó un gemido esta vez en protesta ya que necesitaba recuperar su aliento mientras sus uñas se hundían salvajemente contra el cuerpo pétreo, hasta casi desgarrarlo. 

Desde joven los hombres mayores siempre se habían fijado en ella; en su plano vientre seguido de un delgado abdomen con redondos pechos, en su silueta con forma de guitarra y las voluptuosas curvas de sus anchas caderas. Bonnie nunca había tenido la ventaja de ser alta pero como habría dicho su abuela Dalla, las mejores fragancias vienen en pequeños empaques. Estos hombres casi se habrían apostado en una fila esperando su turno para tener la oportunidad de tocarla sin saber que secretamente ellos no habrían sido nunca capaces de complacerla, ni siquiera de hacerla humedecer, desde que había conocido Robert. Desde el momento en que había sido tomada por primera vez a manos de ese sensual y cruel vampiro, sin pensarlo, todos sus esquemas se habían resquebrajado.

Ahora todo era diferente. Nunca se había sentido disminuida o intimidada sexualmente, no hasta que conoció a Robert Noback. No hasta que se convirtió en una esclava de sus propios deseos primitivos. Bonnie suspiró ásperamente ante las palabras del vampiro, que taladraron en su conciencia, sorprendiéndola. ¿Decepcionado? No, eso no podía ser... no...

-No. No. No... Robert....- musitó ella dando hondas bocanadas de aire para recuperar el aliento-. Yo puedo... por favor déjame intentarlo una vez más, amo...- amo, había dicho ella, para complacer los deseos perversos del vampiro-. Por favor...- susurró mirando la deliciosa y larga extensión frente a ella, deseaba tenerla dentro de ella sin importa el acceso, sólo quería tenerla dentro de ella; quería devolver todo el placer que él le daba.

Bonnie se relamió los labios, su boca se hacía agua sintiendo aún la espesa humedad de la carne del vampiro y tomó una honda respiración. Chupó su escroto, presionando sobre ellos con su lengua ligeramente mientras saboreaba una vez más la piel cálida del vampiro. Luego su lengua recorrió la extensión de su miembro con la misma admiración usual, mirando hacia arriba, a sus ojos. Ingirió el miembro una vez más traspasando las barreras de su propia tolerancia, sintiendo su garganta hincharse con la intrusión. Oh, por los dioses, iba a morir. Si no se quedaba sin garganta iba a morir durante el próximo orgasmo. Ella se sintió tentada a sacar el miembro de su boca pero contuvo las arcadas y sin posibilidad de darse tregua succionó el miembro del mayor una y otra vez, llevándose a sí misma a los límites insospechables de su propia resistencia.

Definitivamente iba a morir. Todo había cambiado vertiginosamente en los últimos meses luego de quebrar el balance entre la vida y la muerte. Pero no había habido tiempo de pensar en las consecuencias, ahora nunca lo había, sólo podía pensar en aplacar el frenesí de acoplamiento del imparable Robert.

Ella misma era una Bonnie diferente, con actitudes completamente cambiadas. Ya no le tenía miedo a la muerte ni a los vampiros o a los lobos, ahora su mayor temor se habían convertido en perder a Raven, a su hermano o a él. Robert se había convertido en la espiral de su pequeño mundo; ése ser frente a ella, cuyas facciones angulosas y duras le daban un aspecto feroz, salvajemente atractivo. Cada instinto le gritaba que corriera de él desde el momento en que lo vio por primera vez pero aquello era tan sólo la reacción natural de un humano que olía el peligro.

Más allá de ése instinto básico de supervivencia, había algo mucho más poderoso, atrayéndola incluso en un principio contra su propia voluntad, cuando sabía que no le convenía meterse en los pantalones de un hombre en pareja. Algo que ahora mismo resonaba en las paredes volcánicas de su vagina. Ella lo deseaba con una lujuria desenfrenada, como si sus besos y su tacto fuera lo único capaz de calmar cualquier pequeño brote de ansiedad, como una droga necesaria para mantener su cordura.

Sintió las palmadas en sus mejillas cuando ya comenzaba a ver estrellitas, su mirada nublándose ligeramente. Sus palabras la despertaron de inmediato, desde luego que no quería decepcionarlo, aquello era incluso más doloroso que cualquier castigo físico; nada había en la tierra que pudiera dolerle más que cualquier tipo de indiferencia por su parte. La muerte habría sido un alivio a su desprecio si algún él llegaba a echarla de su vida por eso se esforzaba al máximo.

El aire había escapado de sus pulmones nuevamente, mientras los jadeos se ahogaban como fuertes gemidos contra la cálida piel de su miembro. Cerró los ojos durante algunos segundos y reforzó su empeño en las profundas succiones, asegurándose además de lamer la extensión de su pene, que follaba su boquita dejando rastros de saliva aquí y allá; en su miembro, en sus labios e incluso había llegado a salpicar hacia el agua del jacuzzi. Llegó al límite aguantando más de lo que ella misma habría podido prever pero la sensación de pánico y desesperación que le inundó repentinamente le hizo soltar algunas lágrimas las cuales desaparecieron entre los restos de saliva. De un tirón casi saca el miembro del mayor de la boca pero no completamente. Se detuvo sólo unos instantes en los cuales se concentró únicamente en lamer la punta, trazando círculos concéntricos sobre la piel del glande. Sus manos recorrieron el cuerpo del vampiro con amor y devoción, acariciando sus piernas desnudas y nalgas antes de deslizarse hacia su escroto. Comenzó a engullirlo entre sus labios presionando suavemente pero con firmeza mientras sus manos propinaban la debida atención a la enorme extensión de su amado.

Bonnie no sólo había llegado a su límite en oxígeno, también comenzaba a sentir sus pezones hinchado y adoloridos junto a su clítoris que martillaba clamando atención con tanta fuerza que resultaba abrumadora.  Soltó un ligero gemido en protesta hacia su propio cuerpo antes de subir nuevamente hacia su glande. Volvió a tragar su miembro dando una nueva y profunda respiración. Finalmente dirigió una mano a su escroto y la otra a su entrepierna, comenzando a acariciar su botón del placer. Fantaseando con eran sus manos y no las de ella.  

Cualquiera habría jurado por un momento que Bonnie se trataba verdaderamente de una persona de carácter sumiso. Y el que lo hubiera dicho no podría haber estado más equivocado. Bonnie era definitivamente sumisa pero su sumisión no se debía en absoluto a su carácter sino él, que había encendido velas en la oscuridad; él que se había convertido en la única familia que le quedaba incluso si él mismo no era capaz de entender o apreciar ése bello lazo que la ataba a él. ¿Pero cómo desprenderse de él incluso si no la amaba; si tan sólo la quería muy a su extraño modo? No había forma de que lo hiciera, no quería hacerlo. Ella deseaba, ante nada, estar a su lado y servirle en todo cuanto pudiera. Sí, esa era la escancia de una verdadera sumisa, que se arrodillaba ante el placer y el deseo de su amo; pero sobre todo ante sus perversiones porque él y sólo él era capaz de hacerla sentir de ése modo. Intimidada, avergonzada, a veces humillada, a veces triste. Pero sin duda también le hacía feliz. Patético, habrían dicho algunos. Otros habrían sentido pena. ¿Pero era posible entregarse en cuerpo, mente y alma sin perder la dignidad como individuo? Ya no era sencillamente Bonnie, ahora y desde el momento en que se conocieron, había sido Suya. Su Bonnie.

Bonnie se aferró a las caderas de Noback con tanta fuerza como pudo mientras este hundía aquel grueso miembro por última vez en su garganta. Sintió el cálido líquido derramarse a través de su garganta y luego su lengua. Se sintió satisfecha ante los chorros que inundaron con rapidez su ya aquejada garganta.
Respiró hondo mientras contenía el semen en su boca, tal como él ordenaba. Se llevó una mano al cuello y sobó lentamente su garganta mientras recuperaba el aliento. Cuando por fin tanto su respiración como su ritmo cardiaco se normalizó lo suficiente para no parecer una cabra loca, elevó la mirada hacia Robert mientras saboreaba con mucho cuidado el semen que se deslizaba a través de su boca.
Los orbes azules de la pelirroja eran ahora mismo un mar de ansiedad, se mordió el labio ligeramente a modo de suplica mientras sentía aquella salada divinidad queriendo correr hacia su garganta y llegar por fin a su estomago.
Un ligero gemido retumbó en sus cuerdas vocales mientras su menos acariciaban con dulzura y entregas las caderas que la alimentaban. Porque sí, literalmente todo lo que entraba por su boca era una extensión de Robert, bien fuera semen o comida. En general, todo lo que Bonnie tenía y había dejado de tener a día de hoy era consecuencia inmediata de una relación enfermiza y toxica con Robert. Pero al fin y al cabo las cosas no estaban saliendo tan mal como esperaba.
Espero fielmente la orden y no tragó ni siquiera un poco hasta que por fin le fue concedido, agradecida por lo que ése día había ocurrido.

off. Disculpa lo cortito... mis post están saliendo del asco

Bonnie sabía que aquello era lo que se consideraba un suicidio. La muerte lenta y dolorosa de su alma deteriorándose a la espera de un amor que realmente nunca tendría. Ah, Noback, estúpido y sensual Noback. Él cuidaba de ella sin duda por sus propios y maquiavélicos planes. Bonnie sabía que si no fuera de utilidad ya la hubiera desechado como había desechado a Irena y otras tantas mujeres con las cuales se había acostado. Y sin embargo se mantenía ahí no consciente de porqué, al fin y al cabo él no le pertenecía a ella por lo que no tenía derecho a celar. Lo sabía y aún así su corazón pulsaba fuertemente y se retorcía ante la rabia si veía a otra en los brazos de su amado.

Bonnie lo miró a los ojos y sonrió suavemente en agradecimiento cuando se le permitió tragar. Estaba tan agradecida de poder sentir el espeso líquido fluir a través de su garganta que ni siquiera escatimó en nada más. Se sintió durante unos segundos en una nube de pavor, probablemente por la temperatura que había tomado su cuerpo y finalmente se dejó llevar hasta que sus ojos se abrieron nuevamente. Allí estaba la figura imponente del hombre al que se había entregado.

Un jalón de cabello bastó para que un grito sordo se despegara de sus cuerdas vocales, seguido de inmediato de un gemido que describía su placer. Bonnie se acomodo en su regazo sintiendo el dolor punzante en su cuello, sabía que amanecería con el cuello hinchado pero eso no le importo, su cuerpo estaba demasiado hundido en el placer para que el dolor se extendiera. Bonnie se no esperó a que terminara de dictar la orden cuando ya se encajaba entre las piernas de su amado Noback. Y entonces sintió su miembro enorme y duro pero blando a la vez, penetrar su carne ya no tan estrecha y amoldada a su forma.

Su pequeño cuerpo se contrajo ante el apretón y sus pezones respondieron de inmediato endureciéndose. Aquel hombre la enloquecía hasta los límites insospechados, cada pequeño ápice de su piel le causaba un escalofrío. Así de viva y loca estaba por él.

Bonnie no podía parar de moverse a un ritmo alocado, profundo y placentero. Sabía que él estaba disfrutando por igual del encuentro sexual. Nunca había esperado que Robert pronunciara esas palabras pero cuando lo hizo ella no reaccionó, siguió moviéndose como si no hubiera pronunciado palabra alguna.

Fue entonces cuando lo dicho hizo sentido en su mente y entonces la información procesada comenzó a enviar un sin sentido de emociones que paralizaron todo su cuerpo. Su corazón se detuvo abruptamente, si hubiera estado conectada a una máquina de hospital el beeeeeep habría sido inminente. Y luego ¡Bam!

Un bombeo irascible que llevó la sangre por todo su cuerpo con un pulso tan fuerte que sus venas ejercía casi más presión de la que hubiera podido aguantar sin desmayarse.  
-No… no puedo… Raven… Raven me odiaría… y no puedo dejar la magia… - musitó, apenas sin poder creérselo-. Robert…. No quiero morir. No quiero ser un vampiro…

Su voz temblaba como nunca antes lo había hecho. El deseo de tener un hijo, ése siempre había sido su sueño, tener un hijo con el hombre del que estaba enamorada. Pero nunca sería una vida normal para los niños híbridos, mucho menos para ella si dejaba todo lo que era, lo que le hacía ser.
-Además seguro lo quieres por si sale una especie de híbrido mágico… y eso no va a pasar, no es posible. La sangre de vampiro anula la magia… - murmuró con una nota de desilusión en la voz.