Y los diplomas se firmarán con sangre [privado - invitados]

Todo estaba pasando tan rápido, era una pesadilla estar en este lugar. Gritos, sangre, cadáveres por doquier hacian que cualquier persona que estuviera aqui se le pusiera la piel chinita. Heather habia hecho una escaleras improvisadas por las cuales subí hasta el techo, seguida por humanos y al final Barbie. Cuando llegué arriba me dediqué a ayudar a las personas que querian salir de ahi. Era fácil distinguir entre humanos y neofitos pues su aroma era inconfundible.

Uno por uno comenzé a ayudarlos salir, Barbie no salia pero después su voz allá abajo me hizo saber que estaba ayudando. No podia dejarlos abajo asi que seguí ayudando a todas las personas que podia.

Tenia miedo de pensar que alguien de mi familia, o Alex estuvieran corriendo peligro, pero el miedo fue superado por mi seguridad. Sabia que ellos eran fuertes y algunos de ellos tenian experiencias en situaciones como estas, hasta sabia que algunos se esarian divirtiendo con esta masacre.

Escuché un grito de Barbie que se tomaran de las manos, no tenia tiempo de bajar asi que solo seuí en lo mio. De pronto no pude moverme más y me quedé atrapada en el tiempo.

De un momento a otro el tiempo se había paralizado y Alexander estaba demasiado aturdido entre la adrenalina mezclada con la repentina pausa en el tiempo. No supo como aquello había sucedido, o por qué buscó alarmado a única cabellera amarilla que le importaba en aquel momento y por fin la consiguió en el techo. Tomó aire profundamente -aliviado de saber que ella estaba bien- como parte de un acto reflejo, cosa que quizás no debió hacer porque aquello produjo un desgarre inmensamente doloroso en su garganta seca. El pelinegro emitió un gruñido iracundo dando la impresión de haberse descontrolado pero volvió toda su furia ante el enemigo y se lanzo contra los neófito, aprovechando que estaban petrificados para sacarles las cabeza de cuajo y apilarlos en el montón. El estrés se había apoderado repentinamente de cada fibra de su cuerpo, reemplazando así la excitación y emoción de la momentánea matanza.

Ahora parecía tener más control sobre sus propios sentidos así que dejó de respirar por completo, sintiendo el escozor en su garganta, cosa que anteriormente no se había permitido sentir. Gruñó nuevamente, mientras se movía a velocidad vampírica eliminando a cuantos podía mientras el semi-rubio homosexual desconocido y el jodido chino hacían lo que tenían que hacer. Maldijo a la sociedad, de no ser por ella y sus inútiles celebraciones por todo mísero suceso. Por supuesto sino hubieran hecho tal estupidez no hubieran corrido peligro y él no estuviera allí haciendo del héroe cuando se suponía que ÉL era el malo. ¡Y más importante aún! ¿Qué harían con todas aquellas personas que sabían de la existencia de vampiros? Ja! Seguramente pensaban que con invitarlos a una fiesta de té y decirles "Por favor, señor, mantengan sus picos cerrados" iban a lograr que no fueran por la vida diciendo el horror al que habían sobrevivido. Con suerte, quedarían tan traumatizados que pasarían 3 meses encerrados en una habitación sin dirigir su palabra a nadie en absoluto, pero luego darían problemas. Bufó para luego acuclillarse cerca de la pila y usar su zippo para dar más vida a las llamas, que no eran suficientes para la cantidad de cadáveres. Por suerte los fluidos vampíricos eran fácilmente inflamables.


Y cuando todo estuvo bajo control, todo el peso de la frustración cayó sobre los hombros del carnívoro. Y antes de que el tiempo volviera a tomar su curso natural, Alexander abandonó el instancia. Necesitaba estar solo para no volverse una amenaza para ella, y además, necesitaba alimentarse. Alexander, el que siempre hacía sentir a los demás como si fueran inferiores; el que nunca parecía preocuparse por nada o dar importancia a las cosas; el que se burlaba con todo descaro de cualquiera que pasara frente a él; de cualquier que simplemente no le agradaba por ser mentiroso, o doble cara, o incapaz de controlarse y ahora se encontraba opacado por su propio ser. Nunca le habían gustado las reuniones, no le gustaba estar rodeado de gente y más importante aún, no le gustaba que le vieran en pleno estado de debilidad. Había cumplido con su misión de mantener a Helene y las Báthory a salvo, ahora necesitaba atenderse a sí mismo antes de que alguna catástrofe sucediera.

Off. No me estoy saliendo del post, luego los alcanzo xD es que Alexander se puso dramático.

En el preciso instante en el cual cruzó el umbral sintió su autocontrol derrumbarse por completo sobre los escombros de aquello que en algún momento había podido llamar cordura. El cuerpo del moreno avanzó por el estrecho pasillo tal cual autómata, su expresión era carente de toda emoción al igual que su mente; tan solo había un objetivo en su mente: Matar. En el instante que se alejara de Britney, de los neófitos y de sus respaldos, había vuelto a sus raíces tan abruptamente que incluso le costaba seguir caminando, tentado a volver allí y drenar por completo a la Báthory rubia. No había aún dejado la alfombra roja cuando oyó un susurro ahogado, una voz femenina hacía indicaciones de que se hiciera silencio y una sonrisa cargada de sadismo se volvió a aposentar sobre los labios del pelinegro. Una risa grave y áspera salió de sus fauces mientras la excitación cobraba vida una vez más en cada partícula efímera de su absoluta perfección. Patéticas e ilusas criaturas, pensó, regodeado en sí mismo mientras avanzaba a paso lento hacia la universidad, de donde provenía su voz. Como si esconderse pudiera salvarlas del destino.

Alexander llegó a un recinto bastante amplió y escuchó los corazones de los humanos desbocarse ante el eco de sus propios pasos. El vampiro observó la sala en la que se encontraba, la luz estaba apagada pero habían al rededor de diez escritorios y en cada uno había un ordenador, tan solo las luces de la pantalla alumbraban el recinto. Caminó entre aquellos escritorios mientras sus pasos resonaban sonoramente, se súbito, dio un manotazo a uno de los escritorios. El ordenador cayó al suelo arrastrándose algunos cables y provocando unas cuantas chispas. La mujer aferró a su bebé cuando éste gimoteó un poco ante el ruido, indicándole que no hiciera ruido, pero él comenzó a llorar. Alexander lanzó uno de los escritorios, que viró en el aire unas antas veces ante de caer nuevamente. La mujer horrorizada no pudo controlar más sus esfínteres, una mueca de desagrado cruzó por la facciones de Alexander durante escasos segundos.
-Ustedes los humanos, son grotescos- dice en un murmullo antes de bajar la vista a la pequeña criatura, la frialdad se había apoderado una vez más de su mirar. No te muevas, fue la orden de Alexander hacia la mujer-. Tú, pequeña criatura, eres demasiado inocente para morir.

El pelinegro tomó al crío y se alejó con él en brazos, dejándolo en otra aula para que no fuera capaz de llegar al lugar donde mataría a su madre. Al volver, la mujer seguía paralizada y Alexander ni siquiera perdió tiempo en mirarle con desprecio, aquel ser era demasiado inferior para él. Caminó de un lado a otro, merodeando como un tigre que acecha a su presa. La mujer comenzó a gritar cosas que él no creyó entender hasta que le escuchó decir "namae" y una sonrisa llena de absoluta crueldad se apoderó de él. Alexander pronunció su nombre al Japonés, sonaba semejante a "Areksandaa". La chica se inclinó a sus pies, gimoteando, suplicándole por su vida.
-Me das asco- respondió a su gesto, aunque en ingles, y aprovechando la cercanía pateó la boca de su estómago. El cuerpo, casi inerte de la mujer, salió estampado contra la pared y, antes de que mismo Dupont pudiera ser consciente de ello, se había lanzado contra la fémina-. ¿Sabes qué hubiera sido lo más divertido de matarte? Torturarte.... pero no lo haré... Porque ella está enamorada de mi y quiere que sea mejor. Quiere que sea bueno... y no lo soy.
Finalmente, mordió.

Alexander drenó por completo el cuerpo de la nativa y luego dejó que su cuerpo resbalase por la pared; durante segundos le miró con fijeza pensando que aquel rostro era quizás demasiado angelical para darle el mismo trato que a sus otras víctimas, entonces rodeó las partes posteriores de sus hombros y rodillas con intensión de cargarla. El vampiro dejó de respirar por completo, caminó en dirección del salón de eventos y allí echó el cuerpo de la joven a la cual había quitado hasta la última gota de sangre. Dio una rápida mirada al lugar hasta que se encontró con la mirada de Helene y, con cierta indiferencia ante la situación, tan solo asintió para indicarle que había escuchado el plan en el camino y que sabía lo que debía hacer en adelante. Vislumbró también a la niña Báthory alimentándose, cosa que no solamente le produjo algo de asco -puesto que Alexander jamás se hubiera alimentado del cuerpo que desperdiciase un neófito- sino también una idea inverosímil de la rubia malcriada. Cuando el tiempo se congeló nuevamente, el pelinegro se quitó el gabán blanco manchado de rojo y lo arrojó también al suelo ya que no le servía de nada en aquellas condiciones. También vio por allí, entre el mar de sangre, el sombrero que había estado usando pero que seguro cayó al suelo entre toda la acción. Y entonces su mirada volvió a posarse sobre la Bathory malcriada.
-Patético- susurró pues a leguas podía darse cuenta de la situación deplorable y emocional en la que había caído la fémina.

La idea en sí no se le hacía mala en absoluto pero no podía dejar de pensar que todo aquello era ridículo si tomaban en cuenta que algunos de esos chinos ya se habían escapado por la puerta que Alexander derribó mientras luchaba con los neófitos. Aunque si sus cálculos no fallaban le daría tiempo de encontrarlos si se apuraba en comprimir y modificar la memoria subconsciente de los que estaban allí para que, inconscientemente, hablasen de ello como una noche de terror en la cual un loco intentó asesinarlos a todos. Al fin de cuentas, eran casos que se veían en Japón de forma muy seguida y no era nada raro que aquello sucediera en éste raro continente donde los helados de chocolate venían con forma de pene y las pornos incluían tentáculos. Un gruñido escapó de sus labios pero en poco tiempo estuvo en el techo, le dio un beso sorpresa a Britney y se dio a la labor que le correspondía con los humanos insignificantes. Si por el fuera los sacrificaba a todos como los corderitos de rebaño que eran pero ahora que estaba con la familia de su chica tenía que comportarse por más que le pesara. Humano que "limpiaba" de sus recuerdos conscientes, inconscientes y subconscientes, humano que dejaba con la Báthory alcahueta y con el chino desconocido para que les llevaran a un lugar seguro.

Alexander, dulce y sensible Alexander; tan sensible como la adamantita. Hacía menos de unos de unos meses se podría llegar a creer que aquel hombre ambicioso, egoísta, explosivo, sádico e incluso rudo les estuviese ayudando y, sin embargo, todo era parte del plan pues no había otra forma de ganar puntos. Para él aquello no era tan importante, si por él fuera, se raptaba a Báthory a media noche y se la llevaba a Alemania pero aquello habría sido demasiado obvio. Demasiado indiscreto para su maravillosa entidad vampírica, si quería que las cosas fueran bien y sin contratiempos debía tomarse el tiempo necesario para planear y ejecutar. A esas alturas, nadie que le conociese -de un modo u otro- habría imaginado que en aquella maravillosa mente metódica y maquiavélica. Ah, Maquiavelo, Alexander habría tenido una charla gustosa con aquel hombre cuya moral parecía inexistente y ¡es que tenían tanto en común! Entonces la mirada del pelinegro se fijó en las llamas que ahora corroían el lugar donde se había oficiado la graduación, el fuego comenzaba a consumirlo todo y aquello le recordó a las épocas en las cuales se divertía con Alessandro Bellomo quemando iglesias. La satisfacción se pintó en su cara durante algunos segundos y las ensoñaciones se apoderaron de su cabeza, transportándolo la primera vez que fue con el castaño, hacía más de 100 años ya; la sangre, el dolor, el olor a carne quemada, la satisfacción y placer que sentía al matar, pero sobretodo, los agudos gritos que pedían clemencia. Clemencia que él nunca tendría a menos que viese una razón para hacerlo, ya fuera capricho o necesidad.

Y entonces algo resonó en su cabeza, era el palpito de un pequeño corazón, muy apagado y débil para ser el de un humano en buen estado, demasiado vivo para ser el de un moribundo. El vampiro se giró sobre sus pies y se acercó a Britney que parecía conmocionada con todo aquello, de nuevo los celos del moreno le hicieron actuar antes de que a alguien más se le ocurriera llevarse a su pequeña rubia. Sin mucho más que esperar la envolvió en aquellos pares más fuertes que el acero mismo y cargándola en brazos, para que pudiera descansar del trajín, pego su frente a la de ella para que el frío le tranquilizara. Se quedó allí con ella unos segundos sin que le importaran los demás en absoluto porque, a decir verdad, realmente no le importaban. Vampiro débil, se dijo, vampiro débil y estúpido. Eso era, un estúpido enamorado. En eso se estaba convirtiendo desde que conociera a Britney pero era demasiado orgulloso para admitirlo.
-Si te dejo un momento ¿estarás bien?- preguntó, quitándole un mechón de cabello mientras iba al estacionamiento y la dejaba recostada al asiento del copiloto-. Tardaré unos minutos, nada más.
El pelinegro le dio un beso en la frente a la pequeña Báthory rubia y echó a correr alejándose unos metros con intensión de seguir el rastro que habían dejado los otros sobrevivientes -puesto que sus ropas estarían tan embarradas de sangre como lo estaban ellos-. Aspiró profundo dejando que el instinto se apoderara nuevamente de su cuerpo ahora que estaba lejos de la Báthory. Entonces fue localizándolos de a poco a poco, algunos intentaron atacarle, otros quisieron correr y los demás estaban en estado catatónico. Sean cuales fueren sus arranques, simplemente había una forma fácil de deshacerse de ellos y los futuros problemas: Matarlos.

Sangre, miseria, dolor, fuego... Se encontraba extasiado como en otras tantas ocasiones. ¡Vaya que había valido la pena aquel viaje! ¿Era realmente eso? ¿O se trataba sencillamente de la euforia del momento? Tenía que serlo, Alexander estaba regocijado en su propio disfrute y de momento no importaba nada más que él; de hecho, nunca había importado nada más que él. Sin embargo era seguro que al día siguiente, cuando recapacitase mejor las acciones de todos aquellos neófitos y lo que habían causado, se enojaría. ¿Pero se enojaría realmente por eso? No, desde luego que no ¿Qué le importaba quienes hubieran muerto en aquel recinto siempre que la Báthory rubia estuviera en buenas condiciones físicas? Y Alexander, por muy cínico que fuera, siempre tomaba sus propias responsabilidades en manos, le gustaba tener el control de todas las situaciones que le concernían; no obstante ¿qué era ésto para él? ¿más que las sobras de otro vampiro completamente fuera de sí? Él no tenía porqué hacerse cargo de los regueros ajenos y, sin embargo, allí estaba. Repudio era lo único que sentía hacia los neófitos y cualquiera que perdiese el control a la más mínima gota de sangre. Grotescos, estúpidos y patéticos neófitos. Sea como fuera aquello no importaba en aquel preciso instante puesto que ya estaba barriendo el campus entero de aquellos que habían escapado antes.


Alexander se lamió la palma de la mano, quitando los últimos resquicios de sangre. Como había predicho, no se encontraban muy lejos. Aquella chica, Barbara, tenía un don muy curioso e interesante aunque inútil a la vista si no sabías como usarlo para fines malévolos. El vampiro se deshizo de los cadáveres, arreglando todo para que pareciera un accidente como solía suceder cada vez que se alimentaba de alguien y se dispuso a volver. Gracias a sus habilidades vampíricas no había tardado demasiado y pronto estuvo con Britney. Abrió la guantera, sacando de allí un pañuelo de lino blanco y una muda de ropa envuelta en una bolsa de plástico que siempre llevaba en caso de emergencia; Alexander siempre tenía todo previsto, como era natural en su magnificencia, para aquellos casos en los que gustaba de tomar un bocadillo durante el camino. Miró a los alrededores notando el pequeño círculo de sobrevivientes de los que había "hipnotizado". Estaban sentados en ronda, todos estaban apoyándose y reconfortándose sin caer en cuenta todavía de lo que realmente sucedía. Sin embargo no tardarían mucho tiempo en notar que los Gaijin carecían de heridas. Alexander observó a los demás y luego a Britney, ella parecía casi impecable en comparación a los demás; cosa que agradeció porque hubiera sido muy molesto tener que limpiar la sangre seca y pegostosa al Camaro. Alexander siguió el rastro de los demás y se condujo hasta las duchas, donde se dispuso a bañar para quitarse los residuos de sangre. ¡Qué molesto tener que apurarse! Bueno, eso no importaba, ya en el hotel se bañaría con más tranquilidad.