So this is my world [James]

Se sentía extraño ir caminando a casa con James de la mano, pensé que eso no pasaría en un millón de años. Mi casa no quedaba tan lejos de la plaza en la que estábamos, sólo unas 7 cuadras aproximadamente, pero a mí me habían parecido miles ya que en el camino de ida me había perdido y había caminado por toda la zona comercial de Forks aparentemente, que a mi parecer era una miniatura.

Doblamos la esquina y entramos al jardín delantero de mi casa, el cual estaba lleno de rosas y demás flores. Demasiado llamativo para mi gusto. Mi casa tenía el típico aspecto inglés, la estructura se parecía bastante a mi antigua casa, sospechaba que quizás un año antes de que nos mudáramos, mi papá la había mandado a hacer. El nunca se privaba de decir que le aborrecían las construcciones americanas y prefería las inglesas, así que no era de esperar que justo haya encontrado una casa con estilo inglés y toda esa cosa. Era absurdo pero bueno, ese era mi padre y sus manías. Abrí la puerta y me quedé apenas medio minuto parada en la entrada...estaba esperando...

Enseguida un pastor inglés de tamaño mediano saltó hacia mí, ladrando y sosteniéndose sobre mis rodillas. Le acaricié detrás de las orejas y en el cuello-Hola precioso-le dije acercándome a su nariz dejando que me olfatee-¿Cómo está mi bebé? ¿Me extrañaste? -lo seguí acariciando. Mi papá decía que era absurdo tratar a una mascota de esa manera, porque era eso, un animal. Pero para mí era mi hijo.

Hazza mira más allá de mis piernas y sé a quién mira. Siempre que vienen extraños, se queda paralizado esperando algún movimiento sospechoso para empezar a ladrar y hacer escándalos. Me doy vuelta y miro a James atenta, le sonrió aún con el perro en las piernas-James, te presento a Hazza. -miro al perro-Hazza, este es James...Quiere violarme-susurro como si fuera un secreto entre el perro y yo. Y me río. Hazza salta encima de James y lo huele, corre alrededor suyo y lame sus manos.

Estábamos en el hall de entrada, le hice una seña a los dos de que vayamos hasta el living y ahí nos quedamos. En una de las paredes había un mural de fotos mías de bebé, de pequeña y de ahora. Con papá, otros familiares y amigas. Nunca había pensado que eso me daría verguenza, pero ahora sí. Era extraño. Este era mi mundo, mi casa, y lo estaba invitando a James a entrar en él, cuando nunca antes había hecho eso con nadie.

Me doy vuelta y lo miro-¿Y? ¿Qué te parece? ¿Muy londinense para estar en Estados Unidos?

Caminar de la mano con ella se ha convertido en algo incómodo. No por el hecho de estar tomados de la mano, sino porque no conversamos para nada. Es solamente el ritmo de "un pie, luego el otro, respira, pestañea, empieza de nuevo". El camino parece aburrido, ya que me se esta parte de Forks de memoria; desde las calles hasta los puestos en cada una de ellas. Doblamos esquinas, saltamos charcos de agua y cuando nuestras miradas se encuentran sonreímos al mismo tiempo. La casa en la que ella para no es la que esperaba que fuera suya. Siempre que pasaba por ahí me llamaba la atención la cantidad de colores y aromas de su jardín, pero nunca hubiese adivinado que era la de ella.

Cuando entramos, una bola blanca y negra de pelos se acerca corriendo a Emma. El perro es saltarín y juguetón, al igual que ella en ciertos aspectos. Lo llama precioso, bebé y por último Hazza. ¿Ése es su nombre? Al parecer sí, porque nos presenta como una niña de dos años que juega con sus muñecos. Veo que lame sus manos y algunas facciones de su rostro. Y pensar que iba a besarla esta noche. Escucho lo que dice acerca de que voy a violarla, por tercera vez y vuelvo a reír. Sonrío ante mi pensamiento y observo al perro correr hacia mí. Me olisquea y me lame las manos. Le acaricio la cabeza con la mano sin ganas. Los perros nunca me gustaron, siempre fui más fanáticos de los gatos; crecí toda mi vida con Garfield y Tom (de Tom y Jerry).

Cuando me invita a pasar camino lentamente, pisando los pequeños charcos de agua en el camino que la lluvia ha dejado. Cuando entro siento un calor hogareño y peculiar, que no sentía hace bastante. Observo todo el lugar y río al ver fotos de Emma cuando niña haciendo caras locas y graciosas. Señalo las que más me gustan mientras la miro, comparando como el tiempo ha hecho cambios en ella y susurro un "¿Qué te ha pasado? Eras tan linda" que creo que no ha escuchado. Más que creo, espero. Escucho su pregunta y me doy vuelta para verla. Meto mis manos en los bolsillos del pantalón.

—Muy sofisticado para un barrio tan pobre —la corrijo y me encojo de hombros. Niego con la cabeza —. Está bien. Es mejor que la choza de cartón en la que yo sobrevivo, porque eso ya no es vivir —sonrío y sigo mirando alrededor.

Me quedo parada allí en mi living, mirando a James y mirando a Hazza quien revolotea a su alrededor como si fuera una mosca. Una de las cosas que lo hace más extraño es que James se limita a observar, lo cual es obvio ya que entró en "territorio desconocido". Un silencio incómodo se apodera del ambiente, no se me ocurre qué decir y James observa mis fotos de pequeña en el mural de la pared. Si pensaba que el primer momento en que lo vi debajo del árbol había sido incómodo, me equivocaba. Una sonrisa apareció en mi rostro.

-¿Disculpa? ¿Era linda? -digo haciéndome la ofendida-Lamento decirte, pero yo soy linda...-le saco la lengua y le pego un codazo suave. Escucho cómo Hazza se retira hacia el jardín, con su típica caminata cansada pero alegre moviendo la cola, con la lengua afuera.

Miro a mi alrededor y asiento a lo que dice, tiene razón-Demasiado lujoso para mi gusto. -Si esta casa estuviera en mi antiguo barrio de Londres, encajaría muy bien pero aquí no necesariamente-Papá y sus estúpidas ideas de que caro es sinónimo de lo mejor.-digo en voz muy baja, suficiente como para que James no lo escuche. Me costaba acostumbrarme a esta casa nueva, a este pueblo y a todo. Quizás me hubiera acostumbrado más rápido a todos estos cambios si hubiera tenido alguien con quién hablar desde un principio, por supuesto que estaban mis amigas de Londres, pero ya no era lo mismo. Y a papá era mejor no hablarle, estaba demasiado metido en sus asuntos del trabajo que era mejor no molestarlo con caprichos adolescentes como "no me puedo adaptar a mi nueva vida".

Me miro de arriba a abajo, aún mi vestido está mojado, mi pelo hecho un desastre y tengo barro en algunas partes de mi cuerpo. Me vendría bien una ducha. Y a James también, pero quizás sería demasiado incómodo para él. -Creo que voy a cambiarme, estoy hecha una mugre-lo miro y lo señalo-¿Quieres ropa? ¿Quieres bañarte? ¿Quieres algo para tomar, comer?-le pregunto rápidamente-¿Qué quieres?

¡Hostia puta! Me ha escuchado. Aún peor, me ha regañado y contestado con una pregunta matadora. Asiento con la cabeza al escuchar que se dice linda. Es cierto que es linda, en realidad es hermosa. Es que es ese tipo de belleza que no sabes qué es lo que tiene de especial. No sé si serán sus ojos, su cabello o su sonrisa triunfante lo que me hace "suspirar". O quizás es su forma de mirar, de moverse, expresarse. Cómo pronuncia las palabras tan perfectamente que dan ganas de poseer su tono londinense.

Observo al perro despectivamente mientras se marcha por una puerta siguiéndolo con la mirada. No me cae nada bien. No acostumbro ser celoso; pero este maldito perro en serio me saca de casillas. Escucho lo que dice acerca de que es demasiado para su gusto. Me encojo de hombros y juro que la escucho susurrar algo. Su voz no es del todo entendible si no habla claro y alto. Claro que para alguien que ha vivido toda su vida en el pequeño pueblecillo de Forks le es difícil entender el lenguaje usado al otro lado del mundo. ¿Sería justo que yo empezara a hablar francés ahora? A menos que ella lo hablase con fluidez, no. No sería justo.

La observo mientras se mira de arriba a abajo y sonrío pensando en que podría estar ella pensando. "¡Oh no! ¡No mi vestido favorito!", "¡Mi maquillaje!", "¡Estuve todo el día preparando mi cabello para nada!", "¿Cómo voy a estar así de no-presentable?" y esa clase de cosas que piensan las mujeres cuando ven que su conjunto no está perfecto. Escucho lo que dice y río. ¿Hecha una mugre? Hace años que no escuchaba esa frase. Luego su cuestionario termina por aturdirme los oídos, haciéndome negar instintivamente la cabeza. Me acerco a ella y tomo su mano.

—Estoy bien —le sonrío mirándola a los ojos —. Puedes, ir. Yo voy a esperarte por aquí —miro alrededor y luego de nuevo a ella —. Lo único que quiero es estar contigo —susurro una vez que posiciono mis labios sobre su oído. Incluso a mí se me pone la piel de gallina —, así que apúrate —cuando me separo, le guiño un ojo.

Mi mirada curiosa no deja que pase desapercibida la mirada desdeñosa que le envía James a mi perro. Algo en eso me hizo ruido, ¿se sentiría celoso? No, no era posible. ¡Era sólo una mascota! Y él era... bueno, él era James. Un chico que apenas conocía pero tenía todo el poder para volverme loca con tal sólo acercarse a mí.

-Está bien-le sonrío y le doy un beso en los labios-Cualquier cosa que quieras sólo....agarrala-hago un gesto con la mano y voy rápido hacia la escalera de madera que conduce a la planta superior. Me daba un no sé qué dejarlo sólo a James, no porque no confiara en él, sino porque toda la situación era extraña.

Una vez arriba, atravieso el pasillo y voy hasta mi habitación. Ni bien había llegado, me había dedicado en cuerpo y alma a ordenar este pequeño espacio a mi gusto. Quizás era la única habitación en toda la casa que no tenía cajas o cosas sin guardar de la mudanza. Y eso que nos habíamos mudado hace casi un mes. Me dirijo hacia el armario, agarro mi ropa interior, una camiseta larga y algo grande blanca con rayas negras de mangas tres cuartas y un short negro. Además de las sandalias que usaba para estar en casa.

Voy al baño al otro lado del pasillo, abro el agua de la ducha y me desvisto mientras el vapor inunda el pequeño baño. Suelto mi pelo y entro a la ducha. Tardo sólo 10 minutos en sacarme el barro y la suciedad del agua de lluvia de encima, salgo y me seco. Me visto nuevamente y trato de peinar mi pelo, pero sólo lo dejo suelto para que se seque más rápido. Algo en mi interior quería salir corriendo e ir con James.

Una vez lista, bajo las escaleras a una velocidad mortal y voy hacia el living donde encuentro nuevamente a James. Lo agarro de sorpresa por detrás, es decir que lo abrazo por la espalda y le digo en tono juguetón - ¿Me extrañaste Romeo?

Siento su beso sobre mis labios y sonrío con los ojos cerrados. Escucho lo que dice y emito una pequeña risa por lo bajo. Puedo oír sus pasos subir por la escalera y llegar al segundo piso. Cuando abro los ojos, ella no está ahí. Estoy solo en medio de una habitación desconocida. ¿Qué pasaría si su padre llegase en este momento? Digo, siempre lo ha mencionado como un tipo serio, lujoso, seguro de sí mismo. Estoy seguro que lo primero que haría sería echarme a patadas de su casa y castigar a Emma inmediatamente. Según recuerdo, le había dicho que no quería chicos en casa y... bueno. Yo soy un chico.

Saco mi teléfono del bolsillo e intento prenderlo como antes, sin resultado positivo. Lo dejo sobre una mesa y vuelvo a observar detenidamente las fotografías del mural. Hay algunas que son recientes; se nota porque Emma está igual que ahora. Otras de pequeña, jugando con barro o disfrazada del dibujo animado Minnie Mouse. En una sola foto sale abrazada a su padre, y puedo sentir como una nostalgia terrible invade mi ser. ¿Cómo será tener una familia de nuevo? Digo, mis padres fallecidos y mi hermana quién sabe dónde.

Salgo de mi mundo y volteo, sintiendo otra punzada en el corazón. Los ojos con ganas de llorar pero sin lágrimas aproximándose. Día de suerte, no quiero llorar en casa de Emma, y mucho menos en su presencia. Los enloquecidos pasos de arriba me hacen reír. Sorbo la nariz "controlándome". Doy vueltas al lugar y me quedo parado en el medio del salón, con las manos en los bolsillos. Recuerdo que olvidé levantar mi gorra y chasqueo la lengua.

Siento unas pequeñas manos deslizarse por mi espalda repentinamente. Luego escucho la voz de Emma, proveniente de la espalda también. No podría cansarme de escucharla llamarme Romeo. Me hacía sentir... ¿Especial? Eso creo. Pestañeo varias veces y giro sobre mis talones, dándole frente. Poso mis manos en sus caderas y me hago un poco para delante, como si fuera a besarla. La esquivo.

—¿Qué vamos a hacer ahora? —digo sobre sus labios, sin besarla aún. Quería dejarla deseando, verla pedir más.

Quizás habían pasado sólo 15 minutos desde que lo dejé aquí sólo y me fui a bañar. Pero yo lo había sentido como una eternidad. Será que en las últimas horas me había acostumbrado a su presencia y no estar con él por apenas 15 patéticos minutos, me afectaba demasiado. ¿No te estará empezando a gustar...verdad? me pregunté a mí misma y sonreí inconscientemente. No, estaba segura de que no. O al menos no sabía. Una parte de mí quería que sólo sea una confusión, porque tenía miedo de que me empezara a gustar James en serio.

Mis labios buscan los suyos pero observo que esquiva mi beso, levanto una ceja pero no digo nada, dejo que mi expresión y mi cuerpo actúen por sí solos. Me encojo (?) de hombros, no sabía qué responderle-No lo sé, lo que sea que tú quieras hacerme-y mi mente vuela hace apenas unas horas cuando le dije algo parecido, pero la intención era la misma: Haz lo que quieras conmigo, total ya no me importa. Estoy aquí contigo y eso es suficiente. Esperen. ¿Desde cuándo estaba tan romántica y desesperada de James?

De pronto mi estómago ruge, me llevo una mano a la panza y me pongo colorada-Creo que deberíamos comer algo...-dijo dirigiéndome con James (de la mano) hacia la cocina, que se encontraba en un extremo izquierdo del living. Voy directo a la heladera, abro y veo varias porciones de pizza de ayer. Las agarro y las pongo en el plato. Por lo general comía la pizza fría pero esta vez quería comer algo caliente.

Lo miro a los ojos y noto algo raro, algo nuevo en ese color verde brillante. Estaban rojos, como cuando yo lloraba y me refregaba los ojos para que nadie me vea. Como yo había hecho unas horas atrás cuando conocí a James-¿Te pasa algo?-lo miro fijo-Estabas... ¿llorando? -murmuro. Quizás era una pregunta algo incómoda pero algo en mí me empujaba a querer saberlo. El pitido molesto del microondas se escucha en medio del silencio que hay entre nosotros. Pero yo no muevo ni un músculo, quería saber qué le pasaba.

—¡Por Dios! ¿No tienes otra línea? —pregunto al escuchar de nuevo el "No lo sé, lo que sea que tú quieras hacerme". ¿Acaso no tiene imaginación? Aunque sea decirme "ya vamos a ver" o "tengo algo en mente pero no te lo voy a decir" aunque no tenga nada. ¿Tan desesperada y necesitada está que se regala a mí para hacer lo que yo quiera? Sé que lo dice por seducirme y me encanta, pero mucha gente tomaría ese comentario y diría que es una... bueno. Una zorra —. Nunca sabes nada —digo y le doy un beso corto en los labios.

Escucho de pronto su estómago rugir y no puedo evitar lanzar una carcajada al aire. Asiento cuando ella opina que debemos comer algo, y la sigo hasta la cocina (que es bastante grande y lujosa). La veo sacar varias porciones de pizza y me relamo los labios sonriente. Siempre me gustó esta comida, sea de lo que sea. Recuerdo haber ido con una pizzería de pequeño con mi hermana y haber comido todas las que pudimos. Luego de ese día estuve con vómitos y mal de la panza. Pero no voy a olvidar la felicidad de comer mi comida favorita.

Veo que me mira a los ojos y los desvío para no mirar los de ella. ¿Me ha atrapado? Dios mío, que no pregunte nada. La bomba cae y escucho sus preguntas. Sorbo la nariz y me la rozo con el dorso de la mano derecha. Niego con la cabeza sonriente. Me llevo un dedo índice a los ojos y los restriego.

—No —miento —. Solo... he bostezado —digo y sonrío, sin poder clavar mi mirada en sus ojos todavía. No quiero que me vea llorar. No puedo. Trago saliva mirando a todos lados; la mesa, la pared, el refrigerador, las sillas y luego el suelo. Exhalo fuertemente con la boca y mis ojos se posan en los de ella de una buena vez —. Solo estoy muy cansado —digo y vuelvo a tragar saliva.

Me quedo pensativa y lo miro algo seria Apoyo una mano en la cadera y mi expresión se convierte en una mirada crítica. -Claro que tengo otras líneas pero tu te me...-me corto en mitad de la frase. "Pero tu te me pones cerca y me pones nerviosa, por lo tanto todo lo que tenía pensado decirte, se me borra". ¿Eso le iba a decir? ¿De verdad, Emma? Pienso unos instantes antes de seguir o no.-Nada.-trago saliva y me doy vuelta hacia la mesada de la cocina para ordenar unos platos.

"Estás mintiendo, ¿por qué me mientes?" pienso mientras lo veo esquivar mi mirada. Si quería llorar, que llore. No tenía nada de malo, no era una de esas chicas que pensaban que un hombre no lloraba. Todos somos personas, todos lloramos. Una vez que el microondas termina, saco las porciones de pizza y las coloco en dos platos distintos que pongo encima de la mesada del medio, el único obstáculo que me separaba de James en este momento.

-Por alguna razón no te creo...-logro decir en voz alta. Quizás con un tono enojado, aunque no era quién para interrogarlo sobre su vida y lo tenía bien en claro. Me quedo mirando el plato, era un ambiente tenso y para nada lindo. ¿Qué me pasaba? ¿Por qué de un segundo para otro, pasaba de estar bien a estar preocupada por James a estar enojada? Respiro hondo y empiezo a comer mi pizza. -Está bien, si no quieres decirlo me parece bien. -Miro su plato y luego a él, quien por fin me dirige la mirada-Come, se te va a enfríar.

En eso, suena mi celular nuevamente. Pero esta vez el típico piip que vibra del teléfono, avisando que tenía un mensaje. Voy hacia la mesa del living, donde lo había dejado antes de ir a bañarme y veo un mensaje de papá: "¿Estás en casa? Ten cuidado" . No se si fue la tensión del momento con James o qué onda pero sentía cómo un berrinche de niña pequeña me estaba por venir en ese momento...

-Ay por Dios, dejame en paz un segundo-exclamo en voz alta, tirando el celular al sillón que estaba al lado mío. Tapo mi rostro con mi manos y siento el impulso de llorar quién sabe por qué. Trago saliva, no iba a hacerlo. Por milésima vez en mi vida iba a aguantar el llanto. Respiro hondo y vuelvo a la cocina, fingiendo estar tranquila y que no pasó nada hace un minuto en el living. Entro y me siento encima de la mesada, volviendo a comer mi pizza. Pero esta vez no le dirijo ni una mirada a James.

Ése "nada" trae algo escondido y me gusta. La veo acomodar los platos y sonrío, sin decir nada para no enfadarla. A ver, espérate James. ¿No hacerla enfadar? ¿Acaso le tienes miedo? Borro los pensamientos de mi mente y observo cómo saca la pizza del microondas con suma delicadeza. Me relamo de nuevo los labios y la veo servirla en dos platos. Los coloca en la mesa y la sigo con la mirada mientras lo hace. ¿Por qué cada uno de sus movimientos es tan delicado? Peor, ¿Por qué me atrae tanto cada uno de sus movimientos? ¿Cómo es que no puedo dejar de mirarla mientras se mueve, habla o incluso respira? Vamos James, ¿no estarás...? ¡No!

Cuando dice lo de no creerme se me para el corazón. No quiero que se ponga a hacerme una encuesta de "cómo me sentía al respecto" o "por qué haces lo que haces". La veo empezar a comer su pizza y miro la mía. Pienso en decirle algo como "no voy a comerla porque tus manos la tocaron" y río por lo bajo. Sé que ella no me escucha riendo, estoy casi seguro. Luego, cuando me dice "come" alzo la primera porción y la llevo directamente a mi boca. Muerdo la masa crujiente de la pizza y sonrío mientras trago. Soy feliz, hace mas o menos dos años que no como algo tan delicioso.

Ambos escuchamos el sonido de su teléfono, que por un segundo me hace pensar que es el mío. Y caigo en la triste realidad de que no tiene baterías. Cuando ella se dirige a la sala, puedo escuchar que exclama un "déjame en paz" o algo por el estilo. ¿Habrá sucedido algo? Pestañeo varias veces y hecho un ojo por la puerta. Puedo verla taparse la cara y casi emitir un llanto. Luego se acomoda el cabello de nuevo y cuando veo que viene a la cocina, dejo la pizza en un plato. Me limpio las manos con grasa en mi pantalón. La observo entrar en la cocina, sentarse en la mesada y me acerco. Me abro paso entre sus piernas y cuando estoy al frente suyo la abrazo. Sin decir nada, un abrazo cariñoso y amigable. Esos que sueles dar cuando por fin encuentras a alguien para desahogarte, cuando acabas de contar tus penas. Inhalo sintiendo las típicas "mariposas en el estómago" y a la misma vez el aroma de su cabello.

De repente me invadió una desesperación que no sentía hace meses. Esa mezcla de sentimientos encontrados que no me dejaba pensar con claridad. Y eso me desesperó aún más. Era propensa a los ataques de nervios y cuando me daba uno, no era nada bonito estar al lado mío porque perdía toda la cordura, gritaba y lloraba al mismo tiempo. Rogué con todas mis fuerzas de que no me diera uno justo ahora, no adelante de James.

Dejo la pizza a medio comer a un lado, me quedo en silencio hasta que James se acerca a mí y me abraza. Mierda. Lo abrazo con fuerza, quizás quitándole la respiración de todo lo que lo estaba apretando. Mis manos se aferran a la tela de su musculosa una vez más y entierro mi rostro en su hombro. No tengo ganas de mirarlo a la cara.

Y ahí vienen las ganas de llorar, las ganas de gritar y desear que la tierra me trague. No entiendo por qué me sucede, sólo sé que me pasa de una forma diaria y no puedo parar. Y viene esa extraña tranquilidad del abrazo que solo notaba con mi madre cuando era pequeña, y se abre la puerta de los recuerdos dolorosos. Noto las lágrimas cayendo sobre mis mejillas pero no me muevo ni un centímetro, trato de no hacer ruido para que James no note que empiezo a llorar.

¿A quién quería engañar? Yo no estaba bien. Mi desequilibrada mente aún tenía los recursos para darse cuenta de eso. Pero fingir que estaba perfecta era lo que mejor se me daba y en la vida hay que demostrar lo que uno mejor sabe hacer ¿cierto? Entonces, ¿por qué me sentía tan mal cuando siempre tenía todo lo que quería? -Gracias, lo andaba necesitando.-susurro, le agradezco por el abrazo una vez que me calmo y las lágrimas se van. No se cuánto tiempo estuvimos abrazos, pero ahora salgo con un poco más de seguridad.Mi mano izquierda se aferra a la suya una vez más y con la derecha apoyo mi cabeza en la mesada. Jugueteo con sus dedos sin decir una palabra.

Nunca he sido el típico psicólogo del grupo que lo único que hace en toda su vida es darle consejos a la gente sobre parejas, amigos, más que amigos y que al final desperdicia sus "dones" graduándose de abogado. No. Nunca. No me gusta aconsejar a la gente en nada, prefiero que cada uno sea quien le toque ser y cómo le toque ser. Claro que también eso depende de la persona. El tema es que no soy de los que dicen "¿Qué buzo me pongo? ¿El verde o el azul?" ¿Para qué es necesaria la opinión de los demás? Si sé que el buzo azul es más cómodo y voy a terminar usándolo.

Es por eso que no puedo decirle a Emma que quizás haya llorado (porque ahora ni yo lo sé). No puedo porque sé que el corazón se me va a partir en miles y millones de pedazos, y que una vez que empiece con el sufrimiento no va a parar hasta mañana. Es por eso que nunca he sido muy demostrativo en cuanto a mis sentimientos, salvo quizás con mi dichosa hermana. Nunca pude hablar sobre mis sentimientos a alguien en una conversación fluida y sincera, sin que se torne incómoda, vergonzosa o incluso chistosa.

Siento sus lágrimas en mi hombro pero pretendo que no. No quiero verla sufrir más. Mis brazos desprenden un calor extraño en su espalda fría, y mi cuello y hombro se humedecen de nuevo en la noche. Cuando ella pronuncia esas palabras, que ahora parecen provenir del cielo, sonrío y cierro los ojos fuertemente. Aprieto mis dedos contra su cuerpo y puedo sentir incluso que la lastimo. Cuando ella se separa, tengo una sonrisa idiota en la cara. Siento su mano tomar la mía y las miro, entrelazadas. Veo como se mueve para quedar en una posición rara, que juro que creía imposible de hacer en una mesada, y me agacho para que mis ojos queden a la altura de los suyos. Le sonrío y me acerco a su rostro para besar dulcemente su mejilla.

Como dije antes, estar abrazada a James me da una sensación de tranquilidad absoluta, como si nada pudiera hacerme daño nunca más, ni siquiera James mismo. Y aunque muy en el fondo sabía que eso no podía ser cierto del todo, quería creer que James no sería capaz de lastimarme nunca.

Trago saliva y levanto la vista hacía él, quien casualmente me está devolviendo la mirada. Una sonrisa curva mis labios sin que pueda evitarlo. -Eres tan...-suspiro y trago saliva-Tan James.- Tan irresistible, tan lindo, tan simpático. Tan tú. Le sonrío. Esa intimidad que habíamos tenido en el parque hace apenas media hora no la había tenido nunca antes con nadie. Y en este momento era lo que más necesitaba.

-Ven aquí-digo medio suplicando y lo agarro de la cintura atrayéndolo hacia mí. Inclino mi cabeza hacia la suya, sintiendo su respiración en mi mentón y en mi cuello. Sin poder esperar más y quizás de un modo desesperado, busco sus labios y lo beso. Pero no es un beso cualquiera como los primeros, es un beso como la gente, como Dios manda.

Mis labios no paran de mezclarse con los suyos en una perfecta armonía. Siento su sabor dulce, prácticamente ya no respiro y el beso se intensifica más y mas. Solo paro unos segundos para volver a tomar aire y seguir besándolo, porque era como una droga. Pero una droga que cura. Entonces dejo que mi lengua toque sus labios, como pidiendo permiso para entrar en su boca y hacer de las suyas.

—¿A qué te refieres? —pregunto al escuchar su comentario —. Podría ser un James cualquiera, quizás deberías haber dicho "eres tan James Nanther" o algo por el estilo —digo y me pongo a pensar. ¿Siempre tenía algo que discutir con ella? Claro que sí. Si no se basaba en cómo se dirigía a un lugar era por lo que decía o hacía algo. Cómo se expresaba, cómo hablaba. Cómo era tan jodidamente perfecta delante mío —. Sé un poco más original —digo para sacarle una sonrisa.

Escucho el "ven aquí" con un acento británico en su totalidad. No lo entiendo del todo hasta que estamos en medio del beso, luego de haber pensado varias veces. El nuevo beso es distinto, más romántico y menos burlón. Siento que sí nos conectamos de verdad ahora. No es nada comparado con el sucedido luego de la pregunta de ¿Qué hacen los americanos? Ese fue sólo para presumir y... bueno, aquí he terminado gracias a dichoso beso. Pero es que cada vez esta chica me enamora más; me atrapa con sus redes londinenses y me seduce del todo.

Antes de sentir su lengua, me separo y apoyo mi frente en le suya. Susurro un "espera" entrecortado y antes de que ella reaccione la tomo por la cintura con ambos brazos. La bajo de la mesada y en dos largos pasos la arrincono contra la pared. La miro a los ojos sonrientes y la beso nuevamente, pero esta vez en sus labios, su mejilla, su cuello e incluso su oreja, dejando una hilera de sellos húmedos sobre su piel.

Me río por lo bajo con esas típicas carcajadas suaves y bajas mías. Niego con la cabeza-No seas tonto, para mí James hay uno solo y ese eres tu-lo miro a los ojos, quizás lo que acabo de decir era algo tierno y quizás cursi pero en el momento no me doy cuenta-Mi querido Romeo. -digo en tono sarcástico y le sonrío aún más.-Sólo mío-susurro en sus labios.

Ay Dios, este chico sí que sabe besar. Y cómo besa. El beso se vuelve cada vez más intenso y me deja sin respiración, literalmente hablando. James tenía un no sé qué, esa manía de querer tener siempre la razón, de llevarme la contra en todo, de querer probar que yo solo soy una torpe niña inexperta que en realidad lo es. Pero ahora lo estaba besando, y qué más da si me gusta. Sí, me gusta James Nanther ¿y qué? ¿Algún problema con eso?

Y en un segundo, ya no estoy sobre la mesada, sino que me encuentro acorralada entre la pared y James. La situación me sobrepasa pero dejo que hiciera lo que quisiera conmigo. Noto sus besos sobre mi piel y cierro los ojos apoyando la cabeza contra la pared, creo que suelto un gemido pero estaba demasiado distraída como para notarlo pero seguro que James lo escuchó. Estiro más mi cuello para que esté a su disposición. Luego de unos minutos, vuelvo a mirarlo y lo sigo besando. Lo apego más contra mi cuerpo y dejo que mi lengua juegue con la suya, que descubra su boca a su antojo y que él haga lo mismo con la mía.

Siento cómo mis manos se meten por debajo de su musculosa, tocando la piel de sus caderas y acariciándolo, recorriendo esa parte de su cuerpo con mis manos. Era una sensación totalmente nueva, sin respirar, agitada y algo excitada. ¿Qué me estaba pasando? Sólo sentía un fuerte deseo de besarlo, tocarlo y sentirlo.

Escucho su pequeño gemido y sonrío mientras muerdo el lóbulo de su oreja. Juego con el pequeño arete que lleva en él y luego busco desesperadamente de nuevo sus labios. Mis manos juegan en su espalda y bajan hasta llegar a sus caderas de nuevo. Empiezan a moverse sobre estas y descienden hasta llegar a sus muslos. Luego siento las suyas, jugar con mi cuerpo como si fuera masa de moldear. Un escalofrío inmenso recorre mi cuerpo y me hace sonreír, buscando sus labios por más.

Ahora es cuando me pongo a pensar a qué nos lleva esto. Y si en realidad me gusta esta chica. Digo, acabo de conocerla y lo único que conozco de ella es que se llama Emma y se apellida Welsh. Es una estudiante que vino de intercambio para no volver más a su país y hasta ahí llega la información. No sé si tiene un segundo nombre, presiento que no tiene hermanos por lo mimada y por las fotos del mural. Y si me lo dijo no me acuerdo. Entonces suelto sus labios y tomo sus manos entre las mías. Me separo de su cuerpo bruscamente mirándola a los ojos.

—¿Cuántos años tienes? —pregunto de la nada. Es lo primero que se me ocurre para empezar con el cuestionario. Me pongo a meditar (mientras la miro fijamente a los ojos) en qué piensa ella que yo estaba pensando mientras la besaba. No es por ponerla incómoda ni nada por el estilo, es sólo que en serio quiero saber algo de ella antes de cometer cualquier error —¿Cuántos años tienes, Emma? —vuelvo a preguntar con la voz aún entrecortada.

Todo iba perfecto, todo iba genial. Sentía sus manos en mi cuerpo deslizándose de arriba hacia abajo hasta llegar a mis muslos. De pronto ya no me importó nada, quería estar con él y era lo único que daba por sentado en estos momentos de mi vida. Pero el beso perdió intensidad y es ahí cuando James se separa y me mira.

Por un instante pienso que se va a ir, que me va a dejar aquí sola y nunca más me volverá a hablar. Hasta que habla. Y fue peor. Toda la seguridad que sentía hacia mi y hacia lo que estaba haciendo se voló como un pájaro al que le abren la jaula y no duda en salir volando. Me separé completamente ya que él hace lo mismo, de sus labios, de sus brazos. De todo.

Trago saliva algo nerviosa -Cumpliré 16 en un mes-digo sin ánimos de mirarlo, había "arruinado" todo.-¿Y tu? - ¿Pero todo qué? ¿Qué tenía pensado qué íbamos a hacer esta noche? No lo sé. No sé qué se me pasó por la cabeza. Me quedo paralizada unos segundos y no le respondo más nada.

Suspiro y luego me animo a decir-Oye si esto de besarnos y... lo que sea que haya pasado recién-estaba aún muy confusa como para etiquetar a lo de hace unos minutos-te incomoda y no te gusta, entonces eres capaz de irte. No te voy a obligar que te quedes con una desconocida que apenas recordarás el nombre una vez que te despiertes mañana.-Porque estaba segura de que eso pasaría, él se despertaría mañana o pasado y ni siquiera se acordaría de mi ni de nada de lo que hicimos hoy. Yo pasaría a ser solo un rostro más en ese patético instituto mietnras él seguía con su vida. Y la verdad, no estaba lista para eso. No quería sufrir más.

Yo en realidad no busco que se enoje, lo único que quiero es aclarar las cosas. Digo, ¿cómo podría estar besando a una chica que acabo de conocer? Sé que no es lo más justo que hacer, moralmente hablando. Pero es que siento que a ella la conozco de toda la vida. Como si hubiésemos estado juntos desde el principio. Recuero haber leido un libro que dice que los déjà vú son recuerdos de tu vida pasada, al igual que los sueños. No es que haya soñado con ella, o tenido algún déjà vú. Solo quiero recalcar la parte de la vida pasada. Porque siento que me he encontrado con Emma en todas ellas. Es tal el sentimiento de familiaridad.

Cuando escucho su edad la miro a los ojos, pero ella no lo hace. Desvía la mirada hacia todos lados, rompiedno el contacto visual conmigo. Cuando escucho la pregunta, miro al suelo y me rasco la nuca. Levanto la cabeza, la sacudo para correr el pelo de mi frente y sorbo la nariz. Tengo ganas de mentirle, de decirle que soy muy grande para ella e irme de este lugar. Pero me es imposible abandonarla, así como así. Además, ¿en qué cabeza cabría el hecho de que sea más grande? Mi estúpido rostro de niño revela como si tuviera carteles que tengo la misma edad que ella. Quizás unos meses más grande.

—Dieciséis —susurro y miro al suelo de nuevo. Trago saliva y vuelvo a rascarme la nuca. Me incomoda esta situación, y tengo ganas de gritarlo a cuatro vientos. Pero también de decirle que no se preocupe, que todo iba a ir bien y seguir cenando la deliciosa pizza que reposa en ambos platos. ¿Pero como poder? Si acabo de hacer todo lo contrario. He sacado la parte cobarde de mí, haciendo que pare.

Escucho lo que dice y la miro a los ojos. Parece enfurecida, sigue sin mirarme. "Esto de besarnos y lo que sea que haya pasado recién". ¿Por qué con ese tono? ¿Por qué con esa cara? ¿Por qué con esos ojos? ¿Por qué? Niego con la cabeza y termino de escuchar lo que tiene para decir.

—No es eso, es que... —suspiro exageradamente y la miro a los ojos. Ella desvía la mirada, pero poso los dedos en su mentón como hice hace rato y susurro un "mírame" desesperado. Cuando tengo su atención, me acerco más a su rostro. Bajo la mano y la abrazo por la espalda. Me acerco suavemente hacia su oído aún húmedo y trago saliva. Siento cómo se me pone la piel de gallina y empiezo a ponerme nervioso. Cuando tengo el coraje de hacerlo, separo los labios e inhalo. Susurro suave y lentamente las palabras "no me vas a poder parar" y vuelvo a besar el lóbulo de su oreja. Pero esta vez tierno y dulce. Me quedo allí, con nuestras mejillas pegadas. No creo ser capaz de hacer otra cosa.

No lo quiero mirar a los ojos, porque siento que si lo hago podría lanzarme a sus brazos como antes o alguna estupidez de ese estilo como llorar. Así que me resisto, miro el piso, la pared, el techo. Cualquier cosa menos a él. Apoyo mi cuerpo contra la pared alejándome lo más posible de James, pero aún tenía su aroma en mi cuerpo y él al estar tan cerca lo emanaba. Y yo lo respiraba como si fuera una droga.

Cuando dice su edad, mi expresión y mi mente se tornan confusas. Apenas son meses, quizás un año de diferencia. James tiene la típica cara de niño pequeño que engaña a todos, así que me sigo preguntando por qué me preguntó mi edad. ¿Quizás quería decir que era más grande e irse para usar la edad como una excusa? Quién sabe. El no dijo nada, y por lo tanto yo tampoco.

¿Que le pasa? No lo entiendo. Hace unos minutos todo eran besos, abrazos y caricias y ahora era... No se. El estaba lo más separado posible de mí y eso me dolía físicamente si es que eso es posible. -¿Entonces qué es? -pregunté en voz baja aún esquivando su mirada.

Escucho que susurra y me obliga a mirarlo levantando mi cabeza, trato de desviar los ojos hacia otro lado pero me fue imposible, él estaba ya muy cerca de mí. Sus ojos verdes estaban delante de mí pero no por mucho tiempo, ya que se posiciona en mi cuello y susurra nuevamente. Respiro hondo y me quedo más tranquila, mis brazos se posicionan alrededor de su cuerpo y mi rostro mitad en su hombro y mi mejilla rozando la suya.

Con ese pequeño beso en mi oreja sonreí nuevamente, una sonrisa tranquila que apenas se notó sobre mi rostro. Pero algo es algo. -¿ Quién te dice que pares?-susurro, me separo de su mejilla y lo miro. Tengo su rostro ahí nomás, otra vez. Acerco mis labios su mejilla y lo rozo con ellos, y luego me dirijo a sus labios pero le doy un pequeño beso en la comisura de sus labios. Mis manos en su cuerpo subían y bajaban lentamente. No me animé a hacer más nada que pudiera arruinar el momento.

¿Que quién me dice que pare? Absolutamente todo el mundo parece estar diciéndome que pare en este momento. Es que siento como si el universo completo estuviera doblado en millones de pedazos y concentrado dentro mío. Y es allí donde cada persona parece gritarme desaforadamente que pare. Pero solo una me dice que no, y me mira a los ojos, y posa sus manos bajo mi musculosa y me convence totalmente. Y esa única persona puede cambiar mi parecer con una mirada, con un beso, un roce de piel contra mi cuerpo. Cabe mencionar que esa persona es Emma. Ella y todas sus perfecciones, imperfecciones, gustos y disgustos. Es ella. Solo ella.

Siento sus brazos rodear mi cuerpo y me estremezco titiritando suavemente. Su rostro se posa en mi hombro y juro que puedo sentir que sonríe. Qué se yo. Su aliento choca contra mi piel y esta se eriza al instante. Luego su rostro vuelve a estar al frente del mío. Una de las comisuras de mis labios amenaza con levantarse para formar la sonrisa de lado que llevo diariamente. Luego, como por arte de magia, quedan selladas en una mirada seria con un suave beso de sus labios. Pestañeo lentamente al sentir su proximidad y frunzo el ceño.

Sus manos juegan en mi espalda de nuevo, pero con un leve movimiento de las mías las paro, sosteniéndolas entre ellas como si intentaran protegerlas. Miro nuestras manos juntas y luego a ella. La expresión seria no sale de mi rostro. Aunque en realidad es más angustiada y preocupada. Susurro un "no" lo bastante débil como para proceder de la voz de un muchacho y siento una punzada en el corazón. ¿Por qué estoy haciendo esto?

Suelto sus manos como si es que me acabase de dar cuenta de que es algo venenoso y camino unos pasos lejos de ella, saliendo de su vista. Apoyo la parte trasera de mi cabeza sobre la pared y me cruzo de brazos. Suspiro fuertemente para que me escuche, y cierro los ojos con toda la fuerza acumulada en mis párpados.

—No creo que... —me aclaro la garganta, aún sin abrir los ojos —. No creo que lo que hayamos hecho esté bien, ni mal. Qué se yo —me encojo de hombros —. Solo digo —suspiro —, opino —me corrijo —que no tendríamos que... ¿Cómo decirlo? —abro un poco los ojos y suspiro —Las palabras adecuadas serían "ir tan rápido" —hago las comillas con los dedos —, pero como dije recién: qué se yo —me separo de la pared y empiezo a dar vueltas en círculo lentamente al rededor de la mesa. Poso mi vista en ella por unos segundos.

Observo cómo quita mis manos de su espalda y las sujeta entre las suyas para que un minuto después las suelte como si yo fuera una serpiente venenosa a punto de morderlo. Ese gesto me pareció feo, no me gustó en absoluto. Mi cabeza estaba a punto de explotar, no entendía nada. Hace unos minutos todo iba bien y ahora... Nada. Eso. Nada. Solo nos besamos, nos tocamos, nos acariciamos como si de verdad fuera a pasar algo y simplemente él lo para como si eso estuviera mal. No entendía, y como dije mi cabeza iba a explotar si no decía o hacía algo rápido.

Lo escucho y me quedo en silencio porque no tengo nada para decirle. Tiene razón, recién nos conocemos y nos besamos, recién nos conocemos y ya lo traigo a casa, recién nos conocemos y casi cometemos un error. -Tienes razón-digo en voz baja, sin mirarlo. -Lo siento-me disculpo, porque no se me ocurre otra cosa que decir. Todo esto era mi culpa y ahora yo lo estaba culpando a él! Era realmente muy idiota lo que estaba haciendo así que volví a repetir un "lo siento" en voz baja.

Suspiro mientras siento puntadas en la cabeza, cierro los ojos y paso una mano por mi frente. Los mantengo cerrados con fuerza hasta en un momento siento que mi cuerpo cede, que el piso no está más bajo mis pies y... Abro los ojos. Estaba sentada en el suelo, junto a la pared. James no estaba enfrente mío como antes, o al menos eso distinguí a primera vista. Miro a mi alrededor y lo veo en un rincón de la cocina moviéndose para todos lados. Ok, algo me estaba pasando y no era bueno. ¿Me estaba bajando la presión? Puede ser.

¿Posar mi vista en ella? No. Poso mi vista en el lugar en el que ella estaba parada. Porque ahora no está. ¿Habrá salido de la cocina? ¿Me habrá dejado? Dudo, porque he tardado solo unos segundos en dar vueltas a la mesa y pegar mi vista en ella. Me acerco rápidamente, dándome impulso con la mano apoyada en la mesada. Está tendida en el suelo, sentada contra la pared como si la hubiesen castigado. Me agacho a su lado y apoyo una rodilla en el suelo. A la otra pierna la tengo flexionada en un ángulo de noventa grados; la uso de sostén para mi brazo derecho. Con la mano izquierda quito un mecho de cabello de su cara y se lo guardo detrás de la oreja. Parece derrotada, su cara es más vencida que seria o triste. Trago saliva y poso dos dedos sobre su cuello tomándole el pulso.

—¡Emma! —digo con la voz grave. La miro a los ojos, parecen cansados y con mucho sueño. Está transpirada, no sé si de los nervios o qué. Trago saliva de nuevo y vuelvo a pronunciar su nombre, pero esta vez en un susurro inaudible. Observo como cierra los ojos lentamente y veo como se torna de un color pálido. Me paro miro a todos lados y empiezo a buscar algo con azúcar. Abro alacenas, cajones y hasta la heladera. Finalmente encuentro unas paletas llenas de colores. Las sostengo por el palillo con mis dientes y vuelvo a acercarme a ella. La rodeo con un brazo por la espalda y con el otro sostengo sus piernas.

Me paro de nuevo, pero ahora con ella en brazos. Tengo que dejarla en algún lugar en el que pueda descansar. Salgo de la cocina y me dirijo a las escaleras de las que ella había bajado minutos antes. Antes de empezar a subir, puedo escuchar una música seguramente proviniendo de su teléfono. No le doy importancia y subo los escalones. Uno, dos, uno, dos, uno, dos. Anda James casi llegas. Al llegar a la planta de arriba, busco desesperadamente una habitación en donde dejarla. Abro una puerta empujándola con el pie y veo un espejo enorme; el baño.Pateo otra y me encuentro con una habitación de mujer (por el color del empapelado y la decoración). No me importa si es de su madre, una hermana o quién, sólo sé que la dejo sobre la cama.

Dejo las paletas sobre una mesa que está al lado de la cama y poso mi mano sobre su frente. Está realmente caliente. Me dirijo al baño y lleno con agua un vaso que encuentro. Vuelvo a donde Emma y lo dejo también en la mesa. Prendo un ventilador para que corra aire fresco y abro la ventana. Vuelvo a acuclillarme a su lado. Trago saliva nervioso y la miro preocupado.

No siento el suelo, ni mi cuerpo y ni siquiera puedo ver con claridad. Eso es lo único que sé. Porque a mi alrededor todo gira o se torna borroso. Escucho que James me llama, pero por más que quiero responderle mi cerebro no activa y mi voz no sale de mi garganta. Un segundo después, todo se vuelve completamente negro y ya no puedo ni ver ni oír nada.

Minutos después, vuelvo en sí. Siento ruidos extraños a mi alrededor, mi cuerpo ya no "flota" entre la oscuridad que antes veía. Siento como un olor familiar, mis manos tocan y arrugan una tela gruesa que está abajo de mí, ¿un acolchado? Abro muy lentamente los ojos y veo el techo blanco de mi habitación. Estaba acostada en mi cama con las manos agarradas con mucha fuerza al acolchado. Pero es como si todo estuviera dando vueltas dentro de mi cabeza y no pudiera pensar con claridad.

Miro hacia ambos lados tratando de descubrir cómo, cuándo y por que llegué aquí de repente. Hasta que veo a James sentado a un lado de mi cama. Y ahí lo recuerdo todo: la lluvia, el parque, la caída, los besos, la llamada de papá, a Hazza corriendo, inclusive recuerdo esos besos que nos dimos hace unos momentos. Instintivamente le tomo la mano y lo miro fijamente.

-Esto me pasa siempre, no te preocupes.-le digo para no preocuparlo demasiado, ya que lo noto nervioso.-No es tanto, la última vez me tuvieron que llevar al hospital. -comento como si no fuera gran cosa, aunque sí lo es. La cabeza aún me pesaba pero por lo menos la habitación no daba vueltas. -Me siento mal.-me quejé. Trato de sentarme y enderezarme un poco en la cama, pero lo único que logro es marearme otra vez, casi caigo sobre mi cuerpo pero me agarro de la mano de James y de todo su brazo para no hacerlo. Tengo la respiración algo entre cortada, y me recuerda a la primera vez que casi me caigo y me sujeté de James para no caer en el barro. Genial, más recuerdos. Pensé.

Ahora entiendo por qué en todas las películas románticas, el chico siempre se queda en casa de la chica para ver cómo duerme. Aunque suene psicópata, es muy tierno. Ahora mismo Emma está dormida, o desmayada. O lo que sea. Su rostro se encuentra en un estado de gracia y delicadeza total; no hay una arruga o imperfección en el. Sus párpados descansan sobre sus mejillas ardientes. Sus labios, levemente separados dejan ver sus dos dientes incisivos. He recogido su cabello hacia atrás, por lo que ningún mechón estorba en su rostro.

Observo cómo abre lentamente sus ojos, aferrada al acolchado de la cama. Veo que ladea la cabeza y me toma la mano. Escucho lo que dice. ¿No preocuparme? ¿Cómo no me voy a preocupar si es que hay que llevarla al hospital? Además, ¿esto le pasa muy seguido? ¿Será algún síntoma de alguna enfermedad? Cierro con fuerza mi mano sobre la suya y la miro a los ojos sonriendo de lado.

—No me voy a quedar tranquilo si me dices esas cosas —río casi susurrando y pestañeo lentamente, examinando cada facción de su rostro. Escucho su quejido y luego observo cómo débilmente intenta incorporarse. Se tambalea y se aferra a mi brazo. La sostengo fuertemente y niego con la cabeza —. No. Tienes que descansar —digo y hago que se acueste de nuevo —. Toma —estiro el brazo y le alcanzo una de las paletas que encontré abajo. De seguro tiene bajo el azúcar y el caramelo va a ayudar en algo. Lo desenvuelvo con sumo cuidado, dejo el envoltorio sobre la mesa y acerco el dulce a sus labios. Sonrío; parece que estoy dándole de comer a mi propia hija.

Lo observo como si fuera la primera vez que lo miro aunque sólo han pasado ¿cuánto? ¿10 minutos? ¿15 como mucho? desde la última vez que lo vi tan cerca de mí en la cocina. Suspiro y me agarra aún más la mano. Quiero sonreírle pero por algún motivo que no logro entender, no lo hago. Así que sólo lo miro con atención, observando sus grandes ojos, sus hoyuelos y sus lunares. Mi corazón empezó a latir con fuerza y tuve que desviar la mirada, a ver si otra vez me desmayaba.

-¡Pero es sólo un desmayo James!-insisto y mi pulgar comienza a hacer círculos en su piel-No me pasara nada. Quiero pararme!-trato de sentarme otra vez pero me mareo nuevamente y me tumbo contra la almohada, con todo el cuerpo cansado. -De acuerdo, me rindo. -suspiro mirando mis sandalias, las cuales me quito con ayuda de mis propios pies, quedando descalza. Permito que mis pies se deslicen sobre el acolchado y que mi cuerpo se relaje, trato de respirar normal otra vez y lo logro. Bueno, esto era un gran paso ya que normalmente me tenían que calmar con una pastilla o algo para que deje de lado los nervios del desmayo y volver a la normalidad. Mi remedio a todo eso era la tranquilidad que James me transmitía, estaba segura.

Dejo pasar unos segundos de silencio en los cuales coloco una mano sobre mi frente y lo miro-Siéntete importante, eres la primera persona a la cual obedezco sin chistar.-le sonrío enseñándole mis dientes. No era la niña obediente que mi padre o el mundo se creía que era, yo desobedecía órdenes todo el tiempo. Como mi padre prácticamente vivía en su trabajo y toda la vida me habían cuidado niñeras o mucamas, yo hacía lo que quería. Por eso odiaba que me den órdenes, ¿quiénes se creían que eran? Abro la boca y dejo que coloque la paleta entre mis labios, cuando la voy a agarrar me encuentro con su mano aún en el palillo. Lo miro a los ojos y le digo-¿Te quedas conmigo? -luego reparo nuevamente en lo que dije y explico-A hacerme compañía, no quiero quedarme sola por si me pasa otra vez-No era una excusa, no estaba mintiendo. Tenía miedo de volver a desmayarme y estar sola.