Never is late for a new friend - Bonnie

De todas las veces que había parecido una bruja al mejor estilo Hollywood, esta era la peor de todas. Mi cabello rojo dorado se había convertido en una maraña no muy distinguible de nudos esponjosos por la humedad de Londres, mis ropas (o lo que quedaba de ellas) estaban ya bastante sucias, se me había roto un tacón y mi maquillaje se corría a una copiosa velocidad. ¿Quién pensaría que acabaría en esta situación luego de años de trabajo duro para por fin venir aquí? La frustración volvió nuevamente a cernirse sobre mis huesos pero yo estaba demasiado débil, demasiado adolorida para moverme, mis respiración dificultosa apenas era perceptible. Mis ojos se cerraron con pesadumbre mientras las lágrimas amenazaban con precipitarse sobre mis mejillas nuevamente. Mi cabeza estaba recostada contra la madera de un Nogal, cada bocanada de aire me hacía sentir viva y llena de la preciosa energía que fluía como un caudal dentro de mi cuerpo pero mi alma se sentía vacía. La presión en mi pecho aumentó tras rememorar la noche anterior.

Tras mi llegada desde Francia lo menos que esperaba habría sido una discusión como la de anoche, podía entender que se hubieran preocupado por mi y que por eso me reprendieran el salir (del país) sin permiso. Lo que no podía de ningún modo admitir era que intentasen controlar mi naturaleza y que lo hicieran usando a mi difunto padre para manipularme. Decir que la magia tan solo traía dolor y destrucción para aquellos que se envolvían en ello era lo mismo que decir que el amor era solamente un engaño y que no se conseguía más que sufrimiento. Era absurdo pero doloroso y yo no planeaba volver a ése lugar; ése sitio no era ya mi hogar. ¡Nunca más volvería! Más que un golpe a mi corazón era un golpe al núcleo de mi ser, un dolor desmedido derramándose por mi pecho.

Miré al ser que se había tropezado con la bota de mi zapato, aunque estaba segura que mis ojos no expresaban emoción alguna, intenté dedicarle una sonrisa para hacerle saber que no había ningún problema. A duras penas logré ponerme en pie y miré en los ojos del hombre, sus intenciones no eran malas por lo que ni siquiera me molesté en preguntar que quería.
—Lamento meterme en tu camino—. Me daba la sensación de que mi voz sonaba tan seca como estaban ahora mis ojos.

Me daba algo de vergüenza, pasar de haber sido una de las estudiantes más coquetas y sensuales del instituto a parecer una mísera borracha después de una juerga. Mamá hubiera estallado en una crisis de histeria si me hubieses visto en aquel momento pero sobrevivir a la oscuridad viendo todo tipo de horrores hasta que estuviera demasiado cansada, hambrienta, somnolienta y helada para mantenerme en pie siquiera no era precisamente un paseo por el parque. Sin mencionar el hombre con olor a ron que me había puesto contra la pared para hacer quién-sabe-qué-cosas del cuál escapé (clavándole las uñas en el escroto con tal fuerza que lo dejé sin aire) justo después de que rasgara parte de mi falda. El hombre quería ayudar pero su ofrecimientos iban más allá de lo que yo quería.
—Oh, no, oh de ningún modo—. Comencé nuevamente a sollozar y me dio la sensación de que mi voz se proyectaba histérica y chillona—. No puede llevarme a un hospital y mucho menos una guardia. Si lo hace sabrán quién soy y me obligarán a ir a casa. No quiero volver con mi tía. No puedo. Si vuelvo... me quitarán lo más preciado para mi.
Bonnie se abrazó a la bolsa que llevaba tersada sobre su cadera, alzándola y oprimiéndola con fuerza contra su pecho como si su vida dependiera de ello, era allí donde llevaba siempre sus cosas. Cosas de brujas que los Muggles no podrían entender: como una pata de conejo y un cuchillo de doble filo.
Miré nuevamente al hombre, suplicante... si me obligaba a volver no sé lo que haría... pero probablemente terminaría saltando por algún tejado o clavándome el athame como si estuviera haciendo seppuku. No, debía irme tan rápido como fuera posible. Y entonces huí.